La represión del deseo y la voluntad de los niños y adolescentes
La represión es uno de los temas pregnantes en Carrie en particular y en la literatura de Stephen King en general, más aún si ponemos el foco en los personajes infantiles o adolescentes. En el caso de Carrie, la represión proviene de dos causas fundamentales. Por un lado, en casa, su madre oprime los deseos de una adolescente, tales como hacer amigos, salir con un chico, vestir como quiere. En este caso, hay todo un marco para la conducta represiva de Mrs. White, un paradigma que sostiene los límites que impone a su hija, que tiene que ver con la religión. La madre de Carrie es retratada como una fanática religiosa que necesita contener las fuerzas diabólicas que poseen a su hija. Esta moderación de cada aspecto de la vida de Carrie no se da únicamente a través del abuso psicológico, sino también del físico.
Ahora bien, a partir de la primera menstruación de Carrie, la represión parece contribuir a la potencia de las fuerzas telequinéticas que yacen dormidas en ella. Cuanto más la joven es atosigada y abusada, más intensas son sus facultades. En el lapso de días, pasa de poder mover un cepillo de dientes o hacer caer un niño de la bicicleta, a generar el caos en una ciudad entera. Y todo esto debido a la presión que ejerce su madre en casa y al abuso vivido en la escuela. En este segundo factor de opresión, la represión funciona de modo análogo al factor doméstico: Carrie, en la escuela, reprime su propia historia, sus costumbres religiosas y su modo de vida; se avergüenza de sus creencias, de su madre, de su aspecto físico.
King retrata la fisión o explosión de Carrie como el desenlace lógico de una psiquis expuesta a la más absoluta opresión. La infancia es representada entonces como plausible de ser doblegada fácilmente, pero, por otra parte, el narrador también deja entrever que esto no necesariamente debe ser así, y que la joven es consciente de esto. Carrie sabe que el modo en que es tratada no está bien. En una escena crucial, Mrs. White concibe la pérdida de la inocencia de Carrie a través de su primera menstruación como su ingreso al mundo pecaminoso de la mujer adulta. Cree que reprimiendo esta transformación logrará contener los impulsos lujuriosos que su hija comenzará a experimentar. Carrie, sin embargo, no se encuentra completamente doblegada, sino que algo intuye sobre lo que debería haber sucedido antes de su menarquia. Le dice a su madre: “¡Deberías haberme dicho! (...) No me lo dijiste y ellas se rieron” (pp.63-64) con respecto a la situación de acoso que vive en las duchas por haber tenido su primera menstruación. Es decir, sabe que el rol de su madre debería haber sido otro y experimenta esa carencia.
El deseo, sobre todo el erótico, es propio del mundo adulto en este paradigma. Por ende, todo deseo de la niña o adolescente debe ser reprimido y doblegado. Finalmente, "doblégate" dirá también Carrie cuando utilice sus poderes para castigar al mundo a su alrededor. La fisión debido a tanta represión deviene en un mundo en el cual será la realidad la que se doblegue ante ella.
La religión como instrumento de violencia
Como vimos en el tema anterior, Mrs. White ejerce su autoridad de madre a través del paradigma religioso. La religión le brinda herramientas para contener lo que cree es una fuerza diabólica que domina a su hija. Recuerda que su propia abuela tenía la capacidad de encender el hogar de la casa sin moverse de su mecedora. “No permitirás que una bruja viva” (p.157), se dice con respecto a Carrie, “tiene que ser sacrificada” (p.159). Sin embargo, en sus recuerdos, la abuela no padecía en absoluto su poder, sino que lo ejercía como un juego. La religión es en el texto, evidentemente, un filtro de interpretación de la realidad, sobre todo en el nivel de fanatismo que lo experimenta Mrs. White, del cual Carrie, como su abuela, se desprende al final del relato para vivir, así, sus poderes de un modo diferente.
No hay en la novela una representación de la religión asociada al amor y la contención del otro, sino al sacrificio, la represión y la violencia. También el padre de Carrie, ya muerto en el hilo principal, es retratado por la vecina como una persona que salía a la calle siempre con dos elementos: una Biblia y un arma de fuego. En el relato de Mrs. White, las dos veces que tuvo relaciones sexuales con su marido se asemejan más a una violación o, cuanto menos, a una relación coercitiva, que a un vínculo producto del deseo, el amor o la pasión. A lo largo de la infancia de Carrie, ella misma organiza en la casa las misas y demás ritos religiosos, y mantiene a la niña aislada en un mundo donde no hay nada que escape de la mirada severa de un gran Cristo que cuelga del crucifijo en la sala.
El miedo al otro diferente
Aunque a priori pueda pensarse lo contrario, no necesariamente en todo relato de horror el miedo es tematizado. Muchas veces, sencillamente, se busca el miedo del lector o se retrata el miedo que provoca determinado evento o fenómeno, sin ahondar al respecto de qué es lo que genera temor. En el caso de los relatos de King, el miedo no es solo un recurso efectista, sino que está profundamente tratado. Si sus historias están signadas por el horror cotidiano y las presiones fóbicas sociales propias de la época moderna, pues entonces podemos decir que los miedos retratados hablan mucho de quiénes somos. En el caso de Carrie, la reflexión que suscita el texto gira constantemente en el miedo al otro en tanto otro y, sobre todo, el miedo al otro diferente.
