Clitandro
Alcestes sufre de celos por la atención que Celimena presta a otros hombres. Uno de ellos es Clitandro, sobre el cual el protagonista interroga a su amada, al inicio del segundo acto, acerca de las razones por las cuáles aquel joven puede resultarle atractivo.
En este interrogatorio, los parlamentos de Alcestes se componen de imágenes. El protagonista pregunta a Celimena si lo que le entusiasma de Clitandro es la “larga uña de su meñique”, su “peluca rubia”, los “encajes de su rodilla”, las “anchuras de su calzón” o “su voz de falsete” (p.95).
Queda claro, por las imágenes que Alcestes elige remarcar en su discurso, que en su interrogatorio hay también una carga irónica: el protagonista enumera atributos que pocos podrían considerar atractivos, preguntando si es alguno de ellos el cual volvió a Clitandro irresistible ante los ojos de su amada.
Acasto
Al inicio del tercer acto, Acasto conversa con Clitandro. Este último lo cuestiona acerca de si cree tener reales oportunidades en lo que se refiere a Celimena. Acasto asegura que sí y pronuncia una larga descripción halagadora de sí mismo, en donde incluye algunas imágenes sensoriales: “Estoy bastante bien hecho; tengo buen talante y buena cara; muy hermosos los dientes y muy fino el talle” (p.102), asegura.
La mujer amada a través de los ojos del amante
En el segundo acto, Elianta lanza a un discurso acerca de cómo los hombres enaltecen a sus amadas hasta concebir sus defectos como virtudes. Según esta, en el amor “los defectos se cuentan por perfecciones y sábeseles dar nombres favorables” (p.99). A modo de argumentación, ofrece varios ejemplos donde incluye imágenes sensoriales. A través de los ojos de un enamorado, según Elianta, “la pálida es comparable en blancura a los jazmines”, “la negra hasta asustar, es una adorable morena”, “la delgada, tiene agilidad y buen talle” y “la gruesa, un porte majestuoso” (ibid.).