Todos los sonetos son transcriptos de William Shakespeare, Sonetos completos, Editorial Longseller, Buenos Aires, 2004.
Soneto I
De las bellas criaturas queremos incremento
a fin de que la rosa de la beldad no muera,
sino que si madura y sufre agostamiento
un heredero tierno su memoria refiera.
Pero tú, que en tus ojos brillantes te has amado,
alimentas tu llama con tu propia sustancia;
hostil contra ti mismo, contra ti mismo airado
ocasionas el hambre donde reina abundancia.
Tú que eres ahora fresco adorno en la tierra,
de primavera alegre heraldo singular,
en tu propio capullo tu posesión entierras
si, prematuro avaro, gastas al mezquinar.
Apiádate del mundo, o con tu gula aleve
tragarás con tu tumba lo que al mundo se debe.
Soneto III
Dile al rostro que ves en el espejo
que es tiempo de formar otras figuras
porque si no renuevas tu reflejo
al mundo engañas, de una madre abjuras.
¿Pués dónde habrá una virgen tan hermosa
que tu nupcial cultivo menosprecie?
¿O quién tan necio cavará la fosa
de su amor propio y pare así la especie?
Tu madre cobra en ti, que eres su espejo
el abril de su hora más temprana,
a través del cristal verás, ya viejo
y a pesar de la edad, tu edad lozana.
Mas si vives por no ser recordado
muriendo, tu figura habrás matado.
Soneto V
Las horas que formaron las galanas
miradas donde habita todo ojo
de su propia labor serán tiranas
y harán de lo supremo vil despojo.
Pues al verano el tiempo infatigable
lleva hasta el torvo invierno, y lo confunde,
cuaja la savia, la hoja saludable
la nieve oprime, y la flaqueza cunde.
Si el zumo destilado del verano
en el cristal no fuera detenido
fuera el efecto de hermosura vano,
no habrá evocación de lo que ha sido.
Aunque a flor destilada invierno prive
de su ornamento, su sustancia vive.
Soneto XVI
¿Por qué no luchas más eficazmente
contra el Tiempo tirano que lastima,
y ante tu ocaso te haces resistente
con medios más felices que mi rima?
Gozan tus horas sumos esplendores
y múltiples jardines sin cultivo
tendrían con virtuoso afán tus flores
que ofrecerán de ti el retrato vivo.
Líneas de vida repondría la vida
cuyo interno valor, o gala externa
ni el pincel ni la pluma a ti rendida
podrían galardonar con vida eterna.
Al darte te conservas un milenio
pues tu retrato pintará tu ingenio.
Soneto XVII
¿Quién mi verso creerá en la edad futura
si de tus altos méritos lo llenas?
Mas sabe el cielo bien que es sepultura
que un poco de tus dones muestra apenas.
Pues si tus ojos describir pudiera
y numerar en números tu encanto
diría el porvenir: "Pluma embustera,
pues nunca el cielo se prodiga tanto".
Amarillos del tiempo, mis papeles
serían cual farsantes desairados,
frutos de un arrebato tus laureles,
hipérboles de cantos trasnochados.
Pero si un hijo tuyo ve ese día
en él pervivirás, y en mi poesía.
Soneto XVIII
Si a un día de verano te comparo
tú eres más templado y placentero:
deja el viento al capullo sin amparo
y el plazo del verano es pasajero;
el sol del cielo alguna vez calcina
y otras veces opácase su oro,
toda belleza alguna vez declina:
o natura o azar causan desdoro.
Mas tu eterno verano no ha de ajarse
ni perderás dominio en tu hermosura;
de sombras no podrá muerte jactarse
cuando en líneas te guarde edad futura.
Mientras que el ojo vea, y hombre aliente
esto pervivirá y te hará viviente.
Soneto XIX
La garra del león, Tiempo, desgaja
y haz que la tierra engulla su hijo tierno
el colmillo del tigre cruel descuaja
y arde en su sangre el fénix sempiterno.
