Resumen
Los Días Santos
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El pueblo se prepara para la Semana Santa. Es una época de fiestas, dentro de los parámetros de rigurosidad religiosa del lugar. Las personas están menos aisladas, salen a las calles, no trabajan, se cocinan comidas especiales y pasan el día en procesiones o reunidos en la iglesia. Se destacan los "incendios" (87) armados en varias casas: grandes altares llenos de velas y cirios encendidos. La familia Toledo, las mujeres Delgadillo y Luis Gonzaga Pérez construyen los incendios más destacados. Los habitantes del pueblo visitan otras casas para ver sus incendios. Así, Marta se encuentra con Mercedes Toledo. Son grandes amigas y conversan en confianza sobre Julián, joven que ha pretendido a Merceditas, pero ahora parece interesado en Micaela. María también está en casa de los Toledo y conversa con el Padre Reyes. Uno de los presentes menciona que Timoteo Limón ha recibido una carta de su hijo Damián, que regresa al pueblo.
Afuera, en una esquina del barrio, unos adolescentes hablan sobre Micaela. Ella tiene actitudes provocativas con varios hombres. María, antigua amiga de Micaela, quiere encontrarla pero no lo logra. Esa noche, María tiene pesadillas en las que se confunden las noticias terribles que ha leído en el periódico con sus fantasías y sus miedos en torno a la nueva actitud provocativa de Micaela. Sueña que sale por las calles junto a Micaela, las persiguen unos muchachos y, al final, la amiga es asesinada.
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Micaela piensa que varios hombres deben soñar con ella. Se lamenta porque David, el joven que conoció en la capital, no la ha visitado todavía. Juanita le dice que salga de la cama y vaya a misa, pero Micaela le dice que no la moleste.
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Luis Gonzaga Pérez es un hombre del pueblo que ha sido seminarista, es decir, que ha estudiado para ser sacerdote, pero ahora no trabaja como religioso. Es un hombre extravagante e intelectual. Pasa todo el día estudiando distintas materias de manera autodidacta. Le gustan mucho la literatura, la pintura y la arquitectura. Escribe textos religiosos para las celebraciones del pueblo y textos políticos en defensa del catolicismo. La mañana siguiente al Domingo de Ramos, se despierta y recuerda que Micaela lo ha mirado provocativamente durante la misa del día anterior. Sale a la calle feliz porque ya ha llegado la Semana Santa; espera ansioso a las celebraciones del Jueves Santo.
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El Lunes, el Martes y el Miércoles Santo, los habitantes adelantan trabajo porque los días siguientes se dedicarán exclusivamente a las celebraciones religiosas. Todos, incluso los más pobres, estrenarán ropas nuevas durante las fiestas. Por las noches se representa el Via Crucis por las calles del pueblo. Estos días, casi todos se confiesan y muchos hacen ayunos. Marta trabaja mucho en los preparativos y eso la entusiasma. El Jueves Santo, bien temprano, ve el sol salir desde la torre de la iglesia. Se siente extasiada porque esta fiesta es la más importante del pueblo. Por la mañana las calles están animadas; llegan pobladores de ranchos y zonas cercanas. Todos esperan la procesión. Luis Gonzaga tiene un puesto central llevando el palio, una especie de toldo que sirve para proteger al sacerdote que lleva el pan y el vino que representan a Jesús. Sin embargo, un mensajero le comunica que el cura Martínez ha decidido retirarlo de ese puesto porque ha participado de una reunión espiritista, es decir, de una religión diferente al catolicismo. Luis Gonzaga se ofende y se irrita. Grita que el cura es un fanático y un intolerante. Se propone vengarse publicando un panfleto terrible para denunciar al cura y empezar a defender nuevas costumbres y más progreso para el pueblo. También dice que tendrá relaciones con mujeres, entre ellas, Micaela. Luego sale de la parroquia y se va al campo.
Las calles están cada vez más animadas en su devoción religiosa. Diferentes habitantes del pueblo representan, disfrazados, las escenas bíblicas que corresponden a la pasión de Jesucristo. Luego se reúnen en la iglesia y escuchan un sermón del cura Martínez. Últimamente, el cura solo habla de la traición de Judas, y para todos es claro que se refiere a la presencia de traidores en el pueblo. Algunos se preguntan si se refiere a Luis Gonzaga, a Micaela Rodríguez, al director político, a los espiritistas, a los liberales o a los masones. Por la tarde, en las calles, se ve pasar una mujer hermosa y muy elegante, que está maquillada y tiene un vestido especial. Parece una estrella del teatro. Se llama Victoria y está hospedada con los Pérez.
