Ángela se autodenomina "endemoniada" frente a Don Manuel (Ironía verbal)
En una de sus primeras confesiones, Ángela irónicamente le dice a Don Manuel que está poseída por el demonio, y que la pregunta que va a realizarle se la dicta su "demonio de la guarda" (en lugar de decir "ángel de la guarda"). Esta ironía es producto de una conversación anterior, en la que Don Manuel le dijo a Ángela que las dudas que tenía se las generaba el demonio. Por supuesto, ella no se considera verdaderamente endemoniada, sino que autodenominándose "endemoniada" acepta frente a Don Manuel que es una persona con demasiadas dudas e inquietudes extrañas.
Ángela absuelve a Don Manuel (Ironía situacional)
En uno de los encuentros que tienen Don Manuel y Ángela, en lugar de ser Ángela quien le pide la absolución a Don Manuel, es el párroco quien le pide la absolución a ella. La ironía situacional de esta escena radica en que, según el rito católico, es el párroco quien absuelve al feligrés, y no el feligrés al párroco. Sucede que en esta instancia de la novela, Don Manuel ya sabe que Ángela conoce su verdad oculta y, por lo tanto, siente que, de algún modo, ya se ha confesado con ella. Tras la confesión, como lo indica el rito, viene la absolución, y eso es lo que el párroco le pide a la feligresa.
Don Manuel afirma no tener licencia para hacer milagros (Ironía situacional)
Ángela cuenta que, en una ocasión, una madre se le acercó a Don Manuel y le pidió que hiciera un milagro para curar a su hijo. Don Manuel le respondió que él no tenía la licencia del obispo para hacer milagros.
La ironía aquí radica en que, por supuesto, no se necesita una licencia para hacer milagros. Con esta respuesta, Don Manuel no solo se desliga de la responsabilidad de hacer algo que no puede hacer, sino que también se burla de la jerarquía eclesiástica, dando a entender que él solo puede hacer lo que le permite el obispo. Hacer milagros no le ha sido permitido. Esta burla hacia la jerarquía eclesiástica luego aparece en Ángela, quien también es irónica en relación con el proceso de beatificación de Don Manuel y la escritura de un manual sobre el "párroco perfecto".
Don Manuel, ateo, se erige como "el párroco perfecto" (Ironía situacional)
Sobre el final de sus memorias, Ángela vuelve a referirse al proceso de beatificación de Don Manuel que está llevando a cabo el obispo, quien además pretende recabar información sobre el "santo de Valverde de Lucerna" para escribir el manual del "párroco perfecto".
Aquí la ironía reside en que, como el lector ya sabe, Don Manuel no fue precisamente un "perfecto párroco", ya que era ateo y les mentía a sus feligreses. En definitiva, a través de esta ironía, Ángela le quita valor a la autoridad eclesiástica y al proceso formal de beatificación de Don Manuel. Tras narrar esto, Ángela terminará sus memorias diciendo que espera que estas no caigan en las manos de ninguna autoridad eclesiástica ni laica, lo que confirma su desdén y desconfianza en relación con el obispo.