Resumen
Coro
El coro les dice a los espectadores que toda la juventud inglesa se encuentra lista para combatir contra Francia. Los franceses, por su parte, han sobornado a tres hombres ingleses para que maten a Enrique V antes de que este salga a la batalla. Los traidores son Ricardo, conde de Cambridge; Enrique, lord Scrope de Masham, y sir Thomas Grey.
Escena I
Nim y Bardolfo están esperando que llegue el alférez Pistola con su prometida, doña Siemprelista, quien, antes de estar con él, tuvo una relación con Nim. Llegan Pistola y Siemprelista. De inmediato, se suscita una discusión por celos. Nim y Pistola desenvainan sus espadas. Bardolfo interviene: afirma que matará a aquel que ose lastimar al otro.
Entra corriendo en escena un muchacho y les informa que Falstaff se encuentra a punto de morir. La gresca se detiene. Los hombres se van a ver de inmediato al moribundo.
Escena II
Entran el duque de Gloucester, Exeter y Westmoreland. Conversan entre sí acerca de los traidores. Les parece increíble que intenten matar al rey a cambio de dinero.
Entra Enrique V junto al conde de Cambridge, lord Scrope y Gray. El rey le ordena a Exeter que libere a un hombre que ha sido acusado de traición. Cambridge, Scrope y Gray se oponen a esta medida. Afirman que será una muestra de debilidad por parte del rey.
Luego, Enrique V le da a cada uno de ellos un papel en el que, en teoría, se encuentran las misiones que deben cumplir en la guerra. Al leer estos documentos, los hombres se ponen pálidos: allí no hay instrucciones para llevar a cabo misiones bélicas, sino que están escritas sus condenas a muerte por traición.
Los traidores le piden clemencia al rey, pero este se niega, utilizando los argumentos que ellos esbozaron previamente: liberar a los traidores implicaría mostrar debilidad. Luego, Enrique V ordena que se lleven a los tres hombres y los ejecuten.
Escena III
Siemprelista, Pistola, Nim y Bardolfo regresan luego de visitar a Falstaff en su lecho de muerte. Se preguntan si irá al cielo o al infierno. Todos coinciden en que irá al cielo, ya que en su último tiempo abandonó el vino y dejó de regentear mujeres.
Escena IV
El rey Carlos VI de Francia le ordena a su hijo el delfín, al condestable y a los duques de Berri y de Borbón que refuercen las defensas del país. Los ingleses se aproximan. El delfín le dice a su padre que Enrique V es un joven frívolo y hueco que no puede inspirar temor alguno. El condestable lo corrige: el rey inglés es un hombre inteligente que, en el pasado, utilizaba la brutalidad como fachada para esconder sus enormes capacidades como mandatario.
El rey Carlos se mantiene firme en la idea de reforzar la defensa francesa. Teme que suceda lo mismo que sucedió en la Batalla de Crécy, cuando Eduardo, el Príncipe Negro de Gales, derrotó a los franceses en su propio territorio.
Llega Exeter en rol de embajador de Enrique V. Le informa a Carlos VI que el rey inglés exige su renuncia inmediata al trono. Si no obedece a esta demanda, será él el responsable del derramamiento de sangre francesa.
Análisis
En este segundo acto, Shakespeare entrelaza con maestría la seriedad de su drama histórico con el humor de la comedia teatral. En las escenas I y III, que tienen como protagonistas al alférez Pistola, Nim, Bardolfo y Siemprelista[1], preponderan elementos recurrentes de las comedias shakesperianas, como los juegos de palabras, el contraste entre personajes de diferentes géneros o roles sociales, las burlas relacionadas con ciertas características físicas, los gestos o movimientos vulgares, y las alusiones y connotaciones eróticas. Por ejemplo, en la discusión entre Nim y Pistola de la primera escena aparecen diversos juegos de palabras y bromas ligadas a cuestiones físicas. Nim intenta demostrarle a Pistola su superioridad intelectual, y se dirige a él en un latín elemental y forzado. Le dice: “¿Quieres salir? Te preferiría solus” (p. 45), e intenta insultarlo a través de frases complejas (e infructuosas): “Qué ganas de golpearte parejamente bien. Si te pones pesado conmigo, Pistola, te sacudiré con mi espada todo lo que pueda, para decirlo por las buenas” (p. 45). Por su parte, el alférez trata a Nim como si fuera un perro: “¿Solus, perro ilustre? (…) Te meteré el solus en las tripas, porque sé matar, y el gatillo de Pistola está listo y pronto seguirá el tiro fulminante” (p. 45). Y después, cuando Bardolfo los obliga a hacer las paces, agrega: “Choca los cinco, dame tu pata delantera” (p. 46).
