El jugador

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Rusia vs. occidente

El jugador trata un asunto de actualidad en la década de 1860: el de los rusos en el extranjero. Los rusos emigrados de Dostoyevski pertenecen a una nobleza endeudada por el sistema pre-capitalista de la Rusia de aquella época. En la perspectiva de la novela, el despilfarro de los nobles rusos, que dilapidan su dinero en el juego, funciona como un rechazo a la acumulación de capitales que caracteriza a la sociedad occidental. Esto se plantea desde el inicio de la historia, cuando Alexéi Ivanóvich sostiene que es más digno ganar dinero en la ruleta que dedicar la vida al trabajo duro con el fin de ahorrar y preservar la honradez de la familia, siguiendo el sistema de valores europeos.

El protagonista y narrador de El jugador también critica la frivolidad y la avaricia de determinados personajes que parecen estar condicionados por su carácter nacional, como los franceses De Grieux y Blanche, a los que describe como personas superficiales, calculadoras y mezquinas. También nota que los polacos actúan como parásitos embaucadores que simulan asistir a Antonida Vasílevna en las apuestas para luego quedarse con sus ganancias. A los rusos, en cambio, los describe como seres irracionales y pasionales, capaces de jugar todo lo que tienen en una sola apuesta. Por este motivo, los destinos europeos como el ficticio Ruletenburgo, inspirado en los pueblos turísticos alemanes, son un medio de perdición para los rusos, que no saben jugar con mesura.

El juego

Alexéi Ivanóvich está convencido de que “la ruleta es su única salida y salvación” (p.23), porque piensa que el juego le dará el golpe de suerte que revertirá su situación actual –la de un noble ruso devenido en maestro pobre– y torcer su destino. Por más que algunos intenten usar el cálculo para ganar, como lo hace torpemente De Grieux cuando pretende ayudar a la abuela con sus apuestas, el juego se rige por el azar y, en este sentido, es contrario a la especulación racional. Es, además, una forma de obtener ganancias contrario al sistema capitalista occidental, porque se puede ganar repentinamente y sin esfuerzo. Por eso –afirma Alexéi– es el medio favorito de los rusos para enriquecerse.

Alexéi sabe que su confianza en ganar a la ruleta no tiene sostén lógico; su convicción se basa en que el caos del juego tiene la capacidad de invertir el orden y las jerarquías sociales. Pero en esta convicción hallamos el aspecto trágico de la novela, porque lo convierte en un jugador, es decir, en un adicto al juego. La obsesión de Alexéi y de la abuela por jugar demuestra que el juego genera dependencia haciendo que los jugadores lleguen al extremo de perderlo todo: su dinero, su estatus, su honor, el respeto de familiares y amigos y su propio autocontrol.

Amor y odio

Alexéi y Polina tienen una relación de amor y odio. Él se siente dominado por ella y se considera su esclavo, y Polina parece aprovecharse de esto cuando le ordena a Alexéi que ofenda al barón y a la baronesa de Wurmenheim solo por capricho. Pero Alexéi, a su modo, también la controla a ella, porque se permite tratarla sin respeto, como cuando le confiesa que a veces piensa en golpearla y matarla. Y si bien Polina parece despreciarlo y hasta le dice, después de que Alexéi intentara darle todo lo que ganó en la ruleta, que lo odia, podríamos pensar que Polina en realidad lo ama y que se ofende ante la perspectiva de que él quiera comprarla con dinero, como lo había intentado De Grieux. Esto parece confirmarse en el final de la novela, cuando Mr. Astley le revela a Alexéi que ella lo amó.

En algún sentido, el amor en la novela también es un juego: un juego de manipulaciones. Alexéi somete a Polina a una relación de ama y esclavo, Polina se burla de Alexéi porque no cree que su amor sea sincero, y De Grieux y Blanche basan su interés en casarse con Polina y el general, respectivamente, en especulaciones con su herencia. Por otra parte, los personajes que parecen estar verdaderamente enamorados son los que terminan arruinados o enfermos, como el general y Polina. Mr. Astley es el único personaje que muestra un interés genuino por el bienestar de Polina, y tal vez sea el único que siente amor de una forma desinteresada y no destructiva.

