Resumen
Capítulo 1
Tom Ripley, un joven de veinticinco años, camina presa del pánico por Manhattan, porque cree que la policía lo persigue. Para distraer a quien lo aceche, se mete en un bar cercano y pide una copa. Allí, un hombre se le acerca presentándose como Herbert Greenleaf. Dice ser el padre de Dickie Greenleaf, un viejo amigo de Tom. Aunque Tom apenas recuerda a Dickie, accede a tomar una copa con Mr. Greenleaf para oír lo que tiene que decir.
Como a Mr. Greenleaf le llegó el rumor de que Tom era un amigo íntimo de Dickie, se decidió a buscarlo para que lo ayude. Su hijo vive en Europa y se niega a regresar, a pesar de que su madre está enferma y de que necesita que se haga cargo de la empresa familiar de construcción naval. Mr. Greenleaf quiere saber si Tom puede convencerlo de que regrese. Interesado por la oportunidad que se le presenta, Tom se ofrece a escribirle una carta a Dickie y luego lo persuade para que lo envíe a Europa en busca de su hijo. Aunque Tom simula tener obligaciones importantes en Nueva York, sabe que el viaje es justo lo que necesita para escapar de sus problemas.
A lo largo de la conversación, Tom entreteje verdades y mentiras: evita corregir la impresión errónea de que es un amigo cercano a Dickie y fabrica algunos recuerdos de su amistad para satisfacer al hombre.
Capítulo 2
Tom vive con un conocido llamado Bob Delancey en un apartamento sucio y desordenado que lo hace sentirse avergonzado, por lo que nunca le revela su dirección a nadie. El lugar tiene la ventaja de que puede usar la locación para recibir los correos dirigidos a George McAlpin, una identidad ficticia que encarna para estafar a trabajadores independientes y artistas. El fraude consiste en hacerse pasar por un empleado del gobierno, informarles que han calculado mal el dinero de sus impuestos y luego recoger los cheques que envían.
Tom detesta su entorno, la ciudad y a sus supuestos amigos, por lo que la idea de un viaje a Europa lo entusiasma sobremanera. Esa noche está invitado a cenar al lujoso hogar de los Greenleaf, por lo que investiga el negocio de Herbert para impresionarlo en la conversación. Antes de partir, realiza unas llamadas haciéndose pasar por George McAlpin y engaña hábilmente a algunos contribuyentes.
Capítulo 3
Al llegar a su cita, los Greenleaf lo reciben calurosamente. El apartamento es lujoso y cuenta con personal doméstico encargado de cocinar y servir la cena. Tom se aburre con rapidez y comienza a poner a prueba a Mr. Greenleaf cambiando brevemente las historias que le contó en el bar. Sin embargo, los Greenleaf están tan entusiasmados por la posibilidad de recuperar a su hijo que no prestan la suficiente atención. Solo se dedican a hablar de Dickie y a mostrarle fotos. En ellas, Dickie aparece con una joven estadounidense, Marge, con quien parece tener un vínculo cercano.
Finalmente, Mrs. Greenleaf se queda dormida y Mr. Greenleaf aprovecha para informarle a Tom que ella padece leucemia y tiene los días contados. En ese momento, Tom comparte información real sobre su infancia: el hecho de que sus padres murieron cuando era un niño y que fue criado por una tía en Boston. El recuerdo lo hace sentirse ansioso y acelera la conversación para dejar la casa lo antes posible. Antes de irse, ve su rostro en un espejo y lo advierte desencajado y aturdido.
Capítulo 4
En los días previos al viaje, Tom siente que un halo de irrealidad rodea Nueva York, como si la viera en un cine. También advierte que tiene miedo de viajar a Europa en transatlántico y deduce que es porque sus padres se ahogaron en el puerto de Boston.
Salvo a Cleo, Tom no le cuenta a nadie acerca de su viaje. Ella es su única amiga verdadera y, aunque pueden pasar largas horas juntos, no hay nada romántico en su vínculo. Es una artista excéntrica que pinta cuadros en miniatura con la ayuda de una lupa. Tras emborracharse en el apartamento familiar de ella, duermen un poco y luego se despiden.
