Porcia y su retrato
Al tratarse de una obra de teatro, las descripciones cargadas de imágenes sensoriales no abundan ni se presentan de forma recurrente. Además, el lenguaje extremadamente poético y florido de Shakespeare recurre con mayor predilección a los sentidos figurados antes que a las imágenes sensoriales directas. Así, las descripciones suelen enhebrar una serie de metáforas y símiles que el lector o la audiencia deben interpretar para convertir en imágenes concretas.
Por ejemplo, cuando se presenta el retrato de Porcia contenido en el cofre de plomo, Bassanio lo describe de la siguiente manera:
Aquí abre sus labios su aliento de azúcar;
dulce barrera entre dos dulces amigos. Con
sus cabellos el pintor juega a la araña, y teje
una dorada malla para enredar el corazón
de los hombres, como al mosquito en la tela.
¡Y sus ojos! ¿Cómo logró ver para pintarlos?
Pues el primero que pintó debió robarle la vista,
y así quedarse sin compañero. Y aun así
la sustancia de mi elogio no le hace justicia
a esta sombra, que a su vez cojea
persiguiendo a sus sustancia
(p. 128).
El pasaje compara el cabello del retrato con una malla dorada en el que se enredan los corazones igual que los mosquitos en una tela de araña, y luego indica que la imagen no es más que una sombra de la belleza de la Porcia de carne y hueso.
Porcia disfrazada de Baltasar
Cuando Porcia le explica a Nerissa su plan para salvar a Antonio, en su discurso hace mención al aspecto que adoptará al vestirse de varón, y utiliza algunas imágenes sensoriales, visuales y auditivas para ilustrarlo:
Te apuesto lo que quieras
a que cuando estemos vestidas de muchachos
yo seré el más gallardo de los dos,
y llevaré mi daga con mayor donaire,
y hablaré, con voz aflautada, como niño
que se hace hombre, y haré un pasote de varón
de dos pasitos delicados, y cual joven jactancioso
hablaré de asaltos, y mentiré con descaro
sobre las honradas damas que buscaron mi amor..."
(p. 141).