En Danza macabra, su ensayo sobre el horror, King retrata el cine de los años 50 de este modo: “El escenario para la mayoría de estas películas era algún pequeño pueblo de América: Nuestra Ciudad, un decorado con el que la audiencia se pudiera identificar bien… pero todas Nuestras Ciudades se parecían alarmantemente entre sí, como si un escuadrón eugenésico hubiera pasado por allí un día antes de que empezara el rodaje y se hubiera encargado de hacer desaparecer a todos aquellos que tuvieran un ceceo, alguna marca de nacimiento, cojera o barriga cervecera (…)” (2006). El escenario de Carrie no parece ser diferente en lo que al escuadrón eugenésico respecta, a excepción de, lógicamente, la propia Carrie. Ella suscita las más diversas formas del temor en quienes la rodean, incluyendo, entre estas formas, la atracción. Sue Snell y sus compañeras parecen experimentar una necesidad irrefrenable de hostigar a Carrie, a la vez que, evidentemente, temen el momento de “explosión” o “fisión” (p.15), como llaman al episodio en el que logran quebrar su espíritu en las duchas.
El miedo al aislamiento y a la soledad genera en los adolescentes, (y por qué no en los adultos también), un comportamiento de clan que expulsa a todo aquel que sea aparentemente anómalo, como Carrie, en pos de conservar un modo, una imagen, un status quo que alivia la psiquis. Sin embargo, Sue Snell advierte algo perturbador en su propio comportamiento de clan y lo mismo sucede con Miss Desjardin; el texto parece sugerirnos que el horror está, ante todo, dentro nuestro.
Como vemos, King, en lugar de volcarse a los monstruos, poltergeists y otros seres paranormales propios del género, toma los miedos más prosaicos y mundanos de la sociedad moderna, y los arrastra a extremos perturbadores. El fanatismo de Mrs White se extrema y deviene en una pulsión filicida, la ira de Chris Hargensen se condensa en una de las bromas pesadas más crueles sobre las cuales hemos leído jamás y, finalmente, la sed de venganza de Carrie tiene como resultado el asesinato de más de cuatrocientas personas y la destrucción de una ciudad.
Si bien el recurso es hiperbólico, y en cuanto a Carrie en particular se introduce el elemento paranormal en sus poderes telequinéticos, no es difícil imaginar el reemplazo de estos poderes por un arma de alto calibre y a Carrie como protagonista de una de las tantas masacres escolares de las últimas décadas en Estados Unidos. En este sentido es que podemos pensar que, en los relatos de King, la reflexión en cuanto al miedo al otro diferente, y los actos de violencia que de este miedo se desprenden, hablan mucho más sobre nuestra era de lo que nos gustaría.
La violencia doméstica
La preparatoria no es un ámbito exento de violencia en los relatos de King, sino, generalmente, lo contrario. Allí, la crueldad de los adolescentes se expresa en toda su magnitud. Sin embargo, en el caso de Carrie, encontramos que el ámbito doméstico no representa tampoco un lugar donde guarecerse de la violencia escolar. Como vimos, mediante la religión, Mrs. White ejerce violencia física y psicológica sobre Carrie, en buena medida al proyectar sobre ella sus propios temores.
Carrie vive, desde muy chica, severas situaciones de abuso psicológico. Cuando su madre la encuentra en el patio de la vecina mirando sus senos, en lugar de tomar a su hija y ejercer, en todo caso, cierta violencia sobre Carrie, lo hace sobre sí misma, de alguna manera extorsionando a la niña. Carrie, de tres años, ve cómo su madre se lastima hasta hacerse sangrar y corre hacia ella. Cabe resaltar que esta situación extrema es la que hace que manifieste por primera vez sus poderes haciendo caer piedras de hielo sobre la casa cuando su madre la encierra en el armario. Sin embargo, sus poderes se mantendrán luego reprimidos hasta su primera menstruación.
A lo largo del texto, vemos cómo Carrie, ya adolescente, es introducida varias veces al armario de castigo, golpeada contra el altar de oración, abofeteada, insultada y pateada en el piso por su propia madre, que, finalmente, intenta asesinarla. El hogar, que debería ser el lugar de contención y resguardo de la violencia del ambiente público, resulta ser, para la adolescente, un infierno privado.
La adolescencia como etapa de exploración de la propia identidad
Así como la infancia, la adolescencia no es una realidad material concreta sino, más bien, un concepto para nombrar grandes rasgos de una etapa de la vida de las personas en la era moderna. El término "adolescencia" comenzó a utilizarse luego de la Segunda Guerra Mundial, y designa el puente entre la niñez y la edad adulta. El foco de atención se centró en los años cincuenta en estos jóvenes que, con el correr de las décadas, se fueron convirtiendo, promediando los años 70, en los protagonistas de la historia cultural estadounidense. Si los mercados se habían volcado, en los años 30 y 40, a las mujeres como destinatarias de los productos manufacturados, a partir de los 60 comienzan a enfocarse en los adolescentes. Pero, además, la adolescencia representa esa etapa de la vida donde comienzan a aparecer las proyecciones de quienes podríamos ser en la adultez, y qué sentido le damos a lo que nos rodea.