Al día siguiente, Tom compra algo de ropa que Mrs. Greenleaf le encargó para su hijo. También se compra una camisa para él y, aunque podría pagarla con dinero de los Greenleaf, decide hacerlo con el suyo propio.
Capítulo 5
Cuando Tom aborda su barco a Europa se encuentra con una sorpresa desagradable: Bob Delancey y un grupo de amigos están en su camarote para despedirlo. A Tom solo le agrada uno del grupo, Paul, así que se aleja con él para esperar hasta que parta la embarcación. Como Paul cree que Tom trabaja para Associated Press, este finge que se encuentra en un viaje de negocios. Cuando Tom nota que el barco comienza a moverse, vuelve a su camarote, al que encuentra vacío. Allí descubre una canasta de frutas que le han obsequiado los Greenleaf. Inesperadamente, el regalo lo conmueve hasta las lágrimas.
Capítulo 6
En el barco, Tom intenta cultivar un aire de misterio. Compra una gorra y se deleita al advertir que, con solo cambiarla de posición, puede hacer “el papel de propietario rural, de criminal, de súbdito inglés o francés, o simplemente, de americano excéntrico” (38). Como no le interesa generar vínculos, rechaza una invitación para jugar al bridge con los otros pasajeros. Prefiere quedarse solo y reflexionar acerca del modo en que su vida podría cambiar si consiguiera un trabajo en Europa.
También aprovecha para escribir algunas cartas: una dedicada a los Greenleaf, que no termina enviando porque le agrega una impulsiva posdata, larga y completamente ficticia. En la otra, dedicada a su tía Dottie, solicita que no le envíe más cheques. También le avisa con una arrogancia sutil que se encuentra en un viaje de negocios y que no le podrá dar una dirección de su paradero por el momento.
Tom odia profundamente a su tía, quien se hizo cargo de él luego de la muerte de sus padres. En particular, le molesta que le envíe cheques miserables y que nunca pierda la oportunidad de mencionar las dificultades financieras que enfrentó al criarlo. Tom recuerda el día en que lo llamó ‘mariquita’, diciendo que su padre también lo había sido. Para él, sus dificultades para mantener un trabajo o sostener un camino en la vida son el resultado de sus maltratos.
Análisis
El tono sombrío que caracteriza a esta ficción se evidencia desde las primeras líneas de la novela: El talento de Mr. Ripley es una historia de suspenso orientada a generar un efecto de tensión narrativa en los lectores. Esta tensión no se produce únicamente a partir de los acontecimientos que se suceden en la trama, sino que se potencia evidenciando los efectos psicológicos que estos desencadenan en su protagonista. Para ello, Patricia Highsmith construye un narrador omnisciente subjetivo; es decir, un narrador que hace foco en Tom Ripley al introducirse en sus pensamientos mediante el procedimiento narrativo del estilo indirecto libre, también llamado monólogo indirecto. Este recurso permite la descripción en tercera persona de los acontecimientos, introduciendo en la voz narrativa enunciados y pensamientos propios de uno o varios personajes; en este caso, del protagonista.
Uno de los momentos más llamativos de esta primera sección se produce cuando Tom deja el hogar de los Greenleaf y regresa a su propio apartamento. En esta escena, los lectores advertimos que, aunque Tom encaje fácilmente con personas ricas y lujosas como los Greenleaf, su vida personal contrasta profundamente con la imagen que proyecta hacia el exterior.
En el segundo capítulo, la descripción del apartamento que comparte con Bob Delancey se encuentra plagada de imágenes sensoriales sórdidas que sugieren suciedad y descuido, y que enfatizan la situación de precariedad que define el presente de Tom. Su habitación es un cuarto sucio que, “a juzgar por su aspecto, parecía haber sido habitada por mil personas distintas, cada una de las cuales había dejado su propia clase de porquería sin levantar una mano para limpiarla” (13). Además, el baño tiene “un maloliente retrete” y “de la ducha, llena de herrumbre, salen dos chorros de agua, uno contra la cortina y otro, éste en espiral, que apenas basta para mojarle” (14).
