Resumen
Capítulo 12
La abuela continúa jugando a la ruleta, que “se le había metido bien adentro en la cabeza” (p.117). Al principio apuesta al cero muchas veces sin que este salga. Alexéi le advierte que quizás no salga por un tiempo, entonces la abuela juega al rojo y sale el cero, lo que la hace enojarse mucho con Alexéi. Este decide retirarse, pero la abuela le insiste para que se quede. Ella continúa jugando hasta quedarse sin dinero. Entonces pide que la lleven a una casa de cambio para canjear unos bonos.
De camino, se encuentra con el general, De Grieux y Mademoiselle Blanche. Ellos insisten en que deje de jugar y la invitan a dar un paseo, pero la abuela les pide, gritando, que la dejen en paz. Llegan a la casa de cambio y Alexéi le anuncia que el cambio es muy desventajoso. La abuela se queja por un rato con un empleado, acusándolo de fraude, pero finalmente decide cambiar y apresura a Alexéi para volver al casino enseguida.
Alexéi intenta que la abuela apueste de a poco. Al principio esta accede pero enseguida se impacienta y empieza a jugar más fuerte. Entonces Alexéi decide callarse y no aconsejarla más. En eso llega De Grieux y la abuela lo invita a apostar por ella. Él empieza a hacer cálculos, pero la abuela enseguida pierde la paciencia. Prueban una vez siguiendo la indicación de De Griuex pero, al perder, la abuela lo trata de charlatán y lo echa. De Grieux se marcha, avergonzado y ofendido.
Pasada una hora, la abuela perdió 15 mil rublos. Enojada consigo misma, decide marcharse rápido a Moscú y se alista para partir en el tren de las 9 y media, en dos horas. Alexéi le cambia los últimos bonos que tiene para marcharse. La abuela manda a llamar a Polina, le dice que no la culpa de las frivolidades y tonterías del general y la invita a vivir con ella en su palacio. También le cuenta que hace quince años ella prometió reconstruir en piedra una iglesia de madera de los suburbios de Moscú y que ahora se irá a cumplir con lo prometido. Polina le agradece, pero dice que no puede irse ahora. La abuela le responde que ella sabe por qué no la acompaña, y agrega que “ese francesito no [le] va a hacer ningún bien” (p.127). Alexéi, que escucha la conversación, se estremece.
La abuela se despide y Alexéi se va a recostar a su habitación, pensando en todo lo que está sucediendo. Decide ir a ver a Mr. Astley pero, antes de salir, Potápich golpea a su puerta. Le cuenta que la abuela demanda su presencia. Corre a encontrarse con ella, que exige ir pronto al casino porque se muere por recuperar lo perdido. Alexéi le dice que no quiere ser testigo ni partícipe, por lo que no la acompañará, y se despide. La abuela decide ir sin él, con Potápich. Alexéi después se entera por aquel que la abuela perdió todo lo que él le había cambiado.
Capítulo 13
Alexéi comienza esta parte de su relato contando que hace un mes que no toca estas notas “comenzadas bajo la influencia de impresiones quizá confusas, pero fuertes” (p.131). Dice que, para él, todo fue extraño, confuso y trágico, que siente que vivió cosas maravillosas que todavía no entiende, y que tal vez escribe todo esto para convencerse de que no está en un loquero.
Al día siguiente del narrado en el capítulo anterior, la abuela pierde todo. Juega todo el día hasta las ocho de la noche. Durante el juego, a cada momento la acechan distintos jugadores polacos que pretenden estar a su servicio, pero que intentan robarle lo ganado reclamando que la apuesta era de ellos, y aunque los echan más tarde vuelven a instigar a la abuela. Antonida Vasílevna se hace famosa en toda la ciudad; los turistas quieren ver a la que conocen como una vieja condesa rusa que se ha vuelto senil. Ese día la abuela pierde un total de 90 mil rublos.
Aquel día a la mañana, el general hace un intento desesperado por evitar que la abuela juegue, confesando todas sus deudas y acusándola de ser una vergüenza para su apellido y el nombre de Rusia. La abuela lo echa sin más. Mademoiselle Blanche desde entonces ignora al general y se pasea con el príncipe ruso, aunque después se entera de que este es pobre y que pretende pedirle dinero, por lo que ella lo termina echando.
Mientras tanto, Alexéi intenta hablar con Mr. Astley pero no lo consigue. Polina, con quien Alexéi no habla desde el incidente con el barón, se pasea con los niños por el parque. Alexéi se atormenta pensando que ella le oculta un secreto y que lo trata con desdén, pisoteando sus sentimientos. En un acceso de ira, Alexéi llega a su habitación y le escribe a Polina una carta en la que le pide que disponga de él para lo que sea: estará esperando una respuesta de ella. Al poco tiempo, recibe por un lacayo saludos de Polina.