Luego, en la tercera escena, tras la muerte de Falstaff, Siemprelista dice: “Entonces me pidió que le abrigara más los pies. Metí la mano en la cama y se los toqué, y estaban fríos como piedras. Entonces le toqué las rodillas, y así arriba y arriba, y todo estaba frío como piedra” (p. 53). He aquí una broma con connotación erótica: se da a entender que Siemprelista tocó el pene de Falstaff.
Sir John Falstaff es muy importante en las dos partes de Enrique IV [2]. Es el amigo más cercano del príncipe Hal y es, sin dudas, el personaje más cómico de estas obras. La mayor parte de las bromas las hace él o son sobre él. La amistad entre Falstaff y el príncipe Hal se termina cuando este se convierte en el rey Enrique V, y en la ceremonia de coronación le dice: “No te conozco, anciano. Ve a tus oraciones. ¡Qué mal sientan los cabellos blancos a un loco y a un bufón! Largo tiempo he soñado con un hombre de esa especie, tan hinchado por la orgía, tan viejo y tan profano. Pero, despierto, he despreciado mi sueño” (1952, p. 215). Tras dedicarle estas duras palabras, el rey echa a Falstaff de la corte.
A lo largo de Enrique V, se alude varias veces a este hecho y a las terribles consecuencias que tuvo para Falstaff. En la primera escena de este segundo acto se da el siguiente diálogo entre Nim y Pistola:
Nim: El rey se descargó de malos humores con el caballero, y esa es la cuestión.
Pistola: Nim, has dicho la verdad. Tiene el corazón destrozado y corroborado.
Nim: El rey es un buen rey, pero es como tiene que ser.
(p. 47)
Como hemos dicho previamente, en este segundo acto Shakespeare intercala las escenas cómicas y las dramáticas. Después de la primera escena, perteneciente al género comedia, el drama histórico vuelve a instalarse en el escenario. La segunda escena está enteramente dedicada a representar el denominado “Complot de Southampton”. Entre junio y julio de 1415, Ricardo, conde de Cambridge; Lord Scrope, un noble que tenía lazos estrechos con el rey, y Thomas Grey, un ambicioso caballero que había casado a su hijo con la hija de Ricardo II, llevaron a cabo una conspiración con el fin de asesinar a Enrique V y sus hermanos, y reemplazarlo por Edmundo Mortimer. Los conspiradores se reunieron varias veces en Southampton, pero tuvieron severas dificultades para llevar a cabo su plan. Edmundo Mortimer, al ver que el complot no tenía muchas chances de prosperar, delató a los conspiradores ante el rey. Mortimer fue declarado inocente, mientras que Ricardo de Cambridge, Lord Scrope y Thomas Grey fueron condenados a muerte.
Entre el hecho histórico y su representación hay una sutil pero importante diferencia. En la obra, quien se encuentra detrás del complot no es Edmundo Mortimer, sino Francia. El país galo les da dinero a los conspiradores para matar al rey inglés. Esta diferencia obedece a la intención de Shakespeare de incorporar este importante hecho histórico sin desvirtuar la obra. En Enrique V, el rey es construido como un líder indiscutido que ya ha conseguido aplacar definitivamente a los rebeldes de la nación y debe enfrentarse a Francia. En este caso, Shakespeare le da mayor importancia a construir una obra con unidad que a ser plenamente fiel a los antecedentes históricos en los que se basa la pieza.
Por otra parte, representar el “Complot de Southampton” le permite a Shakespeare poner en escena el temple de Enrique V. Previamente, habíamos visto que una de las características del rey de Inglaterra era su valoración de la vida de los otros: no quiere ir a una guerra sin verdaderos motivos ni quiere que mueran inocentes. Aquí, vemos que el rey, así como es benevolente y humanitario, también es severo e inflexible. Al ser descubiertos, los conspiradores exigen clemencia, pero él, sin titubear, los condena a muerte.