Tuerce las estaciones en tu vuelo
y haz lo que te plazca, apresurado,
al ancho mundo y su falaz anhelo;
mas prohíbo tu crimen más odiado:
no surques con tus horas esa frente
ni escribas con tu pluma envejecida,
su inmaculado transcurrir consiente,
modelo de verdad para otra vida.
Pero haz lo peor, Tiempo terrible,
que hará a mi amor mi verso inmarcesible.
Soneto XX
Tu rostro de mujer pintó natura,
eres de mi pasión señor señora,
corazón de mujer, sin contextura
de ese vaivén que a la mujer desdora.
Son tus ojos brillantes y más fieles
dorando los objetos donde miran,
y de tu piel, modelo de otras pieles,
hombre y mujer se prendan y se admiran.
Para mujer has sido, pues, creado,
hasta que dio natura en adorarte;
a ti te dio, a mí me ha despojado
dándote un don inútil a mi parte.
Mas si eres para gozo de mujeres
tu amor sea mío, de ellas los placeres.
Soneto XXI
No ocurre, pues, conmigo, cual la musa
a quien beldad pintada el verso induce,
que el mismo cielo como adorno usa
y a la belleza con belleza enluce;
comparando en parejas orgullosas
aguamarinas, luna, sol y tierra
los pimpollos de abril, y extrañas cosas
que en vasta redondez el cielo encierra.
Fiel al amor dejad que fiel escriba
y dadme fe: mi amor es tan hermoso
como un niño de madre, aunque no exhiba
el brillo de candiles majestuoso.
Encarezca el que a hablillas es propenso
no alabaré lo que vender no pienso.
Soneto XXII
La senectud no me impondrá el espejo
mientras joven consigas mantenerte
mas cuando el tiempo surque tu entrecejo
será que ya me asomo ante la muerte.
Pues toda tu belleza es atavío
del cual mi corazón quiere adornarte:
vive en tu pecho, como tú en el mío,
¿cómo puedo en edad aventajarte?
Sé por tanto, mi amor, cauto contigo,
como yo, no por mí, mas por ti velo;
llevo tu corazón con tanto abrigo
como protege un aya al pequeñuelo.
Si el mío muere no hay derecho al tuyo
tú me lo diste: no lo restituyo.
Soneto XXVII
Exhausto de viajar me voy al lecho,
dulce reposo que a mis miembros place,
mas surge en mi cabeza un vasto trecho
que excita al alma cuando el cuerpo yace.
Porque mis pensamientos -alejados-
hacia ti peregrinan con sus ruegos
y mis párpados dejan apartados
mirando la oquedad que ven los ciegos.
Salvo que mi visión imaginaria
tu imagen a mi ciega vista ofrece
que cual joya en la noche más nefaria
remoza su semblante y la embellece.
De día el cuerpo, por la noche el alma,
por mi culpa y la tuya no hallan calma.
Soneto XLVI
Ojos y corazón luchan a muerte
por partir de tu estampa la conquista:
mis ojos le obstarían hasta el verte,
mi corazón, derechos a esa vista.
Mi corazón alega que en él moras
-para aquellos reducto impenetrable-
mas niegan las retinas defensoras
porque en ellas está tu aspecto amable.
Por decidir el pleito se ha llamado
corte de pensamientos, inquilinos
del corazón, que han determinado
las partes en disputa y sus destinos:
la deuda de mis ojos es tu aspecto
la de mi corazón, tu íntimo afecto.
Soneto LXXX
Cómo claudico cuando de ti escribo
sabiendo que otro espíritu derrama
sobre tu nombre el homenaje altivo
y ata mi lengua hablando de tu fama.
Mas siendo tu valor, como el mar, vasto
soporta la ruin vela y la arrogante;
mi bajel, inferior al suyo, y basto
por tu espacioso mar marcha constante.
