La nuestra es una familia que siempre ha estado muy unida espiritualmente (...). No digo todo esto porque me interese la historia familiar o porque este sentimiento de singularidad sea muy profundo o tenga mucha importancia para mí, sino para dejar constancia de que somos leales unos con otros a pesar de nuestras diferencias, y de que cualquier fallo en el mantenimiento de esta lealtad es una fuente de confusión y de dolor.
Este primer párrafo sienta sutilmente las bases del cuento. "Adiós, hermano mío" es la historia de una familia unida que se fractura definitivamente y pierde a uno de sus miembros. La lealtad de la que hace alarde el narrador se pone en juego cuando Lawrence entra en escena y confronta los valores familiares, evidenciando que la unidad de los Pommeroy se sustenta más en un imperativo ("se debe mantener la lealtad familiar") que en un sentimiento genuino de reciprocidad. La confusión y el dolor que menciona el narrador al final de la cita aparecerán junto a la supuesta deslealtad de Lawrence. Los Pommeroy, entonces, serán incapaces de lidiar con estos sentimientos y, como resultado final, aparecerá la violencia y la despedida del hermano menor de la familia.
Él entró primero en la casa, y nosotros sacamos sus maletas del coche. Cuando entré yo, estaba de pie en el cuarto de estar, hablando con madre y con Diana, que llevaban sus mejores trajes y todas sus joyas, y lo estaban recibiendo como si fuera el hijo pródigo.
En esta cita aparece la primera alusión religiosa del cuento. En la parábola bíblica del hijo pródigo, este (que es el hijo menor, al igual que Lawrence) se va del hogar familiar, despilfarra su parte de la herencia, termina en la calle, comiendo con los cerdos, y entonces se arrepiente y vuelve al hogar. Allí es recibido con los brazos abiertos; le hacen una fiesta y lo visten con la mejor ropa.
En la parábola bíblica, el hijo pródigo se regocija al ser recibido de esta manera, algo que no sucede en "Adiós, hermano mío". Lawrence, pese a ser recibido con pompa, mantiene su distancia y sus reservas hacia su familia. Por otra parte, en la parábola bíblica, el hermano mayor del hijo pródigo no acepta de nuevo a su hermano menor en la familia. Esto sí se replica en “Adiós, hermano mío”. El narrador, pese a la expectativa que tenía por la llegada de Lawrence, apenas este entra en la casa es invadido por los malos recuerdos y advierte que su antipatía hacia su hermano menor está totalmente arraigada en él.
—¿Es con ese con el que se acuesta ahora?
Esta cita evidencia los alcances de la moral puritana de Lawrence. El hermano menor de la familia juzga severamente a Diana por tener relaciones casuales con diferentes hombres. Esta frase despectiva genera una gran incomodidad en la familia. Helen, esposa del narrador, se siente personalmente ultrajada y exige unas disculpas. Por supuesto, Lawrence no le pide perdón a nadie.
Este incordio sucede la primera noche de Lawrence en Laud's Head. A partir de entonces, la moral puritana del hermano menor de la familia se posará sobre todo y sobre todos, y los Pommeroy solo se librarán de su juicio tras su partida.
Quizá debido al gesto hosco de su boca, mi hermano me pareció en aquel momento un clérigo puritano.
Las referencias a la religión son constantes, no solo dentro de este cuento sino en toda la obra del autor. Cheever, que nació en el seno de una familia puritana (tal como los ancestros de los Pommeroy), era un hombre sumamente religioso. En su literatura, sin embargo, Cheever no intenta adoctrinar en la fe, sino que utiliza las alusiones, la moral y la historia religiosa para darles profundidad a los diversos conflictos espirituales que atraviesan sus personajes.
En este caso, por ejemplo, para explicar el carácter de Lawrence, el narrador lo compara con un clérigo puritano y hace un repaso de la historia familiar ligada a la religión. Los Pommeroy eran ministros del Señor en el siglo XVII. Con el transcurso de los siglos, los Pommeroy fueron distanciándose del puritanismo religioso hasta llegar a ser lo que son ahora. Ya ningún miembro de la familia es practicante de la religión, pero esta es constitutiva de sus historias, y eso se nota claramente en el carácter del hermano menor.
La casa peligra ya en estos momentos. Si tuvierais una marea desacostumbradamente alta, o una fuerte tormenta, el rompeolas podría derrumbarse y la casa se vendría abajo. Podríamos ahogarnos todos.
Para Lawrence, la casa de Laud’s Head es un símbolo de decadencia moral. Desde su perspectiva, su familia va allí para olvidarse de sus obligaciones y fugarse del presente. Durante la primera cena que comparte la familia, de manera alegórica, Lawrence pronostica que la casa, debido a su ubicación y su construcción endeble, terminará por derrumbarse. De manera indirecta, el hijo menor de los Pommeroy le está diciendo a su familia que su vida licenciosa no los llevará a buen puerto.
—Piensa en lo que significa gastar miles de dólares para lograr que una casa sólida parezca una ruina —dijo Lawrence—. Piensa en la tesitura mental que eso implica. Piensa en sentir un deseo tan intenso de vivir en el pasado que te haga pagar un sueldo a los carpinteros para desfigurar la puerta principal de tu casa.
