Adiós, hermano mío

Adiós, hermano mío Resumen y Análisis II

Resumen

El narrador se despierta. Escucha que alguien está limpiando la cancha de tenis. Cuando baja la escalera, se encuentra con los dos hijos de Lawrence en el cuarto de estar. Los describe como dos niños asustadizos y muy flacos. Le dicen que su padre está limpiando la cancha de tenis, pero que ellos no quieren salir porque vieron una serpiente. El narrador les responde que, entonces, pueden unirse a sus primos para desayunar en la cocina. Los niños se ponen a llorar.

Entra Lawrence. El narrador lo invita a jugar tenis con él, pero Lawrence lo rechaza. Prefiere jugar con Chaddy o dobles con el resto de la familia. El narrador lo entiende: Chaddy y Lawrence juegan mejor que él. Luego, sin embargo, cuando toda la familia juega dobles, Lawrence desaparece, y esto sí hace enfadar al narrador. Considera que, al menos, podría haber participado en un set. La familia, de todos modos, se divierte.

Más tarde, aquella misma mañana, el narrador encuentra a Lawrence quitando una tablilla de la pared con su navaja. Le explica que hay termitas en la madera, y afirma que su padre utilizó tablillas viejas para darle a la casa un aire antiguo. Argumenta que haber gastado mucho dinero en hacer que la casa parezca de otra época demuestra un deseo de vivir en el pasado. Ese deseo, según Lawrence, surge de la incapacidad que tienen los Pommeroy para lidiar con los problemas del presente. En medio de esta conversación llegan los demás miembros de la familia. La madre, al ver a Lawrence con la navaja, se ofusca, toma a Chaddy por el brazo y le sugiere ir a la playa a nadar y beber martinis.

Todos van, excepto Lawrence y Ruth. Mientras beben sus tragos, critican a Tifty por arruinar los momentos con su amargura y pesimismo. Terminan de beber y entran en el mar. Luego de nadar cambia el humor general, y se preguntan qué actividades pueden hacer para complacer a Lawrence. El narrador se da cuenta, entonces, de que los miembros de la familia han estado yendo a nadar con más frecuencia de lo normal desde que llegó Lawrence. Nadar se ha convertido en una forma de deshacerse del resentimiento provocado por su presencia.

A los tres días de la llegada de Lawrence, la cocinera, Anna Ostrovick, entabla una seria conversación con el narrador. Se queja de que Lawrence la compadece constantemente, diciéndole que es una mujer muy desgraciada, que trabaja demasiado, y que no le pagan lo suficiente. Amenaza con renunciar si Lawrence sigue dirigiéndose a ella de ese modo. El narrador no comparte las quejas de Anna con nadie. Por suerte, esto no vuelve a ocurrir.

El narrador describe los juegos de backgammon que tienen lugar en Laud's Head. Lawrence no participa porque cree que jugar es absurdo y una pérdida de tiempo, pero observa las partidas. ¿Por qué asiste como espectador si considera que jugar es una frivolidad? El narrador llega a la conclusión de que Lawrence está tratando de encontrar significados ocultos en las partidas disputadas. Piensa que su hermano debe estar especulando mientras observa cada partida. Cuando el narrador juega con Odette, esposa de Chaddy, Lawrence ha de estar suponiendo que entre ambos participantes se está desarrollando algún tipo de tensión sexual. Cuando el narrador enfrenta a Chaddy y pierde, Lawrence supone que ha perdido su autoestima. Luego, la madre se enfrenta a Chaddy. Desde la óptica del narrador, Lawrence ha de suponer que, en esa partida, cada uno está disputando su alma. Esta última partida tiene como vencedor a Chaddy. Lawrence, entonces, se levanta de su lugar y exclama: “No entiendo cómo no os volvéis locos, encerrados unos con otros de esta forma, noche tras noche” (33). Luego se va a acostar.

Análisis

Los hijos y la esposa de Lawrence también tienen un carácter que difiere del resto de los Pommeroy. A diferencia de Odette, Helen, Diana y la madre, que son mujeres alegres, sensuales y vitales, el narrador describe a Ruth como una mujer delgada y con cara de cansada. Por su parte, los hijos de Lawrence son niños asustadizos y muy flacos, y están vestidos con trajes de vaqueros que nada tienen que ver con el ambiente playero de Laud’s Head. Cuando el narrador les sugiere que se junten al resto de sus primos para desayunar, se ponen a llorar. Al igual que Lawrence, ni sus hijos ni Ruth se integran a la dinámica de la familia. Esto los diferencia, a su vez, de Helen, esposa del narrador, y de Odette, esposa de Chaddy, que forman parte de todas las actividades familiares. La esposa de Lawrence y sus hijos solamente comparten el apellido Pommeroy. Nada más.

