El casino
En el capítulo 2, Alexéi comparte sus primeras impresiones del casino. Mientras los periódicos de todo el mundo, y en especial los rusos, resaltan “la extraordinaria suntuosidad y lujo de las salas de juego” y “los montones de oro que […] se acumula sobre la mesa”, él no ve “ninguna suntuosidad en estas miserables salas”, donde el oro “no sólo no se halla a montones sobre las mesas, sino que casi no existe” (p.17). La imagen que otorga del casino es una imagen menos glamorosa y más cruda; la de un lugar donde se siente la opresión de la muchedumbre que se amontona sobre las mesas, donde los caballeros se mezclan con la “gentuza” (p.19) y se “juega sucio” (p.21).
La abuela
El narrador presenta a Antonida Vasílevna Tersévich mostrándonos primero a los sirvientes que la rodean, no solo para demorar hasta último momento la identidad de quien será agente de caos en la trama, sino también para otorgarnos una imagen de la “terrible y rica” (p.77) abuela, que a pesar de no poder caminar logra imponerse con su carácter e importancia. Luego la describe “sentada erecta, gritando fuerte e imperativamente, retando a todos” (p.77), para reforzar la imagen de su poder. Aunque siempre consigue hacer lo que se le da la gana, la abuela perderá algo del respeto que transmite su figura cuando su obsesión por la ruleta la convierta en una atracción turística, porque la gente quiere ir a ver a la que describen como “une vielle comtesse russe, tombée en enface” (“una vieja condesa rusa que se ha vuelto senil”, p.134).
La mañana en que Alexéi y Polina despiertan juntos
Después de pasar la noche juntos, Alexéi despierta y encuentra a Polina sentada junto a él con una expresión extraña, “como si saliera de las tinieblas y recobrara la memoria” (p.160). Esta imagen es acompañada por otra, la del clima de aquella mañana: “el día comenzaba nublado; había llovido antes de amanecer” (p.160). Este breve instante de silencio, cargado de imágenes climáticas negativas, es el momento de quietud que antecede el desenlace tormentoso de este episodio –y de la relación de ambos– porque después Polina le arrojará con odio el dinero que Alexéi le quiso dar y se irá de la habitación para no volver a verlo, al menos por el lapso de tiempo que se repone en la novela.
Moscú, según Potápich
El personaje de Potápich, un hombre que pertenece a los estratos bajos de la sociedad y que no se siente tan atraído como los nobles rusos por la ruleta, construye una imagen de su Moscú a través de descripciones naturales: "El jardín, unas flores que aquí no hay, aire fresco, los manzanos duros, aire libre" (p.130). De esta manera, Potápich considera que Rusia es un mundo más conectado con lo natural, mientras el extranjero, por contraste, se le presenta como un mundo artificial que lleva a los rusos, como la abuela, a la perdición.