El mercader de Venecia

El mercader de Venecia Temas

El amor y la lealtad

El amor es un tema que suele atravesar a las comedias Shakespearianas. El amor de Antonio por Bassanio puede ser considerado como el más puro representado en El mercader de Venecia. Antonio arriesga su vida para asegurar un préstamo para Bassanio, sin pensar en ningún momento en las ganancias personales. Otros personajes pretenden amarse entre sí, pero su amor a menudo parece motivado por el interés propio. Bassanio dice amar a Porcia, y parece quererla, pero es evidente que su motivación principal para cortejarla es obtener sus riquezas. De forma análoga, el interés de Lorenzo en Jessica también parece estar motivado de alguna manera por su riqueza, y la comparación constante de esta pareja con otras que sufrieron un destino trágico hace pensar al lector que el vínculo entre ellos no se mantendrá en el tiempo.

Hacia el final de la obra, cuando Bassanio se ve obligado a elegir entre su lealtad a Antonio o a Porcia, el caballero veneciano acepta el pedido de Antonio y entrega el anillo que le había dado Porcia al jurista Baltasar (que no es otro que Porcia disfrazada). Así, queda claro que Bassanio se debate todavía entre sus amores y lealtades, pero que de buen grado elegiría a Antonio. Esta elección es corregida, en el acto siguiente, cuando Porcia revela que ella era en verdad el jurista y le devuelve el anillo. Esta vez, Bassanio se compromete definitivamente con Porcia, y Antonio regresa a Venecia solo y, en cierta forma, derrotado.

La lealtad de Jessica, por otra parte, se pone a prueba al principio de la obra, y ella no parece tener problemas con su decisión, por lo que se separa libremente de su padre, su gente y su religión para estar con el hombre del que dice haberse enamorado.

La venganza

Shylock es un personaje movido por su deseo de venganza contra Antonio, el mercader cristiano que lo ha injuriado en numerosas ocasiones, y en quien ve un ejemplo representativo de la hipocresía cristiana. Shylock afirma que ha aprendido a ser vengativo del trato hostil que ha recibido de los cristianos, e incluso da a entender que ve la venganza como una enseñanza del cristianismo. Esto se observa claramente en el famoso soliloquio de Shylock del acto III, cuando el personaje expresa:

¿Y si nos ofenden, no nos vengamos? Si somos como ustedes en todo, también lo seremos en eso. Si un judío ofende a un cristiano, ¿Cuál será su perdón? ¡La venganza! Si un cristiano ofende a un judío, ¿cómo, según su ejemplo, habrá de resignarse? Muy simple: vengándose. La villanía que me enseñan la voy a poner en práctica, y voy a esforzarme por superar a mis maestros (p. 119).

En este pasaje queda claro que Shylock piensa la venganza como un comportamiento cristiano. El trabajo de Shylock como prestamista parece ofender la moral cristiana, y por esta razón el judío ha recibido los malos tratos de los cristianos a lo largo de toda su vida; devolver ese maltrato con creces es lo que lo empuja a cobrarse la vida de Antonio.

La misericordia

Mientras que Shylock es un personaje movido por el deseo de venganza, su contraparte, Antonio, aparece como el modelo del buen cristiano que practica la misericordia hacia quienes lo ofenden.

Al final del juicio, Antonio, cuya vida se ha salvado, se muestra misericordioso con Shylock y le permite quedarse con una parte de su riqueza para lo que le queda de vida. En este gesto, Antonio realza el valor cristiano de la misericordia al practicarlo sobre el enemigo que quería quitarle la vida. Sin embargo, el requisito que coloca para que Shylock pueda quedarse con sus bienes personales es que se convierta al cristianismo, lo que representa, de forma figurada, la muerte del Shylock prestamista: el cristiano convertido pierde su identidad y su trabajo, puesto que no les está permitido a los cristianos ser usureros. Así, en el acto de misericordia de Antonio puede leerse también una venganza velada hacia su agresor, que pone de manifiesto la compleja ambivalencia de los personajes shakespearianos: aunque la misericordia sea un valor superior de los cristianos, las prácticas concretas que estos realizan no están ausentes de dobles intenciones.

