Resumen
VOLUMEN II: LA EXPERIENCIA VIVIDA
Tercera parte: Justificaciones
Beauvoir dedica la tercera parte de la obra a analizar las características de las mujeres que buscan una liberación individual y las clasifica en tres grandes grupos: la narcisista, la enamorada y la mística. Luego, incluye un capítulo final donde contempla la vida de la "mujer independiente" de su época. Este apartado constituye la cuarta parte de El segundo sexo, que da pie a la conclusión final.
Capítulo XI. La narcisista
La autora comienza el capítulo explicando que el narcisismo es una actitud relativamente frecuente que surge de la situación social de opresión vivida por la mujer. Se trata de un proceso de alienación psíquica: la mujer se ve a sí misma como objeto e intenta darle sentido a su vida cuidando de manera extrema su aspecto físico; le da a su cuerpo un valor supremo. Este mecanismo es un intento de lidiar con la cosificación. La autora ha demostrado que la mujer no puede existir como sujeto porque no se le permite trascender. Las narcisistas tratan de trascender usando sus propios cuerpos como proyecto, intentando dominar la naturaleza de sus cuerpos. La autora aclara que "Porque no son nada, muchas mujeres limitan orgullosamente sus intereses a su yo" (pp. 791-792). El narcisismo femenino, pues, es una trampa: la narcisista parece engreída y conforme con su aspecto físico pero, en realidad, lucha contra la profunda angustia de no poder realizarse como ser humano.
Es por ello que, según la autora, hay más narcisistas mujeres que varones. A ellas se las estimula desde pequeñas a concentrarse en demasía en su belleza y su aspecto físico, mientras que a ellos se les celebran otras cualidades. Por otra parte, se resalta que las mujeres suelen tener un mayor sentido de nostalgia por los años de su infancia, porque en esa etapa todavía no son vistas como objetos. La filósofa cree que la mujer adulta sufre porque se espera que encarne una serie de funciones generales (como ser esposa o ser madre) en vez de poder existir como individuo, como lo hacen los niños y los hombres. Las mujeres se sienten incomprendidas y están menos afianzadas a la realidad, lo cual hace que se fijen en sí mismas todavía más. Quieren, como todo ser humano, ser reconocidas como importantes por aquellos que las rodean porque no tienen habilidades o producciones valiosas para ofrecer como aporte a la sociedad. Este tipo de mujer no logra construir vínculos genuinos, porque insiste en ser el centro de atención. Además, no se conoce realmente a sí misma ni a la realidad circundante. Aunque las narcisistas pueden parecen fuertes y ensimismadas, en verdad son débiles, porque todo el valor que se dan a sí mismas depende de cómo las ven los demás.
Capítulo XII. La enamorada
El siguiente capítulo discute otro tipo de alienación típicamente femenina. Cierto tipo de mujer enamorada disuelve su propia identidad en su amante para darle sentido a su vida. De acuerdo con Beauvoir, se espera que las mujeres se consuman en su amor por un hombre y esto consume todas sus energías, porque se dedican por completo a complacer a ese amante. Por el contrario, para el hombre, las relaciones amorosas son apenas una porción de la vida; no determinan su existencia entera. Gracias a esta desigualdad, la mujer siempre se siente decepcionada por su amante, porque espera demasiado de él. La enamorada pone al amado en un pedestal, y cuando encuentra cualquier defecto en él, se siente devastada. Y existe otra contradicción inherente al amor de la mujer por el hombre: ella quiere que el hombre sea como un dios y, al mismo tiempo, desea poseerlo por completo. De modo semejante, la mujer está dispuesta a entregarse por completo a su amante y espera que él valore ese sacrificio. Para la enamorada, el amor de su amante le da sentido a su propia existencia. Muchas mujeres, de acuerdo con la filósofa, solo se perciben como personas valiosas si un hombre las ama.
La situación de la enamorada puede ser muy peligrosa, porque la mujer depende demasiado del hombre. Tanto es así que muchas mujeres adoran a sus amantes como si fueran dioses. Es por ello que, con frecuencia, el final de un romance deja a la mujer completamente arruinada: ella pierde potenciales beneficios económicos y siente que su vida pierde sentido. Por otro lado, los hombres suelen recuperarse con mayor facilidad de una separación. En la misma línea, esperar el reencuentro con un amante es mucho más tormentoso para la enamorada porque el tiempo que pasa sola no vale nada; solo cobra relevancia cuando está junto al hombre. El uso del tiempo que hacen mujeres y hombres cuando están separados es muy diferente: ellas buscan matar el tiempo, mientras que ellos lo aprovechan de manera productiva. En suma, la enamorada se siente permanentemente torturada por su situación. Beauvoir cree que la solución para este tipo de relación dolorosa y desequilibrada llegará cuando tanto la mujer como el hombre sean reconocidos como individuos igualmente libres. Entonces se amarán y pasarán el tiempo juntos cuando ambos así lo deseen, no por necesidad.
