Carrie

Carrie Resumen y Análisis Segunda parte: Noche de fiesta (Parte 1)

Resumen

Con una sensación de desafiante excitación y, a la vez, vergüenza, Carrie se pone el vestido por primera vez la mañana del 27 de mayo: “Era un vestido de falda amplia, pero ajustado en la cintura. Sentía contra su piel la tela pesada y desconocida; se había acostumbrado a llevar sólo algodón y lana” (p.127). De súbito, entra su madre en la habitación. “Debí haberme imaginado que sería rojo” (p.128), le dice desde la puerta. Le ofrece quemarlo en el incinerador y rezar, pero Carrie se niega y la expulsa mediante sus poderes telequinéticos.

Más tarde, Carrie se pone en el hombro las flores que Tommy le llevó más temprano. Duda si todo no será una gran broma, la broma definitiva. “No va a venir” (p.134), se dice. “Entonces lo romperé todo” (p.134), piensa, e imagina los objetos de la casa volando por los aires. Mientras tanto, la señora White reza en la otra habitación. Finalmente, Tommy llega. Carrie le pregunta, vulnerable, si le gusta. “Eres muy bella” (p.135), responde él.

Mientras tanto, Chris y Billy esperan a que se haga la hora de ir hasta la fiesta y llevar a cabo su plan de arruinarla. La madrugada del viernes, Billy colocó los dos baldes de sangre, aún congelada, sobre la viga que cruza el escenario de la fiesta, justo sobre dos cruces marcadas en los tablones: marcas reservadas para los sillones del rey y la reina del baile. Chris siente una enorme excitación, que crece “en su vientre como una vid nocturna y rapaz” (p.141). Se condice con la excitación que le provoca Billy mismo; ambos tienen una relación erótica un tanto agresiva y violenta.

En la fiesta, Tommy compara a Carrie con Galatea, “una chica desdichada que se convirtió en una hermosa mujer y nadie la reconoció” (p.143). Pero Carrie desea ser reconocida por su entorno, y le dice esto mismo a Tommy. Al entrar al hall, por primera vez conversa y bromea con una compañera, Frieda Jackson. Al hablar con Frieda, Carrie “sintió que algo muy antiguo y enmohecido se aflojaba dentro de ella” (p.144). Tommy, por su parte, cree que todo va bien. Sin embargo, le quedan “menos de dos horas de vida” (p.145).

Cuando entran en el salón de baile, Carrie queda impresionada por el glamour. “Hermosas figuras se paseaban de un lado a otro vestidas de gasa, encaje, seda, raso. El roce de sus vestidos producía un suave crujido” (p.153). Mientras tanto, en la casa de Carrie, Mary White sale de su habitación y se dirige a la cocina “arrastrando sus viejas y deformadas zapatillas” (p.159). Se sienta en un taburete y comienza a afilar “el centelleante fijo de la hoja” (p.159) de un gran cuchillo de carnicero, “con la atención concentrada y apática de los condenados” (p.159). Recuerda que su propia abuela tenía la capacidad de encender el hogar de la casa sin moverse de su mecedora. “No permitirás que una bruja viva” (p.157), se dice, “tiene que ser sacrificada” (p.159).

En la fiesta, Tommy le señala a Carrie los tronos para el rey y la reina del baile. Caminan para dar una vuelta y se cruzan a Miss Desjardin. La profesora se acerca a Carrie, la saluda. Ambas halagan su aspecto esa noche. Miss Desjardin dice: “Carrie, lo que ocurrió antes… Bueno, todo ha sido olvidado. Quería que lo supieras” (p.163). A pesar de cierta timidez que le provoca la profesora, Carrie le responde: “Yo no puedo olvidarlo” (p.163).

Análisis

En escenas anteriores, el narrador nos dice que Mrs. White lee una y otra vez en voz alta el “exorcismo del Deuteronomio” (p.108). Este es un fragmento de la Biblia bastante célebre por su productividad entre los sacerdotes que ejercían el exorcismo. Actualmente, se trata de una práctica casi en desuso, pero cuando su popularidad no había mermado aún, estas palabras del Deuteronomio resonaban frecuentemente en boca de los encargados de extraer al demonio que poseía a las personas: "No sea hallado en ti quien haga pasar por fuego a su hijo o a su hija, ni quien sea mago, ni exorcista, ni adivino, ni hechicero, ni encantador, ni quien pregunte a los espíritus, ni espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es una abominación a Jehovah. Y por estas abominaciones Jehovah tu Dios los echa de delante de ti” (18:10).

El Deuteronomio es el quinto libro del Pentateuco del Antiguo Testamento (o la Torá, para los judíos). Allí se narra lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley y son las últimas palabras de Moisés antes de morir. Como muchos sacerdotes de las iglesias pentecostales en las que, aun en nuestro siglo, siguen practicándose purgas y expulsiones de demonios, Mrs. White “no rezaba el Padrenuestro” (p.108) sino el exorcismo del Deuteronomio. El narrador señala, de este modo, que la madre de Carrie no se vuelca hacia la religión de forma tal de generar un abrigo para su hija y una protección cálida basada en el amor, sino que considera ya en este punto a su hija una posesa que debe morir: “Bruja (...). El libro del Señor dice: «No permitirás que una bruja viva»” (p.107). A partir de esta escena de la parte anterior, Mrs. White se encierra a rezar, alejada de su hija.

