Tú que eres ahora fresco adorno en la tierra
de primavera alegre heraldo singular
en tu propio capullo tu posesión entierras
si, prematuro avaro, gastas al mezquinar.
En esta cita del primer soneto de la obra se condensan dos de los temas principales de los Sonetos: el paso del tiempo y sus estragos, por un lado, y el amor platónico, por otro.
Este soneto forma parte de los "sonetos de la procreación", que se caracterizan por la constante exigencia del yo lírico al justo joven para que tenga un hijo. Aquel ama platónicamente al joven y desea que su belleza nunca se extinga. El paso del tiempo es el enemigo que se cierne sobre la belleza de su amado. El yo lírico considera que si el justo joven tiene un hijo, este será igual a él. Por lo tanto, su belleza seguirá viva y podrá ser contemplada por las siguientes generaciones.
Desde lo formal y lo estilístico, debe destacarse la utilización de imágenes relacionadas con la naturaleza, recurso característico del Renacimiento, y el ingenioso oxímoron "gastas al mezquinar". Un oxímoron es una figura retórica que consiste en unir dos palabras que, conceptualmente, son opuestas. En este caso, el yo lírico gasta su tiempo mientras mezquina su belleza al no procrear un hijo.
Las horas que formaron las galanas
miradas donde habita todo ojo
de su propia labor serán tiranas
y harán de lo supremo vil despojo.
En esta cita aparece reflejada con claridad la importancia que tiene para el yo lírico el paso del tiempo y sus estragos. Si uno se pregunta por qué le preocupa tanto, en la cita puede encontrar la respuesta. El yo lírico no le teme a la muerte, a la vejez ni a la soledad. Lo que teme y odia del paso del tiempo es que este destruye la belleza, hace de lo “supremo” un “vil despojo”.
En toda esta primera parte, el amor del yo lírico es platónico. Este tipo de amor se caracteriza por carecer de lazos sexuales o románticos. Aquel que ama platónicamente solo desea contemplar la belleza de su amado, sin necesidad de tener una relación física con él. En este caso, por lo tanto, si el paso del tiempo destruyera la belleza del justo joven, destruiría también el amor del yo lírico hacia él. De allí su obsesión por el tema.
Esta cita pertenece al “Soneto V”, que forma parte de los “sonetos de la procreación”, donde, justamente, el yo lírico le exige al justo joven que procree para combatir el paso del tiempo, pues su hijo heredaría su belleza.
Líneas de vida repondría la vida
cuyo interno valor, o gala externa
ni el pincel ni la pluma a ti rendida
podrían galardonar con vida eterna.
Los “sonetos de la procreación” van desde el “Soneto I” hasta el “Soneto XVII”. Luego, el yo lírico cambia de estrategia e intenta eternizar la belleza del justo joven a través de sus versos (ya que, se puede deducir, su amado no cedió ante su exigencia de que procree un hijo). Sin embargo, esta cita, perteneciente al “Soneto XVI”, deja en claro que el yo lírico no cree realmente que pueda eternizarse la belleza del justo joven a través de la literatura o la pintura.
Esas “líneas de vida” que repondrían la vida aluden a los hijos que el joven debería tener, según el yo lírico. Solo esas líneas de vida podrían eternizar su belleza. Es interesante destacar que el yo lírico da por hecho que si el justo joven tiene uno o varios hijos, estos serían absolutamente idénticos a él.
Mas tu eterno verano no ha de ajarse
ni perderás dominio en tu hermosura
de sombras no podrá muerte jactarse
cuando en líneas te guarde edad futura.
Esta cita debe analizarse en contraposición a la analizada previamente. En el “Soneto XVI”, el yo lírico tiene la certeza de que la pluma no puede eternizar la belleza del justo joven. Solamente las “líneas de vida” pueden reponer la vida.
Aquí, dos sonetos después, el yo lírico cambia radicalmente de postura y afirma todo lo contrario: el paso del tiempo no podrá destruir la hermosura del justo joven porque sus versos lo eternizarán. Se deduce que este cambio de postura es producto de la resignación del yo lírico, que comprende finalmente que el amado no va a tener un hijo, y decide entonces creer en la potencia de sus versos para eternizarlo.
Es interesante destacar que el yo lírico utiliza en ambos casos la misma palabra para ideas radicalmente opuestas: “líneas”. Cabe aclarar que esta repetición no es un mero efecto de la traducción, sino que Shakespeare originalmente escribió “lines of life” y “eternal lines” en los sonetos XVI y XVIII respectivamente.
Para mujer has sido, pues, creado
hasta que dio natura en adorarte
a ti te dio, a mí me ha despojado
dándote un don inútil a mi parte
Mas si eres para gozo de mujeres
tu amor sea mío, de ellas los placeres.
Cierta parte de la crítica afirma que, a través del “Soneto XX”, Shakespeare intenta dejar en claro que el amor del yo lírico por el justo joven es absolutamente platónico, y que no existe ningún interés sexual. Si bien esto no puede ser afirmado o negado de manera fáctica, sí es cierto que durante la época en que el autor escribió estos sonetos la homosexualidad era un tema tabú, y tiene lógica plantear que, entonces, Shakespeare puede haber intentado evitar un problema dejando en claro este punto.
Si analizamos la cita desde este punto de vista, en principio podemos ver que el yo lírico realiza un primer movimiento que consiste en afirmar que el justo joven nació para ser mujer. Su amor hacia él puede existir porque, en esencia, el justo joven no es un hombre.
