Resumen
Capítulo 8
Alexéi Ivánovich se encuentra con Mr. Astley y se van a tomar un café al casino. Alexéi decide contarle todo sobre su relación con Polina y los sucesos previos que antecedieron al conflicto con el barón. Cuando menciona sus sospechas acerca de las intenciones del marqués para con Polina, Mr. Astley le dice que hace mal en hablar con él de meras suposiciones.
Finalizado su relato, Alexéi le pregunta al inglés qué piensa de todo eso. Aquel le dice que la actitud de Polina fue indecorosa, pero que quizás ella no preveía que Alexéi cumpliera al pie de la letra con el capricho. Entonces Alexéi le dice que sospecha que él ya sabía todo por medio de Polina. Mr. Astley le responde que no tiene derecho a manifestar sus sospechas y se niega a confirmarlas. En su interior, Alexéi se pregunta de qué manera pudo Polina haber elegido a Mr. Astley como su confidente.
Como Alexéi no entiende por qué el general y los demás se asustaron tanto con su broma, le pide a Mr. Astley su opinión sobre el asunto. El inglés le revela que todo tiene que ver con Mademoiselle Blanche de Comignes. Resulta que hace dos años, Mademoiselle Blanche estuvo en esa misma ciudad al mismo tiempo que él, pero en ese entonces no era Mademoiselle de Comignes, ni estaban presentes su madre ni el marqués. Mr. Astley está convencido de que Blanche y De Grieux no son parientes, y también supone que De Grieux es marqués hace poco, y que empezó a llamarse así recientemente.
Blanche estaba en Ruletenburgo con un italiano de alta alcurnia. Ella jugaba en el casino y una noche perdió una importante suma de dinero. El italiano desapareció y la dejó con una deuda inmensa en el hotel, y Mademoiselle Zelma –como entonces se la empezó a llamar– estaba desesperada. Un conde polaco la consoló y al día siguiente se apareció con ella del brazo. Mademoiselle Zelma siguió jugando y un día el conde también desapareció. Cuando estaba por perder su último Luis de oro, cruzó miradas con el barón de Wurmenheim, que la observaba con indignación. Ella confundió esa mirada con interés y le pidió que apostara por ella. Aquella noche recibió por queja de la baronesa la invitación de no aparecer más en el casino.
Ahora Blanche ya no juega y se presume que tiene un capital que presta a interés a los jugadores, y Mr. Astley cree que el general es uno de sus deudores. Pero ella quiere ser generala y evitar que se la invite a irse de nuevo, por lo qur es necesario que no se llame la atención de la baronesa ni del barón. Alexéi, furioso, le pregunta por qué no le advirtió de esto antes a él o al general y a Polina. Mr. Astley le responde que no tenía motivos para prevenirlo, que el general seguro sabe más que él del asunto y que a Polina la conoce hace poco. También le vuelve a decir que no puede reconocerle a Alexéi el derecho a ciertas preguntas, por mucho que lo estime.
Alexéi se pregunta cómo Polina permite que la vean pasear con Mademoiselle Blanche y se convence de que solo la influencia del marqués le haría hacer algo semejante. Si bien Mr. Astley le dice que lo único que espera De Grieux es la herencia de la abuela para que le paguen lo que le deben, Alexéi insiste en que Polina, apenas reciba parte del dote, se arrojará a los pies del francés. Mientras dice esto, oye que alguien grita su nombre. Llegando al hotel, se encuentra con la mujer que lo llama, y Alexéi se queda sorprendido al ver quién es.
Capítulo 9
En el hotel, rodeada de sirvientes y transportada en un sillón, está Antonida Vasílevna Terasévich, la abuela, hablando fuerte y dando órdenes por doquier con actitud altanera y provocativa. Increpa a Alexéi, preguntándole qué hace mirándola fijo sin saludar, si es que no la reconoce. Él le responde que no la esperaban allí y que está asombrado. Luego le dice quiénes están en el hotel y juntos van a buscarlos, llamando la atención de todos los que se cruzan en su camino.