A las 7 lo llaman de parte del general, a quien encuentra en un estado deplorable. Este le pide a Alexéi que lo salve, le agarra las manos y le solicita que vaya a ver a Mademoiselle Blanche para exhortarla a que vuelva y se case con él. También le confiesa que está en la ruina, y luego se echa a llorar. Alexéi sabe que no puede hacer nada por él y decide retirarse, pero lo deja al cuidado de Fedosia y de un lacayo.
Luego Potápich lo llama de parte de la abuela. Ella, extenuada después de tanto jugar, se dirige a Alexéi con un tono más amable. Le da la razón de no haberla acompañado y le cuenta que le pedirá algo de plata a Mr. Astley para poder irse definitivamente. Todavía es bastante rica: le quedan varias propiedades en Rusia. En eso llega Mr. Astley, que, diligentemente, le da a la abuela el dinero pedido y se retira. La abuela se despide de Alexéi diciendo que ya no acusará a los jóvenes de ser frívolos y que, aunque comprende al general, igual no le dará dinero.
Después de acompañarla a la estación, sintiendo que en cualquier momento sucederá algo, Alexéi vuelve al hotel y pasa a ver al general, a quien encuentra con Mademoiselle Blanche. Aquella fue a consolarlo, pero ya está resuelta a irse rumbo a París. Alexéi se va a su habitación, donde, para su sorpresa, se encuentra con Polina.
Capítulo 14
Alexéi pega un grito y le pregunta a Polina por qué está allí. Ella le pasa una carta de De Grieux dirigida a ella para que la lea. En la carta, De Grieux explica que la llegada de la abuela y su comportamiento le resolvieron todas sus dudas: ahora se ve obligado a vender las propiedades hipotecadas del general, pero decidió perdonarle 50 mil francos en parte de las hipotecas para que Polina pueda reclamar su parte. La carta cierra diciendo que espera cumplir por medio de ese acto “con toda la obligación de un hombre honrado y noble” (p.146).
Después de terminar la carta, Polina le dice a Alexéi que hace un tiempo se hizo una idea sobre De Grieux, que lo odia y que si hubieran recibido la herencia lo habría echado arrojándole a la cara lo debido, pero ahora, que no tiene nada, no puede darse el lujo de rechazar lo que le ofrece. También le dice que no puede acudir a la abuela y que no quiere pedirle perdón a nadie. Alexéi, que se ofrece a batirse a duelo con De Grieux si Polina se lo pide, empieza a pensar cómo Polina podría conseguir dinero para devolvérselo al francés. Le pregunta por Mr. Astley, a lo que Polina le dice: “¿Qué, es que tú mismo quieres que yo vaya de tu parte a ver al inglés?” (p.147). En ese momento, Alexéi piensa que Polina lo ama y que por eso ha acudido a él por ayuda, y no a Mr. Astley. Entonces se le cruza un pensamiento loco por la cabeza, le pide a Polina que la espere allí y se marcha.
Alexéi se dirige al casino. A esa hora de la noche solo se encuentran los jugadores desesperados, los que van al balneario con el solo propósito de apostar en la ruleta. Alexéi juega sin cálculo, sin mirar siquiera qué números salen. Todo lo que va ganando lo vuelve a apostar, sin pensar. Juega por media hora hasta ganar 30 mil florines. Entonces el crupier le informa que la banca no responde por más en una vez y que la mesa se cierra hasta el día siguiente. Alexéi se dirige a otra ruleta para seguir apostando. La muchedumbre presente se lanza detrás de él. En la siguiente mesa la suerte sigue estando de su lado. Gana de nuevo 30 mil florines, logrando otra vez que se cierre la banca.
Algunas personas le aconsejan que se vaya, pero Alexéi mete todo el dinero como puede en sus bolsillos y se dirige a las mesas de trente et quarante, un juego de cartas. Sin saber exactamente cómo es el juego, apuesta una y otra vez al rojo, aunque este ya salió muchas veces. Finalmente escucha que alguien dice que ya ganó 100 mil florines, lo que lo hace despertar. Alexéi entonces agarra todos los billetes y los paquetes de oro y se retira. De camino al hotel teme ser asaltado y morir en el robo. Llega al hotel, sube a su habitación y empieza a arrojar el dinero en la mesa frente a Polina.
Análisis
En esta sección termina el episodio de la abuela, que le pone un fin a las esperanzas de herencia del general y a las especulaciones de De Grieux y Mademoiselle Blanche, quienes se alejarán de la familia. Podemos considerar la llegada y la salida de la abuela como el momento clímax de la novela, porque Alexéi siente constantemente que algo importante y trágico va a suceder: “La catástrofe estaba por estallar” (p.128), dice cuando la abuela anuncia que se irá, aunque después su adicción al juego la hace quedarse hasta perder todo el dinero del que dispone.