Capítulo XIII. La mística
Este capítulo analiza otro modo de alienación de la mujer. En este caso, no disuelve su persona en su aspecto físico ni en un amante sino en la adoración a Dios. En varios aspectos, se comporta de manera semejante a la enamorada, pero su amor no está dirigido a un hombre de carne y hueso. La mística, en tanto que mujer oprimida, busca darle sentido a su vida, quiere sentirse especial y necesitada por los demás. La autora identifica algunas características de la devoción religiosa (particularmente del cristianismo) que coinciden con esta alienación. Por ejemplo, Dios es todopoderoso, los fieles son sus súbditos, se espera que obedezcan su palabra e incluso deben ponerse de rodillas en determinadas situaciones. Algunas místicas establecen una adoración más abstracta, en el plano de las ideas, y otras viven la aliencación de una manera erotizada.
Carta parte: Hacia la liberación
Capítulo XIV. La mujer independiente
La cuarta parte de la obra está compuesta por apenas un capítulo, "La mujer independiente". Allí se examinan los modos en que las mujeres que han alcanzado cierto grado de independencia en la época de la autora luchan por su liberación. Beauvoir reconoce que las mujeres han ampliado sus derechos, pueden trabajar por fuera de la casa y ganar dinero y, por lo tanto, reclaman su independencia. Ahora bien, también señala que las libertades civiles son meramente abstractas si no van acompañadas por una autonomía económica rela. Para las mujeres aún es muy difícil trabajar fuera del ámbito doméstico. Se encuentran en una situación económica desventajosa, sus salarios son inferiores y siguen dependiendo de los maridos. Al mismo tiempo, deben combinar esas responsabilidades con las tareas domésticas y la maternidad, que descansan casi exclusivamente sobre ellas. La autora asegura que la verdadera liberación solo puede darse en el seno de una sociedad socialista donde tampoco sea explotada como trabajadora.
La filósofa concluye que las mujeres se encuentran a mitad de camino en su proceso de liberación, y todavía deben enfrentar una serie de obstáculos complejos. Por ejemplo, muchas veces, las imposiciones de la feminidad son incompatibles con la vida de la trabajadora. Las mujeres más productivas en la sociedad son las menos femeninas y viceversa. Esto se ve en un plano material, con respecto al aspecto físico, y en un plano más abstracto, ya que las mujeres inteligentes son consideradas como arrogantes o dominantes y resultan menos atractivas para los hombres.
La autora asegura que esta desigualdad persiste con mayor fuerza en las relaciones sexuales entre hombres y mujeres. El sexo presenta una contradicción para la mujer independiente porque está configurado como una práctica que subordina a la mujer. Típicamente, el hombre es más dominante y da inicio al encuentro, que muchas veces es vivido como amenaza para la mujer. De esa manera, el vínculo sexual con el hombre complica la autonomía de la mujer y dificulta su capacidad de sentirse productiva. Por otra parte, las relaciones sexuales implican la posibilidad del embarazo, y la maternidad continúa imponiendo restricciones y expectativas domésticas a la mujer. Dado que los derechos sexuales y reproductivos siguen siendo determinados por el hombre, la mujer se encuentra aún en una posición de desventaja con respecto a la reproducción.
Finalmente, la autora comenta que las mujeres ligadas a las esferas más creativas, como las actrices, las cantantes y las bailarinas siempre han gozado de un cierto grado de independencia sin dejar de ser femeninas. De todos modos, este tipo de artistas no llegan a producir las grandes obras de la humanidad. Estas han sido siempre el fruto del trabajo del hombre, ya que la mujer, al estar oprimida, no puede ser genial. La genialidad es, para Beauvoir, una combinación de talento y locura que no está habilitada para la mujer. No obstante, un cambio en las circunstancias permitirá el desarrollo artístico y creativo de la mujer como ser humano pleno.
Conclusión
El apartado donde se explaya la conclusión final de El segundo sexo reitera e integra las ideas principales de la obra. Se resalta que los hombres y las mujeres no se sienten satisfechos al relacionarse porque estas últimas son oprimidas y, por lo tanto, todos viven en una sociedad caracterizada por la desigualdad. La dinámica de los vínculos entre ambos sexos está configurada como un combate o una batalla porque uno procura dominar al otro sistemáticamente.
No obstante, Beauvoir observa que, en su presente, la mujer ya no se subyuga tanto al hombre, sino que intenta, de diversas maneras, romper sus cadenas y liberarse. La mujer ha sido cómplice de su propia opresión a lo largo de la historia porque se la ha cosificado de manera demasiado eficaz. Esa situación está cambiando en el momento de publicación de esta obra. En este punto, la filósofa se encarga de refutar algunas ideas de su época que van contra la liberación de la mujer. Los argumentos conservadores de aquellos que quieren mantener los valores tradicionales son presentados como ingenuos, simplistas y nostálgicos.
