La mujer
El segundo sexo no es un texto literario sino que se trata de un ensayo filosófico. Por eso, no encontramos personajes ficcionales como en las novelas y en los cuentos. Sin embargo, la autora conceptualiza algunas categorías de análisis para describir a las figuras humanas y las retoma a lo largo de todo su estudio.
La figura protagónica es la mujer. No se refiere a una mujer en particular, sino que condensa las características que le ha impuesto la sociedad históricamente. La mujer es el Otro, la Alteridad del hombre. El ser humano que se ve limitado a sus funciones como hembra de la especie. Por eso la mujer es más próxima a la naturaleza, su sexualidad está resaltada, y se dedica principalmente a las tareas reproductivas. Esta cosificación e inferiorización de la mujer hacen que tenga ciertos rasgos típicos: es confusa, contradictoria, engañosa, frívola, superficial, competitiva, envidiosa. Además, por crecer con limitaciones, tiene un intelecto inferior al del hombre.
La niña
La niña es otra figura central del análisis de Beauvoir. La autora describe los años de la infancia que dan forma a la adultez de la mujer. En esta etapa, la niña tiene mayores posibilidades de existir como individuo porque todavía no ha alcanzado la madurez sexual y, por lo tanto, no se la diferencia tanto del niño. Sin embargo, algunos tratos diferenciales comienzan desde muy temprano en su vida. Por ejemplo, tiene que cumplir con tareas domésticas desde pequeña. Además, se asegura que cuando compara sus genitales con los de un niño se siente castrada, como si le faltara algo. Esto la lleva a crecer considerándose inferior a los hombres. La filósofa cree -contrariando al psicoanálisis- que esta percepción está configurada por la sociedad que rodea a la niña; no es una tendencia innata.
La adolescente
La adolescente es otra figura central de este análisis porque en la pubertad se completa el desarrollo sexual de los seres humanos. A partir de esta etapa, los chicos y las chicas son tratados de maneras radicalmente distintas. La joven queda cada vez más relegada a las tareas domésticas, se le enseña a cuidar de niños más pequeños y no puede estudiar tanto como el varón. Además, en este período comienza a menstruar y esto la lleva a pensar que su cuerpo está destinado al dolor, al sufrimiento y a la vergüenza. En la adolescencia, la joven mujer se vuelve más hermética, misteriosa y engañosa. A su vez, los procesos hormonales de esta etapa provocan inestabilidad emocional, sensibilidad e irritabilidad, rasgos que la sociedad desprecia y califica de irracionales.
La lesbiana
La lesbiana es, de acuerdo con Beauvoir, una mujer que siente atracción hacia otras mujeres como respuesta a la opresión masculina. Las lesbianas se niegan a someterse a un hombre (lo cual resulta inevitable en una relación heterosexual), y por eso eligen vincularse amorosa y sexualmente con otras mujeres. Para la autora, esta orientación sexual no depende de factores anatómicos u hormonales.
La mujer casada
La esposa es otra figura central de las reflexiones de El segundo sexo porque la autora da cuenta de que casarse es el único destino socialmente posible y deseable para la mujer. A su vez, el matrimonio es concebido como una institución inherentemente injusta: sirve para perpetuar la dominación que el hombre ejerce sobre la mujer. La mujer casada es como una propiedad de su marido; debe obedecerle y no tiene independencia económica, porque sus energías vitales están dedicadas al trabajo doméstico.
La madre
Con la maternidad la mujer cumple su destino principal, ya que es reducida a sus elementos naturales como hembra de la especie. La madre es una figura muy compleja en el análisis de Beauvoir. Por un lado, es un ser humano oprimido, no puede desarrollarse plenamente como persona, y con frecuencia no elige cuándo, cómo ni con quién quedarse embarazada y tener hijos. Por el otro, como no puede liberarse de su situación y suele tener relaciones complicadas con sus hijos, a los que cría llena de frustración y resentimiento. Esto da continuidad a la desigualdad y la violencia de las dinámicas entre hombres y mujeres.
La prostituta
La prostituta es una figura destacada en El segundo sexo, ya que se trata de un tipo de mujer que escapa a las imposiciones del matrimonio y la maternidad, al menos en el sentido dominante. Las prostitutas ganan su propio dinero y tienen relaciones estrechas con más de un hombre, lo cual les da una posición de mayor autonomía. Sin embargo, están marginadas socialmente y su situación no implica una verdadera liberación: siguen dependiendo de los hombres y tienen menos acceso a la salud, la educación, la vivienda y otros aspectos básicos de la vida digna.
La hetaira
La hetaira es una figura muy cercana a la prostituta, pero suele moverse en esferas sociales más adineradas. Simone de Beauvior explica: "utilizaré el término hetaira para designar a todas las mujeres que negocian, no sólo con su cuerpo, sino con su persona, como un capital que se puede explotar" (p. 727). Se trata de las mujeres que trabajan de agradar a los hombres de un modo un otro y que, por lo tanto, se venden a sí mismas como bellas, atractivas, entretenidas. Un ejemplo de hetairas son las estrellas del cine estadounidense.
La anciana
La mujer que ya ha pasado por la menopausia es considerada prácticamente como un tercer sexo: no es un hombre, pero tampoco es una mujer propiamente dicha, ya que las sociedades analizadas aquí definen a la mujer según su capacidad reproductiva. Es por ello que, a su vez, se valora la belleza como rasgo propio de la juventud femenina y, al envejecer, la mujer va perdiendo su valor social como objeto del hombre. Así, la posición social de la anciana es ambivalente: ha perdido buena parte de su valor, pero gracias a ello ha ganado cierta libertad.
La narcisista
Las narcisistas son mujeres que intentan liberarse de la opresión masculina de manera individual. En este intento, se fijan obsesivamente en sí mismas y en sus propios cuerpos. Son excesivamente cuidadosas de su aspecto, se creen el centro de todas las situaciones y no logran entablar vínculos genuinos.
La enamorada
Las enamoradas son otro tipo de mujeres que intentan liberarse de la opresión masculina de manera individual. En su intento, se alienan en sus amantes (reales o imaginarios) y se entregan por completo a ellos, olvidándose de sí mismas. Desean darle sentido a sus vidas, pero terminan atormentadas permanentemente porque los hombres no las aman tanto como ellas esperan, y, además, ellos deben dejarlas solas durante largos períodos de tiempo.
La mística
Las místicas son el tercer tipo de mujeres que intentan liberarse de la opresión masculina de manera individual. Su intento es muy similar al de la enamorada, pero como no encuentran un hombre de carne y hueso en el cual alienarse, se fijan en su devoción por dios. Estas mujeres se distancian tanto de la realidad que tienen visiones en las que las divinidades les dicen qué hacer o cómo sacrificarse. Algunas de ellas viven este amor divino de manera erótica y sexualizan a las figuras religiosas.
La mujer independiente
La mujer independiente es el personaje que Beauvoir reconoce en su sociedad contemporánea. Se trata de mujeres que trabajan por fuera de la casa, ganan su propio dinero y gozan de ciertos derechos civiles, como la posibilidad de votar y de divorciarse. Esta figura es un eslabón fundamental en el proceso de liberación de la mujer, pero todavía no es totalmente libre. Sigue siendo la principal responsable de las tareas domésticas y del cuidado de los niños, lo cual la lleva a ser menos productiva en el mercado de trabajo y, por eso, sigue dependiendo económicamente del hombre. Así, las leyes que la benefician son apenas derechos abstractos.