El talento de Mr. Ripley

El talento de Mr. Ripley Resumen y Análisis Capítulos 25-30

Resumen

Capítulo 25

Al día siguiente, Tom recibe un telegrama de Mr. Greenleaf anunciando que ha cambiado de opinión y que los visitará en su casa. Marge y Tom lo reciben en la estación de tren y terminan almorzando en un restaurante. Mr. Greenleaf se ve callado y Tom percibe que desea hablar con él en privado, sin Marge. Una vez en la casa de Tom, lo hacen.

En la conversación, Tom vuelve a sugerir la posibilidad de que Dickie se haya suicidado. Por su parte, Mr. Greenleaf manifiesta su deseo de encontrar al mentor de Dickie, el pintor Di Massimo, pero afirma que no ha podido localizarlo y que probablemente sea una mentira de su hijo. Finalmente, Tom lo pone al tanto acerca del hecho de que la policía estuvo buscando a Dickie por la aparición de la lancha en San Remo. El objetivo de Tom es adelantarse a la información que la policía le dará a Mr. Greenleaf y ganarse de ese modo su confianza. Tom intenta convencerlo de que el hecho de que Dickie no haya acudido a la policía para aplacar la sospecha es el principal motivo que lo hace considerar la posibilidad del suicidio.

Capítulo 26

Mr. Greenleaf regresa a su hotel y, esa noche, Marge insiste en asistir al cóctel al que los han invitado la noche anterior. La fiesta es en la casa de un estadounidense llamado Rudy Maloof, a quien Tom encuentra inculto y aburrido. Cuando advierte que Marge se ha emborrachado un poco, la saca a la fuerza de la fiesta con la excusa de que le molesta el modo en que hablan de Dickie.

Marge y Tom cenan con Mr. Greenleaf. Ese día lo encuentran de mejor humor porque ha hablado con su esposa, quien parece sentirse bien. Mr. Greenleaf planea regresar a Roma por la mañana.

De nuevo en el palazzo, Tom lee una carta de su viejo compañero de casa, Bob Delancey. Bob le informa que alguien ha estado utilizando su dirección para recibir cheques fraudulentos. La noticia no preocupa a Tom, ya que el tono de Bob es divertido y no le da relevancia al asunto. Sin embargo, esto reaviva el profundo desprecio que el protagonista siente por Bob, así como sus deseos de quedarse en Europa para siempre. Por primera vez en su vida, Tom siente que ha conseguido vivir de acuerdo a su propio gusto refinado.

Las reflexiones de Tom se interrumpen cuando Marge aparece anunciando que ha encontrado los anillos de Dickie en una de las habitaciones de la casa. Rápidamente, Tom se libra de la situación con una mentira, afirmando que Dickie le dio los anillos en Roma con la intención de que los cuidara si algo le sucedía. Mientras desarrolla su historia, Tom considera asesinar a Marge con el pesado tacón de su zapato. Sin embargo, ella no duda de su relato y concluye que eso significa que Dickie realmente se ha suicidado. Abatida, se retira a su habitación a dormir.

Aunque pudo escapar de la situación, Tom se horroriza al darse cuenta de la facilidad con la que puede llevar a cabo un asesinato: “No quería ser un asesino. A veces llegaba a olvidarse por completo de que había asesinado. Pero a veces, como le estaba sucediendo en ese momento, le resulta imposible olvidar” (263). Finalmente, intenta calmarse y perfecciona mentalmente la historia que le contará a Mr. Greenleaf acerca de los anillos. Se involucra tanto en su mentira que casi llega a creérsela él mismo.