De pronto, empieza a correr el rumor de que se acercan tropas del gobierno para controlar el cumplimiento de las Leyes de la Reforma, que limitan el poder de la iglesia. Todo el pueblo se indigna y se propone defender sus tradiciones católicas a toda costa. El Padre Reyes, con cuatro acompañantes, sale al encuentro de las tropas para evitar conflictos en el pueblo. Cae la noche y todos se quedan en vigilia en las calles. Se representa la ceremonia del Prendimiento, el momento en que Jesús es arrestado. Se confunde la representación con la realidad del pueblo en este momento: el ejército que arresta a Jesús se parece a las tropas mexicanas que se acercan para controlar la celebración.
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Amanece el Viernes Santo. La madre de Luis Gonzaga le cuenta que ha sucedido un milagro: el Padre Reyes y sus acompañantes han vuelto sanos y salvos. Cuando se encontraron a las tropas, crecieron muchísimo las aguas de un arroyo cercano y algunos soldados se ahogaron. Los que quedaron vivos, por miedo, se retiraron. Para todos es un claro milagro, signo de la presencia de Dios en defensa de las costumbres del pueblo. Luis asegura que ya no irá más a las actividades de la iglesia. Se dedica a leer e imaginar sermones de la misa en latín por su cuenta. Victoria, la mujer elegante, que está hospedada en su casa, lo observa y se ríe. Cree que él parece un sacerdote y lo compara con el cura Martínez.
Ofendido, Luis se retira hacia el monte. Mientras avanza, repite frases de la misa en latín. Desde afuera observa el pueblo: todos están en las calles vestidos de luto. Siente que el pueblo lo desprecia, aunque él lo quiere. Cree que parece el escenario de un teatro y recuerda historias de sus antepasados. Piensa en su madre, en Victoria y en varias mujeres; espera que todas puedan marcharse de ahí. Comienza a escuchar el coro de la procesión, se conmueve, se arrodilla frente a una cruz y grita: "Líbrame de mis pensamientos" (120). Se arrepiente y decide volver al pueblo para pedirle perdón al cura, pero de inmediato cambia de opinión. Avanza de rodillas, como penitente. Encuentra una serpiente e intenta matarla, pero el animal se escapa. Piensa que un día como ese, mil ochocientos setenta y seis años antes, murió Jesús. Está en un "rapto místico" (124) que crece cada vez más: su cuerpo se convulsiona y no deja de pronunciar frases cristianas en latín. Bajo un fuerte sol, alrededor de la una de la tarde, cae desmayado. En el pueblo continúan las ceremonias.
El Viejo Lucas Macías
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Lucas Macías es un anciano del pueblo. Aunque no es el más viejo, es el que tiene la mejor memoria. Guarda historias de muchas generaciones del pueblo. Tiene alrededor de ochenta años. No sabe leer, pero es muy sabio y, a su manera, practica un poco el derecho y un poco la medicina para ayudar a los demás. También le gusta mucho que otros le lean en voz alta. Si bien nunca ha salido del pueblo, gracias a su imaginación puede reconstruir otros lugares, como la Ciudad de México.
Hay una serie de novedades en el lugar: la presencia de Victoria, la llegada de Damián Limón, la muerte de Anastasia (madre de Damián y esposa de Timoteo), el accidente de Luis Gonzaga Pérez y la enfermedad del cura. Lucas Macías cuenta una historia para explicar que los sacerdotes que abandonan los hábitos suelen terminar locos, como explicando que Luis Gonzaga ha perdido la cordura.
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En el velorio de Anastasia, Timoteo Limón se ve atormentado por sus pensamientos y sus sentimientos: tristeza por la esposa muerta y culpa por todos sus pecados. Recuerda el rostro de Anacleto con más nitidez que nunca. Casi todo el pueblo está allí y circulan los rumores, los recuerdos y las opiniones. Algunos creen que Damián mató a la madre. A las once y media de la noche llega Clementina, hija mayor de Timoteo y Anastasia, junto a su marido. Viven en Jalpa, otro pueblo. Prudencia, la única hija soltera de la familia, está convencida de que Damián mató a la madre y se preocupa porque el padre quiera casarse de nuevo. La joven explica lo ocurrido: Damián llega al pueblo y apenas la madre lo ve, tiene un ataque y fallece. También cuenta que Anastacia no llegó a confesarse antes de morir porque los sacerdotes estaban ocupados rescatando a Luis Gonzaga, que había sido encontrado tirado en el campo.