Lawrence considera que toda nostalgia o vindicación del pasado es un síntoma de la incapacidad de la familia de vivir el presente afrontando sus vicisitudes. En esta cita, le achaca a su padre (ya fallecido, y símbolo de unión para el resto de los Pommeroy) haber construido Laud’s Head con materiales viejos para darle un aire de antigüedad. A través de esta crítica a la casa, el hermano menor de la familia vuelve a dejar en claro que, desde su perspectiva, los Pommeroy deberían someterse al rigor del presente, y desechar toda nostalgia y añoranza del pasado.
Pero cuando volvimos nadie tuvo palabras duras para Lawrence; la tendencia a decir cosas injuriosas se había roto, como si nadar tuviese la fuerza purificadora que reclama el bautismo.
He aquí una nueva alusión religiosa que nos permite explorar las profundidades de los personajes. Si bien, desde el punto de vista del narrador, el modo de percibir la vida de Lawrence es errado, pareciera que algo de esa moral censora cala dentro de él y su familia. El narrador y el resto de los Pommeroy se ven obligados a "purgar" las culpas que Lawrence carga sobre sus espaldas. El mar, cual si fuera agua bendita, se convierte en un símbolo de pureza. Es el lugar en el que los Pommeroy se limpian de pecados y recargan su vitalidad para seguir enfrentando los juicios de Lawrence.
Puedo equivocarme, desde luego, pero creo que Lawrence contemplaba nuestras partidas de backgammon con la esperanza de estar observando el desarrollo de una irónica tragedia en la que el dinero que ganábamos y perdíamos se transformaba en símbolo de prendas mucho más vitales.
Lawrence juzga severamente cualquier acción que lleven a cabo sus familiares. Ni siquiera las partidas de backgammon se salvan de ser puestas en tela de juicio. Desde su perspectiva, los Pommeroy no juegan por diversión, sino que oscuras tramas se entretejen por debajo de cada partida.
Es interesante destacar que, en este punto, Lawrence no parece tan errado. Si bien el narrador descalifica la visión de su hermano menor sobre el juego, no deja de ser cierto que cuando él pierde con Chaddy, se enfada al punto de tener que abandonar la sala; que su madre, al perder una partida, se pone a beber, y que Odette coquetea sagazmente con su cuñado cuando este la derrota.
Sutilmente, Cheever nos da a entender que Lawrence tiene un punto de vista válido. No es un loco que inventa cosas en contra de su familia. Lo que se disputa entonces en Laud’s Head no es quién tiene razón, sino quién impone la moral: los licenciosos Pommeroy, que hacen la vista gorda ante estas “menudencias”, o Lawrence, que censura y ve en cada “menudencia” un importante conflicto espiritual.
Y comprendí que Lawrence contemplaba la fiesta con el mismo gesto sombrío con que había contemplado en nuestra casa las tablillas desgastadas por la intemperie, como viendo en ello un abuso o una distorsión del tiempo; como si al querer volver a ser jugadores de fútbol y novias pusiéramos de manifiesto el hecho de que, una vez apagadas en nosotros las luces de la juventud, habíamos sido incapaces de encontrar otras con las que guiarnos y, carentes de fe y de principios, nos habíamos convertido en criaturas estúpidas y tristes.
He aquí otra cita en la que aparece el desprecio de Lawrence por la nostalgia y la añoranza del pasado. Para el baile de disfraces, el narrador, al igual que varios de sus viejos amigos, se pone su uniforme de fútbol americano, aquel que usaba cuando era joven; Helen, tal como otras mujeres, se pone el vestido de novia con el que años atrás se casó. Estas vestimentas funcionan en el cuento como un símbolo de dos caras. Para el narrador y su esposa, simbolizan su pertenencia a un pasado en común, que sigue vivo en el presente y que es constitutivo de lo que son. Para Lawrence, tal como lo marca la cita, esas vestimentas simbolizan la incapacidad de su hermano y de Helen (así como de todos los otros que asisten al baile) de vivir en el presente, y su constante necesidad de refugiarse en el pasado.
Aquella mañana, el mar estaba tornasolado y oscuro. Mi mujer y mi hermana nadaban —Diana y Helen—, y vi sus cabezas descubiertas, ébano y oro en el agua oscura. Las vi dirigirse hacia la orilla, y vi que se hallaban desnudas, sin rubor alguno, hermosas, y llenas de gracia, y me quedé mirando a las mujeres desnudas, saliendo del mar.
Con estas frases termina "Adiós, hermano mío". Lawrence se ha ido de Laud's Head, y la libertad y la fraternidad han vuelto a reinar. La entrega al goce corporal y la belleza natural triunfan por sobre la moral censora del menor de los Pommeroy. Las mujeres, purificadas por el mar, son hermosas y están llenas de gracia. Lejos de escandalizarse o sentir que allí hay algo impúdico, el narrador se queda mirando a su esposa y su hermana. La desnudez no es impudicia ni pecado, sino pureza y armonía.