Capítulo 27

A la mañana siguiente, Marge llama a Mr. Greenleaf para contarle sobre los anillos y el hombre llega a la misma conclusión que ella: que Dickie le haya dado los anillos a Tom solo puede significar que había tomado la decisión de matarse. Marge y Tom se reúnen con él y Alvin McCarron, un detective estadounidense que contrató Greenleaf para que ayude en la investigación. McCarron pide ver los anillos y le pregunta a Tom sobre las circunstancias en las que los recibió. Tom repite su historia: tras la muerte de Freddie, Dickie se los dio para que los cuide y, con el tiempo, él se olvidó de ellos. Luego le asegura a McCarron que Dickie no tenía enemigos, por lo que lo disuade de la posibilidad de un homicidio. McCarron interroga brevemente a Marge, con resultados que no comprometen a Tom.

Finalmente, McCarron le pide a Tom salir un momento para tener una conversación privada. Tom accede, seguro de que el detective sabe la verdad. Sin embargo, McCarron solo le pregunta acerca de la personalidad de Dickie. Tom lo retrata como un hombre con problemas, con una relación difícil tanto con su padre como con Marge. También le dice que podría haberse suicidado debido a que era consciente de sus propios defectos, pero nunca tuvo el valor para enfrentarlos. Afirma, además, que Dickie no tenía motivos para matar a Freddie.

Ambos regresan a la habitación de Mr. Greenleaf, donde McCarron pide hablar con Marge en privado. Tom recrea con Mr. Greenleaf la conversación que tuvo con el detective y luego se despiden: Mr. Greenleaf volverá a Estados Unidos.

Capítulo 28

Al día siguiente, McCarron llama a Tom para hacerle algunas preguntas de seguimiento y otras relacionadas a otros contactos de Dickie. Con el suceder de los días, Tom discurre entre el optimismo y la ansiedad. En sus malos momentos, considera que McCarron está a solo un paso lógico de la verdad; en los buenos, se alegra de no haber matado a Marge, ya que ella apoya su teoría del suicidio. Finalmente, tanto McCarron como Mr. Greenleaf, quien ha aceptado con resignación la desaparición de Dickie, regresan a Estados Unidos.

Durante ese periodo, Tom comparte tiempo con Peter Smith-Kingsley, quien se muestra amable y generoso, ya que lo considera de luto. Un día, Tom tiene una experiencia desconcertante con Peter al considerar, en una charla casual, la facilidad con la que podría asesinarlo. Consternado, se culpa a sí mismo por su imprudencia e impulsividad, e imagina que aún podría compartir una bella amistad con Dickie de haber tenido algo de autocontrol. En ese momento, Tom reconoce que realmente extraña a Dickie y comienza a llorar. Peter intenta consolarlo.

Capítulo 29

Tiempo después, Tom le escribe al Mr. Greenleaf para decirle que ha encontrado un testamento de Dickie en que se explicita que le ha dejado todo su dinero y posesiones. Aunque es consciente de que es una jugada peligrosa, se está quedando sin dinero y anhela nuevos viajes y emociones. Además, sabe que la investigación policial se encuentra en un punto muerto.

Tom está a punto de viajar a Grecia, un lugar que ha idealizado hace tiempo. Antes de partir visita la casa de una amiga veneciana, la condesa Titi della Latta-Cacciaguerra. Titi le cuenta una nueva noticia, para Tom terrible y abrumadora: se han encontrado almacenadas, en un American Express de Venecia, ciertas posesiones pertenecientes a Dickie, pero que fueron guardadas bajo el nombre de otra persona. Tom intenta mantener la compostura, aunque sabe que esas pertenencias podrían estar repletas de sus huellas dactilares: si la policía lo descubre, estará perdido. Aunque Titi no comprende el motivo por el que la buena noticia lo perturba tanto, consuela a Tom asumiendo que está triste.

Capítulo 30

En su última noche antes de dejar Italia, Tom está seguro de que lo descubrirán y lamenta profundamente haberle enviado el testamento a Mr. Greenleaf, ya que resulta sospechoso a la luz de las nuevas noticias.