Las formas y el orden social

En el universo en el que se mueve Alexéi Ivanóvich, ser cordial y cortés, respetar las jerarquías y conservar las apariencias es clave para mantener el orden social. Como a Alexéi le interesa romper ese orden que lo coloca en una situación de inferioridad por ser un simple outchitel, su forma de comportarse es contraria a la que se espera de él: no le interesa ser sumiso con sus superiores, tiene opiniones provocativas y es propenso al escándalo, como cuando ofende al barón. La abuela, Antonida Vasílevna, también es un personaje que va en contra de las formas, porque habla sin pelos en la lengua, es autoritaria y tiene modales toscos, pero como se encuentra en una posición privilegiada, quienes están debajo de ella en la pirámide social deben resignarse a soportar sus insolencias. Con sus actitudes, Alexéi y la abuela cuestionan que el orden social se mantenga por medio de formalidades burocráticas carentes de significado, que le sirven a personas mezquinas y frívolas como De Grieux y Blanche, quienes saben modificar sus gestos y palabras para obtener lo que quieren.

La obsesión

En El jugador encontramos muchos personajes obsesionados: obsesionados por jugar, por hacerse ricos, por el amor de otras personas.

Alexéi cree estar obsesionado por el amor de Polina, pero paulatinamente se convierte en un hombre obsesionado por la ruleta, que pierde interés por cualquier otra cosa. Otro personaje obsesionado es el general, que lo único que quiere es estar con Mademoiselle Blanche. El amor para el general es como el dinero para los adictos al juego: es una obsesión que lo conduce a la perdición.

Por último, la riqueza es, en términos generales, la obsesión de todos. El general y Polina necesitan dinero para saldar deudas, Blanche quiere dinero para vivir como una rica aristócrata y De Grieux solo muestra interés por la familia rusa en cuanto necesita que le devuelvan el dinero que le deben. La riqueza también es una obsesión para Alexéi, a quien no le importa acumular dinero, pero sí le interesa ganarlo para que las personas lo traten con respeto. En la obsesión encontramos el aspecto moralizador de la historia, porque puede llegar a aniquilar todos los otros aspectos de la vida hasta destruir la humanidad de las personas.

Moralidad y moralina

Otra forma de cuestionar las apariencias que mantienen el orden social es estableciendo una diferencia entre la moralidad y la moralina, es decir, la moral falsa o superficial. Alexéi denuncia el modo en que De Grieux pretende interesarse por el general y su familia cuando, en realidad, es un hombre mezquino que se alejará cuando la aparición de la abuela rompa con la perspectiva de una pronta herencia. Asimismo, cuando Alexéi ingresa a la ruleta por primera vez, lo que le parece “moralmente vil y sucio” no es “el deseo de ganar más rápido y en mayor cantidad”; de hecho, él disfruta de que la gente se comporte “sin ceremonias y abiertamente” (p.18). Lo que le parece inmoral, o una falsa moral, es la seriedad y la deferencia con la que juegan los hombres y las mujeres de la nobleza. Es esa moralidad de las apariencias, que le hace pretender a alguien endeudado como el general que no le importa perder, lo que le resulta desagradable a Alexéi.

Quien se presenta, en cambio, como alguien digno de respeto es el inglés Mr. Astley. Su idea de preservar la moralidad se sostiene en no aceptar que ciertas personas, como Alexéi, arruinen la reputación de personas honorables como Polina. Mr. Astley es el único a quien Alexéi no le reprocha que lo ponga en su lugar, puesto que el inglés le dice en reiteradas ocasiones que no puede permitirle el derecho de preguntar o asumir determinadas cosas.

La amistad

La relación de amistad entre Alexéi y Mr. Astley se destaca como el único vínculo de la novela que no parece tener motivos ulteriores. Mr. Astley escucha a Alexéi, le da consejos y se preocupa genuinamente por él. Si le reprocha algo, siempre lo hace con amabilidad. Podríamos considerar que Mr. Astley es la voz de la conciencia de Alexéi, porque lo guía moralmente y trata de salvarlo de la reclusión y la pobreza. Alexéi aprecia su amistad con Mr. Astley y siempre acude a él para buscar su consejo. La escena final, en la que Alexéi le pide a Mr. Astley que se despidan con un abrazo, representa el afecto que los une. Este tema se desarrolla en la novela para mostrar un ejemplo de relación desinteresada y positiva.

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