El fuego (Símbolo)
El hombre y su hijo reafirman con insistencia que ellos llevan el fuego. Y "llevar el fuego" es lo que los identifica como "los buenos". El fuego simboliza la capacidad de las personas de conservar la esperanza, la empatía y la bondad, y de perseverar en una ética personal, incluso en las situaciones más extremas. En otras palabras, el fuego es aquello que mantiene humanos al hombre y el chico frente a la destrucción, lo que demarca los límites de lo que son o no capaces de hacer frente a la desesperación para no convertirse en meras bestias.
El pingüino a cuerda que se sale de control en el sueño del chico (Alegoría)
En la parte 2 de esta guía, el chico sueña con un pingüino a cuerda que lo acecha en su propia casa a pesar de que nadie le ha dado cuerda. Este pingüino fuera de control puede leerse como una alegoría de la catástrofe que ha golpeado la tierra. De algún modo, la escena replica la catástrofe ambiental que asola el planeta: las creaciones de la humanidad siguen operando por inercia, ya fuera del control de sus creadores, convirtiéndose en una fuerza destructiva e incontrolable.
La vela (Símbolo)
Hacia la mitad de la novela (parte 5 en esta guía), el hombre encuentra una vela en una casa abandonada. Esta vela cobra importancia simbólica porque aparece luego de un período en el que los protagonistas están agotados y sin comer hace varios días, lo que provoca una gran desesperanza en el hombre, que se siente a punto de darse por vencido. El hallazgo de esta vela simboliza la esperanza, a la vez que augura tiempos mejores: efectivamente, muy cerca de ese mismo lugar, el hombre se detendrá sobre la hierba, se sentirá mareado, se preguntará por qué, y pensará en la muerte inminente allí parado, sin saber por qué se ha detenido. Aun sin saber exactamente por qué, traerá una pala del cobertizo y cavará allí donde encontrará el búnker que les dará cobijo y comida durante varios días.
El tren abandonado (Símbolo)
En la parte 6 de esta guía, el hombre y el chico encuentran un tren abandonado en el bosque y lo exploran. Este tren funciona como un símbolo de la destrucción de la civilización y de la inutilidad de los esfuerzos de la humanidad y de la tecnología frente a la indiferencia de la naturaleza -y del universo-: "Si vieron mundos diferentes sus conclusiones fueron las mismas. Que el tren se iría descomponiendo a perpetuidad y que ningún tren volvería a funcionar jamás" (134), dice el narrador, que, a pesar de meterse generalmente en los pensamientos del hombre, lo hace en esta instancia en la mente de ambos, develando, en los dos personajes, el reconocimiento del estado irreversible del mundo.
Los mapas del mundo en el lomo de las truchas (Símbolo)
La novela termina con un párrafo que describe unas truchas nadando en un arroyo como una imagen idílica de un pasado lejano. Estos peces tienen en sus lomos "dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir" (210). Estos mapas parecen simbolizar un orden universal, probablemente divino y opuesto a la indiferencia que la naturaleza parece mostrar frente al sufrimiento humano a lo largo de la novela. Las truchas llevan en su lomo el mapa del mundo, es decir, están inherentemente conectadas al todo; dan cuenta de un universo interconectado, sin cabos sueltos. Los humanos, bajo esta lectura, seríamos parte de ese orden y tendríamos en él un lugar y una misión. Y si la civilización humana conduce a su propia destrucción, los patrones inherentes a la humanidad durarán mientras haya humanos, así como los patrones del universo, cartografiados en las truchas, seguirán existiendo mientras haya mundo.