Resumen
Ángela Carballino comienza su narración en presente, afirmando que ahora que Don Manuel está por ser beatificado por el obispo de la diócesis de Renada (a la que pertenece su aldea Valverde de Lucerna), va a contar sus memorias acerca de él, a quien llama su “padre espiritual”. Tras esta introducción, comienza a narrar sus recuerdos.
Ángela apenas conoció a su padre biológico. Este fue un forastero que había llegado a la aldea con muchos libros, entre ellos Don Quijote de la Mancha, y se quedó allí tras unirse con su madre. La madre de Ángela, en lugar de contarle a ella cosas sobre su padre, desde niña le contaba cosas sobre Don Manuel, quien ya era párroco del pueblo.
Cuando ella tenía 10 años, antes de irse del pueblo, Don Manuel tenía 36. Lo recuerda como un hombre delgado, con una mirada profunda. Recuerda, sobre todo, el cariño que tenía por los niños y el cariño que los niños tenían por él.
A los 10 años, Ángela fue enviada por su hermano (quien vivía en América y les mandaba dinero a ella y su madre) al Colegio de Religiosas, en la capital de Renada. En el colegio, Ángela se hizo varias amigas aunque no dejó de estar pendiente de las noticias de su pueblo, sobre todo las que hacían referencia a Don Manuel. La fama del párroco era tal que las monjas del Colegio le hacían preguntas constantemente sobre él. Ángela se quedó en el colegio durante cinco años. Había llegado con el plan de convertirse en maestra, pero perdió el interés por la pedagogía.
Cuando regresó a Valverde, a los 15 años, Ángela descubrió que el pueblo le pertenecía a Don Manuel, no materialmente sino espiritualmente. Todos eran sus fieles devotos. En ese tiempo, Don Manuel había hecho el seminario para ser cura y se había destacado como alumno, pero había rechazado ofertas importantes para oficiar como párroco en lugares más grandes. Es decir, en lugar de iniciar una prometedora carrera religiosa, prefirió quedarse en su pueblo, con su gente, ayudándolos. Resolvía conflictos matrimoniales, peleas entre familiares, confesaba a quienes estaban a punto de morir. Incluso, en una ocasión, Don Manuel logró convencer a un hombre de adoptar al hijo de su ex novia como propio.
Ángela, luego, recuerda en detalle cómo, en la noche de San Juan, venían, desde distintos pueblos, hombres y mujeres que se sentían poseídos por el demonio a ver a Don Manuel, quien los curaba mágicamente, con su palabra. Esto hacía crecer más y más su fama. Por otro lado, Ángela recuerda que Don Manuel siempre estaba atento de que los aldeanos estuvieran limpios y con ropa decente. Les pedía ropa a los aldeanos que tenían de más para dársela a aquellos que no tenían nada.
Según Ángela, Don Manuel era benévolo con todos por igual, pero tenía predilección por los desgraciados y los díscolos. Entre ellos estaba Blasillo, el bobo. Este era el favorito de Don Manuel, a quien más protegía. Durante uno de sus sermones, Don Manuel exclamó la bíblica frase: “¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. A partir de entonces, Blasillo repetía la frase a los gritos por el pueblo, emocionando a la gente con la imitación perfecta que hacía de la voz de Don Manuel.
La influencia de Don Manuel en el pueblo llegaba a límites impensados. Los criminales, incluso, confesaban sus crímenes con él. Sin embargo, cuando un juez le pidió que obligara a un ladrón a confesar, Don Manuel se negó, alegando que la justicia humana no era su asunto; que el ladrón debía resolver su pecado a solas con Dios.
Gracias a Don Manuel, todo el pueblo, sin excepciones, iba a misa. En una ocasión, Ángela, cuando la congregación cantó al unísono durante la ceremonia, escuchó el sonido de las campanas que, se decía, estaban sumergidas en el lago, así como las voces de los aldeanos que habían vivido en la vieja aldea de Valverde.
