Segunda carta de relación

Segunda carta de relación Metáforas y Símiles

"Y de la una que es la más alta sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira..." (33) (Símil)

Con estos símiles, Cortés describe las sierras de Churultecal, entre las cuales se encuentra un volcán. Aquel volcán produce una gran columna de humo, que el narrador compara con una gran casa, por su inmenso tamaño, y con una vira (un refuerzo que se coloca en la suela de las botas), por la forma recta en la que se eleva por el aire.

"...fue tanto ganarles esa torre, que si Dios no les quebrara las alas, bastaban veinte de ellos para resistir la subida de mil hombres" (58) (Metáfora)

Durante el combate contra los aztecas, Cortés introduce la dimensión divina que caracteriza a su relato a través de una metáfora. En ella, las alas de los enemigos, que representan su valía y su destreza como guerreros, son quebradas por Dios. Esta intervención es lo que le permite a Cortés tomar posesión de una torre de estratégica importancia para su salvación, durante el asedio que sufren en Tenochtitlan.

"... yo vi el gran daño que se comenzaba a revolver y cómo la tierra se levantaba a causa del dicho Narváez" (73) (Metáfora)

Cuando Pánfilo de Narváez parte de Vera Cruz hacia Cempoala, Cortés comprende que peligran sus planes de establecer dominio en toda la zona de México. Para referirse a dicho peligro, Cortés se vale de dos metáforas. En la primera, “yo vi el gran daño” (73), se refiere al peligro que implica para sus intereses de conquista la presencia de su adversario. Luego, la tierra que se levanta hace referencia al caos que produce la presencia de Narváez, y a la posibilidad de que los territorios conquistados aprovechen la tensión entre españoles para sublevarse.

"Y pareció que el Espíritu Santo me alumbró con este aviso, según lo que a otro día siguiente sucedió" (91) (Metáfora)

Durante el escape de Tenochtitlan, los españoles se agotan y muchos mueren o resultan malheridos. En un momento, Cortés ordena que los caballos sean montados por los soldados sanos, y que los enfermos se valgan de muletas o carretillas para desplazarse. Al día siguiente, sufren el ataque de otro grupo de aztecas, pero gracias a la decisión de Cortés, hay soldados preparados para dar batalla. Hernán Cortés adjudica su prudencia y sagacidad a un favor divino. Para ello, recurre a la metáfora de luz, como si el Espíritu Santo lo iluminara con el conocimiento necesario para superar la peligrosa situación en la que se encuentra.

"En especial supe que hacían lanzas largas como piernas para los caballos" (105) (Símil)

En este pasaje, Cortés describe los preparativos de los naturales de Guacachula para la guerra, y utiliza un símil para describir las lanzas que están produciendo: se trata de armas que tienen la longitud de una pierna y que están pensadas para atacar a los caballos de los españoles.

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