Resumen
El Cometa Halley
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Comienza el año 1910. El primero de enero es un día como cualquier otro en el pueblo: no hay celebraciones de Año Nuevo, como tampoco se celebra la Navidad. Después del Día de La Virgen de Guadalupe, va en aumento la sensación de tristeza, que se hace notar en el sonido de las campanadas de la iglesia. Las personas amanecen con cara de muertas de tan cansadas. Los vecinos conversan, seguros de que este año traerá muchas desgracias. Al principio, el director político se esfuerza por festejar el comienzo del año, pero rápidamente abandona esta actitud porque nadie le corresponde.
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Esos primeros días del año, Alfredo Pérez vuelve al pueblo para vaciar su casa y vender lo poco que le queda. La noche de su llegada inauguran la primera lámpara de gasolina del pueblo en el bar llamado La Flor de Mayo. Todos están fascinados con el objeto y muchos hombres se reúnen en la tienda. Lucas Macías está allí y cuenta historias relacionadas con la política del siglo anterior y la figura de Benito Juárez. Lucas ha visitado a Alfredo y también les cuenta a los otros hombres las novedades de la familia Pérez. El anciano cree que el cometa traerá guerra, peste y hambre y que él mismo no sobrevivirá.
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En el pueblo creen ver el cometa y se alborotan. Salen a las calles, suben a las terrazas y a la torre de la iglesia. Los vecinos sienten miedo y fascinación. Están convencidos de que el cometa chocará contra la Tierra. Sin embargo, el Padre Reyes avisa que no se trata del cometa sino del lucero, la primera estrella que sale cada noche.
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El 18 de enero, Alfredo Pérez regresa a Guadalajara. Un día antes, habla con otro hombre del pueblo y le cuenta sus desgracias. Está muy angustiado porque debe dejar el pueblo; esto le rompe el corazón. Le gustaría quedarse hasta morir en la casa construída por su tatarabuelo, donde han nacido su bisabuelo, su abuelo, su padre, él mismo y su hijo. Por eso no la vende, pero quedará vacía. Ha gastado lo poco que tenía en médicos para su hijo y ha tenido que tomar un empleo en una ferretería. Ha pasado por el cementerio para visitar las tumbas de sus antepasados. Recuerda momentos felices, como cuando Carmen estaba embarazada de Luis. Después de la medianoche, abandona el pueblo para siempre.
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A fines de febrero pasan por el pueblo siete hombres misteriosos y siembran temor y confusión. Aunque no les ven las caras, los habitantes del pueblo saben que son de tierras lejanas porque comen sardinas y toman cerveza. Además, es evidente que no conocen la región. Por las noches, los vecinos escuchan ruidos extraños y sospechan que se trata de los siete hombres. Se preguntan si serán revolucionarios, si vienen o si van hacia el Norte. El director político está seguro de que son espías que quieren ponerle fin a la democracia. Entonces, pretende encargarse del asunto, pero los hombres se van antes de que puedan atraparlos. El narrador pregunta: "¿Qué relación había para el común del pueblo entre aquellos viajeros, el fabuloso anuncio de un cometa, los rumores de sismos, calamidades, revoluciones y peligros en lugares que podían ser muy remotos o próximos?" (311). Nuevos miedos se suman a los temores de siempre.
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Se acercan nuevamente los preparativos para la Semana Santa. El cura Martínez recuerda con intensidad a Luis Gonzaga, que hacía uno de los mejores incendios en estas épocas. Antes de irse a Guadalajara, don Alfredo le ha contado en detalle la situación de Luis. Después de ataques muy fuertes, ha perdido la memoria por completo; ni siquiera reconoce a sus padres. Luego comienza a comer obsesivamente y se vuelve obsceno con todas las mujeres, incluso con su madre. En su delirio, convierte a las mujeres del pueblo en las musas griegas: les asigna roles a Victoria, Micaela, Marta y María. Después de pasar un tiempo tranquilo, vuelve a tener ataques y deben ponerle una camisa de fuerza. Luego, intenta suicidarse. Alfredo siente un pesar hondísimo, recuerda cuán inteligente era su hijo de chico, lamenta su desvío y le ruega a Dios que se mejore. Está dispuesto a entregar su vida a cambio de la salud del hijo. Llega a considerar que, tal vez, su locura sea efecto del cometa. El cura escucha horrorizado, pero se muestra compasivo.
