El talento de Mr. Ripley

El talento de Mr. Ripley Citas y Análisis

“Míster Greenleaf era tan buena persona que daba por sentado que todos los demás seres humanos lo eran también. Tom casi se había olvidado de que existiera gente así”.

Narrador, Capítulo 2, p. 14

Tom ha tenido una vida difícil en comparación con la de la familia Greenleaf y, como resultado, está configurado psicológicamente para concebir el mundo de una manera diferente. Él asume que todas las personas están desesperadas por progresar a toda costa y que no perderán ocasión de aprovecharse de todo a su alcance, inclusive de otras personas. Sin embargo, la riqueza y la comodidad que posee Mr. Greenleaf hacen de él un sujeto confiado. Sin siquiera conocerlo, Greenleaf se abre honestamente con Tom y le ofrece una oportunidad inigualable. Tom reconoce su bondad y, aunque se aprovecha de ella para escapar de Nueva York, tiene la intención de ayudarlo genuinamente. Sin embargo, sus planes cambian drásticamente al conocer a Dickie.

"—¡Es un mariquita! ¡Un mariquita de arriba abajo! ¡Igual que su padre!
Resultaba en verdad pasmoso que aquella forma de tratarle no le hubiese causado un trauma imborrable. Tom se preguntaba por qué su tía decía que su padre era un mariquita. Nunca había sido capaz de aducir nada que lo probase. Nunca".

Narrador, Capítulo 6, p. 42

Tom rememora un día de su infancia en el que su tía Dottie se burló de él delante de una amiga debido a que lo vio llorando. El pasaje ilustra el modo en que el tema de la homosexualidad y la homofobia ocupan un espacio problematico en la vida de Tom desde su niñez. Con el correr de los capítulos, veremos nuevas escenas de homofobia a las que este personaje responderá mediante la violencia y el crimen: Tom mata a Dickie luego de que este lo desprecie por ‘invertido’, y algo similar sucede con Freddie, a quien asesina cuando comienza a sospechar de una posible relación entre Dickie y él. Esta cita posee, a su vez, cierta connotación irónica, en tanto Tom se extraña de que el trato de su tía no le haya ‘causado un trauma imborrable’, cuando la evidencia nos permite advertir a los lectores de que este personaje dista mucho de tener una mentalidad sana.

“Así era: el presente y futuro de Tom Ripley”.

Narrador, Capítulo 6, p. 45

Mientras viaja en barco rumbo a Europa, Tom compra un gorra y juega a impostar diferentes personalidades con el objeto de parecer más interesante para el resto de los pasajeros. Él desea que los demás lo consideren un americano distinto al resto de sus compatriotas, menos ruidoso e indiscreto que el común, o incluso espera que lo tomen por algún joven empresario exitoso que “seguro tiene algún asunto importantísimo en mente” (45). La escena es relevante por dos motivos: en principio, porque inaugura una nueva etapa de la novela, ya que el capítulo siguiente encuentra a Tom en Europa, lugar donde consigue finalmente encarnar el rol de joven adinerado que tanto anhela. Pero, además, permite ilustrar la particular relación entre fantasía y actuación que tanto caracteriza al protagonista. A diferencia de otras personas, Tom no solo fabula sobre sus futuros deseados, sino que encarna mediante la actuación el tipo de persona que desea ser y que los demás crean que él es. Su talento, en este sentido, consiste en alcanzar sus metas haciéndole creer al resto que ya las ha conquistado.

“—¿Piensas irte a casa para las Navidades?
Se lo había preguntado como sin darle importancia, en mitad de la conversación, pero lo cierto era que Dickie sabía perfectamente que no pensaba irse a casa para las Navidades. Es más, Tom no tenía casa, y eso Dickie lo sabía muy bien”.

Narrador, Capítulo 11, p. 102

Tom es un personaje muy reservado respecto a su vida personal. Su infancia como huérfano, al cuidado de su fría tía Dottie, no fue nada buena, y eso le hizo padecer grandes problemas de comportamiento y autoestima. Además, en la medida en que desea presentarse ante el mundo como un sujeto exitoso y seguro, considera que abrirse con las personas trae aparejado el peligro de que lo lastimen o de que descubran cómo es en realidad su vida. Este pasaje se produce cuando su relación con Dickie ya se ha deteriorado a un punto irreversible. La pregunta de Dickie no tiene como objeto saber algo de lo que ya es consciente, sino simplemente insinuarle que no pasarán Navidad juntos. Dickie es una de las pocas personas con las que Tom ha conseguido ser honesto respecto a su vida personal, y el hecho de que se libre de él con tanta simpleza sugiere que los motivos que llevan a Tom a ser reservado no están del todo equivocados.

“Tom se sobresaltó, luego sintió una aguda punzada de vergüenza, como en Mongibello al decirle Dickie:
—Marge cree que eres…”

Narrador, Capítulo 12, p. 106

En este pasaje, Tom recuerda la acusación que ha hecho Marge acerca de que él es homosexual y de que intenta conquistar a Dickie. Esta ‘punzada de vergüenza’ se produce luego de que Tom celebre las proezas de un musculoso grupo de acróbatas en la playa, y de que Dickie realice un comentario de desprecio al respecto. Tom ha tenido que lidiar con la homofobia desde su infancia, y su disidencia sexual es uno de los principales motivos que lo lleva a sentirse excluido de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, la falta de voluntad de Tom para confrontar sus deseos -entendible en cierto punto dada la época en la que se enmarca la historia- lo lleva a que solo pueda enfrentar su vergüenza eliminando la fuente que la origina. En este caso, el desprecio que percibe en Dickie es lo que termina por impulsarlo al crimen.

