Resumen
Escena 1
Clitandro y Acasto hablan a solas. Clitandro niega que Acasto tenga alguna oportunidad con Celimena, pero Acasto asegura lo contrario. Los hombres acaban haciendo una promesa: cuando uno pueda asegurar que ha conquistado a Celimena, el otro se retirará de la competencia.
Escena 2
Entra Celimena a la escena. Se oye a una carroza detenerse fuera de la casa.
Escena 3
Vasco entra y anuncia la llegada de Arsinoe. Informa que Elianta está hablando con ella en la puerta. Acasto pone en duda la “consumada castidad” (p.103) de la que tiene fama Arsinoe, y Celimena asevera que es pura hipocresía, que se trata simplemente de una mujer que no logra conquistar a ningún hombre, y que es más envidiosa que casta. Asegura que Arsinoe ama a Alcestes y que, por ende, tiene graves celos de ella.
Escena 4
Arsinoe irrumpe en la escena y Celimena finge alegría por su visita. La recién llegada dice venir para dar un consejo a Celimena. Le cuenta que mucha gente encuentra escandalosa la cantidad de pretendientes que la visitan, y le sugiere comportarse con mayor cautela. Celimena le agradece el consejo y decide contarle también lo que se rumorea sobre ella: asegura que mucha gente critica el aire de superioridad de Arsinoe, así como su actitud censora, que entrarían en contradicción con los esfuerzos que pone en ser bella. Celimena asegura haberla defendido ante tales juicios, pero afirma que el resto de las personas concluía en que Arsinoe debía ocuparse menos de asuntos ajenos y más de sí misma. Tras un momento de tensión, Arsinoe reconoce que en verdad nadie habla mal de Celimena más que ella misma. Entonces Celimena le reprocha que la castigue a ella por sus propias desgracias, afirmando que no es su culpa ser quien atrae la atención de los hombres. Arsinoe asegura que siempre se tienen amantes si se quiere tenerlos, que no es la belleza de Celimena la que llena su casa de pretendientes, sino su actitud. Celimena se retira diciendo que debe escribir unas líneas, y deja a Alcestes, quien acaba de llegar, en compañía de Arsinoe.
Escena 5
Arsinoe se muestra inclinada por Alcestes. Asegura que el hombre merece que la Corte se incline a su favor en las querellas que enfrenta, y que escuchó a gente que lo elogiaba. Alcestes niega que sea un honor ser elogiado, puesto que en el presente se elogia a cualquiera. Arsinoe dice que podría conseguirle un cargo en la Corte. Alcestes dice que su alma es incompatible con eso, porque es sincero y franco. Prefiere no gozar del honor del título de cortesano y poder seguir siendo honesto consigo mismo y los demás. Arsinoe luego le dice que merecería entregar su corazón a una mujer dulce, que Celimena es indigna de su amor, que lo traiciona. Alcestes exige pruebas. Arsinoe lo invita entonces a ir con ella a su casa, donde probará la infidelidad de Celimena.
Análisis
El tercer acto expone el funcionamiento de los modales de cortesía en la sociedad de la época. Esta característica epocal aparece claramente denunciada por Molière, o al menos parodiada, en tanto la cortesía no parecería ser más que un conjunto de formas elegantes usadas para ocultar, esconder o disfrazar verdades. La hipocresía de estos modales vigentes en el periodo queda develada una y otra vez en las escenas de El misántropo, sobre todo en aquellas que suceden en la casa de Celimena, locación de este tercer acto.
Un ejemplo de esta situación es la que tiene lugar en la tercera escena. Celimena está junto a Acasto y Clitandro, y cuando uno de los hombres pregunta por Arsinoe, Celimena se lanza a un largo discurso crítico contra aquella mujer, a la que llama farsante, hipócrita y envidiosa. En un momento, mientras afirma que no ha visto “mujer más necia ni más impertinente en grado sumo” (p.103) y no llega a terminar la frase cuando aparece súbitamente Arsinoe en el salón. En ese instante, Celimena desvirtúa abruptamente su discurso y, recibiendo con los brazos abiertos a la otra, exclama, sonriente: “¿Qué bendita suerte os trae aquí?” (p.98). El momento presenta una clara ironía dramática: tanto el público como el resto de los personajes es testigo del paradójico cambio de actitud de Celimena, lo cual no hace sino dejar en evidencia la falsedad de su comportamiento.