Luego, Alfredo le cuenta algunas novedades al cura: Jacobo pretende ser novio de María y Damián Limón será condenado a pena de muerte. Al escuchar todo esto, el cura Martínez cree, más que nunca, que es necesario aflojar la rigidez de los mandatos religiosos en el pueblo. Don Dionisio, por primera vez, se siente cansado y con ganas de morir. Le encomienda al Padre Reyes hacerse cargo de los ejercicios Espirituales ese año. Reyes aplica una serie de cambios importantes para que los ejercicios no sean tan tortuosos. El Padre Islas tiene prohibido quejarse o impedir el trabajo de Reyes. Esto lo enoja mucho. El cura Martínez piensa cada vez más en la figura de Judas y se pregunta quién lo traicionará.
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El sábado 9 de abril se reactiva la reunión en La Flor de Mayo. Se comenta una noticia que circula en los periódicos: el cometa Halley puede chocar contra la Tierra el 19 de mayo y el planeta puede estallar.
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María se aburre de cuidar a Pedrito. Vuelve a sus lecturas clandestinas y sueña con conocer Guadalajara y otras ciudades.
9
Llegan muchas noticias políticas: Francisco Madero es candidato a la presidencia en contra de la reelección de Porfirio Díaz; el primero de mayo el cometa chocaría contra Venus, el 18 contra la Tierra y el 23 habrá un eclipse de luna. Después de medianoche, ya se puede ver el cometa.
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Sufriendo por sus frustraciones, María se levanta en medio de la noche y va a la torre del campanario. Un día, el cura la encuentra y ella le dice que está allí para ver el cometa, pero en realidad mira el cielo en busca de signos de esperanza. Marta, por su parte, está resignada: será soltera y vivirá en el pueblo para siempre.
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Es 18 de mayo y hace mucho calor. Con temor a que el cometa destruya la tierra, todos se confiesan. Sin embargo, nada ocurre. Fermín García, un joven estudiante del pueblo, es ayudante en el laboratorio de Física y Astronomía del Seminario y envía cartas a su familia con datos sobre el cometa y el próximo eclipse de luna. También indica que estos fenómenos no tienen significados catastróficos, y que la gente debe quedarse tranquila. En el pueblo se preguntan entonces por qué vienen sucediendo cosas tan terribles: el hijo de Julián nace muerto, el Padre Islas sufre un ataque, los perros no paran de aullar, muchos mueren en los ranchos cercanos. Los días 2, 8 y 16 de junio, el cometa es visible desde el pueblo, pero ya nadie se preocupa demasiado por eso. Han arrestado a Francisco Madero en Monterrey y todo el país está muy movilizado; hay levantamientos y disturbios en diferentes lugares. Sin embargo, llega el Centenario y el gobierno finge normalidad ante los representantes de otros países que llegan para las celebraciones.
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A principios de junio, Mercedes siente profundo remordimiento porque cree que el niño de Julián ha nacido muerto por su culpa. Ella les ha deseado el mal por envidia. Llena de culpa, le dice a su padre que quiere morir, y el hombre se la lleva a Guadalajara. Por esas fechas, el Padre Islas tiene un ataque de convulsiones en plena misa. Al verlo, el cura Martínez se muestra desconcertado por primera vez ante el pueblo.
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El 13 de agosto muere por un golpe de calor una niña del pueblo. El cura Martínez recuerda una confesión de su padre, Justino Pelayo, dos años antes: una noche se sintió dominado por la tentación y tuvo sexo con una prostituta. Se siente muy culpable y arrepentido; no quiere que nada malo le ocurra a su familia. Don Dionisio siempre ha podido poner distancia entre el relato de las confesiones y sus propias emociones; olvida los pecados ajenos muy fácilmente. Sin embargo, la historia de Justino lo atormenta. Entonces recuerda sus pesadillas y desespera con la idea de que María y Marta no sean realmente puras. Alguien le ha dicho que, desde la torre, María mira hacia el barrio de las prostitutas. Se propone hablar con ella, pero cuando llega al curato, la chica no está allí.