A diferencia de lo que solían hacer los representantes de la iglesia, Don Manuel no condenaba a los impíos, masones, herejes o liberales. Aunque, en realidad, agrega Ángela, no había ninguno en el pueblo. En cambio, era muy estricto en relación al uso de las malas palabras y se oponía a la ociosidad. Según él, la ociosidad era la madre de todos los pecados. En su afán por evitar el ocio, Don Manuel estaba constantemente activo: ayudaba en la cosecha, hacía juguetes para los niños, ayudaba al maestro en la escuela, cortaba leña para los pobres. Ángela afirma que ahora se da cuenta de que Don Manuel, en realidad, huía del ocio porque no toleraba sus propios pensamientos.
Una de las cosas que más solía hacer Don Manuel era acompañar al médico en sus visitas. Tenía especial interés por las embarazadas y la crianza de los niños. Lo afectaba profundamente la muerte de los mismos. Sentía que la muerte de un recién nacido era, junto al suicidio, uno de los misterios más terribles de la vida. Sin embargo, para él, los suicidas no merecían castigo. En una ocasión, ante el suicidio de un forastero, Don Manuel dictaminó que se le debía dar un entierro sagrado ya que, seguramente, el suicida debía haberse arrepentido en el último momento de su pecado.
Ángela afirma que para Don Manuel, en definitiva, lo importante era que la gente fuera feliz, que no sintiera deseos de morir, sino que fuera Dios quien decidiera que el momento les había llegado. Ángela recuerda una ocasión en que un grupo de titiriteros llegó al pueblo. Mientras el líder, un payaso, actuaba, su esposa se sintió enferma y murió en manos de Don Manuel. Cuando el payaso se enteró de los cuidados finales que este le había dado a su mujer, intentó besar su mano y lo llamó “santo”. Don Manuel le respondió que el verdadero santo era él, ya que vivía para hacer feliz a los demás.
Ahora, Ángela se da cuenta de que todos los esfuerzos que hacía Don Manuel por estar unido a la comunidad eran también un modo de huir de sí mismo. Una vez, Ángela le preguntó por qué no estuvo nunca en un claustro o monasterio, y Don Manuel le respondió que vivir solo le parecía como morir, que él debía vivir junto a su pueblo, que ese era el único modo que tenía de llevar su cruz.
Análisis
Esta primera parte puede considerarse la introducción de la novela: conocemos a la narradora, Ángela Carballino, la historia de su infancia, su madre, cómo es la vida en el pueblo y, fundamentalmente, al personaje de Don Manuel.
Ángela nos da sobre sí misma algunos pocos detalles que, si bien parecen menores, la diferencian del resto del pueblo y le permiten ser la narradora de esta historia. Fundamentalmente, Ángela tiene una buena formación cultural, mientras que el pueblo vive sumido en la ignorancia. Ángela se interesa por los libros que eran de su padre y, además, es educada en un buen colegio, en la ciudad. A partir de esta formación, se explica que Ángela sea inquisitiva y busque la verdad acerca de Don Manuel, en lugar de conformarse con las apariencias, como el resto de los habitantes de Valverde.
La familia de Ángela está integrada por su madre y su hermano. Cada uno de ellos representa un estereotipo: la madre de Ángela es descrita como una mujer sumamente religiosa, que tiene mayor devoción por Don Manuel que por el difunto padre de Ángela. Es decir, se trata de una mujer que le da más importancia al amor religioso que al amor terrenal. Por otro lado, Lázaro, el hermano, representa los ideales del progreso. Vive en América, manda dinero para que su hermana reciba la mejor educación, y cree que la religión condena a los pueblos a seguir viviendo en el Medioevo.
La vida del pueblo es descrita a través de distintas escenas que tienen a Don Manuel como protagonista. Excepto Blasillo, el bobo, que se destacará por ser el predilecto de Don Manuel, los personajes del pueblo no son descritos en profundidad, sino que forman parte de un conjunto uniforme en el que todos son religiosos, ingenuos, obedientes.
