"... la voz de Don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo..." (p. 13) (Símil)
Aquí el símil compara al lago con el pueblo. La voz de Don Manuel, al dar este sermones, se mete en las personas del pueblo (que tomaban su voz y repetían sus palabras) como si se sumergiera en el fondo del lago. En este símil aparece con claridad la idea del suicidio continuo de Don Manuel en pos del bienestar del pueblo. Su voz le da voz al pueblo, pero a la vez lo hunde a él en el fondo del agua, más precisamente, en el lago, que es donde desde siempre siente deseos de suicidarse.
"Los más no querían morirse sino cogidos de su mano como un ancla" (p. 14) (Símil)
El símil aquí puede pensarse de dos modos: por un lado, en una primera lectura, el ancla está siendo comparada con la mano de Don Manuel, una mano que les brinda estabilidad y firmeza a aquellos que quieren morir manteniendo su fe.
Pero, por otro lado, la sintaxis de la frase también permite interpretar que son aquellos que no quieren morirse los que son comparados con el ancla. Teniendo en cuenta la importancia del lago y el deseo de suicidarse allí de Don Manuel, puede leerse que aquellos que quieren morir tomados de su mano, en definitiva, lo hunden a él en su agobio, como un ancla se hunde en el fondo del agua.
"... toda la verdad (...) amarga como el mar al que van a parar las aguas de este dulce lago..." (p. 44) (Símil)
La amarga verdad que aquí Lázaro le acaba de revelar a Ángela es que no cree en la vida después de la muerte, y que Don Manuel tampoco creía.
El símil se establece entre el amargor de dicha verdad y el del mar al que termina llegando el agua del lago. A diferencia del lago, que tiene agua dulce, que tiene sus propios límites, que es manso y no se rebela, el mar no tiene control, no tiene un comienzo ni un final. Aquel que está en medio del mar, a diferencia de aquel que está en medio del lago, está en medio de la nada. Así de desoladora y amarga es la verdad que Lázaro le revela en esta cita a su hermana. Esa es una de las verdades que el pueblo debe ignorar para seguir viviendo mansamente, tranquilo, como las aguas del lago.
"... está nevando, nevando sobre el lago, nevando sobre la montaña, nevando sobre las memorias de mi padre, el forasterio; de mi madre, de mi hermano Lázaro, de mi pueblo, de mi San Manuel..." (p. 46) (Metáfora)
Esta metáfora es dicha por Ángela justo antes de terminar con sus memorias. En el comienzo de la cita, la nieve está utilizada de manera literal: realmente está nevando en el pueblo. Luego, Ángela le otorga a esa nieve un carácter metafórico. Así como la nieve va literalmente cubriendo la montaña y el lago del pueblo, metafóricamente va borrando los recuerdos de Ángela. Ángela ya tiene 50 años, se siente próxima a la muerte, está olvidando lentamente a todos los que amó. Es, en definitiva, como si la nieve fuera cubriendo sus recuerdos, dejando su mente en blanco.
"... en la divina novela de nuestra existencia" (p. 49) (Metáfora)
En el final del epílogo, el narrador Unamuno describe metafóricamente la existencia humana como una novela en la que todos somos personajes. A través de esta metáfora, Unamuno postula que, en realidad, la vida de los lectores también es una ficción. Y así como en las memorias de Ángela se describe la ficción religiosa que permite al pueblo sentir que tiene un propósito y, entonces, vivir feliz, los lectores también deben encontrar aquello que les permita vivir felizmente la novela de sus vidas.