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En septiembre, los estudiantes regresan al pueblo y reaniman el espíritu general. Se conversa sobre el cometa y el Centenario. Las mujeres vuelven a inquietarse. Muchos estudiantes se reúnen en juntas para conspirar la revolución. Algunos dicen que estas juntas secretas existen hace algunos años. Tres jóvenes, Pascual Aguilera, Pedro Cervantes y Dimas Gómez, parecen ser los responsables. Algunos estudiantes han partido hacia Guadalajara para unirse al movimiento revolucionario y nunca han vuelto. Lo cierto es que, hasta último momento, nadie sospecha nada, ni siquiera Don Dionisio.
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A María le gustaría que Pedrito fuera más grande para que sea un justiciero. Marta no entiende a qué se refiere su hermana. Los estudiantes revolucionarios siguen movilizándose con distintas acciones. El director político se hace el desentendido. Para las celebraciones del Centenario, Román Capistrán y un grupo de norteños viajan a Guadalajara y a la ciudad de México y regresan con hombres de otras partes del país que pasan unos días en el pueblo. Extraños comerciantes comienzan a visitar el pueblo. Pascual Aguilera se ausenta unos días y Lucas Macías es el único que piensa que el chico puede haber ido a encontrarse con Madero.
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El 2 de septiembre, antes de partir hacia México, Román Capistrán pasa por el curato para despedirse de Don Dionisio. Conversa rápidamente con María y le ofrece irse con él a la capital. Ella se siente profundamente ofendida y confundida, pero no dice nada. Comienza a fantasear con la posibilidad de estar en la ciudad y reflexiona sobre su triste realidad en el pueblo.
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En el pueblo creen que no es necesaria ninguna revolución y que el gobierno se mantiene sólido. Cuando consideran la situación económica de muchos vecinos, sin embargo, algunos afirman que las cosas no están tan bien. Pascual y otros estudiantes dejan ver con más nitidez sus posturas.
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Jacobo Ibarra le envía una carta a María para avisarle que no puede ir al pueblo durante las vacaciones, pero que todavía mantiene su promesa. El mensaje la conmueve, pero ella sigue pensado en Román Capistrán. Una mañana, el cura anuncia que Gabriel volverá pronto al pueblo.
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Llega al pueblo la noticia de que Francisco Madero se ha fugado. Los vecinos conjeturan diversas opciones, desde que se escapa a Estados Unidos hasta que está listo para encabezar una revolución. Le preguntan su opinión a Lucas Macías y el anciano responde: "Yo ya soy más del otro mundo que de éste" (335). Pascual vuelve a ausentarse unos días.
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Don Dionisio ha decidido que Gabriel vuelva al pueblo. Al enterarse, el chico le envía una carta al cura. En ella, le cuenta que está enamorado de María y le pide permiso para casarse con ella. Le asegura que no quiere traicionarlo y por eso le cuenta la verdad. Solo se casará con María si el tío lo permite. Al final de la carta, escribe que quiere ir al pueblo porque la situación política está muy alborotada.
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Lucas Macías cuenta historias de levantamientos en el pasado. Los rebeldes siempre secuestran a las jovencitas de los pueblos. Las anécdotas son muy trágicas; están repletas de muertes y asesinatos. Después de narrar varias, el anciano se pregunta cómo es posible que algunas mujeres quieran estar con hombres que han matado.
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Don Dionisio está perplejo por la carta de Gabriel. Considera mostrársela a María pero no lo hace. Nota que la chica está muy extraña. Román Capistrán regresa de México y trae regalos para Marta y María, lo cual resulta muy extraño. María devuelve los regalos, ofendida. Luego pregunta cuándo volverá Gabriel, y el sacerdote le dice que ha decidido demorar el regreso del chico.
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Algunas Hijas de María sufren porque el Padre Islas, tras el ataque de convulsiones, ha quedado paralítico y debe irse del pueblo para recibir un tratamiento. Sin embargo, la mayor parte del pueblo, incluídas muchas mujeres de la asociación, no se preocupan por la partida del sacerdote. Desde el ataque, han dejado de creer en su santidad. Cuando finalmente se va, algunos estudiantes salen por las calles aullando, para provocar a las jovencitas.
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El director político se enriquece de manera corrupta, abusando de otros habitantes del pueblo. Por ejemplo, obliga a un hombre llamado Rito Becerro a hacer trabajo forzado durante un mes. María es una de las personas que sienten compasión y habla con su tío para que suavicen las penas de Rito. Pascual Aguilera, Dimas Gómez, Pedro Cervantes conversan con todos los que van teniendo problemas con la autoridad. Pascual y Román Capistrán han trabado una relación de mucha cercanía. El director político no nota nada extraño en ese sentido, sino que se preocupa por las actitudes de los sacerdotes que intentan ayudar a los pobres. María se lamenta por no ser ella misma un hombre y no poder tomar cartas en el asunto.