El segundo movimiento con el que el yo lírico intenta dejar totalmente en claro que su amor es platónico consiste en afirmar que el “don” que le dio natura es inútil para él. Ese “don” es el pene del justo joven. Al afirmar que le es inútil, el yo lírico deja en claro que su relación amorosa carece de cualquier atracción sexual.
No ocurre, pues, conmigo, cual la musa
a quien beldad pintada el verso induce
que el mismo cielo como adorno usa
y a la belleza con belleza enluce.
Durante toda la obra, el yo lírico reflexiona de diferentes modos acerca de la poesía, ya sea acerca de sus propios versos o los de otros poetas.
En el “Soneto XXI”, particularmente, el yo lírico critica el modo pomposo en que los demás poetas (no nombra a ninguno en particular) representan la belleza. Sobre todo, les critica que, en su representación, abusen de las comparaciones con elementos de la naturaleza, generando versos trillados en los que siempre aparece el cielo, el sol o los pimpollos de abril.
Este recurso estilístico de representar mediante referencias elementos de la naturaleza es característico del Renacimiento. En los Sonetos de Shakespeare, la estética renacentista vigente convive, en tensión, con la naciente estética barroca. En el Renacimiento, la poesía estaba dominada por el petrarquismo. Los sonetos shakesperianos pueden enmarcarse, en líneas generales, dentro de esta escuela poética, aunque Shakespeare introduce variantes al petrarquismo clásico y critica ciertos recursos como este que, precisamente, acabamos de analizar.
Ojos y corazón luchan a muerte
por partir de tu estampa la conquista
mis ojos le obstarían hasta el verte
mi corazón, derechos a esa vista.
La disputa entre los ojos y el corazón es, en realidad, una disputa entre los sentidos y la razón. El corazón está ligado a la razón y a la mesura y, por ende, a la estética renacentista. Es el órgano ideal para percibir el amor en su forma más pura, sin necesidad de ningún tipo de contacto material. El corazón se siente dueño del justo joven, y con eso le alcanza. Ahora bien, al sentirse dueño, considera que lo que hacen los ojos del yo lírico al mirarlo es una acción ilegítima, que traspasa los límites de su propiedad. Es importante destacar que todo este soneto está narrado como si fuera un juicio entre ambas partes del cuerpo del yo lírico.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿los ojos, aquí, representan el deseo carnal? A priori, pese a estar enfrentados con el idealismo del corazón, no se puede afirmar que el yo lírico desee ver al justo joven porque no puede refrenar su deseo carnal. En la concepción del amor platónico está contemplado que aquel que ama desea ver la belleza de su amado sin necesidad de que esto implique un contacto carnal.
A modo de conclusión se puede afirmar que, aquí, la disputa entre ojos y corazón, entre los sentidos y la razón, es en realidad una disputa entre dos niveles de amor platónico: al corazón le alcanza con saberse dueño del justo joven para sentirse dichoso; los ojos, por el contrario, para poder sentir algún tipo de satisfacción, precisan mirarlo.
Respeta de otras voces el aliento
pero más a mi mudo pensamiento.
El yo lírico acusa al poeta rival de dedicarle versos grandilocuentes al justo joven. En contraposición, considera que sus propios versos son humildes y verdaderos. En esta cita en particular, ese desdén del yo lírico aparece en la utilización de la palabra “aliento”. Según su punto de vista, esos versos grandilocuentes que critica son puro aliento, es decir, aire, vacío. Su pensamiento, por el contrario, aunque mudo, tiene contenido, habla con la verdad.
No deja de ser irónico (y paradójico), de todos modos, que yo lírico afirme que él no le escribe versos al justo joven sino que piensa en él, pero que esa afirmación, a la vez, esté escrita en un soneto.
Loca en el seguimiento y en el gozo
gozada y por gozar, loco su empeño
dicha en la prueba, luego no hay reposo
antes una ilusión, después un sueño.
Los versos citados ejemplifican perfectamente la posición del yo lírico en relación al goce sexual. Según él, la energía que se derrocha en el acto sexual es algo que las personas persiguen “locamente” y se empeñan en conseguir pese a que lo único que les brinda es una ilusión efímera. El goce sexual es tan pasajero que, apenas se consigue, desaparece. Es una ilusión y luego un sueño, nunca una realidad. Además, luego de conseguirlo no hay reposo, ya que el acto pecaminoso carga de culpa a aquel que lo ha gozado.
El yo lírico, incluso en esta parte dedicada a la dama oscura, ya alejado del amor platónico que le dedicaba al justo joven, condena lo sensorial porque considera que no tiene sustento verdadero. Esto puede relacionarse con la “Teoría de las ideas” de Platón. Según esta teoría, las formas de las ideas son el tipo de realidad más fundamental y elevado, mientras que el mundo material que conocemos a través de los sentidos no puede proporcionarnos un conocimiento genuino, sino sensaciones vacuas, insustanciales.
Cuando la oigo hablar mi oído goza
la música mejor sonido encierra
no he visto caminar ninguna diosa
mi amada al caminar pisa la tierra.
El “Soneto CXXX”, así como el “Soneto XXI”, es otro de los que pueden considerarse una parodia de Shakespeare al petrarquismo y su típico modo de abordar el amor. El mismo Petrarca, por ejemplo, dedicó muchos de sus sonetos más importantes a una mujer ideal llamada Laura. En estos sonetos, el poeta italiano solía comparar la belleza de Laura con la de la naturaleza, y enaltecer a su amada como si fuera una diosa. En marcado contraste, Shakespeare no intenta deificar a la dama oscura ni enaltecer con grandilocuencia sus virtudes. Él goza de escucharla sin necesidad de que su voz suene mejor que la música, y afirma irónicamente que ella es tan terrenal que, cuando camina, “pisa la tierra”.