Se asegura que la liberación de la mujer tendrá un impacto positivo, tanto para ella misma como para la sociedad en su conjunto. De hecho, la autora cree que la mujer libre puede continuar colaborando con la trascendencia del hombre siempre y cuando esta sea una relación recíproca y el hombre también contribuya con la trascendencia de la mujer. Esta reciprocidad basada en la igualdad hará que hombres y mujeres no se definan como sujeto y objeto respectivamente, sino que ambos puedan desarrollarse como sujetos, como personas plenas.
Análisis
La tercera parte de la obra de Beauvoir se concentra en los modos como las mujeres reaccionan ante su situación opresiva. Para ello, la autora comienza dejando en claro que ciertas tendencias -como el narcisismo, el enamoramiento obsesivo y el misticismo- no son condiciones naturales ni fundamentales de las mujeres, sino que son respuestas al contexto que las limita como seres humanos. En el capítulo sobre la narcisista, de hecho, se explica que, en ciertos períodos históricos, es común la noción de que toda mujer es narcisista. Para probar lo contrario, se demuestra que, en realidad, se trata de un intento de trascendencia. Lo mismo ocurre en "La enamorada" y "La mística", capítulos que completan esta sección. A pesar de que estas mujeres fijan su alienación en distintos objetos (la narcisa se concentra en su propio cuerpo, la enamorada en su amante y la mística en dios), los tres tipos responden a la misma situación opresiva e intentan librarse de ella. Como ha declarado al finalizar la segunda parte del segundo volumen, la autora tiene la convicción de que esa liberación solo puede ser colectiva. Estos intentos individuales están condenados al fracaso porque no cambian la situación social de la mujer en su conjunto.
La cuarta parte se destaca al interior de El segundo sexo porque resalta aspectos positivos de la mujer contemporánea a la autora, mientras que en la mayor parte del libro se ha dedicado a señalar, analizar y desarmar una extensa y compleja serie de aspectos negativos que caracterizan la personalidad y la situación de la mujer a lo largo de la historia y de diferentes culturas. Sin embargo, la autora sigue siendo marcadamente crítica y registra todas las problemáticas que aún quedan por resolver. Y se vale de las bases que ha sentado desde el inicio del libro para hacerlo. Así, esta última parte integra toda la teoría de Beauvoir como una perspectiva válida para interpretar tanto el pasado como su presente. En sintonía, se siguen aplicando nociones de la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico, entre otras disciplinas, para conceptualizar la situación de la mujer y las principales instituciones implicadas en el asunto, como el matrimonio, la maternidad y el trabajo.
De hecho, así como identifica un conjunto de avances significativos, como las leyes que permiten el sufragio femenino y el divorcio, también exhibe su insuficiencia. Estos derechos son meras abstracciones en la medida en que la mujer no goce de independencia económica (porque sigue necesitando al hombre para sobrevivir), y esta solo se consigue mediante el trabajo. En este punto, la mujer encuentra dos obstáculos gigantescos, de acuerdo con el análisis de Beauvoir. Por un lado, las tareas domésticas y la crianza de los niños siguen siendo su entera responsabilidad, lo cual limita la energía que puede dedicar al trabajo fuera de casa. Por el otro, el trabajo en las sociedades capitalistas es siempre opresor y, por lo tanto, la liberación definitiva de la mujer solo es posible en las sociedades socialistas. Es preciso recordar que Simone de Beauvoir es una intelectual que adscribe al proceso revolucionario llevado a cabo en Rusia durante el siglo XX.
La conclusión que da cierre a la obra no es apenas un resumen de sus ideas principales. La filósofa comienza recapitulando ciertos conceptos clave, como la concepción de la mujer como Alteridad, la búsqueda de la trascendencia propia del ser humano y la caracterización negativa de la mujer dadas las circunstancias sociales que la limitan. Además, estos planteos se integran y refuerzan, ya que Beauvoir asegura que la desigualdad social entre el hombre y la mujer es problemática para toda la humanidad. No es una cuestión que afecta apenas los intereses particulares de las mujeres. La opresión de la mujer implica que las dinámicas sociales entre los sexos tienen la forma de un combate, de una guerra, y tiene consecuencias negativas para todas las personas.
Es por ello que la autora da fin a su libro sugiriendo algunos de los beneficios que tendrá la liberación de la mujer para el conjunto social. Por ejemplo, las relaciones amorosas heterosexuales podrán construirse de manera genuina; la mujer libre e independiente puede elegir a su pareja motivada por el amor y el deseo, y no por la necesidad, y, de manera complementaria, el hombre puede encontrar satisfacción real y positiva en este vínculo sin intentar dominar a la mujer. En términos argumentativos, dar cierre a la obra de esta manera es una gran estrategia, ya que desarma las posibles resistencias que los hombres, que continúan siendo dueños del poder social, puedan oponer a sus planteos centrales. De esa manera, también, subraya la relevancia social general de su teoría y deja en claro que no se limita a defender los intereses sectoriales particulares de las mujeres.