Isabel I, una de las soberanas más famosas de Inglaterra, reinó entre los años 1558 y 1603. Gran parte de la vida de William Shakespeare (1564-1616) transcurrió durante este periodo, por lo que el dramaturgo presenció y luego protagonizó los cambios que se operaron en las artes dramáticas durante el mandato isabelino.
Antes de la niñez de Shakespeare no existían en Inglaterra edificaciones destinadas a la puesta en escena teatral, y las compañías actorales interpretaban sus obras donde podían: en pasillos, patios o cualquier otro espacio abierto disponible. Sin embargo, en 1574 se aprobó una ley que exigía que las obras de teatro y los sitios empleados para su representación en Londres tuvieran una licencia. Motivado por esta nueva ley, el actor James Burbage construyó el primer teatro permanente en 1576 fuera de las murallas de la ciudad, y lo llamó "The Theatre". Tras este hito, muchos otros teatros fueron fundados y, entre ellos, el Globe Theatre, que fue donde se estrenó la mayoría de las obras de Shakespeare.
Los teatros de esa época seguían, en general, el diseño del teatro construido por Burbage: constaban de tres niveles de asientos en forma circular, con un área de escenario en un lado del círculo. Los asientos del público y parte del escenario estaban techados, pero gran parte del escenario principal y el área frente a este ubicada en el centro del círculo estaba abierto a las inclemencias del tiempo. Un teatro promedio contaba con aproximadamente 1500 asientos bajo techo y un espacio abierto para unos 800 espectadores más. Estos últimos pagaban menos dinero y debían estar parados, pero se ubicaban frente al escenario, lo que representaba una ventaja para observar la obra.
El escenario estaba dividido en tres niveles: un área principal, con puertas en la parte trasera y un área con cortinado; un área superior con dosel llamada "cielo" para escenas de balcón; y un área debajo del escenario llamada "infierno", al que se accedía por una trampilla en el escenario. Un elemento muy diferente a los teatros actuales era la ausencia de cortina que ocultara el escenario en los cambios de acto, por lo que estos debían hacerse rápidamente, y el espectador observaba tanto la entrada y salida de los personajes como el cambio de decorado.
Ante la falta de luz eléctrica y el peligro de la iluminación con antorchas en una estructura inflamable, las actuaciones se llevaban a cabo durante el día, de modo de aprovechar la luz natural del centro abierto del teatro. Como tampoco era posible utilizar la luz para obtener efectos dramáticos, el público tenía que basarse en las líneas de los actores y las direcciones del escenario para comprender la hora del día y el año, el clima y la ubicación de las escenas. Esta es una de las razones por la que las obras de Shakespeare aportan con maestría ese tipo de informaciones. Por ejemplo, en Hamlet, la audiencia es informada dentro de las primeras veinte líneas de diálogo dónde tiene lugar la escena ("¿Has tenido guardia tranquila?"), qué hora es ("Acaban de dar las 12"), qué tiempo hace ("Un frío glacial"), y el estado de ánimo de los personajes ("y estoy enfermo del corazón").
A diferencia de lo que sucede en la actualidad, durante la época isabelina las obras de teatro eran publicadas en papel luego de su representación en el teatro, a veces incluso después de la muerte de sus autores, y eran en muchos sentidos un registro de lo que sucedía en el escenario durante estas representaciones en lugar de estar concebidas como instrucciones para ser representadas luego. Además, a los actores se les permitía sugerir cambios en las escenas y el diálogo, y tenían mucha más libertad con sus partes que los actores de hoy. Las obras de Shakespeare no son una excepción. En Hamlet esto aparece escenificado: gran parte de la trama gira en torno al hecho de que el protagonista escribe su propia escena para agregarla a una obra de teatro con el fin de atrapar a su padre asesino.
Las obras de Shakespeare se publicaron en varias formas y con una amplia variedad de precisión durante su tiempo y después de su muerte, lo que derivó también en muchas versiones de una misma obra y en profundos estudios para conocer cuáles serían las versiones más fieles a las representaciones dirigidas por su autor. Las obras se publicaron en los años siguientes a la muerte de Shakespeare en grandes antologías llamadas folios (el Primer Folio de las obras de Shakespeare contiene 36 obras y data de 1623) o en cuartos más pequeños. Los folios se llamaban así por la forma en que su papel se doblaba por la mitad para hacer trozos de dos páginas cada uno, que se cosían para formar un gran volumen. Los cuartos eran libros más pequeños y más baratos que contenían una sola obra. Su papel se doblaba dos veces, formando cuatro páginas. En general, el Primer Folio es de mejor calidad que los cuartos, por lo que sus versiones son las más editadas a lo largo del tiempo.
Un último rasgo a tener en cuenta sobre el teatro shakespeariano tiene que ver con el uso del lenguaje: aunque las abundantes referencias clásicas pueden parecer arcaicas para un espectador o lector contemporáneo, es necesario tener en cuenta que eran un lugar común para la audiencia de la época isabelina. Sus espectadores procedían de todas las clases y sus obras abordaban todo tipo de historias, desde relatos "intelectuales" de reyes y reinas de la antigüedad hasta historias "vulgares" de payasos y sirvientes. Incluso las obras de teatro más trágicas incluyen personajes de payasos que tienen la función de comentadores de la obra y de aliviar la atmósfera por medio de su comicidad. El público de la época estaba familiarizado con las numerosas referencias a la mitología y a la literatura clásicas, ya que estas historias eran elementos básicos de la base de conocimientos populares. Si bien las obras de Shakespeare atraían a todas las clases sociales e incluían historias y temas familiares, también ampliaron el vocabulario de su público. Muchas frases y palabras que hoy forman parte de un léxico popular en inglés fueron acuñadas por Shakespeare. En verdad, sus obras contienen una mayor variedad y cantidad de palabras que casi cualquier otra obra en el idioma inglés, lo que demuestra su capacidad de innovación sobre el lenguaje y sobre el arte teatral.