Mientras Ruth se la pasa limpiando, ordenando y planchando, como si le estuviera vedado relajarse, y los hijos están encerrados dentro de la casa, sin siquiera ir al mar, Lawrence continúa socavando las bases familiares de los Pommeroy. Vuelve a enconarse contra la casa, pero esta vez con más ahínco. Critica duramente el modo en que fue construida por el padre de la familia. El padre, que ha muerto años atrás en un accidente mientras navegaba, es un símbolo de unión para los Pommeroy. Tras su trágica muerte, la familia ha estrechado sus vínculos, y la relación entre los hermanos ha encontrado una solidez inquebrantable. Lawrence, por supuesto, no entra en esta ecuación. A través de la casa, encuentra el modo de ser despectivo también con su difunto padre, al achacarle haber construido Laud’s Head con materiales viejos, privilegiando las apariencias por sobre la solidez: “—Piensa en lo que significa gastar miles de dólares para lograr que una casa sólida parezca una ruina —dijo Lawrence—. Piensa en la tesitura mental que eso implica. Piensa en sentir un deseo tan intenso de vivir en el pasado que te haga pagar un sueldo a los carpinteros para desfigurar la puerta principal de tu casa” (26).

En cada momento que puede, Lawrence critica el modo de vivir de los Pommeroy. Desde su punto de vista, la familia vive refugiándose en el pasado y la vida licenciosa para no hacerle frente al presente y la verdad. Parte de la crítica ha considerado a Lawrence como una versión moderna de los personajes románticos de Nathaniel Hawthorne, cuentista y novelista norteamericano conocido por sus obras góticas y de romanticismo oscuro. Al igual que Arthur Dimmesdale, el reverendo de La letra escarlata, o Ethan Brand, el protagonista del cuento homónimo, Lawrence condena los placeres terrenales en pos de encontrar una verdad pura, religiosa. Lo particular en el caso de Lawrence es que en ningún momento él alude a la religión. El narrador sí hace referencias a cuestiones religiosas, pero el hermano menor de los Pommeroy (recordemos que es apodado "Little Jesus") no se ampara en el cristianismo para juzgar a los pecaminosos. De aquí que pueda considerarse a Lawrence como un personaje hawthorniano moderno. Lawrence no peca pero tampoco tiene Dios, y eso lo vuelve inaccesible, incomprensible.

Para sobrevivir al juicio constante de Lawrence, el narrador y el resto de los Pommeroy se la pasan yendo a nadar. Al sumergirse en el mar, la familia aplaca su ira contra el hermano menor. Dice el narrador: “… la tendencia a decir cosas injuriosas (sobre Lawrence) se había roto, como si nadar tuviese la fuerza purificadora que reclama el bautismo” (27). He aquí una nueva alusión religiosa por parte del narrador. Si bien, desde su punto de vista, el modo de percibir la vida de Lawrence es errado, pareciera que algo de esa moral censora cala dentro de él. El narrador y el resto de los Pommeroy se ven obligados a purgar las culpas que Lawrence les achaca. El mar funciona para ellos como un símbolo de pureza. Es el lugar en el que se limpian y recargan su vitalidad para seguir enfrentando los juicios de Lawrence.

Claro que, con el paso de los días y la acumulación de tensiones, soportar a Lawrence se va volviendo imposible. El hermano menor de los Pommeroy ataca todo lo que puede atacar. Ni siquiera las partidas de backgammon se salvan de ser puestas en tela de juicio. Desde su perspectiva, los Pommeroy no juegan por diversión, sino que oscuras tramas se entretejen por debajo de cada partida. Al respecto del backgammon, es interesante destacar que Lawrence no parece tan errado. Si bien el narrador descalifica la visión de su hermano menor sobre el juego, no deja de ser cierto que cuando él pierde con Chaddy se enfada al punto de tener que abandonar la sala; su madre, al perder una partida, se pone a beber, y Odette coquetea sagazmente con su cuñado cuando este la derrota. Sutilmente, Cheever nos da a entender que Lawrence tiene un punto de vista válido. No es un loco que inventa cosas en contra de su familia. Lo que se disputa entonces en Laud’s Head no es quién tiene razón, sino quién impone la moral: los licenciosos Pommeroy, que hacen la vista gorda ante estas “menudencias”, o Lawrence, que censura y ve en cada “menudencia” un importante conflicto espiritual.