Carrie, por su parte, se siente liberada. Por la mañana se prueba el vestido para el baile. A través de las imágenes visuales y táctiles de las telas, los géneros y la moldería de la ropa que Carrie usa, el narrador brinda una idea de lo alejada que la adolescente estuvo toda su vida de los géneros de moda y los modelos diseñados para las jóvenes de su edad. Por primera vez, Carrie, que “se había acostumbrado a llevar sólo algodón y lana” (p.127), siente “contra su piel la tela pesada y desconocida” (p.127) del terciopelo. Además, lleva la mitad de sus senos, “bultoscochinos” (p.128) según su madre, al descubierto, por primera vez alzados por un sujetador. En contraste con las experiencias sexuales de Chris Hargensen, el acceso de Carrie al erotismo es apenas pujante, siente en el contacto con las telas una sensualidad desconocida, una “desafiante excitación” (127). Esta vez, cuando su madre irrumpe y trata de hacer que ella queme su vestido, usa sus poderes para alejarla de la habitación y cerrar las puertas. El empoderamiento es uno de los temas primordiales de Carrie y comienza a evidenciarse en esta parte. Poco a poco, la adolescente toma el control de sus acciones y hace su voluntad, a pesar de su madre y a pesar de su intuición de que le espera una broma pesada. “Dios mío, por favor, que no sea una broma” (p.133), se dice a sí misma mientras espera a Tommy.

Según Stephen King en Danza macabra: “Carrie habla principalmente sobre cómo las mujeres encuentran sus propios canales de poder, y qué temen los hombres de las mujeres y de la sexualidad de las mujeres… lo que únicamente quiere decir que, habiendo escrito el libro en 1973, cuando sólo llevaba tres años fuera de la universidad, era plenamente consciente de lo que la Liberación de las mujeres implicaba para mí y otros de mi sexo” (2006). A la pregunta de qué temen los hombres podemos adosar también qué temen las propias mujeres de su propia sexualidad y de sí mismas. Es evidente que la fuerte represión que Mrs. White ejerce sobre Carrie proviene del temor. No resulta extraño, entonces, que la ruptura de ese cerco se dé a través de, en principio, la sensualidad del propio cuerpo (Carrie experimenta el contacto con sus senos recién en este momento de su vida) y del contacto del cuerpo con diferentes estímulos sensoriales sin tabúes. La acción de probarse el vestido parece ser una suerte de rito iniciático. Carrie comienza a ser en estas escenas una mujer determinada y consciente de su cuerpo. Cuando su madre le señala que sus “bultoscochinos” (p.128) están al aire, ella no hace más que responderle: “Son mis senos, mamá. Toda mujer los tiene” (p.128).

Sin embargo, hay una represión en el nivel de lo público en la vida de Carrie que no se evidencia tanto como el de lo privado, pero que ejerce su fuerza de todos modos e, inclusive, no le es privativo, sino que abarca a todas las asistentes al baile: Carrie se constituye en la fiesta por primera vez como objeto de deseo (de Tommy) en tanto mujer, y finalmente pertenece, es decir, forma parte de la gran masa de chicas ornamentadas y exhibidas para ser admiradas por los varones en la fiesta de primavera. Una escena ilustra, sin embargo, cómo Carrie también siente una fuerza incipiente que la lleva a querer desembarazarse de este nuevo corsé de pertenencia. Tommy, al llegar, le dice que le recuerda a Galatea: “Una chica desdichada que se convirtió en una hermosa mujer y nadie la reconoció” (p.143). Ante esto, con firmeza, Carrie le responde: “Quiero que me reconozcan” (p.143). Es decir, que si bien aparentemente ella es, por una noche, una más de las tantas jóvenes bellas y perfumadas del lugar, quiere con determinación que todos alrededor sepan que se trata de ella, de Carrie, la persona que ha sufrido un abuso sistemático por parte, activa o pasiva, de todos en la preparatoria.

Carrie se empodera también ante el mundo adulto. Cuando Miss Desjardin se acerca a ella para comentarle lo hermosa que se ve, y le dice, despreocupada, que lo que ocurrió en las duchas “ha sido olvidado” (p.163), la joven también tiene una respuesta contundente para darle: “Yo no puedo olvidarlo” (p.163), sentencia. A esta altura, debido a la introducción de fragmentos de libros testimoniales y científicos sobre el caso de Carrie, ya sabemos que lo que sucederá será, cuanto menos, terrible, por lo que el hecho de que Carrie le responda que no puede olvidarlo cobra un sentido ambivalente. Por un lado, enfatiza ante la profesora lo dura que ha sido esa experiencia traumática, a la vez que, por el otro, da la sensación de que Carrie decide no olvidarlo. Antes, en su casa, ante la mera idea de que todo esto se trate de una broma, se dice a sí misma: “entonces lo destrozaré todo” (p.134). La venganza es, evidentemente, uno de los motivos estructurantes de Carrie, al cual volveremos en la última parte.