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Damián Limón es condenado a apenas seis años de prisión: no puede probarse que haya asesinado a su padre, y el asesinato de Micaela es considerado un crimen pasional, lo cual alivia la pena. Poco después llega la noticia de que se ha fugado hacia la capital.
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Se acerca noviembre. Los estudiantes se van del pueblo. Las jóvenes, como siempre, están conmovidas por el amor y el temor, pero, este año, los pensamientos románticos tienen menos obstáculos porque el Padre Islas ya se ha marchado.
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Damián tiene la osadía de aparecerse en el pueblo el día 1 de noviembre, justo antes del Día de Todos los Muertos. Está vestido como un trabajador del campo y tiene la barba crecida. Pasa por la calle del curato, ve a María y se acerca para conversar con ella. Damián tiene las pistolas en las manos. Él le dice que cada vez que piensa en Micaela, también piensa en ella; incluso, asegura que ambas son la misma mujer. Ella se muestra ofendida, pero dice que no tiene miedo de morir. Finalmente, le pide que se vaya y amenaza con gritar para que lo atrapen, pero no lo hace. Damián se retira silenciosamente.
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Se celebra el Día de Muertos en el pueblo. La atmósfera es oscura, fúnebre. En la misa, se corre el rumor de que un desconocido ha rodeado la casa de los Rodríguez la noche anterior, y que luego se adentró en el cementerio. Muchos están seguros de que se trata de Damián Limón. María se siente atormentada, pero guarda el secreto. Por la tarde hay una procesión hacia el cementerio. Entonces aparece Damián, y su hermano Francisco intenta matarlo de un disparo, pero María le quita el arma y Damián se escapa. Algunos creen que ha hecho bien, para evitar más violencia y muertes; otros creen que es malvada y está enamorada del asesino. El Padre Reyes calma los ánimos lo más que puede y manda a todos a sus casas.
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María está tan exaltada que se atreve a abrir una carta de Gabriel dirigida a Don Dionisio. En ella, el joven dice que, como el cura no acepta su casamiento con María, ha decidido aceptar la oferta de Victoria e irse a estudiar música en una ciudad mexicana, primero, y en Europa, después. El chico está muy triste; quisiera realmente estar con María, pero no está dispuesto a traicionar las decisiones de Don Dionisio. Al terminar de leer, María siente un dolor mortal. Enloquecida, se presenta ante el director político para que la metan presa por defender a Damián. El director le dice que no hay motivos para encarcelarla. Ella le pregunta qué pasaría si se uniera a los revolucionarios y el hombre se burla, diciéndole que no existe tal revolución.
30
El director político quiere que lo sucedido con Damián Limón pase como un caso aislado y sin demasiada importancia. Piensa en incriminar a Pascual Aguilera para sacarse un peso de encima. Sigue cometiendo actos de injusticia y corrupción para su beneficio personal.
31
Lucas Macías insiste para que le lean el Plan de San Luis, manifiesto publicado por Madero el 6 de noviembre para defender la revolución. Las copias del texto circulan de manera clandestina. El viejo se preocupa y luego cuenta historias bíblicas, pero sus opiniones no resultan claras para los demás. Pascual Aguilera ha sido detenido, pero se escapa. Otros jóvenes revolucionarios también desaparecen del pueblo. Se ha visto que una mujer viuda conversa mucho con María. Se desata una tormenta. Días después, llegan periódicos que informan sobre el estallido de la revolución en numerosos puntos del país. Los habitantes del pueblo lo toman como si fuera una noticia de un país muy lejano. Algunos se preocupan, pero el director político asegura que no hay nada que temer, y que el gobierno nacional pronto pondrá las cosas en orden. Llegan noticias de más levantamientos y el pueblo se altera. Lucas Macías exclama: "¡Estamos al filo del agua!" (355). El anciano siente que pronto va a morir, pide confesarse y pronto fallece de un síncope. Ese mismo día, los seguidores de Madero entran en la ciudad de Moyahua, cercana al estado de Jalisco.