El contraste entre el apartamento de Tom y el lujoso hogar de los Greenleaf pone en relieve dos temas fundamentales de esta novela. En un principio, y vinculado al tópico de la clase social, las carencias que definen el modo de vida de Tom explican el hecho de que este personaje desee con tanto anhelo ascender en la escala social. Con el correr de los capítulos descubriremos que este estado de carencia ha definido su vida desde la infancia, desde el momento en que, tras haber perdido a sus padres, quedó al cuidado de su tía.
Por otro lado, queda claro que las mentiras constantes de Tom no solo operan en función de obtener dinero y lujos, sino que, mayoritariamente, parecen ser una forma de escapar de sí mismo. En este sentido, el tema de la identidad, entendida como el conjunto de rasgos y características que definen a un individuo ante sí mismo y ante al resto, se presenta desde estos primeros capítulos con toda su centralidad: Tom no se encuentra conforme con lo que es, y su modo de sortear esa incomodidad se produce mediante la impostación de rasgos y características identitarias que no le pertenecen.
Pese a que Tom se perfile desde un comienzo como un individuo egoísta que no pierde la oportunidad de aventajar al resto, el encuentro con el Mr. Greenleaf despierta en él un interés genuino por ayudarlo. Tom es consciente de que un viaje a Europa es todo lo que necesita para dejar atrás su pasado como estafador. Sin embargo, la confianza que Mr. Greenleaf ha depositado sobre él, aún sin conocerlo, termina por conmoverlo, y se compromete realmente en la empresa de traer de vuelta a Dickie: “Pensaba no defraudar a míster Greenleaf y hacer todo cuanto pudiera para convencer a Dickie” (14). De hecho, cuando Mrs. Greenleaf le pide que compre unos calcetines y un albornoz para Dickie, Tom aprovecha a comprarse ropa para sí mismo y, aunque “le hubiera sido fácil cargarla en la cuenta de los Greenleaf, junto con lo demás, no lo hizo. La compró con su propio dinero” (33).
Cabe mencionar que la confianza incondicional de Mr. Greenleaf se sugiere en estos primeros capítulos como una consecuencia de su situación de clase, algo que veremos repetirse con la aparición de Dickie en las próximas secciones: “Míster Greenleaf era tan buena persona que daba por sentado que todos los demás seres humanos lo eran también. Tom casi se había olvidado de que existiera gente así” (14). La difícil infancia que atravesó Tom desde la muerte de sus padres tuvo como efecto que él se configurara psicológicamente para concebir el mundo de una manera diferente a la de los Greenleaf. Para él, quien aprendió a desconfiar de las personas y a considerar que todos intentan aprovecharse del resto sin importar las consecuencias, el carácter confiado y bondadoso de Mr. Greenleaf es profundamente desconcertante.
Para finalizar, cabe mencionar el modo en que el tema de la homosexualidad se introduce en la novela a partir del capítulo 6. Mientras viaja rumbo a Europa, Tom recuerda el día en que su tía Dottie se burló de él al verlo llorando: “—¡Es un mariquita! ¡Un mariquita de arriba abajo! ¡Igual que su padre!” (42). Esta es la primera instancia en la que se induce la posibilidad de que Tom sea homosexual, y el hecho de que se produzca mediante el recuerdo de un acto de violencia homofóbica, en un momento de su vida en el que no tenía las herramientas para enfrentarlo, explica un poco el resentimiento y la humillación que este personaje arrastra subjetivamente.
Tras rememorar esta escena, Tom tiene una reflexión que, en comparación con su comportamiento a lo largo de toda la novela, posee cierta connotación irónica: “Resultaba en verdad pasmoso que aquella forma de tratarle no le hubiese causado un trauma imborrable” (42). El hecho de que dos de las tres personas que en los próximos capítulos tienen actitudes homofóbicas contra él terminen violentamente asesinadas puede llevarnos a pensar que los maltratos de su tía Dottie han dejado, en efecto, importantes traumas en su subjetividad.