Resumen
VOLUMEN II: LA EXPERIENCIA VIVIDA
Introducción
El segundo volumen del El segundo sexo, titulado "La experiencia vivida", comienza con una brevísima introducción. En una página, Beauvoir afirma que las mujeres de su época están desarmando y destronando el mito tradicional de la mujer. Esto abre camino hacia una mayor independencia, pero todavía no se ha alcanzado la libración. Las mujeres en su conjunto aún no logran desarrollarse como seres humanos plenos; siguen dependiendo en gran medida del matrimonio, y la masculinidad continúa gozando de mucho prestigio. Entonces se propone analizar los contextos y las ideas que rodean la vida de la mujer y le dan forma a su visión, su carácter y su posición en el mundo. Al dar inicio a esta sección, la autora afirma su más célebre frase: "No se nace mujer: se llega a serlo" (p. 371).
Primera parte: Formación
Capítulo primero. Infancia
El primer capítulo de este volumen examina las maneras en que son típicamente tratadas las niñas durante sus primeros años de vida. La noción fundamental es que las niñas no nacen siendo mujeres, sino que son criadas para identificarse con ciertos comportamientos y tratamientos asociados con la feminidad. En este punto, Beauvoir se distancia profundamente del planteo de Freud. El psicoanalista propone que la niña le da naturalmente un sentido de frustración, de falta, de castración a su anatomía: al observar sus genitales y compararlos con los del varón, siente que le falta algo y, por eso, se considera a sí misma como un ser inferior. Para la filósofa, esto es cierto únicamente como consecuencia de un marco sociocultural; la psiquis de la niña no está naturalmente determinada a configurarse de esa manera, sino que depende del paso del tiempo y de la influencia de los adultos que la rodean. En esta misma línea, se defiende que las niñas y los niños tienen las mismas capacidades físicas hasta la pubertad. Es entonces cuando ellas comienzan a recibir un trato diferencial marcado y se espera que comiencen a comportarse como futuras mujeres. La crianza y la educación son muy diferentes según el sexo. En los varones se celebran la autonomía y la fuerza; en las niñas, la delicadeza y la obediencia. Así ellas se desarrollan como seres más débiles.
Luego, el libro se explaya con mayor detenimiento sobre la cuestión de la diferencia genital. La genitalidad es un factor importante en la formación de la identidad de los niños y las niñas; en este punto, Beauvoir coincide con el psicoanálisis, pero su descripción del proceso es distinta. La filósofa sostiene que los adultos valoran y celebran la sexualidad del niño para compensar su separación de la madre. Así se le enseña indentificarse con su pene como modo de independizarse y trascender. El pene es visto como una parte muy importante del cuerpo que, al mismo tiempo, es un objeto separado del cuerpo. La sexualidad de las niñas, por su parte, no es celebrada, ni siquiera reconocida, lo cual les genera una profunda confusión. Con frecuencia registran estas distinciones y desean ser varones. Ellas no pueden proyectarse sobre ninguna parte de sus propios cuerpos y se vuelcan a jugar con muñecas. Por ese motivo, también quieren llamar más la atención y, como no desarrollan un orgullo propio de manera autónoma, necesitan la aprobación de los adultos. Se convierten a sí mismas en objeto. La gran diferencia con los postulados freudianos es que, para Beauvoir, las niñas no sienten una envidia del pene natural, innata, sino que esa envidia se desarrolla por el modo en que son criadas.
Desde temprana edad las niñas tienen responsabilidades domésticas y aprenden que las mujeres están restringidas a ese tipo de tareas. Si bien parecen madurar más rápido por ese motivo, quedan atrapadas en ese estado para siempre. Mientras tanto, los niños estudian, trabajan fuera de la casa, pasean, conocen a otros niños y emprenden aventuras; se ven estimulados a crecer y desean ampliar sus exploraciones. Otro aspecto importante de los primeros años de vida es la relación con la madre. Todos los niños creen que sus madres son superpoderosas: ellas les han dado la vida, los alimentan y los protegen. Sin embargo, las niñas aprenden rápidamente que es el padre quien tiene el verdadero poder. Por eso les cuesta identificarse con sus madres, a quienes ven como deficientes. Al mismo tiempo, se les enseña a ganarse el amor de los hombres a partir de la sumisión. Las historias que se les cuentan a las niñas, como la de Cenicienta y de la Bella Durmiente, dejan este tipo de enseñanzas. A través de estas modalidades, se enseña a la niña cuáles son sus limitaciones, y se les sugiere que el sexo es misterioso e impúdico, lo cual la lleva a pensar que su propio cuerpo es desagradable. Como se ha mencionado, la pubertad resulta más crítica para ella que para el varón; es una etapa muy asociada con la vergüenza y el dolor.