Alexéi abre la puerta del escritorio donde se hallan el general, Polina, los niños con la niñera, Mademoiselle Blanche y su madre, De Grieux, un príncipe ruso y un viajero alemán. El efecto que produce la inesperada aparición de la abuela deja a todos pasmados del asombro. Por unos segundos permanecen todos callados hasta que la abuela rompe el silencio. Descarada, les dice que está al tanto de los telegramas que enviaron preguntando si ya se había muerto. Al marqués le dice que es un payaso y que no le cree nada; al general, que mentía cuando le decía que estaban preocupados por su enfermedad. A este último también le reprocha que esté gastando en lujos cuando tiene todo hipotecado, y le pregunta si ya despilfarró todo en la ruleta. Cuando el general lo niega, ella no le cree. Entonces dice que irá a ver la ruleta y los entretenimientos del lugar, y que Alexéi Ivánovich la acompañará en su recorrido. Luego saluda a Fedosia, la niñera de los chicos, y dice que le agrada la actitud de Mr. Astley, a quien le propone que vaya a visitarla a su suite. A Polina le dice que es una muchacha magnífica pero que tiene mal carácter. La abuela se retira y todos, excepto el alemán y la madre de Mademoiselle Blanche, deciden acompañarla.
Capítulo 10
Los encargados del hotel le asignan a Antonida Vasílevna unos aposentos suntuosos, asumiendo que la abuela es más rica e importante de lo que en realidad es. Ella se pasea por las salas de la suite inspeccionando todo y poniendo nerviosa al ober-kellner con sus preguntas insólitas. Alexéi le cuenta a la abuela que ya no trabaja para el general por el altercado con el barón. A la abuela no le importa si Alexéi insultó al alemán, y le dice al general que es un cobarde por permitir que traten así a su maestro.
Enseguida pide que la lleven a la ruleta. Quiere que la acompañe Alexéi, pero los demás también se ofrecen a ir con ella. De camino al casino, la abuela sigue con sus preguntas sobre las personas que allí se encuentran y sobre el lugar, ahora dirigidas a Polina, que se ve obligada a responder. También se dirige constantemente a sus sirvientes, Potápich y Marfa. Apenas llegan al casino, el conserje y los lacayos se ponen a sus órdenes. La aparición de la abuela llama la atención de todo el público. Se acercan a una mesa repleta de gente y ubican a la abuela en el centro, donde observa mientras Alexéi le explica el juego. Al ver que un francés no para de apostar y de ganar, se pone nerviosa y le dice que frene porque lo perderá todo, pero Alexéi le dice que no puede gritar ni conversar alto para no perturbar el cálculo. También observan a una mujer que apuesta poco y racionalmente, hasta ganar un pequeño monto y retirarse.
Cuando sale el cero, Alexéi le explica que con aquel número la banca se queda con todas las ganancias de la mesa, pero que quien apuesta por el cero recibe 35 veces lo apostado. La abuela, fuera de sí, empieza a apostar al cero una y otra vez, a pesar de que Alexéi le advierte las pocas probabilidades de que salga, más ahora que acaba de salir. La abuela, sin embargo, insiste, y al cuarto intento sale el cero. Ella llama a sus sirvientes constantemente, pero Alexéi le dice que no los dejan pasar más allá de la puerta. Juega un par de veces más y de nuevo sale el cero, por lo que la anciana acumula una suma importante de dinero. Después juega dos veces al rojo, gana y decide retirarse.
Capítulo 11
Todos se reúnen alrededor de la abuela, felicitándola. Ella comienza a regalar Federicos de oro por doquier, primero a Potápich y a Marfa, luego a quienes se acercan a pedirle y, ya de camino al hotel, ofrece dinero a las personas con las que se cruza, asumiendo que son mendigos. Pero al general le vuelve a decir que no le dará nada. La abuela resuelve que volverá a jugar a la tarde, y aunque le advierten que lo perderá todo, ella responde diciendo que la plata es suya para perderla. Le pide a Alexéi que la pase a buscar a las 4, después de almorzar.
Alexéi se retira y, de camino a su habitación, piensa en cómo la presencia de la abuela desbarata los planes de la familia, no solo porque todos esperaban la herencia, sino porque su obsesión por la ruleta podría terminar en la pérdida de toda su propiedad. Alexéi confiesa que le divertiría mucho toda esta situación si no pensase constantemente en Polina. Antes de llegar a su habitación se encuentra con ella, quien le pide que le envíe una carta a Mr. Astley. Aunque le atormenta la idea de que Polina y el inglés sean confidentes, decide ir inmediatamente a buscarlo. Cuando por fin lo encuentra, este lee la carta y enseguida se marcha en su caballo.
De regreso en el hotel, el conserje y el ober-kellner le dicen a Alexéi que lo requieren en el escritorio del general. Al llegar, se encuentra con este, De Grieux y Mademoiselle Blanche mientras discuten acaloradamente. Apenas lo ven, De Grieux muestra una falsa cortesía, el general se dirige a él en un tono tierno y Blanche, que siempre lo trató con total indiferencia, ahora le dirige una mirada de impaciente expectativa.
