Antonio, el buen cristiano, manifiesta su religiosidad maldiciendo y escupiendo a Shylock
Una de las formas de la ironía puede surgir a partir de la contradicción entre el mundo de valores que ostentan los espectadores o lectores y aquello que se le presenta como una conducta normal en los personajes de la obra. En este sentido, en El mercader de Venecia existe una contradicción evidente entre la expectativa y la realidad en cuanto al comportamiento de Antonio, que representa al buen cristiano, piadoso y misericordioso. Los valores religiosos de Antonio se manifiestan cuando se enfrenta a Shylock, el judío, a quien odia y desprecia. Tal como lo indica Harold Bloom, en la actualidad dicho comportamiento no puede dejar de verse como una ironía, aunque muy probablemente no lo fuera en tiempos de Shakespeare, cuando Shylock se representaba como un villano cómico (antes que trágico) y, como tal, era esperable que el héroe lo maltratara.
Shylock y Antonio, de caracteres opuestos, conviven en la sociedad veneciana
El especialista Harold Bloom señala la profunda ironía que estructura toda la obra y se manifiesta en la convivencia de Antonio y Shylock en Venecia. La ironía de esta coexistencia es, según Bloom, insoportable, y por ello hay que terminarla, ya sea con la muerte de Antonio o con la venganza cristiana contra Shylock. Así, la libra de carne que exige Shylock se contrapone al ritual del bautismo al que lo somete Antonio. Cuando Shylock acepta convertirse, la contradicción parece solucionarse, aunque no sin un resultado igualmente irónico: Shylock, el extranjero, nunca es más veneciano que al final de la obra.
Antonio trata de gentil a Shylock, cuando piensa exactamente lo contrario
Al despedirse de Shylock, Antonio lo saluda cortésmente, aunque sus palabras encierran una ironía evidente, y así lo manifiesta él mismo rápidamente: "Adiós, gentil judío. / Este hebreo de tan amable se nos volverá cristiano" (pp. 75-76).
Shylock exige que se cumpla la ley al pie de la letra, y luego es condenado por eso mismo
Durante el juicio frente al duque de Venecia, Shylock exige el cumplimiento estricto de la ley, que lo habilita a cobrarse la libra de carne de Antonio. Sin embargo, cuando Porcia, disfrazada de jurista, interviene, esgrime la misma ley de la ciudad para condenar a Shylock: sí, el judío puede cobrarse la libra de carne, pero si vierte sangre cristiana en el proceso, será condenado a muerte y se confiscarán todos sus bienes. Así, la misma ley por la que él clamó es la que le impide a Shylock ejecutar su venganza.
Shylock reconoce en el jurista a un hombre sabio que apoya su causa, cuando el jurista es en realidad Porcia, que pretende arruinarlo
En el acto IV, durante el juicio, Shylock se refiere a Porcia con estas palabras: "¡Un Daniel ha venido a dictar sentencia, sí, un Daniel viene a juicio, sí, un Daniel!" (p. 157). Daniel fue el juez bíblico de Susana, una mujer acusada de adulterio por dos ancianos, y su historia es famosa porque él emite un juicio a favor de Susana y la rescata de su muerte. Además de liberarla, condena aún más a los ancianos. El error de Shylock es que se apura al llamar a Porcia un Daniel, porque él será quien ocupe el lugar de los ancianos, y Antonio el de Susanna. Esta inversión queda clara solo unas líneas después, cuando Porcia no solo libera a Antonio, sino que condena a Shylock por intento de asesinato.