Adiós, hermano mío

Adiós, hermano mío Imágenes

La playa de Laud's Head

En la siguiente imagen se ve con claridad las diferentes percepciones que tienen el narrador y Lawrence sobre Laud's Head y la naturaleza que lo rodea. Mientras que, para el narrador, la playa es un lugar hermoso y acogedor, en el que los restos de basura pasan desapercibidos, para Lawrence la playa es solamente un rejunte de desperdicios:

Esa playa es un paisaje amplio, simple e increíblemente limpio. Es como un lugar en la Luna. La marea había dado gran consistencia a la arena, de manera que no costaba trabajo andar, y todo lo que quedaba sobre la playa había sido repetidamente modificado por las olas. Quedaban restos de conchas, el palo de una escoba, un trozo de botella y otro de ladrillo, ambos zarandeados y rotos hasta resultar prácticamente irreconocibles, y supongo que el melancólico estado de ánimo de Lawrence —que seguía con la cabeza baja— lo iba llevando de un objeto roto al siguiente (32).

La golpiza del narrador a Lawrence

En la siguiente imagen llegamos al clímax del cuento. El narrador, cansado del pesimismo y los juicios mordaces de Lawrence, pierde el control y golpea a su hermano menor violentamente. La descripción detallada que Cheever nos brinda sobre este momento es clave para resaltar la ira del protagonista:

Entonces cogí un trozo de raíz y, acercándome por la espalda —aunque no había golpeado nunca a un hombre por la espalda—, hice girar la raíz, empapada en agua de mar. La inercia imprimió velocidad a mi brazo y le asesté a mi hermano un golpe en la cabeza que lo hizo doblar las rodillas sobre la arena, y vi cómo le brotaba la sangre y comenzaba a oscurecérsele el pelo (34).

Diana y Helen desnudas en el mar

La última imagen de “Adiós, hermano mío” es particularmente célebre. El conflictivo hermano menor se va de Laud’s Head, y la libertad y la fraternidad vuelven a reinar: "Aquella mañana, el mar estaba tornasolado y oscuro. Mi mujer y mi hermana nadaban —Diana y Helen—, y vi sus cabezas descubiertas, ébano y oro en el agua oscura. Las vi dirigirse hacia la orilla, y vi que se hallaban desnudas, sin rubor alguno, hermosas, y llenas de gracia, y me quedé mirando a las mujeres desnudas, saliendo del mar" (36).

Finalmente, la entrega al goce corporal y la belleza natural triunfan por sobre la moral censora de Lawrence. Las mujeres, purificadas por el mar, son hermosas y están llenas de gracia. La desnudez no es impudicia ni pecado, sino pureza y armonía.