Vale la pena detenerse en el modo en que Enrique V les devela a los conspiradores que está enterado de la traición. El rey no los acusa directamente, sino que juega con ellos. Según ciertos críticos, a través de estos juegos (posteriormente, Enrique V volverá a hacer un par de estas tretas), Shakespeare demuestra que en el severo y maduro rey aún quedan resabios de aquel príncipe que pasaba su tiempo gastando bromas de esta índole [3].
La cuestión acerca de la madurez o inmadurez del rey atraviesa la obra. Ya hemos visto a Canterbury y Ely destacando el cambio que ha hecho Enrique V al convertirse en monarca. En contrapartida, en este acto el delfín parece no haberse enterado de la mudanza del carácter del rey. Dice: “Porque, mi buen soberano, la gobierna un rey [a Inglaterra] tan vano; ese joven tan inútil, frívolo, hueco y caprichoso, empuña su cetro de un modo tan grotesco que no puede inspirar temor” (p. 55). El condestable (que es, sin dudas, el personaje francés más perspicaz) lo corrige: “¡Oh, cuidado, príncipe delfín! Se equivoca usted mucho con este rey (…). Descubrirá que sus ya agotadas vanidades no eran más que el exterior de este Bruto de Roma, que ocultaba la discreción con un manto de capricho, tal como los jardineros cubren con estiércol las raíces que brotarán primero y serán las más delicadas” (pp. 55-56). El gran error que comete el delfín es creer que Enrique V es tan banal como él. El príncipe francés y el rey inglés no son iguales. Eran iguales (o parecían) cuando el rey inglés era aún un joven y descarriado príncipe. Ahora, él es claramente superior al delfín y, por eso, al final de la obra, terminará reemplazándolo como heredero de la corona francesa.
Para culminar este análisis, detengámonos en la historia de Eduardo, el Príncipe Negro de Gales. En la última escena del segundo acto, Carlos VI dice: “Su parentela se ha alimentado de nuestra carne, y él desciende de esa raza sanguinaria que nos ha perseguido en nuestros caminos familiares. Lo atestigua la vergüenza demasiado memorable de cuando, en la fatal batalla de Crécy, la mano de aquel de negro nombre, Eduardo el Príncipe Negro de Gales, capturó a todos nuestros príncipes” (p. 56). A lo largo de la obra, hay varias alusiones a esta figura histórica. Los ingleses se refieren a él como un prócer que tuvo el temple de vencer a Francia en tierras galas. Los franceses, por su parte, lo recuerdan con temor. Enrique V (tal como afirma Carlos VI en la cita) es descendiente lejano de Eduardo (bisnieto), y es percibido por ambos bandos como una especie de reencarnación de aquel gran guerrero.
Eduardo de Woodstock, alias el Príncipe Negro de Gales (llamado así por la armadura negra que usaba al batallar), fue hijo primogénito del rey Eduardo III, y padre de Ricardo II. Fue un líder militar excepcional que venció a Francia en territorio galo, en las batallas de Crécy (1346) y Poitiers (1356). Pese a que no llegó a ser rey de Inglaterra (murió un año antes que su padre), Eduardo de Woodstock se convirtió en un símbolo de la bravía inglesa. En la obra Eduardo III, atribuida a Shakespeare, el personaje del Príncipe Negro es sumamente importante.
[1] Pistola, Bardolfo y la posadera Siemprelista aparecen también en Enrique IV: primera y segunda parte. En estas obras, Pistola y Bardolfo son amigos del joven Enrique V, quien aún es el príncipe Hal. Nim, por su parte, aparece en la comedia de Shakespeare Las comadres de Windsor, de 1602.
[2] Con el paso de los siglos, Falstaff se ha convertido en un personaje icónico del arte. Se le han dedicado óperas, entre las que se destacan las de Verdi y Salieri, y obras pictóricas y diferentes películas, entre las que se destaca Campanadas a medianoche, de Orson Welles.
[3] Por ejemplo, en la primera parte de Enrique IV, Hal le esconde el caballo a Falstaff para burlarse de sus dificultades al caminar.