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Rito Becerra llega al pueblo acompañado por cientos de peones rurales, favorables a la revolución. El director político huye. Toman el pueblo, y se produce un alboroto general. Se oyen tiros y gritos de "Viva Madero" (356). Los revolucionarios golpean las puertas con violencia y exigen entrar a las casas. También aprisionan a las familias más ricas y les exigen el pago de diez mil pesos. El Padre Reyes y el cura Martínez intentan llevar tranquilidad al pueblo, pero es inútil. Cae la noche y hay mucha preocupación, porque los revolucionarios secuestran a las jóvenes. Estos se emborrachan, bailan y tocan instrumentos por las calles. Encerrados en sus casas, en secreto, los habitantes rezan. Cuando termina la fiesta de los revolucionarios, varios habitantes del pueblo se dan cuenta de que María se ha ido con ellos. Lo ha hecho por voluntad propia; está de acuerdo con los maderistas. Los vecinos consideran que siempre fue malvada y peligrosa, y por eso leía libros prohibidos. Creen que es la verdadera Judas y que el disgusto matará a Don Dionisio.
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Aunque está muy debilitado, el cura Martínez se dispone a dar misa como todos los días. Desde la partida de María, la noche anterior, está encerrado en soledad. Llora, reza y se flagela. Sufre por haber sido incapaz de defender a los fieles de su pueblo. Marta no ha vuelto al curato, desesperada por la partida de su hermana. Dionisio está tan debilitado y confundido que llega a considerar que la revolución puede ser una providencia divina para limpiar los males del mundo. Siente un dolor físico muy inteso, y no es el provocado por la flagelación. Cuando llega a la capilla para dar la misa, todos los que permanecieron en el pueblo parecen estar allí, desesperados por escuchar a la autoridad religiosa. El cura simula estar calmo, se sube al atril y dice las oraciones en latín, como todos los días, pero pronto desfallece. Tiene las manos en posición de rezo, pero estas son cadavéricas. Por último, pronuncia una frase en latín que muchas veces decía Gabriel: "Ad Deum qui laetificat juventutem meam" (365), que en español signfica "Al Dios que alegra mi juventud". La novela termina con la fecha y el lugar donde termina de escribirse: San Miguel Chapultepec, 24 de febrero de 1945.
Análisis
"El Cometa Halley" es un capítulo singular por varios motivos. En primer lugar, da cierre a la historia y es mucho más extenso que los precedentes. En segundo lugar, condensa la narración de todo un año (1910), en contraste con el relato del año previo, secuenciado en varias etapas entre los quince capítulos anteriores. En tercer lugar, como afirma Domenella, el capítulo final "se inscribe en un orden distinto al de los demás" (2020, 152). Desde "Aquella Noche" hasta "Pedrito" los títulos de capítulos destacan a los personajes ("Marta y María", "El Viejo Lucas Macías") o los acontecimientos y actividades del pueblo ("Ejercicios de Encierro", "La Desgracia de Damián Limón"), mostrando el antiguo régimen del lugar, mientras que este episodio final destaca un fenómeno astronómico que implica un gran cambio. "El Cometa Halley" tampoco se refiere al calendario cristiano (como "Pascua" o "El Día de la Santa Cruz"), sino que subraya un hecho histórico y estudiado por la ciencia. Estas diferencias permiten iluminar el valor simbólico del cometa, que funciona como signo de la Revolución mexicana y de todos los cambios que tienen lugar en este período, tanto a nivel político y económico como social y cultural.
Es interesante observar que, para los habitantes del pueblo, la vuelta del cometa genera una fascinación y una exitación que combina temor y deseo, continuando la compleja tensión entre ambas emociones que puede observarse desde el comienzo de la novela. Por un lado, sosteniéndose en la superstición, el pueblo cree que el cometa es augurio de catástrofes y le tienen miedo. Como dice Lucas Macías, traerá guerras, pestes y hambre. Pero, por otro, hay una ansiedad generalizada y muchas ganas de ver el cometa. Tanto es así, que llegan a confundir el lucero (astro que sale todas las noches) con el cometa, y cuando el Padre Reyes aclara la situación, los vecinos se sienten decepcionados: "El pánico se obcecaba frente a la desilusión de no atestiguar una catástrofe que los siglos esperan" (308). Es decir, que incluso aquellos personajes que se resisten al cambio o le tienen miedo, lo ansían de alguna manera. Al plantearlo así, la novela refuerza la noción de que la Revolución es inevitable.