Es fundamental destacar que el pueblo escogido por Unamuno para el desarrollo de la historia es Valverde de Lucerna. Este es un pueblo mítico que, según la leyenda, está sumergido bajo las aguas del Lago Sanabria. En San Manuel Bueno, mártir los habitantes de Valverde no viven bajo el agua, pero sí creen que la antigua villa de Valverde está debajo del lago. Incluso, Ángela, durante un sermón de Don Manuel, escucha las campanadas de la antigua iglesia y las voces de los antiguos habitantes brotando desde lo profundo de las aguas.
Antes de indagar sobre los actos de Don Manuel y su personalidad, es interesante destacar la descripción física que brinda Ángela. Según ella, Don Manuel llevaba la cabeza erguida como la Peña del Buitre (la montaña del pueblo) y sus ojos eran azules y profundos como el lago del pueblo. Es decir, a través de esta descripción física, Don Manuel encarna simbólicamente la naturaleza del pueblo.
En relación al modo de vivir la religiosidad, se puede establecer un paralelismo entre Don Manuel y Jesucristo. Don Manuel, al igual que Jesús, vive de manera desinteresada, poniendo en primer lugar el bienestar de los pobres, los desgraciados y los niños. Además, varias veces se menciona el sufrimiento de Don Manuel (ya sea por él mismo o por su pueblo) como una cruz que debe llevar. Por otro lado, Ángela narra que Don Manuel, en la noche de San Juan, al costado del lago, cura milagrosamente a los poseídos por el demonio. En el “Evangelio según Marcos” de La Biblia, se cuenta que Jesús curó a un hombre poseído a las orillas de un lago en la región de gerasenos. Por último, también es evidente el paralelismo cuando Don Manuel grita en su sermón la frase bíblica que pronuncia Jesús en la cruz: “¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”.
Más allá de sus actos devotos, Ángela, en esta introducción, le da una importante relevancia a dos características de Don Manuel que terminarán siendo fundamentales para comprender la complejidad del personaje y su verdad oculta. Por un lado, es enemigo del ocio. Esto lo lleva a estar constantemente haciendo cosas para ayudar al pueblo, pero Ángela afirma que, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que, en realidad, Don Manuel no soportaba el ocio porque no soportaba sus propios pensamientos. Por otro lado, Don Manuel está todo el tiempo con el pueblo porque, según Ángela, huye desesperadamente de la soledad.
Estos dos rasgos presentan un personaje que, ya de antemano, se contrapone con la figura del santo que, en la soledad y la paz, se conecta con Dios. Es decir, nos anticipan el conflicto de Don Manuel y, por lo tanto, de la novela.
Más allá del análisis puntual de la trama, para comprender en profundidad la novela es fundamental tener en cuenta el contexto histórico, religioso y político de España. Si bien la novela no está situada en ninguna fecha en particular, puede deducirse por la alusión que se hace más adelante a la Revolución rusa que los hechos suceden luego de 1917. Por otro lado, la novela se publica en 1931, apenas unos años antes de la Guerra civil española, sucedida entre 1936 y 1939. Entonces, se puede situar la acción de la novela entre estas dos fechas. En este periodo, España está comenzando a vivir grandes cambios a nivel político. El republicanismo, que se opone a la monarquía y a la iglesia, representante de las ideas progresistas, está en auge, en consonancia con el crecimiento del socialismo. Por otro lado, la iglesia católica en España, valuarte de los valores conservadores, tiene todavía un enorme poder. Históricamente, la sociedad española se destaca por ser profundamente católica. Estas dos fuerzas, la progresista y la religiosa, entrarán en choque, finalmente, en la mencionada Guerra civil española, cuando la iglesia apoye a Francisco Franco en su lucha contra los republicanos. Unamuno, en San Manuel Bueno, mártir construye una trama que pondrá en evidencia la pugna creciente entre estas dos posiciones y, como veremos más adelante, termina por conciliarlas.