Tom cree que Dickie se enojará si se entera que lo envió Mr. Greenleaf, pero es justamente eso lo que le gana su confianza (Ironía situacional)
Cuando Tom conoce a Dickie en Mongibello, está decidido a no revelar que fue a pedido del Mr. Greenleaf, ya que teme que Dickie se enoje por ello. Sin embargo, rápidamente advierte que no le cae nada bien a Dickie y, cuando finalmente da por perdido su vínculo con él, le termina confesando la verdad y se gana con ello su confianza y simpatía. Esta resolución es irónica, puesto que el elemento que más podía echar por la borda los planes de Tom es el que termina por conquistarle la amistad de Dickie. A su vez, esta ironía sugiere una diferencia significativa entre ambos personajes. Mientras que la honestidad y la franqueza incomodan profundamente a Tom, quien siempre prefiere obrar en las sombras y a través de mentiras, estos valores son de gran importancia para Dickie.
Tom cree que Dickie lo prefiere a él antes que Marge, aun cuando todo lleve a suponer lo contrario (Ironía dramática)
Cuando su relación con Dickie empieza a resquebrajarse, Tom proyecta la mayor parte de sus frustraciones y miedos en Marge. Él la considera estúpida por no darse cuenta de que Dickie lo prefiere, aunque todos los comportamientos y actitudes de Dickie, sin hablar de la larga historia compartida con ella en Mongibello, indiquen exactamente lo contrario. Este es un ejemplo de ironía dramática, ya que los lectores advertimos mucho antes que Tom el hecho de que Dickie no elige su compañía. A Tom no le falta evidencia para comprender las cosas, pero se encuentra tan emocionalmente involucrado en su relación con Dickie que niega lo que a los lectores nos resulta obvio. Esta falta de una perspectiva realista es curiosa en contraste con la gran capacidad de observación e interpretación de los otros que caracteriza a Tom. Indudablemente, el cariño y el afecto le juegan en contra a la agudeza de su mente.
Los anillos de Dickie deberían constituir una de las pruebas más concluyentes para condenar a Tom, pero terminan colaborando con que salga impune (Ironía situacional)
Cuando Tom asesina a Dickie, decide quedarse con sus anillos para completar el ‘disfraz’ que le ayudará a ocupar su nueva identidad. Estos lujosos anillos son un elemento indisociable de la identidad de Dickie: complementan tanto su aspecto como su estatus de clase, y él los llevaba siempre puestos en vida. Aunque Tom es consciente de que tener los anillos constituye una evidencia casi irrefutable de su relación con la desaparición de Dickie, decide quedarse con ellos de todos modos. Hacia el final de la novela, Marge los encuentra casualmente en el palazzo de Venecia que Tom ha alquilado. La situación se vuelve tan apremiante que Tom considera asesinarla para que no lo delate. Sin embargo, el conflicto se resuelve de una manera irónica: Tom esboza una mentira poco creíble acerca de que Dickie se los dio para que los cuide en su ausencia y Marge, en lugar de desconfiar de él, toma el evento como una prueba de que Dickie se ha suicidado. El hecho de que Marge y Mr. Greenleaf se aferren tanto a esta idea termina obstaculizando la investigación acerca de la desaparición de Dickie.
Peter consuela a Tom cuando piensa que llora por la muerte de Dickie. Lo que no sabe es que se lamenta por la culpa que le produce haberlo asesinado (Ironía dramática)
Cuando ya parece liberado de la amenaza de la ley, Tom comienza a pasar mucho tiempo con Peter Smith-Kingsley, un joven amable y generoso que ha conocido en Venecia. Un día, mientras conversa con Peter, Tom comienza a recordar nostálgicamente sus tiempos de amistad con Dickie. En ese momento imagina que podría asesinar a Peter del mismo modo en que lo hizo con él y se culpa a sí mismo por su imprudencia e impulsividad. Tom le tenía afecto a Dickie y aún podría vivir y viajar con él si tan solo tuviera algo de autocontrol. El remordimiento ocasiona que Tom comience a llorar y Peter intente consolarlo: “—Me temo que hubieras reventado de no desahogarte de ese modo —dijo comprensivamente Peter” (284). A diferencia de los lectores, Peter ignora la culpabilidad de su amigo y lo consuela como si fuera víctima de lo sucedido.