Capítulo II. La joven
En el segundo capítulo, Beauvoir se concentra en la adolescente. A partir de esta etapa, la mujer se enfoca sobre todas las cosas en esperar a un hombre. Mientras que para el varón tener un vínculo romántico y eventualmente casarse es apenas un aspecto de la vida, para la mujer será el más importante y determinante. Esta diferencia se materializa en los modos diferenciados en que se sigue criando a los y las jóvenes. Ellos desarrollan juegos y deportes más agresivos, ellas son cada vez más relegadas a la pasividad. Esto acentúa la debilidad física de las chicas, que se sienten débiles en un sentido más amplio, se ven a sí mismas como personas frágiles. Para la filósofa, las diferencias anatómicas no explican esta oposición entre la fuerza masculina y la fragilidad femenina, sino que se trata de una construcción marcadamente cultural. Las chicas deben ser pasivas y controlar todos sus impulsos, lo cual las lleva a la pereza, la improductividad, el resentimiento, el aburrimiento. A su vez, al concebirse como objetos se vuelven cada vez más frívolas; se obsesionan con su aspecto físico como modo de agradar a los hombres. A pesar de la potencia de estas imposiciones sociales, la joven es un ser humano, por lo que crece confundida y atormentada: vive en una constante tensión entre aceptar su destino femenino de pasividad y rebelarse para ser una persona libre. Es por esto que las mujeres tienden a ser herméticas, misteriosas, contradictorias e irascibles.
Capítulo III. La iniciación sexual
En el tercer capítulo, Beauvoir describe las reacciones de las niñas ante la propia sexualidad. El despertar sexual es analizado de manera general como un acto violento. Mientras que la transcisión es relativamente amena para los varones, las chicas deben aceptar su propia condición de dominadas. La sexualidad masculina con frecuencia es amenazadora para las mujeres. Esto ocurre tanto en un plano simbólico como en un plano real. Las jóvenes prácticamente no deciden cuándo, cómo y con quién tener sexo. Las relaciones sexuales muchas veces son en realidad violaciones y el embarazo siempre es un riesgo. Para Beauvoir, la mujer, de manera general, siente miedo al embarazo y al parto. Todas estas amenazas provocan una alienación respecto del propio placer: el cuerpo femenino siente dolor o no siente nada.
De este modo, la autora demuestra que el sexo es complicado por la distribución desigual de poder entre el hombre y la mujer. La sensibilidad de la mujer puede verse herida si el hombre es violento físicamente y también si es demasiado distante. A su vez, asumir la propia sexualidad es más conflictivo para la mujer porque desde pequeña se le ha enseñado a reprimir sus deseos. Por su parte, los hombres parecen concebir el contacto físico como una especie de guerra donde quieren imponer su fuerza, y hacen del sexo una práctica inherentemente violenta y desigual. De esta compleja estructura social se desprende la tendencia de las mujeres al masoquismo, en particular como manera de afrontar la vida sexual. Para la mujer, el placer y el dolor están vinculados: perder la virginidad y parir son momentos dolorosos de la sexualidad femenina y, al mismo tiempo, se espera que la mujer los disfrute. Además, todas las prohibiciones en torno a la sexualidad generan culpa en las mujeres que aceptan tener relaciones sexuales. Por estos motivos, muchas mujeres sufren de frigidez.
Capítulo IV. La lesbiana
En el cuarto capítulo se analiza la homosexualidad femenina. La autora asegura que no hay nada en el cuerpo de una mujer que la lleve a asumirse como lesbiana. No se trata de un destino anatómico, sino que es una elección marcada por el contexto social. La homosexualidad no debe juzagarse como mejor o peor que la heterosexualidad sino como respuesta a determinadas condiciones sociales. Para Beauvoir, es una respuesta a la pasividad impuesta a la mujer en los vínculos heterosexuales. La mujer no quiere verse limitada en su feminidad y recurre a la homosexualidad para sentirse más igual a su pareja. Por lo demás, algunas mujeres rechazan toda feminidad si se consideran a sí mismas poco atractivas porque descartan la posibilidad de seducir a un hombre. Se afirma que el amor lésbico puede ser más igualitario pero también más turbulento, porque las mujeres se permiten una comunicación más honesta, abierta y descontrolada entre sí, mientras que suelen reprimirse con los hombres.
