Las figuras geométricas grabadas en un hueso de tapir (Símbolo)
Las figuras geométricas inscriptas en el hueso de tapir que Saúl le regala al narrador simbolizan para los machiguengas el orden que reina en el mundo. Las figuras representan dos laberintos paralelos, formados por barras de distintos tamaños, separadas por distancias idénticas. Según la creencia machiguenga, quien siente rabia tuerce las líneas de estas figuras y ellas, "torcidas, ya no pueden sostener la tierra" (p.7).
El loro (Símbolo)
El loro es un pájaro "hablante", por eso podemos considerarlo un símbolo que presagia el destino de Saúl, ya que acompaña a este personaje desde el principio de la novela. Además, los loros repiten lo que escuchan. Esto es, de alguna manera, lo que hace el hablador: repetir las historias que ha escuchado.
El andar (Motivo)
El andar es un motivo recurrente en la novela. Los machiguengas se identifican a sí mismos como "los hombres que andan". El movimiento, la marcha, es lo que asegura la supervivencia de esta tribu. Por eso el hablador les recuerda permanente a sus oyentes que cumplan con su obligación de andar. Esta obligación, que surge del mito machiguenga sobre la salida y la puesta del sol, coincide con la necesidad que tienen de transladarse de un sitio a otro, a causa de la invasión de sus tierras, por parte de los mashcos, los viracochas u otros pueblos. Por eso ellos ven estas últimas circunstancias como algo positivo : “Habrá que agradecer a los mashcos y a los punarunas, entonces. También a los viracochas. ¿Invaden los sitios donde vivimos? Nos obligan a cumplir nuestra obligación. Sin ellos nos corromperíamos. El sol se caería, tal vez. El mundo sería oscuridad” (pp.54-55).
Las figuras pintadas en las caras y los cuerpos machiguengas (Símbolos)
Las figuras geométricas que los machiguengas se pintan en el rostro y en el cuerpo funcionan como símbolos de las circunstancias o de la condición de la persona. Como explican los Schneil, algunas figuras corresponden a los solteros, otras a los casados, otras son para salir de caza. El narrador explica que "La simbología machiguenga era sumamente sutil" (p.37). Una de las figuras consiste en "dos rayas cruzadas como un aspa, dentro de media circunferencia" (p.37). Los lingüistas creen que se la pintan quienes van a morir.
"Es, al menos, lo que yo he sabido" (Motivo)
El hablador repite esta frase veintiún veces en la novela, por lo que se convierte en un motivo recurrente. La frase le da un matiz sesgado a las historias entre las cuales se intercala. Es decir, presenta estas historias con cierto grado de subjetividad. Esto se debe a que muchas de las historias que el hablador transmite son relatos que a su vez él ha escuchado contar a otros. Sus fuentes son fidedignas, pero las historias nunca se presentan como una verdad absoluta. Incluso en una oportunidad, el hablador presenta dos versiones del mito que explica el origen de las manchas de la luna. Es interesante contrastar esta forma de trasmitir el conocimiento con la de religiones occidentales como la cristiana y la judía, que se ajustan a sus textos sagrados y encuentran en ellos su fundamento.