Al filo del agua es la primera y la más célebre novela del escritor mexicano Agustín Yáñez. El autor termina de escribirla en 1945 y se publica por primera vez en 1947. Se la considera como una de las mejores novelas de la literatura mexicana del siglo XX, junto con Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Los de abajo, de Mariano Azuela, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. La obra pertenece a una línea de la producción literaria de ese país llamada novelas de la Revolución, compuesta por narrativas extensas que se refieren a la coyuntura histórica y política de la Revolución Mexicana, que tiene lugar en 1910. Se trata de una novela realista que también incorpora elementos novedosos, propios de las estéticas europeas y estadounidenses más originales de la época, como el relato de los sueños para reflejar una visión más completa de la realidad, sumando el plano inconsciente y subjetivo. En la obra de Yáñez es posible identificar influencias de William Faulker, Franz Kafkta, Paul Claudel y James Joyce.
La novela está compuesta por un apartado inicial llamado "Acto Preparatorio", donde se describe el pueblo que será escenario de toda la narración, y una serie de dieciséis capítulos. Casi todos los capítulos son bastante breves, pero el último es considerablemente más extenso. Si bien todo el relato es presentado por un narrador en tercera persona que funciona como testigo externo, entre sus palabras se entremezclan las voces y pensamientos de muchos personajes. En ese sentido, Al filo del agua es una novela polífónica o coral: combina una multiplicidad de voces, de perspectivas y de sensibilidades. Por ese motivo, también, los especialistas afirman que el verdadero protagonista de esta novela es el pueblo, es decir, un sujeto colectivo. En la contratapa del libro leemos que "la estructura de la obra está determinada por el contrapunto magistral de tramas y personajes, donde no hay un único miembro, sino un microcosmos coral que entrelaza polifónicamente multiplicidad de destinos" (1997).
De esa manera, la novela retrata con detalle la dinámica cotidiana de un pequeño pueblo durante los meses previos a la Revolución, entrecruzando la vida de una serie de personajes. Este pueblo es extremadamente tradicional, conservador y cerrado, por lo que toda idea de modernización, de progreso o de cambio resulta amenazante. La característica más destacada del pueblo es la omnipresencia de la religión católica, sus mandatos, sus creencias, su concepción del mundo y sus tradiciones. La máxima autoridad local no es política, sino religiosa: el cura Don Dionisio Martínez, así como otros sacerdotes, imponen las costumbres y el pensamiento católico. Estos hombres controlan a la población a través de las confesiones. Así se enteran de todo lo que los vecinos del pueblo piensan, dicen y hacen, y, además, les indican cómo comportarse en el futuro. Las doctrinas religiosas son muy severas y rígidas, en particular con respecto a la sexualidad. Las mujeres siempre están vestidas de negro, como de luto, y se espera que participen de una asociación llamada Hijas de María para dedicar sus vidas a la iglesia y mantenerse solteras y vírgenes. Los habitantes del pueblo viven mortificados porque casi todo lo que hacen o piensan puede llegar a considerarse pecado. La crueldad de esta doctrina se manifiesta en la práctica constante de las flagelaciones como forma de purificación.
Nunca se menciona el nombre de este pueblo. De hecho, el libro destaca la poca relevancia del lugar en el mapa nacional: "ese pueblo sin categoría, de extraño nombre y sin referencia en los mapas de la República" (58). En ese sentido, puede interpretarse que representa -de modo general y generalizante- a los pequeños poblados del México rural de la época. Para muchos, la novela sirve como descripción del típico pueblo mexicano antes de la Revolución. De todas maneras, sí se explicita que se ubica en el estado cuya capital es Guadalajara y que queda cerca de Teocaltiche, por lo que resulta evidente que pertenece al estado de Jalisco. Es por ello que puede pensarse que el autor se inspira en Yahualica, el pueblo de donde viene su familia y donde Yáñez pasa mucho tiempo durante los primeros años de su vida.
Por último, cabe señalar que el título de la novela es muy significativo. De acuerdo con el propio autor, la expresión "al filo del agua" se refiere, de manera literal, al momento en que está por comenzar una lluvia, y, en un sentido más amplio, se refiere al instante previo al acontecimiento de algo inminente, es decir, al momento justo antes de que ocurra algo que inevitablemente está por ocurrir. En este caso, está por ocurrir la Revolución, y casi toda la novela se encarga de contarnos ese instante previo, sus tensiones y los cambios que se abren en las mentalidades y las costumbres de este pueblo tan conservador, tradicional y religioso. Es por eso que la atmósfera general de la obra es de tensión y de ansiedad.