Las ciudades y los pueblos mexicas
Cortés le describe a Carlos V los pueblos y las ciudades mexicas que conquista para la Corona de España. El primero de ellos es Sienchimalen, que
está en la ladera una sierra muy agra, y para la entrada no hay sino un paso de escalera, que es imposible pasar sino gente de pie, y aun con harta dificultad si los naturales quieren defender el paso. En lo llano hay muchas aldeas y alquerías de a quinientos y a trescientos y doscientos labradores, que serán por todos hasta cinco o seis mil hombres de guerra (13-14).
En las descripciones siempre se menciona algún aspecto geográfico y la belleza de las construcciones, como se puede apreciar en este pasaje sobre el pueblo Caltanmí:
Llegué a un asiento algo más llano, donde pareció estar el señor de aquel valle, que tenía las mejores y más bien labradas casas que hasta entonces en esta tierra habíamos visto, porque era todas de cantería labradas y muy nuevas, y había en ellas muchas muy grandes y hermosas salas y muchos aposentos muy bien obrados (14-15).
Para comunicarle a Carlos V cómo son los pueblos mexicas, Cortés suele compararlos con España. Un ejemplo de esto es la descripción que da de Iztapalapa:
Tiene el señor de ella unas casas nuevas que aún no están acabadas, que son tan buenas como las mejores de España, digo de grandes y bien labradas, así de obra de cantería como de carpintería, suelos y cumplimientos para todo género de servicios de casa excepto masonerías y otras cosas ricas que en España usan en las casas, que acá no las tienen. Tiene muchos cuartos altos y bajos, jardines muy frescos de muchos árboles y rosas olorosas; asimismo albercas de agua dulce muy bien labradas, con sus escaleras hasta lo hondo. Tiene una muy grande huerta junto a la casa y sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y salas y dentro de la huerta una muy grande alberca de agua dulce, muy cuadrada y las paredes de ella de gentil cantería y alrededor de ella un andén hacia la pared de la huerta va todo labrado de cañas con unas vergas y detrás de ellas todo de arboledas y hierbas olorosas y dentro de la alberca hay mucho pescado y muchas aves, así como lavancos, zarzetas y otros géneros de aves de agua, tantas que muchas veces casi cubren el agua (39).
Las imágenes que Cortés da de los pueblos demuestran su admiración y sorpresa por la tecnología y la organización de los pueblos mexicas. Esto se hace evidente con su llegada a Tlaxcala,
la cual ciudad es tan grande y de tanta admiración que aunque mucho de lo que de ella podría decir dejé, lo poco que diré creo que es casi increíble, porque es muy mayor que Granada y muy más fuerte y de tan buenos edificios y de mucha más gente que Granada tenía al tiempo que se ganó y muy mejor abastecida de las cosas de la tierra, que es de pan, de aves, caza, pescado de ríos y de otras legumbres y cosas que ellos comen muy buenas (24).
Finalmente, la ciudad que mayor impacto genera en Cortés y, por ende, la que describe con más detención, es Tenochtitlan:
Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada, y desde la tierra firma hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquiera parte que quisieren entrar ea ella, hay dos leguas. Tienen cuatro entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lanzas de jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y derechas, y algunas de éstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las calles de trecho a trecho están abiertas por donde atraviesa el agua de las unas a las otras, y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas hay sus puentes de muy anchas y muy grandes vigas, juntas y recias y bien labradas, y tales, que por muchas de ellas pueden pasar diez de a caballo juntos a la par (58).
Los combates
Durante la Conquista, son muchos los combates que Cortés debe afrontar para poder conseguir su objetivo. Una de las imágenes sensoriales más detallada de los combates se presenta durante la rebelión de los aztecas que deriva en la Noche Triste:
El cual mensajero volvió dende a media hora todo descalabrado y herido, dando voces que todos los indios de la ciudad veníande guerra y que tenían todas las puentes alzadas y junto tras él da sobre nosotros tanta multitud de gente por todas partes, que ni las calles ni azoteas se parecían con la gente; la cual venía con los mayores alaridos y grita más espantable que en el mundo se puede pensar y eran tantas las piedras que nos echaban con hondas dentro de la fortaleza, que no parecía sino que el cielo las llovía y las flechas y tiraderas eran tantas, que todas las paredes y patios estaban llenos, que casi no podíamos andar con ellas. Y yo salí fuera a ellos por dos o tres partes y pelearon con nosotros muy reciamente, aunque por la una parte un capitán salió con doscientos hombres y antes que se pudiese recoger le mataron cuatro e hirieron a él y a muchos de los otros; y por la parte que yo andaba, me hirieron a mí y a muchos de los españoles. Y nosotros matamos poco de ellos, porque se nos acogían de la otra parte de las puentes y de las azoteas y terrados nos hacían daño con piedras, de las cuales azoteas ganamos algunas y quemamos. Pero eran tantas, tan fuertes, de tanta gente pobladas y tan abastecidas piedras y otros géneros de armas, que no bastábamos para tomarlas todas, ni defender, que ellos no nos ofendiesen a su placer (82).