Con tu mínima ayuda estaré a flote
mientras él en tu abismo se aventura:
en el naufragio soy inútil bote
él luce su soberbia y apostura.
El mal de que él triunfe y yo sucumba
es que amor resultó mi propia tumba.
Soneto LXXXV
Calla mi musa cauta, amordazada
mientras bellos comentos lisonjeros
se empeñan en usar pluma dorada
que gozan de otras Musas los esmeros.
Mientras escriben ellos yo medito
igual que un sacristán, "Amén" contesto
al himno que ese espíritu inaudito
escribe con buril pulido y presto.
Digo cuando te alaban: "Es correcto",
y al máximo de encomio algo le añado
pero es mi pensamiento el que dilecto
te tiene aunque la voz me haya faltado.
Respeta de otras voces el aliento
pero más a mi mudo pensamiento.
Soneto LXXXVII
Adios: tu precio excede mi tenencia
sabes tu estima suficientemente
gozas del privilegio de solvencia:
los lazos se han soltado finalmente.
¿No te he guardado yo por tu aquiescencia?
¿Cómo justificar esa riqueza?
No hay derecho a tu don, sino indigencia
y así mi privilegio a ti regresa.
Tú diste pues tu mérito ignorabas
o es que al beneficiario equivocaste;
tu don por error me regalabas
con juicio más certero reclamaste.
Igual que un rey, soñando fui tu dueño,
mas no fue tal al despertar del sueño.
Soneto IC
A la precoz violeta he reprochado:
¿De dónde, robadora, fue tu aroma
si no fue de su aliento? Tu encarnado
que en tu mejilla delicada asoma
de sus venas, grosera, lo has quitado.
Y al lirio he condenado por tu mano,
tu pelo se apropió la mejorana,
tiemblan las rosas en el tallo ufano
de aflicción, blancas; de vergüenza, grana.
No era blanca ni roja una tercera
que a las otras robó, robó tu aliento
mas su osadía castigó altanera
comiéndola hasta el fin gusano hambriento.
De todas cuantas hice mi experiencia
todas robaron tu color o esencia.
Soneto CXIII
Lejos de ti mi ojo está en mi mente
y lo que regir debe mi camino
su función cumple solo parcialmente,
parece ver, pero le falta el tino.
Pues ni una forma al corazón le imparte
de aspecto, o flor, o pájaro que atrapa;
la mente en lo fugaz no toma parte
pues hasta lo ya visto se le escapa.
Ya vea un rostro dulce o un fantoche
la más dulce u hórrida creatura
la montaña o el mar, el día o la noche,
cuervo o torcaz, lo amolda a tu figura.
Incapaz para el resto, de ti pleno
aunque mi mente es fiel, mi ojo no es bueno.
Soneto CXV
Mis versos anteriores engañaban
hasta el que dice: "Te amo excelsamente".
Es que a mi juicio causas le faltaban
para pensar mi llama aún más ardiente.
En el tiempo pensé, cuya mudanza
altera votos y decretos reales,
tuesta lo bello, lo arriscado mansa
y al flujo arrastra mentes principales.
Y pues me amedrentó su tiranía
¿no diría: "Mi amor es excelente",
si de lo cierto certidumbre había?
Dudé de todo, coroné el presente.
Siendo el amor un niño, mal parece
que yo dé por crecido lo que aún crece.
Soneto CXIX
Lágrimas de sirena, jugo acedo
apuré de alambiques infernales,
miedo a la espera y esperanza al miedo
¡cuando creí ganar, derrotas tales!
Mi corazón ¡cuán mal se ha equivocado
sin otro que más dicha que él celebre!
Mis ojos de sus cuencas han saltado
en los accesos de una loca fiebre.
Beneficio del mal: cuán verdadero
es que el bien se mejora con los males,
que el restaurado el roto amor primero
brotan sus energías colosales.
