Resumen
Durante la estadía en la provincia llegan seis mensajeros de Moctezuma para comunicarle a Cortés que está dispuesto a pagar un tributo a cambio de que los españoles detengan su marcha hacia Tenochtitlan, con el argumento de que en aquella ciudad no posee las comodidades necesarias para recibirlo. Luego, los mensajeros le sugieren a Cortés que se dirija con ellos a una ciudad vecina y aliada de Moctezuma, Cholula (Cortés la menciona como "Churultecal"). Los mensajeros le aseguran que allí podrán agasajarlo como corresponde, pero los tlaxcaltecas desconfían de Moctezuma y sus enviados, por lo que le advierten a Cortés que no siga su recomendación. Sin embargo, el conquistador está interesado en conocer dicha ciudad, y decide ir de todos modos.
Como precaución, hace venir a los señores de Cholula a Tlaxcala y los hace viajar con él. Los soldados tlaxcaltecas no están contentos con la decisión, pero de igual forma lo acompañan en su viaje, ya que están seguros de que la invitación es una trampa. Luego de amenazar a los señores de Cholula para que confiesen sus palnes, las sospechas de los tlaxcaltecas quedan confirmadas, y Cortés decide iniciar un ataque directo y brutal sobre la ciudad. En el combate, la mayoría de los cholultecas mueren o son encarcelados. A pesar de la enorme matanza, el capitán le explica a Carlos V que la gente del pueblo se demuestra agradecida con él, por liberarlos de tener que servir a Moctezuma.
Cortés reemprende su viaje, y en el camino recibe nuevas ofrendas de Moctezuma y otro infructuoso pedido de retirada. El siguiente pueblo en el que se instala se llama Chalco, y allí recibe la visita de entre diez y doce señores de la realeza, que le recomiendan dirigirse a Iztapalapa, donde será amablemente recibido. Allí, Cortés y su ejército permanecen un día, para luego continuar camino a Tenochtitlan. Cortés se ve impresionado por la belleza de las ciudades mexicas, pero no se demora mucho tiempo en ninguna de ellas. Cuando se encuentra en las afueras de Tenochtitlan, Moctezuma sale a recibirlo junto a otros dos señores y le entrega una serie de regalos. Luego, pronuncia un largo discurso en el que le explica a Cortés que todo el territorio mexica pertenece a Carlos V. En compañía de Moctezuma, los españoles entran entonces y se instalan en Tenochtitlan.
Análisis
Es innegable que la superioridad de la tecnología bélica de los europeos es uno de los factores principales —aunque no el único— que garantiza el éxito de la Conquista de México y de toda América. Otro de estos factores, señala Tzvetan Todorov, uno de los intelectuales que mejor ha sabido analizar el fenómeno del encuentro entre los dos continentes, es la convicción de los europeos de su superioridad cultural. Esto último les permite a los españoles desarrollar una enorme capacidad de adaptabilidad y de entendimiento de los signos y códigos de las comunidades representadas como diferentes (como el “otro”, es decir, aquel que se identifica principalmente por oposición a la cultura propia). Esto se ve en el afán constante que Cortés manifiesta por asimilar al indígena y someterlo al esquema de vasallaje a la Corona española que ya hemos mencionado anteriormente.
Para lograr su cometido, Cortés es consciente de que la comunicación con los pueblos del Golfo es absolutamente necesaria. Por eso, lleva consigo siempre a Jerónimo de Aguilar, un español que habla con fluidez la lengua maya. Al inicio de sus aventuras, y antes de fundar la ciudad de la Vera Cruz, en el primer encuentro bélico sobre la desembocadura del río Grijalva, Cortés hace esclava a Malintzin (a quien él llama Marina, y cuyo nombre más conocido es Malinche), una joven que habla maya y la lengua náhuatl. Gracias la presencia de Aguilar y Malinche, Cortés logra comunicarse desde un principio con los pueblos mexicas: él habla en español con Aguilar, quien traduce al maya para Malinche y esta, a su vez, se comunica en náhuatl con los emisarios de Moctezuma y realiza el proceso inverso para transmitir los mensajes a Cortés. Como es bien sabido, Malinche es una pieza fundamental en todo el proceso de la Conquista, y hay quienes ven en ella un verdadero proceso de resistencia —en tanto que, gracias a su rol de traductora, es capaz de conservar su lengua y sus raíces—, y quienes la observan como una traidora a su pueblo, puesto que ayuda a los españoles en la Conquista.