Análisis
Al asumir con determinación la situación de inferioridad de la mujer en la sociedad como una realidad, Beauvoir se propone desarmar los modos como se construye esa opresión en la vida de la mujer. Si el primer volumen analiza la cuestión en un plano más abstracto, este segundo volumen se focaliza en las experiencias concretas. Es cierto que muchas de las aproximaciones presentadas son teóricas y que el análisis se vale de muchas generalizaciones. Sin embargo, es importante resaltar la aclaración que la propia autora hace hacia el final de la introducción: "Cuando utilizo las palabras «mujer» o «femenino» no me refiero, evidentemente, a ningún arquetipo, a ninguna esencia inmutable; en la mayor parte de mis afirmaciones hay que sobrentender «en el estado actual de la educación y de las costumbres». No se trata de enunciar verdades eternas, sino de describir el fondo común sobre el que se alza toda existencia femenina singular" (p. 367). En otras palabras, este análisis tiene el propósito de demostrar que la liberación de la mujer es posible a través de la modificación de su situación.
En ese sentido, es fundamental el resaltado de los años de formación de la niña como una serie consistente de preparaciones para la adultez. La mujer adulta funciona como Alteridad del hombre y como ser inferior porque ha sido sistemáticamente criada para operar de ese modo. Los ejemplos de la autora son claros al respeto: a la niña se le prohibe explorar su sexualidad libremente; debe agradar, ser frívola y coqueta; se espera que sea obediente, silenciosa y sumisa; no puede desarrollar su potencial fuerza física; queda desde temprano encerrada en el hogar y las tareas domésticas. Sería posible discutir con Beauvoir y argumentar que su descripción de la crianza de la niña y su pasaje por la juventud es demasiado generalizante y que no refleja la realidad de todas las chicas. De hecho, sus ejemplos parecen extremadamente centrados en contextos de la modernidad europea. De todas maneras, es planteo sirve para explicar muy bien cómo se construye la opresión de la mujer adulta, al menos en esas sociedades.
Otro aspecto crucial remarcado en esta sección es que la niña percibe desde temprana edad que es vista y criada como un ser diferente al niño: no solo se le exige ser pasiva, por ejemplo, sino que además observa cómo se celebra que el varón sea activo. Estas distinciones complementarias, sin dudas, preparan el terreno para que la dinámica heterosexual adulta sea la del amo y el esclavo. La mujer es criada para servir, ser obediente y dominada tanto como el hombre es criado para ordenar, dominar, someter. Es interesante notar que esta construcción comienza prácticamente desde el nacimiento, pero se potencia y delinea con claridad en la pubertad. Eso significa que, al menos en las culturas occidentales que tanto el psicoanálisis como la propia Beauvoir tienen en mente, el sexo y la sexualidad son elementos fundamentales de la organización social.
También es preciso destacar cómo la desigualdad entre el hombre y la mujer se plasma en la visión del sexo heterosexual como un modo de ejercer la violencia. En términos reales o simbólicos, para la joven, las relaciones sexuales con un hombre siempre son violentas. La interpretación de Beauvoir del lesbianismo se desprende de esa afirmación. El capítulo dedicado a la lesbiana se propone disipar una serie de visiones erradas típicas de la época. Por ejemplo, se sostiene que "Es corriente representarse a la lesbiana tocada con un sombrero de fieltro, cabellos cortos y corbata; su virilidad se considera una anomalía derivada de un desequilibrio hormonal" (p. 517). La filósofa subraya, por el contrario, que esa es una noción errada, que no hay una determinación anatómica ni química hacia la homosexualidad. Por el contrario, asegura, se trata de una elección determinada por el contexto social que oprime a la mujer.
Ahora bien, a pesar de que es posible identificar la intención de la autora de desbaratar la discriminación contra las lesbianas, lo cierto es que desde una perspectiva contemporánea, buena parte de sus planteos son inconsistentes. Algunas de sus ideas sobre la sexualidad resultan poco sensibles, inapropiadas o incluso ofensivas en la actualidad. En primer lugar, como su esquema social es binario (todos los individuos son hombre o mujer), sostiene que las lesbianas se ven a sí mismas como mujeres, lo cual no es necesariamente así. Además, considera la posibilidad de que algunas mujeres recurran al lesbianismo porque no pueden atraer a los varones: "una mujer poco agraciada, malformada, puede tratar de compensar su inferioridad adquiriendo cualidades viriles" (p. 518). Así, no solo afirma que la orientación sexual puede verse determinada por características físicas, sino que además confunde el lesbianismo con la virilidad. Y, al mismo tiempo, asegura que el lesbianismo es un modo de escapar a la dominación del hombre. En suma, este apartado de su análisis resulta inconsistente (y hasta ridículo), y se basa en premisas equivocadas tanto científica como ideológicamente. De todas maneras, es preciso recordar que el libro se publica en un contexto muy diferente al actual.