“Ello sumergía su existencia en una atmósfera peculiar y deliciosa de pureza, igual que la que probablemente sentiría un gran actor al salir al escenario a interpretar un papel importante con la convicción de que nadie podía interpretarlo mejor que él”.

Narrador, Capítulo 15, p. 144

Tom piensa en su personificación de Dickie y su nuevo estilo de vida como una forma de arte. Aunque ocupa la identidad de Dickie por necesidad, no por ello deja de encontrarlo emocionante, esclarecedor y casi trascendente. Tom concibe sus farsas y crímenes con la seriedad de un artista dedicado, perfeccionando su técnica y dejándose absorber por completo en su papel. Otros personajes de la novela, como Marge, Dickie, Freddie y Cleo, se dedican a algún tipo de práctica artística con el objeto de ganarse la vida de ese modo o, al menos, para identificarse públicamente como artistas. Sin embargo, Tom los supera a todos: con su forma de arte poco convencional, es quizás el personaje más dotado y entregado artísticamente a su obra.

“—Freddie Miles, has sido víctima de tu propia mente retorcida”.

Tom Ripley, Capítulo 15, p.153

Después de asesinar a Freddie, Tom justifica sus actos acusándolo de haber provocado su propia muerte. Para Tom, “Freddie pertenecía a esa clase de tipos que eran capaces de dar una paliza a quien tomasen por un afeminado” (149), y en el momento en que este cree descubrir que Tom y Dickie comparten un apartamento, su violencia homofóbica parece a punto de explotar. Antes de sospechar del crimen de Tom, Freddie parece creer que él y Dickie tienen una relación amorosa. Sea cual sea su sospecha, la decisión de Tom es asesinarlo para evitar problemas. Aunque este tiene una larga historia de maltratos por las presunciones ajenas acerca de su sexualidad, esta vez aduce un reclamo que puede considerarse justo para absolverse de la culpa de un asesinato.

“Tom no pensaba específicamente en la policía al imaginar un ataque contra su persona, sino que sus atacantes eran seres o cosas sin nombre, sin forma, rondando constantemente su cerebro como las furias”.

Narrador, Capítulo 23, p. 224

Desde el comienzo de la novela, Tom se nos presenta como un personaje paranoico, constantemente acosado por las posibles consecuencias de sus crímenes. Sin embargo, su mentalidad imaginativa le impide a veces conceptualizar sus miedos de un modo sensato, lo cual contrasta con la racionalidad fría y aguda con la que calcula sus delitos. Este pasaje se produce cuando ya consigue establecerse en Venecia y se entera paulatinamente de los avances de la investigación policial. En ese momento, caracteriza al peligro que lo acecha emparentándolo con las furias, entidades mitológicas de la Antigua Grecia que personificaban a la venganza y perseguían a los culpables para hacerles pagar sus crímenes.

“Amaba poseer cosas, no en gran cantidad, sino unas pocas y escogidas, de las que no quería desprenderse, pensando que eran ellas lo que infundían respeto hacia uno mismo. Sus bienes le recordaban que existía y le hacían disfrutar de esa existencia”.

Narrador, Capítulo 26, p. 258

Tom es un personaje materialista, pero ello no se debe únicamente al placer que encuentra en los objetos lujosos y los placeres. Él tiene un sentido de identidad inestable y poca autoestima debido, en parte, a los sufrimientos y desprecios que han caracterizado su vida. Los objetos con los que se rodea compensan estas carencias constitutivas de su personalidad y le transmiten una sensación de seguridad, estabilidad y estatus social. La reflexión que contiene este pasaje se produce mientras vive en su palazzo de Venecia, momentos antes de que Marge encuentre los anillos de Dickie que Tom ha dejado torpemente escondidos en un estuche. El contraste entre estos pensamientos y el descubrimiento de Marge ilustra la cara peligrosa de la afición a los bienes materiales que tanto obsesiona a Tom.

“—A un hotel, por favor —dijo Tom—. Il meglio, albergo. Il meglio, il meglio!”

Tom Ripley, Capítulo 30, p. 300

El talento de Mr. Ripley cierra con esta línea en la que se ilustra claramente lo feliz y realizado que se encuentra el protagonista. Tras descubrir que la policía no ha conseguido dilucidar los crímenes que ha cometido, y ahora que ha heredado el dinero y las posesiones de Dickie, Tom sabe que todo lo que siempre ha anhelado, todo lo que cree que necesita y merece para sentirse finalmente realizado, está al alcance de sus manos. De hecho, el diálogo reproduce sus indicaciones al chofer del taxi que ha tomado en el puerto, a quien le pide en italiano que lo lleve al mejor de los hoteles. El contraste entre el Tom que conocimos en los primeros capítulos, con apenas algo de dinero para subsistir en Manhattan y viviendo de prestado en un sucio apartamento, con el que se nos presenta en estas últimas páginas es más que contundente: Tom se ha salido con la suya. Sin embargo, en este capítulo se da a entender el precio que tiene que pagar a cambio: el peso de la culpa, la soledad y el cargar por siempre con su irrefrenable paranoia.

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