La ley

Nadie en El mercader de Venecia está por encima de la ley; ni siquiera el duque de la ciudad. La naturaleza impersonal del Estado de derecho puede ser aterradora: casi le cuesta a Antonio una libra de su carne. Sin embargo, la ley también puede ser liberadora, porque se aplica a todos. Shylock es tratado injustamente con regularidad por ser judío, e intenta utilizar la ley del Estado a su favor para vengarse del cristiano. Sin embargo, la ley de la ciudad protege a la población cristiana y castiga fuertemente cualquier agravio cometido por un judío hacia un cristiano. Como miembro de una minoría despreciada, lo único que protege los derechos legales de Shylock son el bloque leyes imparciales que se aplican a todos, independientemente de su raza o religión y que, en general, están hechas para preservar el carácter mercantil de la ciudad.

Porcia es otro personaje que respeta las leyes establecidas y las reglas de su padre. Sin embargo, aunque nunca viola la ley, su inteligencia le permite encontrar formas de trabajar dentro de las reglas para satisfacer sus deseos. Así lo demuestra con la lotería de los cofres: ayuda a Bassanio al interpretar una canción en la que todas las rimas indican que el cofre de plomo es la elección correcta. Luego, disfrazada de jurista, encuentra el vacío legal en el pagaré que Antonio le ha firmado a Shylock y lo aprovecha: es cierto que, según el contrato, Shylock está en su derecho de cobrarse la libra de carne de Antonio; sin embargo, el contrato nada dice sobre la ley que protege a los cristianos de Venecia de las agresiones judías, por lo que si Shylock derrama una gota de sangre cristiana debe ser castigado con la muerte. Así, la ley protege al mercader judío, pero al mismo tiempo le impide cumplir su venganza.

El dinero y la avaricia

El mercader de Venecia está íntimamente relacionada con la dimensión económica y financiera de la modernidad. Sus cuatro personajes centrales son un comerciante, un prestamista, una heredera y un hombre que intenta beneficiarse personalmente de su asociación con los tres. Cada historia tiene algo que ver con el dinero: el deseo de encontrar un cónyuge rico impulsa a Bassanio a cortejar a Porcia y desencadena la acción de la obra. La necesidad de adquirir dinero es lo que impulsa a Bassanio a pedir un préstamo a Antonio, quien tiene toda su fortuna invertida en el comercio, por lo que debe acudir a un prestamista. Así, las inversiones y los préstamos son los motivos por los cuales los personajes se ponen en aprietos. Shylock, el prestamista judío, se aprovecha al hacer firmar un contrato en el que Antonio se compromete a pagar su deuda con una libra de su carne si se retrasa en la devolución del préstamo. La obra, en ese sentido, presenta las consecuencias que pueden desprenderse de una inversión mal realizada o de la adquisición de préstamos con altos intereses, dinámicas comunes en los siglos XVI y XVII que significaban el enriquecimiento de algunos y la ruina de muchísimas personas.

La usura hace referencia al préstamo de dinero con altas tasas de interés para su devolución, y se trata de una práctica muy difundida desde la modernidad hasta la actualidad, y en la obra es fuertemente censurada por los personajes cristianos, mientras que los judíos de la ciudad se dedican a ello.

Desde el cristianismo se condena la usura porque no está bien enriquecerse a costa del dinero de los demás. Sin embargo, desde la perspectiva judía de Shylock, no hay nada de malo en prestar dinero a quien lo necesita y luego cobrar intereses por el servicio prestado. Esto quiere decir que no hay nada malo ni pecaminoso en utilizar el dinero para generar más dinero. La moral cristiana se alinea más con la conducta de Bassanio, quien no está preocupado por acaparar riquezas y usa el dinero para obtener lo que desea.

La usura es llevada a su máxima expresión negativa cuando Shylock hace firmar un pagaré a Antonio en el que este se compromete, si no devuelve el dinero en el tiempo estipulado, a pagar con una libra de su propia carne. Esto, que para Antonio no es más que una broma, desencadena el principal conflicto de la obra y deriva en el juicio en el que Shylock reclama lo que, por ley, le pertenece.

El antisemitismo

El antisemitismo es la denominación de la hostilidad hacia el pueblo judío, basada en una combinación de prejuicios que mezclan lo religioso, lo cultural y lo étnico. Tal como indica Harold Bloom, uno de los más grandes estudiosos de la obra de Shakespeare, en su ensayo sobre la obra, "Tendría uno que ser ciego, sordo y tonto para no reconocer que la grandiosa y equívoca comedia de Shakespeare El mercader de Venecia es sin embargo una obra profundamente antisemita" (Bloom, 1998:187).

