Imágenes oníricas en el poema que Nathanael le escribe a Clara (Imágenes visuales, táctiles y auditivas)
Nathanael le escribe un poema que trata sobre el impacto de Coppelius en su relación amorosa. Este poema es extremadamente vívido y rico en imágenes visuales oníricas. Por ejemplo, en el texto Coppelius les arrebata la alegría del matrimonio entrando en él “como un puño negro” (36); luego, “toca los dulces ojos de Clara, que saltan al pecho de Nathanael como chispas ensangrentadas, abrasando y ardiendo” (ídem); finalmente, Nathanael lo arroja “a un llameante círculo de fuego que gira a la velocidad de un tornado y se lo lleva de allí silbando y lanzando rugidos” (ídem). Como vemos, el poema sugiere las fuertes y erráticas emociones de Nathanael, al tiempo que presagia su mortífero desenlace.
La apariencia de Coppelius (Imágenes visuales)
En su primera carta, Nathanael describe la apariencia de Coppelius a través de imágenes que sugieren tal monstruosidad que los lectores nos vemos en la disyuntiva de poner o no en duda su percepción: Coppelius tiene “una cabeza gruesa y deforme”, un “rostro amarillento como la tierra”, “cejas grises y espesas bajo las que centellean punzantes un par de verdes ojos de gato” y “una boca torcida que se contrae a menudo en una risa burlona” (23). Más aún, su presencia parece transformar el aspecto de quienes tiene alrededor: algo así sucede tanto con Nathanael como con su padre, a quien se le transforman “sus rasgos dulces y nobles en una fea y repugnante imagen diabólica”, al punto en que afirma: “Se parecía a Coppelius” (25).
Las gafas de Coppola (Imagen visual)
La escena en la que Coppola intenta venderle anteojos a Nathanael es una de las más potentes y vívidamente escritas de “El hombre de la arena”. Nuevamente, la narración combina la perspectiva alucinada de Nathanael con la mirada supuestamente objetiva del narrador. Ello refuerza un sentido ambiguo que dificulta el discernir qué de lo narrado es sobrenatural y qué es parte de la mirada distorsionada de un demente. En la escena, Coppola comienza ofrecerle decenas de anteojos a Nathanael, quien se aterroriza al ver siniestros ojos en sus lentes: “Toda la mesa empezó a brillar y a chisporrotear de una forma extraña. Miles de ojos miraban y se estremecían convulsivamente y contemplaban fijamente a Nathanael” (40).
La percepción alucinada de Nathanael (Imágenes visuales)
Según Todorov, una de las características que definen al género fantástico es la de mantenerse ambiguamente entre una explicación sobrenatural y una natural de los acontecimientos. “El hombre de la arena” encaja perfectamente en esta definición, en la medida en que el cuento puede interpretarse como un relato maravilloso, en el que un ser demoníaco acosa al protagonista, pero también como un relato extraño, en el que todo se explica como efecto de la percepción distorsionada de un loco.
Para que ello sea posible, Hoffmann recurre constantemente a descripciones de los acontecimientos ricas en imágenes visuales que refuerzan la perspectiva de Nathanael como un personaje de psiquis inestable. Por ejemplo, cuando observa, de niño, a su padre trabajando junto a Coppelius, Nathanael afirma: “Me dio la impresión de que por todas partes se veían rostros humanos, pero sin ojos… con unas cavidades negras, espantosas” (23). Algo similar sucede cuando descubre que Olimpia es un autómata y ve cómo “un par de ojos sanguinarios lo miraba fijamente desde el suelo” (50).