El mercader de Venecia se imprimió por primera vez en 1600 en cuartos, de los cuales sobreviven diecinueve copias. En 1619 se realizó la impresión de un segundo cuarto y, en 1923, se edita en el Primer Folio. La obra fue escrita entre 1596 y 1598, poco después del inmensamente popular Judío de Malta de Christopher Marlowe (1589), una obra en la que un judío llamado Barrabás interpreta a un villano muy exagerado. La representación del judío de Shakespeare fue y siguió siendo cómica hasta finales de 1700, momento en el que se interpretó por primera vez como un verdadero villano. En 1814, el papel de Shylock fue representado como un personaje digno de lástima, y en 1879 fue retratado por primera vez como un personaje trágico. Las interpretaciones posteriores han variado mucho a lo largo de los años, pero desde la Segunda Guerra Mundial en general se concibe a Shylock como un personaje trágico que sufre el peso del antisemitismo del mundo cristiano.
El Mercader de Venecia ha sido descrito como un gran comentario sobre la naturaleza de las interacciones raciales y religiosas. El título en sí es engañoso y, a menudo, se malinterpreta como una referencia a Shylock, el judío. Sin embargo, en realidad hace referencia al comerciante Antonio. Esta ambigüedad, sumada a la complejidad de los personajes, ha llevado a los estudiosos a debatir acaloradamente, hasta el día de hoy, si Shakespeare pretendía ser antisemita o crítico del antisemitismo. La descripción que hace de Shylock, el prestamista judío, empuja a la audiencia a odiar y compadecerse del hombre, y ha dejado a los críticos preguntándose qué estaba realmente tratando de lograr Shakespeare.
Como sucede con cada elemento de la obra, la elección de Venecia no es en absoluto arbitraria. La Venecia de la época de Shakespeare era famosa por su riqueza y la diversidad cultural que acogía, ya que era un mercado cosmopolita por el cual llegaban a Occidente productos orientales. Dado que las interacciones de Shakespeare con los judíos en Inglaterra habrían sido limitadas, Venecia le proporcionó el ejemplo de tolerancia y heterogeneidad que necesitaba.
Es interesante notar que los cristianos son retratados como un grupo increíblemente unido y comunitario. Antonio se apresura a concederle un préstamo a Bassanio, aunque sabe que esto puede arruinarlo. Un ejemplo similar ocurre más tarde cuando Graciano le pide un favor a Bassanio, y este se lo concede incluso antes de saber qué es lo que se le pedirá. Sin embargo, esta comunidad central de cristianos, con toda su virtud y decencia, es inmediatamente subvertida por la pródiga pérdida del dinero por parte de Bassanio. Si bien puede ser virtuoso para Antonio dar todo lo que tiene a su amigo, está claro para la audiencia que es una tontería de su parte dárselo a un amigo que lo arriesgará temerariamente, como él mismo anuncia que va a hacerlo.
Además, la generosidad y la amistad de los cristianos se ven socavadas aún más por el racismo que se hace evidente en sus acciones. Antonio se enorgullece del hecho de que patea y escupe a Shylock, mientras que Porcia se regocija cuando el Príncipe negro de Marruecos no elige el cofre correcto, y llega a decir: "De buena nos libramos esta vez, / que así elijan todos los de su tez" (p. 106). Los ideales cristianos no solo se ven socavados por este racismo, este desagrado inherente por cualquier persona diferente a ellos, sino también por su hipocresía con respecto a la esclavitud; cuando los cristianos exhortan a Shylock a que libere a Antonio, él les pregunta por qué Antonio debería ser tratado de manera diferente a sus esclavos, considerando que fue comprado por Shylock a través del contrato. De este modo, Shakespeare plantea dudas sobre la supuesta bondad que los cristianos manifiestan entre ellos; quizás no es una virtud tan elogiable como pareciera a primera vista.
La naturaleza de las diferencias religiosas tiene un impacto profundo en la forma en que los cristianos y los judíos viven sus vidas. Para Shylock, la adhesión absoluta a la ley es necesaria, como lo demuestra su confianza en los contratos. Además, el dinero y las posesiones son cosas que siente que debe defender. Este conservadurismo económico contrasta marcadamente con la naturaleza aristocrática y lúdica de Bassanio y los demás. La generosidad característica de los cristianos es un rasgo muy aristocrático, basado en una ideología que obliga a los caballeros a ignorar las preocupaciones monetarias prácticas y delegarla a terceros. Esto se comprende cuando Bassanio le dice a Porcia que toda la riqueza que posee corre por sus venas: él es un caballero de Venecia y está más allá de los pleitos económicos.
El momento de mayor contraste entre Shylock y los ideales cristianos se refleja en el contrato por una libra de la carne de Antonio. Shylock vincula directamente el dinero y la carne en un mismo nivel de importancia, algo que cualquier cristiano consideraría tabú. Antonio no puede ver este enlace, pensando en cambio que el contrato es tan solo un juego para Shylock, y por eso comete el error crucial de firmarlo y darle a Shylock el poder sobre su cuerpo.
Existe, además, una división entre la representación cristiana de Shylock y su estereotipación y la complejidad verdadera que demuestra el personaje. Los cristianos están convencidos de que él solo puede pensar en dinero, mientras que Shylock en realidad presenta una perspectiva muy diferente, incluso sentimental. Solanio afirma que Shylock corrió por la calle llorando por su hija y sus ducados al mismo tiempo, pero no hay evidencia de esto cuando aparece el propio Shylock. Más tarde, cuando su hija, Jessica, cambia un anillo de turquesa por un mono, Shylock no está molesto por la pérdida monetaria del anillo, sino por el valor sentimental que tenía para él.
La mayoría de las comedias de Shakespeare ubican el final de la acción en la primera ciudad en la que están ambientadas. Sin embargo, este tipo de final está ausente en El mercader de Venecia. La escena final no se concentra en el abandono de Shylock en Venecia, sino que se traslada a Belmont, un sitio que representa la riqueza derivada de la herencia construida sobre el comercio de Venecia, que tanto parece despreciar. Terminar la acción en Belmont sirve para recordarle a la audiencia que la obra puede verse como cualquier cosa menos una comedia y que, de hecho, es en muchos sentidos una tragedia: aunque tres parejas cristianas terminan casándose felizmente, en el corazón de la audiencia lo que reverbera es la derrota y la humillación extrema de Shylock.