Agotado por los nervios, se duerme rápidamente al subir al barco rumbo a Grecia. Al despertar, deambula por la cubierta del barco mientras reflexiona acerca de que, aunque termine arrestado, sus aventuras por Europa han valido la pena. Los días siguientes se hace amigo de una anciana pasajera, Mrs. Cartwright, con quien se comporta como un hombre generoso, atento y cálido.

Al llegar a Grecia, Tom advierte que una fila de policías espera en el puerto. Venciendo su temor, camina audazmente hacia ellos con la certeza de que lo detendrán. Sin embargo, los policías no reaccionan ante su presencia. Estupefacto, compra un periódico italiano en un puesto. Allí ve un artículo que explica que las huellas dactilares descubiertas en la correspondencia de Dickie coinciden con las de su apartamento en Roma. En realidad, Tom sabe que ambas huellas son las suyas. Los investigadores, agrega el artículo, sostienen que Dickie empacó su propio equipaje antes de asumir una nueva identidad, suicidarse, o bien porque la persona que lo mató lo obligó a ello. En cualquier caso, Tom no está ni cerca de ser un sospechoso.

Rápidamente, Tom se dirige al American Express más cercano para recoger su correo. Allí encuentra una carta de Mr. Greenleaf, quien afirma que no le sorprende la noticia del testamento, ya que su hijo lo apreciaba mucho. Tampoco expresa oposición alguna ante la decisión de Dickie de dejarle sus bienes.

Tom se ha salido con la suya por completo y, aunque sabe que podrá ser descubierto en el futuro, se decide a disfrutar su presente, a deleitarse con su suerte y su nueva riqueza. Finalmente, Tom para un taxi y pide que lo lleven al mejor hotel de la ciudad.

Análisis

El sentimiento de terror que domina a Tom cuando Marge descubre los anillos no solo se debe al temor de que lo descubran. En ese momento, Tom adquiere conciencia, a la luz de la mirada de Marge, de la gravedad de todo lo que ha hecho y, en forma simultánea, se asusta por la facilidad con la que puede pasar de la imaginación a la acción: “Había estado tan cerca de volver a matar…Empezó a recordar la frialdad con que había pensado golpearla con el zapato, procurando no levantarle la piel por ninguna parte, y luego, con las luces apagadas para que nadie pudiera verles, arrastrarla por el vestíbulo hacia la puerta principal (...). Era como un gramófono que estuviese sonando dentro de su cabeza, sin que él pudiese hacer nada para interrumpirlo” (262).

La capacidad inventiva de este personaje es tan vívida que parece funcionar en modo automático, sin ningún esfuerzo de su parte. De hecho, es gracias a esta gran creatividad que consigue sortear con relativa gracia las sospechas de Marge. Sin embargo, el talento que le permite a Tom escapar del peligro es el mismo que lo arrastra a la situación casi inevitable de volver a cometer un asesinato. Como vemos, tanto la imaginación como la violencia son dos elementos en constante diálogo en el interior de nuestro protagonista.

Por otro lado, resulta interesante el modo inusual en el que el problema de los anillos termina resolviéndose a favor de Tom. Tal como analizamos en secciones anteriores, los lujosos anillos de Dickie son un símbolo indisociable a su identidad, y Tom, más allá de la atracción que estos objetos valiosos le producen, decide quedarse con ellos porque sabe que no puede hacerse pasar por Dickie sin llevarlos en sus manos. Sin embargo, conservarlos supone también una gran cuota de peligro, ya que estos objetos constituyen una evidencia casi irrefutable de que Tom ha tenido algo que ver con la desaparición de su amigo. Así y todo, el conflicto desencadenado por el hecho de que Marge los encuentre en la casa de Tom se define en forma irónica en beneficio de este último. Esto es así debido a que el valor simbólico de estos objetos es tal que Marge acepta la mentira de Tom como una prueba del suicidio de Dickie, ya que no concibe la posibilidad de que Dickie se haya despojado de ellos en vida. Irónicamente, una de las pruebas más concluyentes del crimen de Tom lo termina ayudando a que salga impune, puesto que relaja la investigación sobre la desaparición de Dickie.

