Resumen
VOLUMEN I: LOS HECHOS Y LOS MITOS
Introducción
Simone de Beauvoir comienza el primer volumen de su obra con una introducción que explica el origen y los propósitos de su trabajo. Ha decidido escribir El segundo sexo porque en su época persisten los debates sobre qué es una mujer y qué significa ser mujer. Diferentes teorías y pensadores se preguntan si la feminidad está determinada por la biología, por los comportamientos o por algún otro factor. Entonces, para comenzar a definir esta categoría, la autora trae su propia experiencia y resalta que se ve obligada a definirse como mujer sobre todas las cosas. Observa que, por el contrario, los hombres no parecen tener esta necesidad. Esto la lleva a explicar que la mujer es la Alteridad, porque el hombre es definido como lo esencial en el mundo. A pesar de que ambos son seres humanos, el hombre es el Uno, el sujeto, y la mujer es el Otro, un mero objeto. Es el hombre quien define a la mujer como su contrario, y ella no tiene posibilidades de concebirse a sí misma por la positiva.
De todas maneras, Beauvoir anuncia desde el inicio que las mujeres tienen la responsabilidad de modificar esa realidad y superar los términos en los que se configuran las relaciones entre ambos sexos; la mujer debe redefinirse y desarrollarse como sujeto para cambiar su situación. En ese sentido, establece una comparación con otros grupos humanos oprimidos, como los proletarios, los judíos o los afrodescendientes en Estados Unidos. Sin embargo, señala que la mujer tiene una dificultad particular: ellas no pueden simplemente aniquilar a su opresor; las mujeres y los hombres se necesitan mutuamente para sobrevivir y reproducir la especie.
En este apartado introductorio Beauvoir señala que esta liberación no se basa en la "felicidad" de las mujeres (dado que la felicidad es relativa e imposible de medir), sino que adopta la perspectiva de la moral existencialista: "Todo sujeto se afirma concretamente a través de los proyectos como una trascendencia, sólo hace culminar su libertad cuando la supera constantemente hacia otras libertades; no hay más justificación de la existencia presente que su expansión hacia un futuro indefinidamente abierto" (63). Una persona es libre y por lo tanto se desarrolla como sujeto si trasciende sus propios límites constantemente, busca y logra ir más allá, superarse, transformarse y transformar la realidad circundante. A lo largo de su libro explicará detenidamente cómo el hombre puede efectuar esa trascendencia, pero la mujer no. En esta primera parte de la obra, sin embargo, comienza por analizar los modos en que tres disiciplinas fundamentales definen a la mujer: la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico.
Primera parte: Destino
Capítulo primero. Los datos de la biología
El capítulo dedicado a la biología considera dos grandes preguntas: ¿qué representa la hembra en el reino animal? y ¿de qué modo particular se realiza la hembra en la especie humana?. A partir de allí, la autora señala que la división de los individuos en dos sexos claramente delimitados no es universal en la naturaleza. Por ejemplo, los organismos unicelulares se reproducen de manera individual y existen especies hermafroditas. A su vez, recuerda que, según la teoría de la evolución, ningún sistema biológico es superior a otro. Así, discute con filósofos como Platón y Hegel, que dan por sentada la división en dos sexos como algo natural. Además, resalta teorías sociales que discriminan a las mujeres basándose en supuestos criterios biológicos: o parten de presupuestos errados o establecen analogías entre la anatomía y el comportamiento que son demasiado forzadas. Por ejemplo, algunas corrientes de pensamiento creen que el funcionamiento de las gónadas masculinas y femeninas pueden explicar los modos de ser de los hombres y las mujeres respectivamente, pero Beauvoir demuestra rápidamente que esto es falso. Este tipo de propuestas insisten en que la mujer, en tanto que hembra, es pasiva. Es así que Beauvoir advierte cuán científicamente errado es asumir que la "batalla de los sexos" en las sociedades humanas se funda en la naturaleza. La filósofa cita múltiples ejemplos en los que individuos de diversas especies animales interactúan de diferentes maneras y no necesariamente reproducen una dominación de los machos sobre las hembras.
