La trágica historia del doctor Fausto

La trágica historia del doctor Fausto Resumen

El Doctor Fausto, un talentoso erudito alemán de Wittenburg, despotrica contra los límites del conocimiento humano. Cree haber llegado a aprender todo lo que las disciplinas académicas convencionales pueden ofrecer y, a causa de su insatisfacción, recurre a la magia. Llegan un ángel bueno y uno malo; el primero intenta desalentarlo en su empresa y el segundo, animarlo.

Luego, Fausto aprende los fundamentos de las artes oscuras gracias a la colaboración de dos compañeros eruditos, Cornelius y Valdés. Se emociona ante la expectativa del poder que obtendrá y de las grandes hazañas que realizará con él. Entonces, invoca al diablo Mefisto, también llamado Mefistófeles. Mefisto, como representante de Lucifer, y Fausto aclaran los términos de un acuerdo: el conjurador venderá su alma a cambio de veinticuatro años de poder, durante los cuales Mefisto será su sirviente. En paralelo, Wagner, el sirviente de Fausto, recurre a conocimientos mágicos para convencer a un payaso de que lo sirva.

Fausto muestras dudas sobre el pacto y Mefisto regresa para convencerlo. Finalmente, el primero cede su alma, firmando el acuerdo con su sangre. Entonces, las palabras “Homo fuge” (1.5. 74: “Vuela, hombre”) aparecen en su brazo, y Fausto es presa del miedo. A continuación, Mefisto lo distrae con una danza de demonios; Fausto le pide una esposa y el demonio se la niega, pero le entrega libros con conocimientos de diversas materias.

Transcurrido un tiempo, y a pesar de haber visto muchas maravillas, Fausto maldice a Mefisto por haberlo privado del cielo. Entonces, el ángel bueno y el malo regresan: el primero le aconseja a Fausto arrepentirse, mientras que el segundo intenta convencerlo de que Dios no se apiadará de él. Fausto interroga a Mefisto, quien rehúye hablar de Dios, y se va.

Luego, Lucifer, Belcebú y Mefisto se presentan ante Fausto para intimidarlo y este acepta no pensar más en Dios. Los diablos lo deleitan, a continuación, con el espectáculo de los siete pecados capitales, y Lucifer le promete a Fausto mostrarle el infierno. Mientras tanto, un payaso llamado Robin consigue un libro de magia de Fausto y bromea con su criado, Dick, sobre la posibilidad de realizar conjuros.

La acción se retoma tiempo después: Fausto ha explorado los cielos y la tierra, y ahora se dirige a Roma, donde está a punto de celebrarse la fiesta en honor a San Pedro. Mefisto y Fausto realizan allí trucos para humillar al Papa, representado como un hombre arrogante e impío.

A continuación, el coro narra que Fausto regresa a su casa, donde es bien recibido y admirado por sus conocimientos, y que su fama se ha extendido por el mundo. Mientras tanto, Robin, con un libro de magia robado, intenta impresionar a su amigo Raf e invoca a Mefisto, quien se muestra colérico por haber sido llamado.

Poco después, en la corte de Carlos V, Fausto realiza ilusiones que deleitan al emperador. También humilla a un caballero llamado Benvolio. Cuando Benvolio y sus amigos intentan vengar la humillación, Fausto hace que sus demonios los hieran y les hagan crecer cuernos en sus cabezas.

Luego, Fausto se burla de un mercader que le compra su caballo. Este regresa, después de que el caballo se transforma en un fardo de paja, y Fausto le hace creer al mercader que este le ha arrancado una pierna. Más tarde, el conjurador parte a la corte del duque de Vanholt, donde entretiene al duque y a la duquesa con trucos de magia. El Payaso, Dick, el mercader y un carretero se presentan allí y acusan a Fausto de haberlos perjudicado con de su magia. Entonces, el conjurador deja mudo a los acusadores, para el deleite de los duques.

Cuando están llegando a su fin los veinticuatro años pactados por Fausto, Wagner, dirigiéndose al público, dice que cree que Fausto se prepara para la muerte, puesto que ha redactado su testamento, dejando todos sus bienes en sus manos. Sin embargo, incluso ante la proximidad de su muerte, Fausto pasa sus días festejando y bebiendo con otros estudiantes. En una oportunidad, para el deleite de sus compañeros eruditos, Fausto invoca un espíritu que toma la forma de Helena de Troya. Luego, un anciano se presenta para advertirle a Fausto que se arrepienta. Él, desoyéndolo, opta por continuar colmando sus deseos, y le pide a Mefisto que haga aparecer a Helena de Troya para que ella sea su amante. El diablo accede de inmediato.

Poco después, Fausto les revela a sus amigos eruditos que está condenado y ellos se marchan, preocupados, a otra habitación. Luego, Mefisto se burla de Fausto cuando este le atribuye la culpa de su condena. El ángel bueno y el malo se presentan, entonces, por última vez. El primero abandona a Fausto y el segundo hace que se abran las puertas del infierno para que Fausto pueda contemplar las horribles torturas que allí se ejecutan.

A las once, Fausto, desesperado, pronuncia un discurso, mostrándose arrepentido de su decisión. A medianoche, los demonios entran y, mientras Fausto implora clemencia, se lo llevan. Más tarde, los amigos del conjurador encuentran su cuerpo destrozado y deciden darle sepultura.

Finalmente, el coro enfatiza que el otrora gran potencial de Fausto se ha desperdiciado, y advierte a los eruditos que se abstengan de practicar más de lo que el poder celestial permite.