A la medianoche llega el ataúd para la mujer. Muchos pasarán la noche velándola: la mayoría son personas pobres que le deben algún dinero a Timoteo y se sienten obligadas a permanecer allí. Las mujeres continúan conversando sobre la muerta y lloran. Damián se emborracha mucho y se comporta de manera disruptiva hasta que el padre no aguanta más la situación, lo golpea y le quita la botella de alcohol. De pronto se escuchan las campanadas de la iglesia que indican la Misa de Resurrección, que celebra la resurrección de Jesús. Anastasia sigue muerta en el cajón.
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Lucas Macías es el único que se da cuenta de cuál es la mayor aflición de Timoteo en este momento. Comienza a contar una historia extensa sobre una pelea que tuvo lugar en el pueblo mucho tiempo antes. Mientras tanto, Timoteo, disgustado, hace cuentas del dinero que debe gastar por la muerte de la esposa. También recuerda su noche de bodas y el nacimiento de Damián, y siente vergüenza por pensar en eso al ver el cadáver. Finalmente, se pasea por el lugar, distraído, y mueve la boca como si rezara pedazos de oraciones. Macías no para de hablar, hasta que Timoteo le dice que debería irse a la misa. Está irritado porque el viejo ha estado contando esa larga historia para explicar que, por ser el día de la Resurrección, no aceptarán el cuerpo de la muerta en la iglesia. Tendrán que esperar dos días o enterrarla directamente.
Pascua
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Amanece. El día está claro. Marta y Carmen Esparza Garagarza de Pérez cuidan a Luis Gonzaga, que, tras su rapto místico, tiene fiebres muy altas y delira.
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Luis Gonzaga pide que le acerquen el misal, es decir, el libro donde están escritas las oraciones de la misa. Se pone a leer y mezcla los rezos en latín con recuerdos y delirios. Las mujeres que lo cuidan salen y luego vuelven acompañadas por Victoria. Cuando el joven siente la presencia de Victoria en el lugar, su voz estalla en forma de gruñidos y condena a las vírgenes y a las viudas. Les grita a las mujeres que se retiren. Carmen se desmaya. Alfredo Pérez, esposo de Carmen y padre de Luis, también está presente y se descompone. Victoria tiembla, pero atina a pedir que llamen a un sacerdote para que calme a Luis.
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Llega una tropa de gendarmes al pueblo. Traen al nuevo director político, probablemente de ideas liberales. Don Román Capistrán ha sido destituido.
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El Padre Reyes pasa por la Agencia de Correos para controlar las encomiendas y observar qué tipos de periódicos reciben los vecinos. Hay un paquete importante para el nuevo director político. Unos pocos se han reunido con el hombre. Entre ellos está Damián Limón. También hay una carta para Micaela; parece ser de David, quien le explica por qué no ha podido visitarla hasta ahora.
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Cada uno por su cuenta, los hijos de Timoteo Limón piensan en la posibilidad de que este se case de nuevo, pero no se atreven a hablar entre sí del asunto. El lunes, después de la Pascua, la iglesia hace repicar sus campanas en señal de respeto por Anastasia. Como han pasado tres días desde su muerte, algunos habitantes del pueblo se sienten confundidos.
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El sábado hay asamblea de las Hijas de María. Esa semana ha sido especialmente triste y aburrida para el pueblo; no se han hecho las actividades habituales. Los Rodríguez, por otra parte, apenas pasaron por el velorio de Anastasia, faltándole el respeto a la familia Limón. Micaela comienza a interesarse en Damián. El nuevo director político se llama Heliodoro Fernández. Dicen que le gusta la bebida y que es peleador.
Los Norteños
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Varios hombres conversan sobre los norteños, es decir, los nativos del pueblo que se han ido a vivir a Estados Unidos. Cuando vuelven, los Norteños critican las costumbres locales, quieren imponer nuevos hábitos, se burlan de las tradiciones de la religión y de la patria. Para los pueblerinos, se trata de hombres peligrosos. Algunos creen que cometen crímenes y que le faltan el respeto a la decencia de las mujeres; también, que la actitud de los Norteños permite que los estadounidenses sigan apropiándose de los territorios mexicanos. Los consideran traidores.
