“¡Linda flor para ofrecida por un enamorado!” (Celimena, Acto II, Escena 1, p. 96) (Metáfora)
En la primera escena del segundo acto, Alcestes acusa a Celimena de decir iguales palabras de amor a todos sus pretendientes, traicionando así su relación. La muchacha exclama entonces la frase citada, que constituye una ironía verbal (busca significar lo opuesto a lo que dice), pero también una metáfora. Celimena estaría comparando metafóricamente el comentario hiriente de Alcestes con una “linda flor”, elemento generalmente asociado al regalo que entrega un enamorado a su amada. Con esto, la mujer sugiere que hubiera esperado un comentario más elogioso, dulce, de boca del hombre que supuestamente la ama. Algo más parecido a una flor y menos a la injuria que acaba de recibir.
“Al veros tomé, por mi desgracia, el veneno que me ha matado” (Acestes, Acto IV, Escena 3, p. 111) (Metáfora)
Cuando Alcestes le reprocha a Celimena su infidelidad y le habla enfurecido por la traición de la cual se siente víctima, la muchacha le pregunta si acaso ha perdido el juicio. Entonces el protagonista responde que sí, y que lo perdió en el momento en que la vio y consumió así el veneno que arruinó su vida. En esta expresión el protagonista utiliza la palabra “veneno” para referir metafóricamente a la atracción que lo ata a la joven: el ardor que le impide alejarse de ella funciona en él como un veneno, una sustancia que sabe dañina y que acabará matándolo, pero a la cual ya no puede renunciar, puesto que el goce se constituyó ya en vicio. La atracción por Celimena no es, en Alcestes, una decisión o algo que pueda controlar por medio de la razón, sino una conducta en contra de sí mismo sobre la cual no tiene control.
“Salgamos de esta selva y de esta ladronera” (Alcestes, Acto V, Escena 1, p. 114) (Metáfora)
En el último acto, el protagonista sale desfavorecido de un asunto judicial por el mero hecho de decir la verdad, ser honesto e inflexible en su franqueza. Entonces llega a la conclusión de que lo que veía a su alrededor como lisonjera y mentira adquiere ya el valor de la injusticia: todo en la sociedad, así como las instituciones, parecen moverse según las leyes del ocultamiento y la traición.
Con la expresión citada, Alcestes dictamina a Filinto la necesidad de abandonar una sociedad de tales características. Lo interesante es, por supuesto, las palabras que utiliza como metáforas de la sociedad, “selva” y “ladronera”. La segunda de estas expresiones es más fácil de asociar al entorno que rodea a Alcestes según la visión del personaje: las personas de la corte y de la ciudad, mentirosas, falsificadoras, traidoras, no guardarían mucha diferencia con quienes se esconden en una cueva de ladrones. Ahora bien, la noción de “selva” es, en este contexto, particular. Es paradójica la oposición que resulta entre este término, que alude al reino de lo salvaje, y el modo en que la sociedad civilizada de la época cree estar comportándose. La politesse, o la cortesía inaugurada, en la época es percibida por sus mismos ejecutores como el ápice de la civilización, como el refinamiento de las costumbres. Se supondría que las normas corteses de ese sector de la sociedad presentarían, por civilizadas y refinadas, el mayor alejamiento, por parte de los humanos, de la barbarie, del mundo animal e incivilizado. Lejos de ello, Alcestes, que ve en esos comportamientos tanta mentira, injusticia y alejamiento de las virtudes humanas como la honestidad y franqueza, cataloga de “selva” a la sociedad cortesana de su época. Es decir, la asocia a un mundo salvaje, animal y bárbaro, donde las especies actúan por la ley del más fuerte, brutalmente, y sin perseguir ningún tipo de razón común.
“No pongo, señor, más obstáculos a vuestras llamas” (Orontes, Acto V, Escena 4, p. 118) (Metáfora)
Tras el develamiento de la mentira de Celimena, tanto Orontes como Clitandro y Acasto se retiran ofendidos de la casa de la muchacha y abandonan, de ese modo, la competencia por el corazón de la misma. Antes de retirarse, Orontes se dirige al protagonista para dedicarle la frase citada. Recurre en ella a una metáfora que retoma un motivo recurrente a lo largo de la obra, el de las “llamas”. Tal como mencionamos en otras oportunidades, el fuego es una metáfora del deseo pasional, la fuerza irracional que empuja al protagonista a sentirse atraído por Celimena a pesar de lo que su razón le dicte lo contrario. Orontes reconoce haber puesto “obstáculos” a las “llamas” de Alcestes, en tanto él también sentía atracción por la misma joven y quería ganar su corazón, pero ahora anuncia su retirada: la pasión del protagonista tendría así el camino allanado para expandirse hasta su objeto de deseo, sin interferencias en el camino.
“Este doloroso ultraje me desprende para siempre de vuestras cadenas” (Alcestes, Acto V, Escena 4, p. 119) (Metáfora)
Con la negativa de Celimena de retirarse a un desierto junto a él, Alcestes dictamina definitivamente el rompimiento de la relación entre ambos. En la frase que dedica a quien fuera su amada, refiere metafóricamente a dicha relación con el elemento de las “cadenas”. Efectivamente, el vínculo con la joven no trae más que sufrimiento al protagonista, que se siente preso de una atracción que contradice toda su razón. Así, la imagen del hombre encadenado representa esta situación de Alcestes, que debido a sus sentimientos amorosos parece apresado a pesar de su voluntad, de su decisión, y ahora, logrando salirse de ese lazo, recupera su libertad.