La Conquista de México
Las Cartas de Relación que Hernán Cortés envía a Carlos V refieren todas al proceso de Conquista del imperio azteca. La Segunda carta de relación está dedicada a la llegada de Cortés al Golfo de México y a las relaciones que establece con los diversos pueblos nativos para tramar la caída de Tenochtitlan y la destrucción del gobierno de Moctezuma. La visión que se propone en esta obra es, por supuesto, la del conquistador español: Europa se presenta como el centro del mundo moderno y colonial, y la historia se observa desde dicho punto de vista.
Al interpretar el contenido de la Segunda carta de relación, queda claro que los españoles, al llegar al mal llamado Nuevo Mundo, no tienen ningún reparo en destruir todo lo que se interpone en sus proyectos. Con el fin de amedrentar a las poblaciones con las que se encuentra, Cortés realiza enormes matanzas, muchas veces de comunidades enteras, y logra así establecer alianzas mediante el ejercicio del terror y gracias a la superioridad bélica que posee. Así, aunque Cortés intenta matizarlo al contárselo a su emperador, el proceso de conquista es un genocidio brutal.
Mientras que los conquistadores se afanan por lograr sus objetivos bélicos, y narran su experiencia de la Conquista poniéndose en el rol de héroes, otros españoles escriben crónicas que dan cuenta de la verdadera violencia con la que se trató a los mexicas. Fray Bartolomé de las Casas, por ejemplo, denuncia en sus escritos el accionar absolutamente repudiable, desde los valores cristianos, de Cortés y su tropa.
Tras la caída de Tenochtitlan, Cortés utiliza dos instituciones principales para someter a los pueblos nahuas: la lengua española y la religión cristiana. Con ello, el proceso de Conquista implica la instauración de una nueva subjetividad sobre los pueblos mesoamericanos y todo un nuevo sistema de valores desde los que interpretar el mundo. De aquí que aquello que es visto por los españoles como una conquista, para los pueblos nativos implique la pérdida de sus formas de vida y la construcción de una nueva identidad en función del rol de vencidos.
Las relaciones entre los pueblos del Golfo de México
Cuando Cortés desembarca en el Golfo de México en 1519 y pone en marcha su proyecto de conquista, los pueblos que habitan dicho territorio atraviesan una compleja situación política y cultural.
Entre los siglos XI y XV, los aztecas, un pueblo foráneo, se establecen en el valle de México y se convierten en un imperio guerrero con ánimos expansionistas. Al principio del siglo XVI, los aztecas se encuentran en su máximo nivel de desarrollo, y su imperio se extiende desde el norte del Golfo hasta lo que actualmente es Guatemala, y hasta el Océano Pacífico.
En su afán expansionista, los aztecas someten a diversos pueblos nahuas, destruyen su memoria histórica e imponen su propia cultura. Además, se instaura el culto a Huitzilopochtli, el Dios Sol, que exige sacrificios humanos para nutrirse de su sangre y renovarse día a día. Este culto justifica la naturaleza guerrera de los mexicas y su afán de conquista: es necesario dominar a todos los pueblos de la región para obtener esclavos que sacrificar en honor al Dios Sol.
Cortés, un estratega nato, comprende rápidamente que muchos pueblos nahuas están sometidos por un emperador terrible, y que desean liberarse del yugo azteca. Tal es el caso de los tlaxcaltecas, un pueblo guerrero sometido por Tenochtitlan que decide aliarse con los españoles porque ven en los recién llegados la posibilidad de vengarse de los mexicas.
Durante toda la primera parte de la Segunda carta de relación pueden observarse estas tensiones entre los pueblos nahuas: cuando los tlaxcaltecas comprenden el poder bélico de los españoles y se alían forzosamente a ellos, comienzan a llegar muchos mensajeros de Moctezuma que no son bien recibidos en Tlaxcala. En las semanas que Cortés pasa en dicho poblado, las tensiones diplomáticas crecen y se complejizan. Finalmente, tras la matanza de Cholula, un pueblo neutral dedicado al culto de los dioses, Cortés logra que un grupo de aztecas lo escolten hacia Tenochtitlan.
La sociedad mexica y las costumbres aztecas
Una de las funciones que tiene la Segunda carta de relación es la de presentar al mundo europeo los descubrimientos realizados en el Nuevo Mundo. Por eso, cuando Cortés le escribe a Carlos V, dedica una parte importante de su correo a la descripción de la sociedad azteca y sus costumbres, especialmente aquellas que observa en Tenochtitlan.
Por supuesto, todas las costumbres de los pueblos nahuas son interpretadas desde la perspectiva eurocéntrica del conquistador y, por ello, sus descripciones están sesgadas por esta óptica. Por ejemplo, de sus prácticas religiosas, Cortés destaca el sacrificio humano y las ofrendas de sangre que realizan los sacerdotes al dios Huitzilopochtli, pero en ningún caso trata de comprenderlas dentro del complejo entramado simbólico que organiza el mundo religioso azteca.