Regreso a mi alegría compensado
tres veces más gané que lo gastado.
Soneto CXXVI
Bello joven que en tu poder retienes
del Tiempo espejo y temblorosa hora,
que al decrecer más bello te mantienes,
lo que a otros ajó no te aminora.
Si Natura, que es reina de la ruina
mientras sigues persiste en retenerte
es por mostrar al tiempo que domina
que al matar sus minutos es más fuerte.
Más témela, de su placer mimado,
retener para siempre no le es dado.
Su cuenta, aunque atrasada, nunca falla
su quietus es ganarte la batalla.
Soneto CXXIX
Derroche de energía en la vergüenza
es lujuria en acción, y esa lujuria
perjurio, crimen y crueldad condensa
es salvaje y procaz, llena de injuria.
Gozada se la odia, y ya de nuevo
contra razón buscada, y obtenida
contra razón odiada, como un cebo
que a la víctima quita seso y vida.
Loca en el seguimiento y en el gozo
gozada y por gozar, loco su empeño,
dicha en la prueba, luego no hay reposo
antes una ilusión, después un sueño.
Todo el mundo lo sabe y nadie aprende
a obviar un cielo que al infierno tiende.
Soneto CXXX
No son soles los ojos de mi amada,
junto al coral su boca es bien modesta
la albura de sus pechos no es nevada
negros cordones crecen en su testa.
He mirado a la rosa damasquina,
no encontré en sus mejillas esa grana
y más de algún perfume hay, que alucina
más que el aliento que su boca emana.
Cuando la oigo hablar mi oído goza:
la música mejor sonido encierra;
no he visto caminar ninguna diosa
mi amada al caminar pisa la tierra.
Y sin embargo es tan sobresaliente
que la comparación con ella miente.
Soneto CXXXII
Amo tus ojos, que como apiadados,
sabiendo del desdén que me acongoja
se han puesto como amantes enlutados
sin compasión mirando mi congoja.
Y en verdad que ni el sol de la mañana
mejor sienta al carrillo gris del este
ni la estrella que surge en cielo grana
ni la mitad de gloria da al oeste,
como esos lutos sientan a tu cara:
que así tu corazón por mí se enlute;
ya que el luto te da una gracia rara
que de ella tu piedad también disfrute.
Juraré que lo negro bien parece
y que no es bella quien de tal carece.
Soneto CXXXVII
¿Qué hiciste de mis ojos, que ver bien les impide
aunque miren con tino, torpe y cegado Amor?
Saben lo que es la belleza, saben dónde reside
sin embargo confunden lo mejor con lo peor.
Si los ojos corruptos por miradas parciales
anclan en la bahía donde todos navegan
¿por qué forjaste anzuelos de sus sabidos males
que el juicio al corazón le detienen y ciegan?
¿Por qué mi corazón tendrá como privado
un lugar que él conoce que al mundo pertenece?
¿Y por qué es que mis ojos lo que ven han negado
y dan lealtad a un rostro que lealtad no merece?
Ojos y corazón lo cierto han confundido
y a esa plaga engañosa ya se han transferido.
Soneto CXLVI
Pobre alma que eres centro de tierra pecadora
cuyo poder rebelde por fuera te engalana
¿por qué sufres por dentro de lo que te aminora
y tu pared externa vistes con pompa vana?
¿Por qué derrochas tanto si es pequeño tu ingreso
ornando una mansión que pronto se derrumba?
¿Han de ser los gusanos los dueños de ese exceso?
¿Devorarán tu haber? ¿Esa será tu tumba?
Así que obtiene, mi alma, del esclavo provecho,
por formar tu riqueza que él padezca zozobra
adquiere lo divino vendiendo tu desecho
lo de adentro alimenta, lo de afuera es de sobra.
Te nutrirás de muerte, que sobre el mundo impera
pero muerta la muerte ya no habrá más quien muera.