... Y me dijeron otras muchas quejas de él [Moctezuma], y con esto han estado y están muy ciertos y leales en el servicio de vuestra alteza y creo lo estarán siempre por ser libres de la tiranía de aquél, y porque de mí han sido siempre bien tratados y favorecidos.
En esta cita se aprecia la forma en que Hernán Cortés presenta de forma estratégica los acontecimientos de la Conquista para ganarse la aprobación y el favor de Carlos V. En esta breve frase, Cortés alude a la disconformidad de los nativos con el emperador Moctezuma mientras que, por el contrario, están satisfechos de ser mandados por él, quien los trata con bondad y justicia. Además, Cortés le asegura a su Emperador el vasallaje de los pueblos recién conquistados.
Y que pues así era [Moctezuma], que él no me guardaba su palabra ni me decía verdad, que yo quería mudar mi propósito; que así como iba hasta entonces a su tierra con voluntad de verle, hablar, tener por amigo y tener con él mucha conversación y paz, que ahora quería entrar por su tierra de guerra, haciéndole todo el daño que pudiese como a enemigo y que me pesaba mucho de ello, porque más le quisiera siempre como amigo y tomar siempre su parecer en las cosas que en esta tierra hubiera de hacer.
Luego de desmantelar la trampa que Moctezuma trama para recibir a Cortés en Cholula, este último le declara la guerra. Desde la retórica de Cortés, sus intenciones para dirigirse a Tenochtitlan son bondadosas, pero luego de la traición se ve obligado a ir en son de guerra. Este pasaje funciona como ejemplo de la forma en que Cortés teje intrigas para justificar su objetivo de doblegar a Moctezuma y tomar el control de Tenochtitlan.
... alzó las vestiduras y me mostró el cuerpo diciendo: «A mí me veis aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno y que soy mortal y palpable», asiéndose él con sus manos de los brazos y del cuerpo: «Ved cómo os han mentido; verdad es que tengo algunas cosas de oro que me han quedado de mis abuelos; todo lo que yo tuviere tenéis cada vez que vos lo quisiéredes; yo me voy a otras casas donde vivo; aquí seréis provisto de todas las cosas necesarias para vos y para vuestra gente. Y no recibáis pena alguna, pues estáis en vuestra casa y naturaleza».
En este pasaje, Cortés recoge el supuesto diálogo con que Moctezuma lo recibe en Tenochtitlan y le hace entrega de la ciudad. En él, el señor azteca parece desmentir ante el español una habladuría del pueblo: que él se cree un dios y gobierna como tal. Sin embargo, los historiadores señalan la falsedad de este pasaje, puesto que los dioses mexicas son entidades corpóreas, de carne y hueso, por lo que el gesto de Moctezuma no tendría ningún sentido desde su cosmovisión. Cortés, sin embargo, ignora esta particularidad, que aleja a los dioses mexicas del dios cristiano, y por ello pone a Moctezuma en esta situación. La falsedad de estas líneas es otro factor que revela la mentira ideada por Cortés para hacerse con Tenochtitlan como si tuviera derecho divino sobre ella.
Y los otros fueron a una tierra que está este río arriba, que es de una gente diferente de la lengua de Culúa, a la cual llaman Tenis y el señor de aquella tierra se llama Coatelicamat y por tener su tierra en unas sierras muy altas y ásperas no es sujeto al dicho Mutezuma y también porque la gente de aquella provincia es gente muy guerrera y pelean con lanzas de veinticinco y treinta palmos y por no ser éstos vasallos del dicho Mutezuma, los mensajeros que con los españoles iban no osaron entrar en la tierra sin hacerlo saber primero al señor de ella y pedir para ello licencia.
Los pobladores de Tenis y su gobernador, Coatelicamat, están libres del señorío de Moctezuma, gracias a que viven en un territorio de difícil conquista y son un pueblo guerrero. La gente de Tenis recibe amablemente a Cortés, por su larga enemistad con el emperador mexica. Toda esta situación sirve para comprender la complejidad de los vínculos entre los pueblos del Golfo de México y, por ende, de la Conquista. Como puede observarse, son numerosos los pueblos nativos que ayudan a Cortés a cumplir su objetivo con la intención de liberarse del yugo de Moctezuma.
Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho, son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner nombres, no las expreso. Cada género de mercaduría se venden en su calle, sin que entremetan otra mercarduía ninguna, y en esto tienen mucha orden. Todo se vende por cuenta y medida, excepto que hasta ahora no se ha visto vender cosa alguna por peso.
Los mercados y centros de comercio de Tenochtitlan llaman la atención de Cortés, al punto de dedicarles varios párrafos a sus descripciones. Su fascinación por la cantidad y calidad de mercancías pone de manifiesto la mentalidad extractivista del conquistador, que observa la civilización enfocándose en lo que puede resultarle provechoso para enriquecerse a sí mismo. A su vez, la abundancia de productos y la eficiencia para producirlos y organizarlos de los aztecas genera una reacción sorpresiva en Cortés, que pone en manifiesto hasta qué punto los subestima y considera bárbaros.