Todos los españoles quedan admirados por la grandeza y la organización de Tenochtitlan, la capital del imperio azteca. La ciudad está construida sobre un lago y es más grande que las urbes europeas más pobladas. Además de calzadas, tiene un complejo entramado de canales por donde los mexicas se desplazan en canoas y transportan todo tipo de productos hacia sus mercados. Además, el conquistador queda maravillado por el lujo y la fastuosidad en la que viven el emperador y las familias nobles de su corte: Moctezuma tiene palacios con lagos y zoológicos dentro, donde viven criaturas traídas de todos los confines de su imperio, además de casas en las que alberga seres deformes, sacerdotes y adivinos; su mesa también es maravillosa, y cada día el emperador elige entre cientos de platos que preparan especialmente para él.
Cortés también destaca las formas de vivir en la ciudad, la vida de los mercados donde se compran, venden e intercambian todo tipo de productos, la exquisitez de las vestimentas y la riqueza de las ornamentaciones. Nuevamente, el español no es capaz de mirar todo ello si no es a través de la comparación con las costumbres europeas, y destaca siempre el valor de uso de los productos, mientras que ignora todo aquello que cumple una función ritual y que no tiene un fin práctico.
Esta forma de observar las costumbres mexicas desde la mirada europea pone de manifiesto hasta qué punto la Conquista implica el choque de dos mundos y de dos cosmovisiones.
La religión
La dimensión religiosa es un componente fundamental en el proceso de la Conquista de México. En primer lugar, cabe destacar que Cortés utiliza, en su aparato retórico, la religión como justificación para su empresa bélica: uno de sus principales objetivos es convertir a las poblaciones nativas a la religión cristiana. Con la excusa de que las prácticas religiosas mexicas son brutales y desagradan a Dios (especialmente las que involucran el sacrificio humano), Cortés castiga a sacerdotes y practicantes y destruye los templos aztecas sin ninguna muestra de misericordia.
Además, Cortés se presenta en sus cartas como un elegido de Dios, por lo que sus victorias son también las victorias del cristianismo. Durante su huida de Tenochtitlan, por ejemplo, el conquistador asegura que los españoles se salvan gracias a la intervención divina. Al igual que las cruzadas en Medio Oriente, toda la campaña contra México queda justificada por medio de la religión.
A la religión católica de los españoles se le opone la pluralidad de prácticas de la cosmovisión mexica. El imperio azteca es un pueblo extremadamente religioso, al punto de que son los ritos religiosos los que ordenan la vida política y social en todo el Golfo de México. En este sentido, cabe destacar que los mexicas poseen una concepción cíclica del tiempo, asociada a la práctica ritual: para ellos, la supervivencia del mundo depende de los rituales que se realizan en honor a los dioses. La función del rito es hacer presente los gestos realizados por los dioses para crear el mundo, e instaurar de esta forma el tiempo sagrado sobre el tiempo profano (es decir, sobre la vida cotidiana). En esta cosmovisión, el pueblo convive con las fuerzas generadoras de la naturaleza y se inscribe dentro de las potencias sagradas del mundo. Esto es algo que Cortés no puede comprender de Moctezuma, quien todo el tiempo se muestra más preocupado por su comunicación con los dioses que con su pueblo.
El Dios más importante para el pueblo mexica es Huitzilopochtli, quien representa el Sol y exige sacrificios humanos para renovar su sangre y no morir. Es Huitzilopochtli quien justifica, desde la religión, la naturaleza guerrera de los mexicas, y quien los impulsa a conquistar nuevos territorios y someter a sus poblaciones.
Otro Dios fundamental para la religión azteca es Quetzalcóatl, el creador de la humanidad. Al llegar los españoles, según algunas fuentes que Cortés utiliza a su favor, los mexicas interpretan que puede tratarse de Quetzalcóatl que regresa del exilio, junto con otros dioses, para volver a reinar sobre los hombres. Este mito es el que utiliza Cortés para introducirse en Tenochtitlan y someter a Moctezuma.
La guerra
Aunque la Segunda carta de relación no aborde directamente el asedio a Tenochtitlan y la caída del imperio azteca, todas las acciones relatadas por Cortés pueden enmarcarse dentro de lo que fue la guerra entre los conquistadores españoles y los pueblos mexicas.
Después de la fundación de Veracruz, Cortés se interna en territorio mexica y somete a diversos pueblos, entre los que destacan Cempoala y Tlaxcala. Los tlaxcaltecas tratan de impedir la llegada de los españoles y los enfrentan infructuosamente en una serie de escaramuzas. Al comprobar la potencia bélica de sus oponentes, deciden aliarse con ellos y ayudarlos en la conquista de Tenochtitlan.
Poco tiempo después, Cortés continúa su invasión del territorio azteca y realiza matanzas brutales con el objetivo de sembrar el miedo entre los pueblos. De aquellas matanzas se destaca la de Cholula, un pueblo religioso que los españoles aniquilan completamente.
