El desierto (Símbolo)
El paisaje del desierto simboliza el cautiverio de los personajes. Una vez que se escapan de los indios, las dificultades que les causa el paisaje, como el incendio, la falta de refugio y alimento o los animales feroces que se aparecen, les impiden a los personajes volver a casa. De alguna manera, el desierto como espacio los mantiene cautivos.
Esto se relaciona con la concepción del territorio argentino imaginado como un espacio que los criollos debían transformar, y cuyo vacío debían llenar con su cultura. Es importante recordar que para la década de 1830, Buenos Aires y las provincias del norte se habían independizado de la corona española y estaban en proceso de organizar una forma de Gobierno propia y de "pacificar" los territorios del sur (la zona sur de la actual Provincia de Buenos Aires y la Patagonia). Estos territorios no habían sido dominados durante la época colonial y todavía eran habitados por las comunidades originarias. Durante la organización del Estado argentino a lo largo del siglo XIX, los criollos fueron desplazando a estos habitantes y establecieron el control estatal allí.
Echeverría escribe "La cautiva" durante este proceso de construcción de la nación argentina. Para los intelectuales de Buenos Aires, el proyecto de nación ideal estaba influenciado por las nacientes naciones europeas, principalmente la Francia posrevolucionaria. En este sentido, cuando estos intelectuales liberales miraban al interior del país, no veían nada digno de rescatar con miras a una nación argentina a la europea: ilustrada, blanca, liberal y autónoma. En comparación a la Europa decimonónica, el resto del país les parecía atrasado, salvaje, despoblado y vacío.
Por lo tanto, nombrar el espacio rural como "desierto" implica una operación estética de ignorar lo que existe (lo autóctono) y establecer la necesidad de civilizar el espacio, de llenar ese vacío con los elementos significativos de la cultura occidental.
El indio (Símbolo)
El indio simboliza en "La cautiva" la naturaleza salvaje y turbulenta. Desde la primera aparición de los indios en el poema se los asimila con una fuerza natural, como la de una ráfaga de viento o un huracán. Echeverría tampoco los individualiza en su descripción y resalta su carácter violento, cruel e irracional. Durante el festín, no se comportan como humanos, sino como animales: beben sangre y se matan entre ellos.
María (Símbolo)
El personaje de María simboliza los valores más importantes para los románticos: la integridad, la valentía y la disposición a sacrificar la vida por un ideal superior. Según algunas lecturas, María también puede ser un símbolo de la nación, la patria o la república. Esta interpretación está relacionada con la alegoría del desierto como cautiverio y como espacio a civilizar. María, en este sentido, libera a su marido, lucha y pone nuevos símbolos de civilización en el espacio natural (la cruz y el ombú).
La cruz y el ombú (Simbolos)
La cruz y el ombú son las marcas que indican el lugar donde está enterrada María. Simbolizan la entrada de la civilización al espacio inhóspito del desierto. La cruz es un símbolo de la religión cristiana. Esto es importante porque en las pocas ocasiones en las que Echeverría cita las palabras de los indios, ellos se dirigen a los blancos o criollos como "cristianos". Es decir, se identifica a la religión como marca de diferencia entre los indios y los criollos. Poner una cruz en el desierto simboliza, entonces, marcar el territorio con un signo de la civilización, que tanto los criollos y los indios reconocen como tal. El ombú también aporta una referencia de orientación y aporta todo lo que les faltó a María y a Brián durante el escape: refugio, sombra y un punto de referencia que marca el camino.
El puñal (Símbolo)
El puñal es el símbolo de la fortaleza de María. Con él se libera del cautiverio, mata al indio que intenta abusar de ella, libera a Brián de sus ataduras y mata al tigre que intenta atacarlos. La imagen de María con el puñal ensangrentado en la mano caracteriza al personaje, sus ideales y su fortaleza varonil, como la describe Echeverría, en oposición al estereotipo de la mujer frágil.