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Un norteño conversa con un sacerdote. No conocemos sus nombres. El norteño le explica que, después de estar en Estados Unidos, se hacen evidentes los problemas del pueblo: la gente no tiene una buena vida, los ricos se quedan con todo el dinero y los pobres apenas sobreviven. Asegura que las cosas no pueden sostenerse así, que por las buenas o las malas todo va a cambiar; dice que sería preferible ser invadidos por los gringos, es decir, los estadounidenses. Además, el norteño asegura que vivir mejor, pero sin excesos, no es pecado, y que es mucho peor la dinámica del pueblo, porque todos son hipócritas: se hacen los decentes pero pecan a escondidas, tanto los hombres como las mujeres. Luego le explica que en otros lugares de México, como Cuernavaca, Puebla y Chihuahua, hay muchas personas trabajando en condiciones análogas a la esclavitud y viviendo en la miseria. Le dice que los sacerdotes le tapan los ojos a la gente.
El Padre Meza y el Padre Vidríales charlan sobre el Padre Reyes y los norteños. Se lamentan porque los tiempos han cambiado. Consideran la posibilidad de aflojar algunas reglas de la Iglesia y organizar, por ejemplo, bailes para el pueblo.
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Bartolo Jiménez, el marido de Bruna, que ha sido novia de Damián, está muy preocupado: cree que su mujer podría engañarlo con el recién llegado. Por su parte, Bruna se ha dado cuenta de que Damián la busca con la mirada, e incluso se ha presentado en su casa la misma noche de la muerte de Anastasia. Sin embargo, cree que no pasará a mayores. Bartolo está paranoico y solo puede pensar en los terribles rumores que circulan sobre los norteños: teme que le roben a su mujer o que los maten. Aunque siempre ha sido pacífico, ha comprado un arma y practica tiro todos los días en el campo. Una noche, Bartolo conversa con Salomé Torres y ella le recomienda que consulte la güija, un tablero con letras que permite comunicarse con los espíritus. Según Salomé, a través de la güija, muchos habitantes del pueblo están conociendo sus destinos. Por ejemplo, hubo avisos de lo que pasaría con Luis Gonzaga, y se ha anunciado que Damián terminará preso por una mujer. Esto último mortifica aún más a Bartolo: cree que esa mujer es su esposa, Bruna. Entonces, acepta pagarle diez pesos a un hombre llamado Nestor para consultar la güija la noche siguiente.
Análisis
En esta serie de capítulos se dinamizan mucho las actividades del pueblo. Por un lado, esto ocurre porque llega la Semana Santa. El hecho de que esta sea la principal celebración del lugar pone de manifiesto la centralidad del tema de la muerte, considerando que es la conmemoración de la muerte de Jesucristo (en contraste, más adelante veremos que en el pueblo no se le presta atención a la Navidad, fecha cuando se recuerda el nacimiento de Jesús). De hecho, a lo largo de los días de Semana Santa se representan con detenimiento, en diversas procesiones, los sufrimientos y las torturas que padece Jesús antes de morir, enfatizando la atmósfera funesta, lúgubre y apesadumbrada del pueblo. Este es el momento de mayor socialización del lugar, pero todos sus espacios, su ritmo y sus rituales están determinados por la religión.
Por otro lado, el regreso de Damián Limón es otro elemento que acelera el devenir de las acciones. Esto se debe a que el joven tiene comportamientos disruptivos, no respeta las tradiciones ni las dinámicas del pueblo, y su sola presencia parece causar tragedias desde el primer momento. Cuando el chico llega a la casa de sus padres, la madre muere de un ataque inmediatamente después de verlo. Los otros personajes, incluso sus hermanas, están predispuestos a echarle la culpa de todos los males. Por eso, todos creen que Damián ha matado a su madre. Justo después de la muerte de Anastacia, el joven tiene comportamientos muy inoportunos que refuerzan el mal concepto que los demás tienen de él. En el velorio de su madre se emborracha y saca de quicio a su padre al punto tal que este lo golpea, y esa misma noche se pasea por la casa de Bruna, su ex novia, que ahora es una mujer casada. Por último, en varias oportunidades se anticipa que Damián será protagonista de una terrible desgracia, que tendrá que ver con una mujer, y que esto lo llevará a la prisión.
Damián, más allá de su figura conflictiva individual, es mal visto por ser un norteño, es decir, una persona nativa del pueblo que se ha ido a vivir a Estados Unidos. La conversación que un norteño anónimo (podría ser Damián o cualquier otro) tiene con un sacerdote evidencia las opiniones típicas de estos sujetos que han abandonado el pueblo y han conocido otra realidad. Los norteños creen que la iglesia es demasiado rígida y conservadora. Esa severidad lleva a la hipocresía: el norteño le dice al sacerdote que las personas se comportan como si obedecieran todos los mandatos de la iglesia, pero que, en realidad, pecan en secreto. También, asegura que la Iglesia es cómplice de la injusticia porque impide que las personas pobres tomen conciencia de lo mal que la están pasando. Este diálogo nos permite pensar que, hasta cierto punto, la mala reputación de Damián tiene que ver con sus cuestionamientos al catolicismo imperante en el lugar.