Una vez instalado en Tlaxcala, Cortés se vale de sus traductores —o lenguas, como los llama en su carta— para comunicarse con los enviados de Moctezuma, quienes llegan cargando regalos y le transmiten el mensaje de su señor, quien está dispuesto a pagar tributo a los españoles si estos abandonan sus intenciones de presentarse en Tenochtitlan. Luego, Cortés recibe una invitación a Cholula, ciudad en la que se encuentran otros mensajeros de Moctezuma y que lo aguardan con un importante mensaje. Si bien los tlaxcaltecas le advierten a Cortés de una posible traición por parte de los aztecas, Cortés decide presentarse en Cholula con sus tropas y exigirle vasallaje a su población. Los tlaxcaltecas, para demostrar su alianza con los españoles, envían también un nutrido grupo de soldados —en la Segunda carta de relación se mencionan cien mil hombres, cifra absolutamente exagerada— que siguen a los españoles a cierta distancia.
En la Segunda carta de relación, Cortés indica que al aproximarse a la ciudad percibe señales de una traición, por lo que decide acercarse de noche y a escondidas a la casa mayor, donde se encuentran los señores de Cholula, y tomarlos prisioneros. Sin embargo, otras fuentes (entre las que podemos destacar los códices y las crónicas reunidas por León Portilla en Visión de los vencidos) señalan que Cortés es bien recibido por los cholultecas, quienes les abren las puertas de su ciudad a los extranjeros, los reciben con grandes pompas y los hospedan en sus mejores viviendas. Una vez dentro, relatan los cronistas nahuas, Cortés encierra a todos los señores de la ciudad y los prende fuego. Luego, comienza una enorme matanza para demostrarles a los mensajeros de Moctezuma todo su poderío. Esta versión parece ser la verdadera, puesto que se trata de una jugada política gracias a la cual Cortés logra su objetivo principal: que Moctezuma lo reciba en Tenochtitlan.
Bartolomé de las Casas, un fraile dominico que llega en un principio como colono al Nuevo Mundo, pero que se horroriza ante la crueldad de los españoles y se convierte en un defensor de los derechos de los indígenas, denuncia las masacres cometidas por Cortés y otros militares durante la Conquista de México. En su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, el fraile es contundente: la Conquista no es sino un brutal genocidio realizado por sus congéneres europeos. Sobre la matanza de Cholula, Bartolomé de las Casas expresa: "Acordaron los españoles de hacer allí una matanza o castigo (como ellos dicen) para poner y sembrar su temor y braveza en todos los rincones de aquellas tierras. Porque siempre fue esta su determinación en todas las tierras que los españoles han entrado, conviene a saber, hacer una cruel y señalada matanza, porque tiemblen dellos aquellas ovejas mansas" (de las Casas, 1995: 49).
Vale la pena notar que el fraile pone en evidencia los eufemismos de los que se vale la retórica de los conquistadores para ocultar al público general los brutales excesos cometidos en el continente americano. Mientras que Cortés, en su Segunda carta de relación a Carlos V, presenta el episodio como una jugada estratégica, Bartolomé de las Casas desmiente esta versión y señala que la matanza fue una acción premeditada por el capitán español, y no se limita a ello, sino que pinta con total crudeza el accionar de las tropas europeas:
A cabo de dos o tres días saltan muchos indios vivos llenos de sangre, que se habían escondido y amparado debajo de los muertos (como eran tantos); iban llorando ante los españoles pidiendo misericordia, que no los matasen. De los cuales ninguna misericordia ni compasión hubieron, antes así como salían los hacían pedazos. A todos los señores, que eran más de ciento y que tenían atados, mandó el capitán quemar y sacar vivos en palos hincados en la tierra (...). Dícese que estando metiendo a espada los cinco o seis mil hombres en el patio, estaba cantando el capitán de los españoles:
Mira Nero de Tarpeya,
a Roma cómo se ardía;
gritos dan niños y viejos,
y él de nada se dolía.
(de las Casas, 1995: 50)
La brutal matanza de Cholula produce el efecto deseado por Cortés, y los mensajeros de Moctezuma terminan por aceptar la visita de los españoles a Tenochtitlan. Aunque el conquistador se queja de que los guías mexicas lo llevan por los peores caminos, los españoles terminan llegando al lago Texcoco, sobre el que se levanta la ciudad imperial.