Por otra parte, se analiza cómo la pubertad es una crisis mayor para las mujeres que para los varones. En el caso de la mujer, el cuerpo se convierte en algo distinto a ella misma y esto la debilita como persona. La joven debe lidiar con su función reproductiva que, más allá de su voluntad, produce menstruaciones y eventualmente embarazos y partos, lo cual implica dolores y alteraciones marcadas del cuerpo. El varón, por su parte, no experimenta incomodidades semejantes en su desarrollo sexual. Desde esta perspectiva, Beauvoir señala que, con frecuencia, las mujeres que ya han pasado por la menopausia son consideradas como una suerte de tercer sexo, porque si bien no son hombres, tampoco son mujeres, ya que han perdido su capacidad reproductiva. Finalmente, la autora admite que estos factores biológicos sobre el ser humano son significativos y deben ser considerados a la hora de analizar la condición de la mujer de manera integral. No obstante, son insuficientes, y concentrarse solo en la biología implica encerrar a la mujer en un destino específico, como si apenas fuera la hembra de una especie y su única misión fuera reproducirse.
Capítulo II. El punto de vista psicoanalítico
En el capítulo dedicado al psicoanálisis, Beauvoir retoma, analiza y critica a grandes teóricos como Freud y Adler. La filósofa explica que el primero presupone que la mujer se asume a sí misma como una versión fallida del hombre y lo refuta sosteniendo que no es la estructura psíquica humana sino la sociedad la que lleva a la mujer a verse como un ser inferior. De manera general, critica al psicoanálisis por no preguntarse cuál es el origen de la diferencia sexual y por ignorar la relevancia de las elecciones y los valores; estas teorías, de un modo u otro, dan por sentado que los impulsos sexuales humanos son dados por naturaleza. Para Beauvoir, los valores sociales están implicados en el funcionamiento de la sexualidad desde el comienzo. Eso significa que la sexualidad se desarrolla en cada individuo condicionada por la sociedad. En este punto, toma las propuestas que Sartre escribe en El ser y la nada para explicar su propia teoría: todo ser humano se define por una "búsqueda del ser", y la sexualidad es apenas una parte de esa búsqueda. Es decir que el humano no solo puede trascender teniendo hijos, sino que también puede hacerlo produciendo arte o ciencia, o generando algún impacto en el mundo que lo rodea.
A continuación, se detallan los modos en que la visión de la autora se diferencia de las teorías psicoanalíticas, que, de todas maneras, son reconocidas como aportes importantes para analizar el tema de la mujer. En primer lugar, Beauvoir no presupone que la sexualidad sea dada por naturaleza, sino definida socialmente. En segundo lugar, asume que la mujer opera en un mundo moldeado por valores culturales y, por lo tanto, pasible de ser modificado: la mujer puede y debe actuar para ganar su propia liberación. Si bien las mujeres son cosificadas y configuradas como Alteridad, las circunstancias pueden cambiarse porque no son absolutas ni naturales.
Capítulo III. El punto de vista del materialismo histórico
El capítulo sobre el materialismo histórico se concentra en la historia de la diferencia entre el hombre y la mujer. Beauvoir retoma algunas ideas fundamentales de Engels: que los avances tecnológicos dan forma al progreso histórico y que el desarrollo de la propiedad privada ha llevado a la inferiorización social de la mujer dado que el hombre se convierte en el proveedor dentro del grupo familiar. De todos modos, la filósofa indica que esta teoría se queda en un nivel superficial porque no explica qué determinó esos desarrollos históricos. Se propone que los factores que crean una condición de inferioridad para la mujer son anteriores y van más allá de la división sexual del trabajo. Los materialistas históricos como Engels no integran en su análisis elementos que Beauvoir considera nucleares, como el parto, la maternidad y la sexualidad. Es por ello que es necesario superar estas teorías para explicar la situación de la mujer.
Análisis
Beauvoir comienza su libro afirmando que es irritante escribir sobre el tema de la mujer, especialmente para las mujeres. Establece desde el inicio que su propósito es correctivo: no escribe porque su condición de mujer la lleve a preferir este tema sino porque es necesario revisar y refutar los múltiples análisis que de un modo u otro confunden o violentan la identidad femenina. El hecho de que las mujeres son inferiores a los hombres está incorporado en el sentido común y la autora identifica cómo esa concepción jerárquica de la diferencia sexual se filtra en teorías muy diversas, dentro de disciplinas muy divergentes y en ideologías que van desde el conservadurismo religioso hasta el socialismo rebelde. Es por ello que la primera parte de El segundo sexo está dedicada a evaluar y corregir definiciones de la mujer y la feminidad que resultan incorrectas o insuficientes dentro de la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico. Metodológicamente, esto implica apropiarse de algunas herramientas teóricas de esas disciplinas y, al mismo tiempo, distanciarse de los aspectos que la autora considera equivocados para ir sentando las bases de lo que será su propia teoría.