Esta desgracia puede ser interpretada a través del tema Rusia vs. Occidente, como lo hace Potápich: “¡Ay, esto de ir al extranjero! […] Yo le dije que no iba a salir nada bueno. ¡Ojalá volvamos rápido a nuestro Moscú! ¿Por qué, por qué no habríamos de estar en casa, en Moscú? El jardín, unas flores que aquí no hay, aire fresco, los manzanos duros, aire libre… no: ¡había que ir al extranjero! ¡Ay, ay, ay…!” (pp.129-130). Desde la perspectiva de este hombre, que representa a los estratos bajos de la sociedad rusa, a diferencia de los nobles rusos que eligen vivir fuera de su país, el extranjero solo significa problemas. Es interesante que, al pensar en su Moscú, Potápich evoca imágenes naturales, como si para él el extranjero –Europa u Occidente– fuese un mundo artificial que ha perdido arraigo con la naturaleza. Él ha presenciado con sus propios ojos cómo la abuela se pierde a sí misma en la ruleta, y asocia el mal del juego con estar en el extranjero, mientras Rusia significa para él una conexión con la belleza natural. La abuela, por su parte, asocia a Rusia con algo más espiritual y caritativo, por eso decide que compensará por lo que ha despilfarrado reconstruyendo una iglesia en Moscú.
El capítulo 13 se inicia con una reflexión introspectiva de Alexéi, que nos recuerda lo poco confiable que es como narrador. Él admite que ha escrito sus notas sobre lo sucedido bajo la influencia de un “remolino reciente que [lo] apresó entonces en su torbellino [arrojándolo] luego quién sabe dónde” (p.131). Esta sensación de confusión y de extravío hace que, para Alexéi, el tiempo transcurra rápido, como si estuviera en un sueño, y lo haga dudar de su cordura. Todo esto sugiere que deberíamos tomar sus impresiones más como vivencias subjetivas que como realidades objetivas.
Nuestro narrador cree que Polina le oculta la verdad sobre su relación con De Grieux y con Mr. Astley y se siente atormentado por la duda. Él cree además que Polina, con su actitud fría y distante, muestra el desprecio que siente por él y por su amor. Por eso se sorprende cuando la encuentra en su habitación, situación por demás comprometedora, puesto que resulta indecoroso para la sociedad de aquella época que una dama visite a un hombre en su habitación a la noche. La carta de De Grieux no revela nada nuevo para Alexéi; podemos suponer, en ese sentido, que él ya sabe lo mismo que el resto sobre las deudas de la familia y sobre los arreglos de los franceses. Pero sí se sorprende al enterarse de que Polina desprecia a De Grieux porque este se ha manejado en todo momento por intereses lucrativos. Es por eso que ella preferiría tener la oportunidad de rechazar su supuesta caballerosidad y el dinero que este le perdona al general en su beneficio. En este punto, Polina también cuestiona la moralina del francés, que se cree excusado de haber actuado de forma mezquina y especulativa perdonando una parte de la deuda, lo cual la deja a Polina en una situación de inferioridad, ya que ella, orgullosa, no quiere recibir ni pedir el perdón de nadie.
Alexéi, entusiasmado ante la idea de que Polina en verdad lo ame, empieza a pensar de qué manera podría obtener dinero para ella, y se le ocurre acudir a la ruleta, sin notar que su amada no quiso recibir el dinero de De Grieux ni acudir a Mr. Astley por ayuda monetaria, por lo que posiblemente también rechace lo que él le ofrezca en ganancias del juego. En ese momento, ese “pensamiento loco” que se le cruza por la cabeza, el de jugar para salvar a Polina y salvarse a sí mismo, se convierte en una obsesión de la que no podrá escapar, obsesión a la que ya había sucumbido la abuela, a quien la ruleta, como se describe en el capítulo 12, se le había metido bien adentro de la cabeza, hasta arruinarla por completo.
En el momento en que Alexéi ingresa al casino, el motivo de que se encuentre allí se difumina –“No recuerdo si pensé aunque sea una sola vez en Polina durante todo ese tiempo” (p.152)– y su adicción al juego empieza a dominarlo. Alexéi juega a la rusa: sin cálculo, sin pensar, sin control, apostándolo todo a riesgo de quedarse sin nada. Solo una vez se pone a pensar en lo que significaría para él perder: “¡En esa apuesta estaba toda mi vida!” (p.150). Es así como el juego se presenta como única vía de salvación y, al mismo tiempo, como una necesidad de someterse al “capricho del azar” (p.153). La confianza irracional en que ganará sin lugar a dudas lo hace seguir jugando arriesgadamente y, contra todo pronóstico, la suerte se queda de su lado y logra hacerse de una importante fortuna. Más adelante, sin embargo, sucederá con Alexéi lo que todos esperaban que sucediera, y lo que efectivamente sucedió, con el juego de la abuela.