Cortés entra en México-Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 por la calzada de Iztapalapa, que conecta el valle con la ciudad por el sur. Moctezuma sale a recibirlo en la entrada de la ciudad junto a dos grandes señores, uno de los cuales es su hermano. Cortés repone en su Segunda carta de relación el diálogo con el que Moctezuma lo recibe en la ciudad:
Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella, sino extranjeros y venidos a ella de partes muy extrañas y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza y después tornó a venir dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra, y tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían y queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor y así, se volvió y siempre hemos tenido que de los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a sus vasallos y según de la parte que vos decís que venís, que es a donde sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural, en especial que nos decís que él ha muchos días tenía noticia de nosotros y por tanto, vos sed cierto que os obedeceremos y tendremos por señor en lugar de ese gran señor que vos decís, y que en ello no habrá falta ni engaño alguno y bien podéis en toda la tierra, digo que en la que yo en mi señorío poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será obedecido y hecho y todo lo que nosotros tenemos es para lo que vos de ello quisiéredes disponer (42-43).
Según refiere Cortés, al recibirlo Moctezuma le explica que los mexicas se instalaron en la región guiados por un señor que luego marchó hacia el este con la promesa de volver en un futuro. Por eso, todos los emperadores de Tenochtitlan viven a la espera del regreso de su señor, y se encargan tan solo de cuidar al pueblo durante su ausencia. Este relato está anclado en los mitos de la tradición tolteca que los aztecas adoptan al instalarse en el valle de México. Según la cosmovisión heredada de los toltecas, luego de crear a la humanidad, Quetzalcóatl, uno de los principales dioses y el creador de la humanidad, abandona el Golfo de México junto a otros dioses y se dirige hacia el este, con la promesa de regresar un día para volver a reinar entre los hombres de su pueblo.
Ni bien llegado al Golfo, Cortés se entera de estos mitos y comprende que puede utilizarlos a su favor. Cabe destacar también que todas las crónicas nahua sobre la llegada de los españoles expresan la posibilidad de que los extranjeros sean, efectivamente, los dioses que regresan al valle. Por eso, Moctezuma se encuentra ante un dilema real al tener que decidir cómo recibir a Cortés y su séquito, puesto que, si se trata de los dioses, estos están en su pleno derecho de gobernar sobre la ciudad. Sin embargo, si son simplemente otros extranjeros los que llegan, recibirlos en Tenochtitlan puede ser un error catastrófico. Eso explica, en parte, la cantidad de mensajeros que el señor mexica envía para conocer a los españoles y toda la resistencia que opone al avance de Cortés hacia Tenochtitlan. Si Moctezuma puede evitar conferenciar con los recién llegados, sean dioses o no, tanto mejor para su pueblo y para poder mantenerse en el poder.
Tal como muchos críticos señalan, el supuesto discurso de Moctezuma que Cortés transmite a Carlos V es una tergiversación total de los hechos que el español realiza para justificarse ante su emperador y esconderle su verdadero accionar al llegar a Tenochtitlan. Según la ley, los españoles, al encontrarse con pueblos nativos, deben leer un documento llamado “Requerimiento”, que da a los soberanos indígenas dos posibilidades: reconocerse como súbditos de la Corona española y conservar sus bienes, o entrar en guerra. Actuando de forma ilegal, Cortés no le lee el “Requerimiento” a Moctezuma porque prefiere, estratégicamente, conocer el poder de su adversario antes de arriesgarse a desatar una guerra contra él.
Cortés toma como rehén a Moctezuma y se instala en su palacio. Esta acción también es ilegal para las leyes españolas, por lo que el conquistador debe justificar su accionar ante Carlos V, cosa que hace de dos maneras: en primer lugar, explica que los españoles que se quedaron en diversos pueblos mexicas están siendo asesinados por orden de Moctezuma, por lo que hacerlo prisionero es una forma de detener dichos asesinatos. Además, expresa que el señor mexica acepta el encierro, puesto que de esa forma no debe darle ninguna explicación a su pueblo sobre la presencia de los españoles, mientras que puede seguir gobernando tranquilamente desde su palacio.
De esta forma, con la historia del regreso de Quetzalcóatl y la prisión de Moctezuma, Cortés legitima su permanencia en Tenochtitlan y el sometimiento del pueblo mexica a Carlos V.