Tras el breve remanso de paz que se vive mientras los españoles son huéspedes de Moctezuma, Pedro de Alvarado realiza la famosa matanza del Templo Mayor y la guerra recrudece. Este episodio es clave para los planes de los españoles, puesto que Alvarado aprovecha los festejos rituales en honor a Huitzilopochtli y aniquila a traición a los mejores guerreros y comandantes aztecas, dejando así diezmado su ejército.
El episodio llamado por los españoles la Noche Triste es uno de los pasajes que, en el relato de Cortés, cobra las proporciones de un relato épico: asediados por los mexicas, los españoles abandonan la ciudad a toda prisa y apenas logran salir con vida. En todo este episodio, Cortés le expresa a Carlos V que los españoles logran sobrevivir gracias a la intervención divina, justificando así la Conquista mediante la religión.
Finalmente, la guerra se desencadena en su mayor dimensión cuando los españoles regresan y asedian Tenochtitlan. A estos episodios Cortés dedica su Tercera carta de relación.
La codicia
Aunque Cortés no lo exprese directamente en su Segunda carta de relación, es bien sabido que la principal motivación que impulsa las conquistas bélicas es la obtención de recursos materiales, y la Conquista de México no escapa a esta lógica. Algo que sí puede destacarse del relato del conquistador es hasta qué punto la codicia por el oro mueve a los españoles y los empuja a cometer los actos y las traiciones más crueles.
Existen dos momentos en particular del texto de Cortés que ponen de manifiesto la codicia de los españoles. Los dos tienen lugar una vez que Cortés se instala en Tenochtitlan y encierra a Moctezuma. En primer lugar, el general español envía a sus soldados a que recorran la ciudad y las poblaciones aledañas y recojan como tributo todo el oro que encuentren. Cortés le dice a Moctezuma que este tributo es necesario, puesto que Carlos V desea construir una gran ciudad en el territorio, con un palacio, para poder instalarse en el futuro. Cuando los enviados regresan con el oro, Cortés apenas muestra interés por el exquisito trabajo de los orfebres mexicas y funde todas las piezas hermosamente trabajadas para producir toscos lingotes. Así, el español demuestra, una vez más, que solo le interesa el valor de cambio de las mercancías.
En segundo lugar, Cortés también envía a sus exploradores para que investiguen toda la región y hagan un inventario de las minas de oro y otros metales y materiales valiosos, con el objetivo de cartografiar la zona y poner en marcha un plan de extracción y transporte hacia España.
Finalmente, durante la Noche Triste los españoles intentan huir y llevarse con ellos todo el oro que habían acaparado. Sin embargo, cuando son atacados por los mexicas, muchas de las riquezas se pierden en el lago o son recuperadas por sus verdaderos dueños. Aunque esto ya no pertenece a la Segunda carta de relación, sino a la tercera, tras la toma de Tenochtitlan, Cortés se establece en la ciudad y comienza a buscar el oro perdido. Tal es su codicia que no duda en torturar y asesinar a los señores aztecas sobrevivientes con tal de que le digan dónde se encuentran los tesoros que él había llegado a contemplar siendo un huésped de Moctezuma.
Con todo ello, queda claro que el afán por apoderarse de la riqueza material de los mexicas es uno de los principales motivos que desencadena la Conquista de México.
La exploración del Nuevo Mundo
La expedición de Cortés en el Golfo de México se enmarca en un proceso mayor de exploración del mal llamado Nuevo Mundo. En verdad, es la tercera que Diego de Velázquez, el gobernador de Cuba, envía al territorio mexica. La anterior había sido liderada por Juan Grijalva, y había servido para reconocer el territorio y descubrir sus enormes riquezas. La misión de Cortés en la tercera expedición tiene como objetivo oficial cristianizar a los pueblos mexicas y obligarlos a rendir vasallaje al rey de España.
Sin embargo, Cortés sabe que, de seguir las órdenes de Velázquez, nunca va a lograr enriquecerse y convertirse en una figura importante, por lo que desobedece y se arroja a su propia aventura de Conquista.
El proceso de exploración del que parte la Conquista de México está institucionalizado por la Corona Española en lo que se han llamado las Capitulaciones de Indias. A partir del siglo XVI, España intenta unificar y ordenar todas las acciones individuales que los españoles realizan en el Nuevo Mundo. Así, la exploración de los territorios recién descubiertos se realiza por medio de un sistema de Capitulaciones, que consiste en otorgar concesiones reales a determinados adelantados para que puedan llevar a cabo sus expediciones legalmente. Con estos convenios, la Corona no invierte nada —puesto que los capitulantes aportan sus propios bienes para llevar adelante sus empresas— y se beneficia de la anexión de los territorios explorados.
Cuando Cortés se rebela contra Velázquez y emprende su propia expedición, se le hace fundamental obtener una capitulación del emperador Carlos V que le dé dimensión legal a sus conquistas. Por eso, la Segunda carta de relación resulta tan importante: en ella, el adelantado español justifica su accionar y explica por qué se rebela contra el gobernador de Cuba con el fin de legitimar su empresa en México.