Shakespeare compuso su obra y la llevó al escenario tras el éxito contundente de El judío de Malta, de Christopher Marlowe, una famosa obra de teatro de su tiempo que caricaturizaba a un judío y lo convertía en un villano monstruoso. Como respuesta a Marlowe, Shakespeare ha dicho: "os mostraré al judío" (Bloom, 1998:197) y, como indica Harold Bloom, eso es lo que hace "Para daño perpetuo del verdadero pueblo judío" (Bloom, 1998:197). Por supuesto que no puede considerarse a Shylock una representación válida de un judío, sino que es simplemente la representación que Shakespeare hace de un judío. Sin embargo, dada la indiscutible influencia mundial del dramaturgo inglés hasta la actualidad, el personaje de Shylock se ha convertido en un hito en la representación de los judíos, y esta obra ha sido elogiada por numerosos intelectuales antisemitas, entre los que pueden destacarse a T. S. Eliot.

Tal como señala Carlos Gamerro, traductor y crítico literario, aunque pueda leerse El mercader de Venecia como una obra antisemita, esto no quiere decir que Shakespeare mismo lo fuera. En verdad, La Inglaterra de fines de 1500 era un pueblo antisemita que había expulsado de su isla a los judíos en el siglo XIII (estos no regresarían hasta la reforma realizada por Oliver Cromwell a mediados del siglo XVII), y es probable que Shakespeare no haya tenido demasiado trato con el pueblo judío, salvo quizás por algún prestamista converso radicado en Londres. Lo que hace Shakespeare, en verdad, es poner en perspectiva la condición humana y todas sus dimensiones. En este caso, el antisemitismo está claro, pero también lo está la hipocresía de los cristianos, que no dejan de manejar una doble moral constante y se regocijan en los ataques que sufre Shylock. El mismo Antonio es ambiguo en este sentido, puesto que es un cristiano piadoso, pero insulta, escupe y patea a Shylock. De la misma manera, durante el juicio Shylock denuncia a los cristianos por tener esclavos y maltratarlos, algo que también pone en juicio la moral cristiana. Con todo ello, concluye Gamerro, El mercader de Venecia no es una obra intrínsecamente antisemita, sino que esto depende de su puesta en escena: a lo largo de la historia, la obra ha sido representada de forma extremadamente antisemita, pero también ha idealizado, en otras ocasiones, a Shylock, convirtiéndolo en un incomprendido héroe trágico.

Los prejuicios y la alteridad

Los prejuicios étnicos se ponen de manifiesto en primer lugar por medio de la religión, que une y separa a los personajes. Las filiaciones religiosas de los personajes generan vínculos relacionales de inclusión y discriminación: la población de Venecia es eminentemente cristiana, y los personajes cristianos están hermanados por un sentimiento comunitario que, a veces, se manifiesta negativamente. Esto se ve en la persecución sistemática que sufre Shylock por parte de todos los cristianos, que no dejan de insultarlo y de acosarlo.

Los cristianos insisten de forma constante en que nada puede esperarse de Shylock, ya que es judío y, por esta razón, no puede cambiar su conducta. En el acto IV, las palabras de Antonio ilustran este prejuicio hacia los judíos:

Por favor, recuerda que discutes con el judío.

Lo mismo daría que te pares en la playa

y le pidas a la marea alta que suba un poco menos;

lo mismo daría que debatas con el lobo

por qué dejó a la oveja balando por su cordero;

lo mismo daría que prohíbas a los pinos del monte

sacudir sus altas copas y hacer

cuando las azotan las ráfagas del cielo;

lo mismo daría que hagas lo más duro de todo:

tratar de ablandar lo que es más duro que nada,

su corazón de judío

(pp. 151-152).

Esta conducta, a su vez, pone de manifiesto la cuestión de la alteridad, es decir, de la percepción de un otro por sus diferencias con uno mismo: el judío representa al otro, a lo desconocido que es negativo, primero y antes que nada, por el simple hecho de ser diferente. Si bien Shylock es un personaje individual que se mueve por sus propios intereses y rencores, los cristianos no hacen más que señalar constantemente su alteridad como un conjunto de características, propias de los judíos, que son inmutables y que lo definen como persona. En otras palabras, los cristianos no son capaces de ver en él otra cosa más que un judío, por lo que al juicio individual le precede el prejuicio étnico.

Pero no es solo hacia el judío que los personajes muestran sus prejuicios. Porcia también expresa en más de una ocasión que rechaza a sus pretendientes basándose principalmente en los prejuicios que tiene sobre sus etnias y culturas. Esto puede observarse cuando califica a los alemanes de ebrios; a los ingleses, de extravagantes; a los napolitanos, de orgullosos; o cuando se burla del Príncipe de Marruecos y ruega que no la visiten más príncipes que compartan su color de piel.

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