Posteriormente, cuando Cortés pierde el dominio de la capital mexica, se aboca a la conquista de los pueblos costeños. Durante este periodo de tiempo se liberan muchos combates, entre los que destaca el enfrentamiento con el ejército de Culúa:
Dentro en la ciudad andaba muy gran grita por todas las calles; peleando con los contrarios y guiando por un natural de la dicha ciudad, llegué al aposento donde los capitanes estaban, el cual hallé cercado de más de tres mil hombres que peleaban por entrarles por la puerta y les tenían tomados todos los altos y azoteas. Los capitanes y la gente que con ellos se halló peleaban tan bien y esforzadamente, que no les podían entrar el aposento (100).
Las ofrendas
Mientras avanza hacia Tenochtitlan, Cortés recibe diferentes ofrendas de parte de Moctezuma. Sobre la primera de ellas, Cortés escribe: “… y trajéronme diez platos de oro, mil quinientas piezas de ropa, mucha provisión de gallina, pan y cacao, que es cierto brebaje que ellos beben” (32). Luego, como bienvenida a Tenochtitlan, Moctezuma le hace más ofrendas:
... vino un servidor suyo con dos collares de camarones envueltos en un paño, que eran hechos de huesos de caracoles y colorados, que ellos tienen en mucho y de cada collar colgaban ocho camarones de oro de mucha perfección, tan largos casi como un geme como se los trajeron se volvió en mí y me los echó al cuello (...) Y dende a poco rato, ya que toda la gente de mi compañía estaba aposentada, volvió con muchas y diversas joyas de oro, plata, plumajes y hasta cinco o seis mil piezas de ropa de algodón, muy ricas y de diversas maneras tejidas y labradas (42).
Una vez que se instala en la ciudad, Cortés recibe más regalos:
... me dio el dicho Mutezuma mucha ropa de la suya, que era tal, que considerda ser toda de algodón y sin seda, en todo el mundo no se podía hacer ni tejer otra tal ni de tantas ni tan diversos y naturales colores ni labores; en que había ropas de hombres y de mujeres muy maravillosas, y había paramentos por camas, que hechos de seda no se podían comparar; y había otros paños como de tapicería que podía servir en salas y en iglesias; había colchas y cobertores de cama, así de pluma como de algodón, de diversos colores asimismo muy maravillosos (56).
Los paisajes de México
Uno de los aspectos de México que capta la atención de Cortés es la belleza de sus paisajes naturales. Por eso, a medida que conoce nuevos lugares, los incluye en su carta a Carlos V con descripciones que destacan su majestuosidad:
Que a ocho leguas de esta ciudad de Churultecal están dos sierras muy altas y muy maravilosas, porque en fin de agosto tienen tanta nieve que otra cosa de lo alto de ellas si no la nieve, se parece. Y de la una que es la más alta sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira, que, según parece, es tanta la fuerza con que sale que aunque arriba en la sierra andaba siempre muy recio viento, no lo puede torcer (33).
Otro ejemplo de las descripciones que realiza Cortés sobre los paisajes es aquella que hace sobre el Valle de México:
La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano de ella tendrá en torno hasta setenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas. Y la una de estas dos lagunas de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada; divídelas por una parte una cuadrilla pequeña de cerros muy latos que están en medio de esta llanura, y al cabo se van a juntar las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras altas se hace. El cual estrecho tendrá un tiro de ballesta, y por entre una laguna y la otra, y las ciudades y otras poblaciones que están en las dichas lagunas, contratan las unas con las otras en sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir por la tierra. Y porque esta laguna salada grande crece y mengua por sus mareas según hace la mar todas las crecientes, corre el agua de ella a la otra dulce tan recio como si fuese caudaloso río, y por consiguiente a las menguantes va la dulce a la salada (57).