En Carrie, Stephen King se aleja de la imagen pasteurizada de los adolescentes en el cine de los años 50, en las que, como se citó anteriormente, el "escuadrón eugenésico" hizo "desaparecer a todos aquellos que tuvieran un ceceo, alguna marca de nacimiento, cojera o barriga cervecera (…)" (2006). En este pueblo arrasado por el escuadrón eugenésico, Carrie es una adolescente monstruosa, diferente, que pone en jaque a la comunidad de la preparatoria con su simple presencia.
Sue Snell representa a la adolescente popular y adorada de la preparatoria, una especie de antítesis de la figura de Carrie. Sin embargo, es repentinamente consciente de su potencial porvenir, ordinario como su rol en la escuela: luego de acostarse con su popular novio, Tommy, piensa “con repentina repugnancia que en todas las escuelas blancas suburbanas de Estados Unidos había una pareja como ellos” (p.53). La adolescencia es una edad formativa, en la cual se toman decisiones que repercuten en la construcción de la identidad. En este sentido, luego de sentirse vulgar al arrojarle compresas a Carrie en las duchas e insultarla, Sue se propone reparar, no tanto el daño hecho a Carrie, como se repite a sí misma, sino, en definitiva, su propia imagen ante el espejo. De este modo, al hacer que su novio invite a Carrie al baile, en lugar de reconocer a Carrie como lo que realmente es, alguien diferente, y pedirle disculpas, pretende convertir a la compañera en una más de las tantas chicas populares de la preparatoria como ella.
El acoso escolar
Como dijimos en el apartado anterior, la violencia es común al ámbito de la escuela primaria y la preparatoria en los relatos de King. La preparatoria dista mucho en sus narraciones de ser una institución emancipadora en la cual se preserven las diferencias y se predique la fraternidad y la contención.
En la primera escena sustancial del libro, Carrie es hostigada por sus compañeras en las duchas en el momento en que tiene su primera menstruación. Si bien podríamos detenernos solamente en el hecho de que las jóvenes, chicas de la misma edad que Carrie, viviendo los mismos procesos de conformación de la identidad y exploración de las emociones e ideas con las que enfrentar el mundo, la acosan física y verbalmente, resulta interesante ver también qué sucede con los adultos. Miss Desjardin, profesora de gimnasia, le da a Carrie una bofetada para frenar su crisis histérica. Al acoso de las compañeras se suma, así, la violencia física de la docente.
Más adelante, en la fiesta de primavera, alumna y profesora se reencuentran. Miss Desjardin se alegra de ver a Carrie bella y socializando como las otras chicas. Se alegra de que sea como las demás. Es decir que, de alguna manera, lo que dice no solo el mundo joven, sino también el adulto, es que la única solución para que Carrie no sea acosada y hostigada por sus compañeras es que elimine todo rastro de diferencia posible, su religión, su modo de vestir o su actitud taciturna y reservada, y se convierta en una más de todas ellas.
El empoderamiento
Uno de los temas que aborda la novela es el del empoderamiento. Puede resultar un tanto moralista pensar que el hecho de que Carrie encuentre su poder y canalice su experiencia en una forma de acto de rebelión sea hacer una apología de la violencia. Sin evaluaciones morales, según Stephen King en Danza macabra, “Carrie habla principalmente sobre cómo las mujeres encuentran sus propios canales de poder, y qué temen los hombres de las mujeres y de la sexualidad de las mujeres… lo que únicamente quiere decir que, habiendo escrito el libro en 1973, cuando sólo llevaba tres años fuera de la universidad, era plenamente consciente de lo que la Liberación de las mujeres implicaba para mí y otros de mi sexo” (2006).
Carrie se rebela contra su madre y también contra la institución educativa; una y otra condensan en el texto las fuerzas opresivas que le impiden vivir su propia vida. En Carrie esto sucede de un modo intuitivo, sorpresivo, fruto de su primera menstruación. Las palabras de Mrs. White, “eres una mujer” (p.61), son una acusación y una condena; sin embargo, es ese paso a la adultez femenina que la señora White define como una aberración lo que convierte a Carrie en una mujer poderosa. Dice Stephen King: “Para mí, Carrie White es una adolescente tristemente abusada, un ejemplo del tipo de persona cuyo espíritu tan a menudo es quebrajado para siempre en ese pozo de devoradores de hombres y mujeres que es el instituto suburbano normal. Pero también es una Mujer que pasa a ser consciente de sus poderes por primera vez y que, como Sansón, al final del libro acaba derrumbando el templo sobre todos los que están dentro del él” (2006). El empoderamiento en Carrie cobra la forma de una toma de conciencia sobre la propia fuerza y determinación, a la vez que encuentra el límite, tristemente, en la falta de afecto, tanto de su madre, que intenta matarla, como de su entorno cercano, que le juega la más pesada de las bromas.