La autora identifica sus propios sesgos, y este es un modo de demostrarle a los lectores que todo pensador produce teorías desde una posición específica en la sociedad: no existe una teoría totalmente objetiva; cada intelectual responde de alguna manera a determinados intereses y escribe dentro del marco de una cultura, una época, un paradigma: "todo ser humano concreto siempre tiene un posicionamiento singular" (48). Al comienzo de la introducción, la autora usa por un instante la primera persona y afirma que, cuando debe definirse a sí misma, lo primero que debe señalar es: "Soy una mujer" (49), mientras que ningún hombre debe señalar su propia masculinidad al presentarse. Así, Beauvoir entreteje sus conocimientos como intelectual y sus experiencias como mujer para producir esta obra fundamental del feminismo del siglo XX. Esto se plasma en las múltiples fuentes de análisis que retoma a lo largo del libro: textos científicos, tratados filosóficos, teoría política, obras literarias, representaciones artísticas, testimonios y experiencias personales.
En ese sentido, se destaca el capítulo dedicado a la biología y el enorme caudal de información científica que la autora despliega con precisión, detalle y claridad. Esto demuestra su alto nivel de investigación: considera que los factores biológicos deben ser analizados como componente de la definición de la mujer, y por eso los estudia en profundidad. De este modo, da poder y legitimidad a su propia voz afirmándose como autoridad en el asunto. Al mismo tiempo, aprovecha su voz autorizada para cuestionar desde las bases y formular preguntas que, en principio, resultan inesperadas, tales como: ¿qué representa la hembra en el reino animal?, o ¿cómo se realiza la hembra en la especie humana? Luego formula cuestionamientos equivalentes al revisar el psicoanálisis y el materialismo histórico: busca desarmar las concepciones naturalizadas de cada disciplina planteando interrogantes desde lo más básico. La formulación de preguntas, además, invita a los lectores a participar de modo activo, buscando posibles respuestas y rompiendo con sus propios prejuicios.
Las páginas iniciales de El segundo sexo también marcan el tono general de la obra: la autora es asertiva, analítica y rebelde; se apropia de herramientas divergentes y discute incluso con los autores -hombres- más dominantes y célebres en la época. Esto puede leerse con nitidez en las críticas contundentes que elabora sobre sus lecturas agudas de las teorías de Freud y Engels, entre otros. Es preciso recordar que, para los intelectuales franceses de izquierda de mediados del siglo XX, el psicoanálisis y el materialismo histórico son dos de las disciplinas más relevantes y más respetadas a la hora de crear una visión científica y política del mundo. El uso inteligente e irreverente de las fuentes teóricas es una de las características más destacadas de esta autora, enfatizada por el hecho de que en su época son muy pocas las mujeres que pueden desarrollarse como intelectuales.
Por otra parte, ya la Introducción y la Primera Parte ejemplifican la claridad y la buena organización de todo el libro: al comienzo de cada apartado expresa su foco y sus objetivos, y al final retoma todo lo planteado con uno o dos párrafos que funcionan como conclusión. Esto es especialmente útil dado que la densidad conceptual de la obra es muy alta. A su vez, esta estrategia de escritura le permite a la autora resaltar sus conclusiones y propuestas, que, paulatinamente, van creando no solo una visión feminista de la sociedad, sino también un llamado a la liberación de las mujeres. Simone de Beauvoir combina la teoría con la práctica política: busca explicar el mundo para luego transformarlo.
Por último, es necesario señalar que Simone de Beauvoir cuestiona la diferencia sexual como algo dado por la naturaleza, y subraya que la organización humana no es necesariamente tal y como la conocemos. Pone mucho énfasis en el hecho de que la categoría de mujer es una construcción social. Este es un aporte fundamental para toda la teoría feminista que se produce con El segundo sexo, que es sin dudas una de las mayores obras feministas de la historia. Algunos de los pilares del feminismo del siglo XXI se fundan en estos planteos. Sin embargo, la autora nunca usa el término "género" (usa la palabra "sexo"), y, en su concepción, la sociedad humana está compuesta de manera binaria por hombres y mujeres. Esto es actualmente discutido por buena parte del pensamiento feminista.