Y el dicho Mutezuma y muchos de los principales de la ciudad dicha, estuvieron conmigo hasta quitar los ídolos y limpiar las capillas y poner imágenes, y todo con alegre semblante, y les defendí que no matasen criaturas a los ídolos, como acostumbraban, porque, demás de ser muy aborrecible a Dios, vuestra majestad por sus leyes lo prohíbe, y manda que el que matare lo maten. Y de ahí en adelante se apartaron de ellos, y en todo el tiempo que yo estuve en la dicha ciudad, nunca se vio matar ni sacrificar criatura alguna.
Una de las dimensiones más importantes de la campaña de Conquista de Cortés es la religión. Cuando se instala en Tenochtitlan, Cortés quita las imágenes de los dioses de los templos y coloca la iconografía de la religión católica. Otra de las medidas que toma, para evangelizar a los nativos, es la prohibición de los sacrificios humanos. El argumento, tras esta decisión, es que tanto Dios como el Emperador repudian la muerte injustificada. En este sentido, es interesante ver cómo Cortés equipara a Carlos V con Dios, como otra forma de complacerlo y ganarse su simpatía.
Hay en esta gran ciudad muchas casas muy buenas y muy grandes, y la causa de haber tantas casas principales es que todos los señores de la tierra, vasallos del dicho Mutezuma, tienen sus casas en la dicha ciudad y residen en ella cierto tiempo del año, y además de esto hay en ella muchos ciudadanos ricos que tienen asimismo muy buenas casas. Todos ellos, demás de tener muy grandes y buenos aposentamientos, tienen muy gentiles vergeles de flores de diversas maneras, así en los aposentamientos altos como bajos.
En esta cita, Cortés describe la ciudad de Tenochtitlan, particularmente la zona en la que reside la oligarquía azteca. En la imagen que da de la ciudad se aprecian las virtudes que Cortés destaca constantemente de los mexicas: la excelente calidad de sus construcciones, las comodidades con las que viven y la constante presencia de la naturaleza. Estos informes sobre la forma de vida mexica se encuentran a lo largo de toda la Segunda Carta de Relación y son de vital importancia, ya que una de sus misiones es reportar al emperador cómo es el Nuevo Mundo, hasta el momento completamente desconocido por los europeos. Es por eso que, entre las aventuras y combates que Cortés narra a lo largo de la carta, hay infinidad de pasajes como este, en los que se detalla la geografía, la vegetación, las ciudades y las costumbres de los nativos.
[Moctezuma] Era tan temido de todos, así presentes como ausentes, que nunca príncipe del mundo lo fue más. Tenía, así fuera de la ciudad como dentro, muchas casas de placer, y cada una de su manera de pasatiempo, tan bien labradas como se podría decir, y cuales requerían ser para un gran príncipe y señor. Tenía dentro de la ciudad sus casas de aposentamiento, tales y tan maravillosas que me parecía casi imposible poder decir la bondad y grandeza de ellas, y por tanto no me pondré en expresar cosa de ellas más de que en España no hay su semejable.
Este apartado es uno de los varios párrafos en los que Cortés explica el estilo de vida de Moctezuma como emperador. Durante estas descripciones, se puede apreciar cierto sentimiento de admiración ante la autoridad incuestionable que Moctezuma tiene en su señorío, y los particulares lujos que goza, como las casas de placer que funcionan a su entera disposición.
Y por seguir la victoria que Dios nos daba, salí en amaneciendo por aquella calle donde el día antes nos habían desbaratado, donde no menos defensa hallamos que el primero; pero como nos iban las vidas y la honra, porque por aquella calle estaba sana la calzada que iba hasta la tierra firme, aunque hasta llegar a ella había ocho puentes muy grandes y muy hondas y toda la calle de muchas y altas azoteas y torre, pusimos tanta determinación y ánimo que, ayudándonos Nuestro Señor, les ganamos aquel día las cuatro y se quemaron todas las azoteas, casas y torres que había hasta la postrera de ellas.
Durante el asedio que los españoles sufren en el Templo Mayor se libran innumerables combates. Cortés se encarga de recuperar algunos de ellos y narrarlos de forma tal que se destaque su componente épico, con el objetivo de capturar la atención del lector. Para lograr este efecto, el narrador señala lo imposible de su empresa e indica que solo se salvaron gracias a la intervención divina. Este fragmento sirve a modo de ejemplo de cómo Cortés construye un relato con dimensión épica para ganarse la atención, la aprobación y el favor de Carlos V.
Muy alto y muy excelentísimo príncipe, Dios Nuestro Señor la vida y muy real persona y muy poderoso estado de vuestra sacra majestad conserve y aumente por muy largos tiempos, con acrecentamiento de muy mayores reinos y señoríos, como su real corazón desea. De la villa Segura de la Frontera de esta Nueva España, a 30 de octubre de mil quinientos veinte años. De vuestra sacra majestad muy humilde siervo y vasallo que los muy reales pies y manos de vuestra alteza besa. Fernán Cortés.
Esta cita corresponde al final de la Segunda Carta de Relación, y presenta la estructura convencional de las cartas consignadas al emperador. Luego de que Cortés narra los acontecimientos que vive en el Golfo de México y hace los pedidos correspondientes al emperador para continuar con su empresa de conquistar Tenochtitlan, se despide acorde a las fórmulas de la época, demostrando respeto y remarcando las relaciones jerárquicas entre él y Carlos V.