A lo largo de estos capítulos, vemos repetirse una y otra vez toda una serie de tropos misóginos con los que Tom expresa el malestar que le produce la presencia de Marge en su casa. Tal como mencionamos anteriormente, es la técnica narrativa del monólogo indirecto la que nos permite a los lectores acceder a los pensamientos denigrantes que Tom tiene acerca de la corporalidad y el modo de vestirse de Marge: “Se la veía llena de energía, como la típica exploradora que a Tom le recordaba la muchacha, con sus movimientos bruscos, su cuerpo robusto y rebosando salud, su aspecto vagamente desaliñado” (228). La misoginia que caracteriza a este personaje se vuelve aún más explícita cuando vemos su opinión respecto a la idea de ver la ropa interior de Marge esparcida por su palazzo: “Tom la odiaba. Inesperadamente, se acordó de los sujetadores de la muchacha colgados en el antepecho de la ventana, en Mongibello, y pensó que aquella noche, si la invitaba a quedarse, colocaría toda su ropa anterior sobre una de sus sillas. La idea le repelía” (234).

Pese a la opinión que Tom tiene sobre Marge, ella no es tan estúpida, infantil u odiosa como él se obstina en caracterizarla. Muy por el contrario, Marge se nos revela en estos capítulos como una mujer inteligente, sociable y simpática. En este sentido, pareciera que Tom necesita justificar su rechazo debido a que la encuentra, al igual que en sus tiempos en Mongibello, como una presencia amenazadora. Después de todo, cabe recordar que ambos competían por el afecto de Dickie y que fue ella la que sembró las primeras dudas acerca de la sexualidad de Tom. Además, Marge es la única testigo de las interacciones entre Tom y Dickie y se encuentra, por lo tanto, en una posición única para descubrir la verdad. En este punto, es más fácil para Tom caracterizar a Marge como una mujer fea y poco femenina antes que reconocer el peligro que entraña su figura o, incluso, antes que reconocer su propia homosexualidad.

Hacia el final de la novela, Tom se encuentra en la situación de tener que disfrazar sus sentimientos de culpa y miedo como si se trataran del dolor de una persona afligida por la muerte de un ser querido. Curiosamente, es mientras finge ser un doliente que termina adquiriendo conciencia de un dolor emocional que siente realmente. La escena en la que llora junto a Peter ilustra el hecho de que, a pesar de todo, su afecto hacia Dickie era sincero, y de que es consciente de las consecuencias de su personalidad impulsiva. Esta escena tiene su cuota de ironía, puesto que Peter ignora la culpabilidad de su amigo y lo consuela como si fuera una víctima, y no un victimario, respecto de lo sucedido: “—Me temo que hubieras reventado de no desahogarte de ese modo —dijo comprensivamente Peter” (284).

El talento de Mr. Ripley concluye con un pasaje en el que se evidencia un final feliz y libre de peligros para nuestro criminal protagonista: “—A un hotel, por favor —dijo Tom—. Il meglio, albergo. Il meglio, il meglio!” (300). Al saberse a salvo de la policía, y tras heredar el dinero y las posesiones de Dickie, Tom se dispone a disfrutar de todo lo que siempre creyó necesitar para sentirse realizado. En este diálogo, Tom le pide en italiano al chofer de un taxi que lo lleve al mejor de los hoteles, indicio tanto de que se ha salido con la suya, como de su nuevo estilo de vida. Como lectores, es probable que a lo largo de la trama nos hayamos preparado para que se descubran los crímenes de Tom y la justicia lo lleva a reconsiderar sus acciones. Sin embargo, la novela no ofrece ningún indicio de transformación interior en el protagonista. En contraposición, abre la historia a las múltiples secuelas de este aclamado best seller de Patricia Highsmith.

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