El general y De Grieux le dicen a Alexéi que él es su única salvación para evitar que la abuela pierda toda su fortuna en la ruleta. Alexéi pregunta cómo podrá detenerla si ella hace lo que quiere, pero ellos insisten. Entonces Mademoiselle Blanche se acerca a él y, con una sonrisa encantadora, le toma las manos y el general, acercándose también, refuerza la súplica. En ese momento, Potápich toca a la puerta, anunciando que la abuela no puede esperar y quiere ir cuanto antes a la ruleta. Alexéi se encuentra con ella y juntos regresan al casino.
Análisis
La conversación entre Alexéi y Mr. Astley del capítulo 8 revela algunos datos importantes para la trama sobre el pasado de Mademoiselle Blanche de Comignes. Mr. Astley tiene las mismas sospechas de Alexéi sobre el origen noble de aquella mujer francesa a la que conoció con otro nombre y de quien presume que no es pariente de De Grieux ni de quien aparenta ser su madre. Aquí se aborda el tema de las formas y el orden social, porque al parecer a Blanche le importa mucho relacionarse con gente que le permita adquirir un título –quiere casarse para ser generala– y poseer riquezas. Del mismo modo se comportan el marqués y el general, que quieren evitar un escándalo con el barón para seguir manteniendo la farsa de estabilidad social. Sin embargo, cabe remarcar una diferencia entre los franceses y el general: los primeros se interesan solo por el alto rango y la propiedad, mientras que el general quiere conservar las formas –según lo que cree Alexéi– porque está perdidamente enamorado de Mademoiselle Blanche.
A través de este diálogo también observamos cómo Mr. Astley se comporta con Alexéi. Si bien le manifiesta que lo estima mucho, señala en varias ocasiones que Alexéi no tiene el derecho de presumir y preguntar ciertas cosas sobre los demás. De esta forma, Mr. Astley ubica a Alexéi en su posición social, exigiéndole que siga la moralidad del entorno en el que viven. Como Alexéi respeta mucho a Mr. Astley deja pasar sus observaciones, aunque muestra enfado por tener que seguir lo que para él es una moral falsa y superficial.
La sorpresiva aparición de la abuela en Ruletenburgo, además de frustrar los planes de la familia, hace poner en crisis dicha moral, y las formas con las que se mantiene el orden social de la nobleza. En algún punto, la abuela y Alexéi comparten el mismo placer por poner en jaque las expectativas del general, De Grieux y Blanche, si bien la abuela por su estatus tiene la autoridad que no tiene Alexéi para comportarse como quiere. Otra forma en la que Antonida Vasílevna tiene una actitud disruptiva con las jerarquías sociales es a partir de su relación con las personas de los estratos inferiores. La abuela es la única que se interesa y se dirige hacia quienes forman parte del servicio doméstico, como Fedosia, Potápich y Marfa, y solicita que esta última, su mucama, la acompañe a la ruleta, aunque el general le dice que no es necesario, a lo que la abuela la responde: “¡Qué tonterías! ¡Dejarla porque es una sirvienta! Si también es una persona de carne y hueso” (p.93).
La abuela y Alexéi Ivánovich también comparten la adicción al juego. Vale la pena remarcar que en el capítulo 10, cuando Alexéi relata el frenesí del juego de la abuela, se refiere a sí mismo por primera vez como jugador, describiendo las sensaciones que le produce la ruleta: “Yo mismo era jugador; lo sentí en ese mismo momento. Me temblaban las manos y las piernas, me latían las sienes” (p.102). La abuela juega como Alexéi describe el juego de los rusos: sin mesura ni cálculo, pero con la convicción de que ganará. Pero, así como la abuela, Alexéi y Polina esperan todo de la ruleta, confiando en tener siempre de su lado la suerte, la realidad del juego es que, tarde o temprano, llegará la derrota. Por eso la actitud de la abuela, que insiste con apostar al cero –un número con pocas probabilidades de salir–, anticipa el desenlace de su juego, que terminará en la pérdida de casi toda su fortuna. El general y el marqués presienten este terrible final para sus planes de heredar el patrimonio de la abuela y le piden a Alexéi que evite que siga jugando. Pero Alexéi no puede controlar el juego de la abuela, que se deja llevar por el caos y el descontrol de la ruleta, del mismo modo que Alexéi terminará sucumbiendo a su ludopatía.