El procedimiento de la ironía como una manera de ejercer la crítica molieresca se presenta también en la escena siguiente, en la discusión entre Celimena y Arsinoe. En un momento, la primera aconseja a la otra que debería ocuparse “menos en los actos ajenos y atender más a los vuestros; que ha de mirarse uno bien antes de pensar en condenar al prójimo” y que “a las correcciones que a los demás se hacen, debe añadirse el peso de una vida ejemplar” (p.105). Si se tiene en cuenta el accionar que ya ha evidenciado el personaje de Celimena, la situación es irónica: el lector o espectador es consciente de que la autora de ese parlamento no hace sino señalar constantemente los defectos ajenos, condenar a los demás sin jamás revisar su propio comportamiento ni llevar una vida en absoluto ejemplar. Es decir: el personaje hace exactamente todo eso que critica en los demás.
El modo en que tanto Celimena como Arsinoe se dirigen la una a la otra en esa cuarta escena funciona para parodiar los modelos de cortesía de la época: con un lenguaje sofisticado y aparentemente respetuoso, se disfraza un contenido que es más que nada agresivo. Tanto Celimena como Arsinoe se critican fuertemente la una a la otra, señalando defectos en su interlocutora, pero lo hacen simulando que se trata de un consejo amistoso, la sugerencia de una amiga que simplemente cuenta lo que otros, malintencionados, dicen a sus espaldas. Como se sabrá poco después, esos otros no son más que ellas mismas.
La escena muestra entonces como el ejercicio de la cortesía sirve para que la verdad, mediante disimulos, se oculte, se oscurezca y se vuelva menos clara. Resulta interesante, en este punto, como la dinámica de la verdad y la falsedad, la honestidad y el ocultamiento, se manifiesta una y otra vez, en los parlamentos de los personajes, asociada a los elementos de la luz y la oscuridad. “Prometo presentaros entera luz sobre esa materia” (p.107), afirma Arsinoe, quien poco antes se refirió a los rumores como “sombras de mal” (p.104). La luz, identificada con la verdad, aparece en la obra como un elemento que suele estar eclipsado por sombras, oscurecido por la falsedad. La hipocresía, en este cuadro, y como procedimiento de ocultamiento, sería lo que confundiría a la verdad y la falsedad, la luz y la oscuridad, haciendo muy difícil distinguir entre una y otra cosa.
Vinculada a este motivo recurrente de la luz y la sombra, la claridad y la oscuridad, participa también una expresión utilizada en varios momentos de la obra: la alusión a la ceguera como una incapacidad para discernir lo real de lo falso. Por momentos, los personajes hablan de la necesidad de clarificar tal o cual asunto para acabar con “la ceguera en que está cada uno respecto de sí mismo” (Celimena, p.105). Otros argumentan contra la fragilidad de ciertas mentiras, alegando que “el mundo no está ciego ni se deja engañar” (Arsinoe, p.105).
De este modo, la asociación entre verdad y luz se contrapone a la del ocultamiento y la oscuridad, vínculo que es una de las formas del engaño. “Mi mayor talento es ser sincero y franco; no sé engañar a los hombres hablándoles, ni tengo el don de ocultar lo que pienso” (p.107), alega Alcestes en el tercer acto, viendo la importancia que cobra en su época la capacidad de ocultar y esconder una verdad, para así ascender socialmente mediante engaños. “Hoy elógiase a todos y no hay cosa que el siglo no confunda” (p.106), señala también el protagonista, explicitando como una característica propia de su tiempo es esa habilidad de “confundir”, mezclar las luces y las sombras, aparentar y ocultar la verdad de aquellos ojos que desean ver el mundo tal cual es.