Otro elemento simbólico del cambio que se avecina es la lámpara de gasolina que se inaugura en el pueblo. Este artefacto implica la llegada de un avance tecnológico significativo que, a su vez, produce luz, simbólicamente relacionada con la verdad, la ciencia, el progreso y la razón (en contraposición con el pensamiento católico, conservador, oscuro y supersticioso del pueblo). La lámpara se ubica en un bar y los hombres empiezan a reunirse allí con frecuencia. Esto también marca una forma diferente de la sociabilidad: el bar reemplaza a la iglesia como espacio de encuentro. Así, vemos que se acentúa el pasaje de lo sagrado a lo profano; de la vida dogmática religiosa, a una vida más moderna y secular.
Por otra parte, la inminencia de la revolución se puede ver en el hecho de que el pueblo empieza a ser atravesado por figuras que llegan desde afuera. Primero aparecen siete hombres misteriosos. Nadie logra identificarlos, pero se sabe que no son locales porque tienen costumbres extrañas, y se sospecha que pueden ser revolucionarios. Su presencia es amenazante, tanto para los vecinos como para el director político, ya que la Revolución se propone acabar con el dogmatismo religioso, y también con el gobierno autoritario de Porfirio Díaz. Luego, en septiembre, regresan los estudiantes, y su presencia precipita la agitación política en el lugar: traen noticias de otras regiones, conversan con los vecinos y se organizan para apoyar la Revolución. Al mismo tiempo, comienzan a pasar por el pueblo hombres extraños que se presentan como comerciantes, pero resultan sospechosos. La llegada definitiva de la Revolución al pueblo está marcada por la entrada de cientos de peones rurales, es decir, trabajadores campesinos de la clase más baja. Resulta fundamental subrayar que el estallido de la Revolución en el pueblo se narra muy rápidamente: apenas se le dedica un segmento (el 32) de este capítulo final. Es por eso que la novela trata sobre las tensiones previas, cuando el pueblo está "al filo del agua", y no tanto sobre Revolución en sí misma.
En este capítulo se destaca la figura de María, personaje que crece exponencialmente a medida que se acerca el final de la novela. La joven pasa a ser revolucionaria; se suma a las filas rebeldes, y eso la lleva a abandonar al pueblo para siempre. Esta línea de la historia permite iluminar una vez más el entrecruzamiento de la política, la sexualidad y la literatura como amenazas al antiguo régimen. Cuando los habitantes del pueblo se enteran de que la joven se ha sumado a las filas de la revolución, aseguran que era peligrosa porque leía libros prohibidos, porque era amiga de Micaela y porque tenía amoríos. Así, la figura de María se destaca porque proyecta una imagen muy inesperada para una mujer en ese contexto. Al hacerse revolucionaria, sale del espacio doméstico limitado, se une a la lucha armada y asume un fuerte empoderamiento.
A lo largo de este año, Don Dionisio enfrenta una crisis cada vez más potente y se cuestiona la severidad con la que ha aplicado el catolicismo en el lugar. Empieza a creer que la rigurosidad impuesta ha colaborado con el desarrollo de muchas de las desgracias del pueblo. También llega a considerar que la Revolución puede ser un designio de Dios para limpiar los pecados de la Tierra. Estos cuestionamientos se proyectan en el hecho de que delega cada vez más responsabilidades al Padre Reyes, que siempre fue reconocido por tener una visión más flexible y moderna de la religiosidad. Así, por ejemplo, los Ejercicios Espirituales del año 1910 dejan de lado los elementos tortuosos que inflingían sufrimiento en los fieles. Por el contrario, el Padre Islas es desplazado del poder, tiene un ataque y debe irse del pueblo. Indirectamente, este proceso acompaña la Revolución ya que los sacerdotes severos y anticuados pierden poder. Esto se ve con nitidez en la escena final: aunque el cura hace esfuerzos por dar la misa como todos los días, está extremadamente debilitado y termina cayendo en medio de la capilla.
La narración termina en forma de pregunta: ¿podrán sostenerse las costumbres antiguas del pueblo después de la Revolución? La respuesta, de todos modos, queda en suspenso. Si bien nos muestra la llegada de muchos cambios, la novela no asegura que el impacto de la Revolución sea definitivo. El cura Martínez parece colapsar, pero también sigue ofreciendo resistencia, y todos los que permanencen en el pueblo se refugian en la iglesia en esa escena final.