En Cómo ser antirracista, Kendi aprovecha su historia de vida para esbozar su propio recorrido, que los lectores seguimos como si fuera el nuestro, desde el racismo hasta el antirracismo. Sostiene que el antirracismo es la única manera de combatir el racismo; no se puede ser simplemente neutral, o “daltónico” ante la raza, tampoco alcanza con ser no racista. En cada capítulo, el autor se concentra en un elemento diferente del racismo, considerando cuestiones como la esclavitud, la corporalidad, las instituciones, las diferentes formas de la violencia, entre otras, desde perspectivas que entrecruzan la historia, la sociología, la psicología, la genética y otras disciplinas científicas. Estas reflexiones ensayísticas y académicas se entrelazan con anécdotas y memorias de la vida de Kendi, presentadas como narraciones breves y organizadas cronológicamente desde su infancia hasta el presente. A lo largo de la autobiografía, conocemos a diversas personas que -de diferentes maneras- obligan al autor a enfrentarse a sus propias ideas y prejuicios para ir desarmando su racismo internalizado.
En “Mi introducción racista”, el autor explica que, cuando era adolescente, él mismo tenía ideas racistas, creía que las personas negras eran responsables por muchos de los problemas que enfrentaban en la sociedad estadounidense. Ahora se ha dado cuenta de que el antirracismo es la única forma de erradicar el racismo, y resalta que las actitudes y pensamientos racistas y antirracistas no provienen de formas fijas y permanentes de ser, sino que se trata de posturas que ocupamos de manera intermitente: “Podemos ser racistas un minuto y antirracistas el siguiente” (24).
Los primeros capítulos del libro narran la historia del autor antes de su propio nacimiento, ya que se concentran en la relación de sus padres, cómo se conocieron y cuáles son sus orígenes. Así, también traza las líneas de sus antepasados, que viven en distintas partes de los Estados Unidos. Este recorrido le permite definir términos como “desigualdades raciales”, “políticas racistas” e “ideas racistas”. Para sustentar sus planteos, el autor ofrece datos estadísticos, explaya fundamentos históricos y demuestra que el poder racista implica que las personas no blancas, en particular las personas negras, con frecuencia deban enfrentar condiciones más precarias en prácticamente todos los aspectos de la vida en este país. Esta metodología es aprovechada a lo largo de todo el libro.
Otro recurso muy utilizado en la obra es la cita de autoridad, ya que Kendi utiliza las voces de muchos referentes fundamentales de la lucha antirracista. Por ejemplo, en el segundo capítulo, se menciona a W.E.B. Du Bois por primera vez para retomar el concepto de “conciencias enfrentadas”, acuñado en el libro Las almas del pueblo negro, de 1903. Otros referentes antirracistas estadounidenses que ocupan un lugar central en el libro son Martin Luther King, Jr., Angela Davis, Alice Walker y Malcolm X. A su vez, el autor denuncia con nombre y apellido a personas muy conocidas que, de un modo u otro, han contribuido a construir y sostener las ideas y políticas racistas, desde científicos, hasta políticos, como Donald Trump. Cabe destacar que este libro se publica durante la presidencia de Trump, por lo que estas denuncias resultan especialmente significativas.
Las propuestas vitales de este libro son enseñanzas básicas que, paradójicamente, resultan innovadoras, ya que el poder racista blanco las oculta o distorsiona de manera permanente. Así, el autor afirma que la raza no existe como categoría biológica, genética o médica, sino que es una construcción del poder racista. Para Kendi, aunque no pueda definirse en términos científicos, la raza debe ser considerada porque opera social, histórica y políticamente. Por otra parte, el autor derriba estereotipos sobre las personas negras, por ejemplo la hipersexualización de las mujeres negras, la idea de que los hombres negros son más fuertes y resistentes que los blancos, y la noción de que las personas negras son vagas, menos estudiosas, menos trabajadoras y con tendencia a la delincuencia.
La obra de Kendi también recupera la perspectiva interseccional fundada por Kimberlé Crenshaw a inicios de los años noventa y se propone analizar los temas raciales en interconexión con cuestiones de género, sexualidad y clase, entre otras categorías sociales. También se analizan muchas formas de interacción social y política entre una gran diversidad de grupos que componen la sociedad estadounidense. No solo se contemplan a las personas blancas y a las negras como dos grupos totalmente delimitados y opuestos, sino que también se piensa en personas que integran varios grupos al mismo tiempo, y a personas migrantes de diferentes orígenes. Como se ha mencionado, el libro además es un manual (esto queda claro cuando prestamos atención a su título), y por eso cada capítulo comienza con un par de definiciones que orientan al lector. El capítulo 1, por ejemplo, comienza con las definiciones de “racista” y “antirracista”, que se retoman constantemente a lo largo de todo el texto.
Desde el comienzo, el autor subraya la necesidad de usar un lenguaje preciso, claro y accesible para todo tipo de lectores. Afirma que “Las definiciones nos anclan a los principios. No se trata de algo sin importancia: si no hacemos lo básico, que es definir el tipo de personas que queremos ser con un lenguaje estable y coherente, no podemos trabajar para conseguir objetivos estables y coherentes” (32). En sintonía, demuestra que es mejor evitar los términos que son ambiguos o demasiado académicos (y, por lo tanto, requieren de muchas explicaciones), como “racismo estructural” o “racismo sistémico”. Prefiere utilizar expresiones más clara como “políticas racistas”. Más adelante, se preocupa porque el término “microagresión”, de Chester Pierce, parece presentar el racismo cotidiano como algo menor, y por eso prefiere emplear “abuso racista”. A lo largo de toda la obra revisa la terminología propia y la de otros autores para perfeccionarla y, al mismo tiempo, completa cada vez más su definición de antirracismo.