En sintonía, en este conjunto de capítulos se potencia la presencia de diversos elementos que resultan amenazantes para el poder de la Iglesia católica. En primer lugar, la sexualidad y sensualidad que Micaela y Victoria expresan abiertamente despierta actitudes y pensamientos pecaminosos en casi todos los hombres del pueblo. La lujuria es vista como el peor de los pecados, y parece ser lo que desata la locura de Luis Gonzaga. En segundo lugar, la política liberal del gobierno nacional busca controlar las actividades religiosas a través de las Leyes de la Reforma, un conjunto de medidas creadas a mediados del siglo XIX para limitar el poder de la iglesia y modernizar el país. En tercer lugar, resultan amenazantes los norteños, ya que regresan al pueblo criticando las tradiciones y defendiendo una profunda modernización de las costumbres. En cuarto lugar, se relatan breves escenas que ponen de manifiesto la presencia de otras creencias religiosas o místicas en el pueblo, como la secuencia de la güija que Bartolo se propone consultar, o las reuniones espiritistas en las que ha participado Luis Gonzaga.
En estos capítulos tiene lugar un fuerte contraste entre los elementos realistas y los no realistas. Encontramos referencias realistas al momento histórico del país, como, por ejemplo, las ya referidas Leyes de la Reforma. También se mencionan pueblos que realmente existen en el mapa de México, como Teocaltiche, y por primera vez se explicita el año exacto en que transcurren los hechos: Luis Gonzaga recuerda que han pasado mil ochocientos setenta y seis años desde la muerte de Jesús, con lo cual nos indica que los sucesos ocurren en 1909. Pero también se relata un episodio no realista: el milagro que supuestamente tiene lugar cuando el Padre Reyes sale del pueblo para evitar que las tropas del gobierno lleguen y prohíban la celebración de la Semana Santa tal como el pueblo quiere llevarla a cabo. Se dice que las aguas del río crecen tanto que matan a algunos gendarmes de la tropa y los demás huyen asustados, y se trataría de un milagro realizado por Dios para proteger las costumbres del pueblo. Es importante notar, en ese punto, que, en realidad, no es el narrador quien cuenta este episodio, sino que es relatado por Carmen, la madre de Luis Gonzaga.
Como se ha mencionado, esta es una novela polifónica, ya que los lectores nos encontramos con múltiples voces. Las voces de los habitantes del pueblo se entremezclan entre las palabras del narrador, creando un efecto coral y de múltiples perspectivas. Estas voces del pueblo aparecen bajo la forma de diálogos, conversando entre sí, y en muchas ocasiones no se menciona el nombre del personaje que habla, enfatizando la idea de colectividad, ya que lo que se lee, en principio, podría ser la expresión de cualquier habitante del pueblo. En esta serie de capítulos encontramos muchos ejemplos valiosos de esta dimensión coral. Por ejemplo, en el inicio del capítulo "Los norteños", leemos un diálogo que describe negativamente a esos nativos del pueblo que se van a vivir a Estados Unidos:
—«Son desobligados».
—«Viciosos».
—«Pendencieros».
—«Eso, eso principalmente, pendencieros».
—«Faltos de temor de Dios ¿para qué decir más?».(150)
Es interesante observar que, en otras ocasiones, las voces de distintos habitantes del pueblo hablan al unísono, potenciando de otra manera esta dimensión colectiva. Así, al comienzo de "Los Días Santos" leemos: "—«¿Puede haber en el mundo una Nuestra Señora de la Soledad tan bonita, con una cara tan perfecta, que sólo le falta hacer oír sus gemidos?»—preguntan orgullosamente las Delgadillo y, a coro, todo el pueblo responde: —«No, no hay en el mundo una Virgen de la Soledad como ésta»" (88).
Finalmente, un dato sutil pero sumamente interesante en este sección es la mención a las mujeres Delgadillo, que preparan uno de los mejores incendios cada año. Esto se debe a que el segundo apellido del autor es Delgadillo. La crítica especializada sostiene que, si bien el pueblo del Al filo del agua no tiene nombre, está basado en Yahualica, el pueblo de la familia de Yáñez, también ubicado en el estado de Jalisco. El hecho de que en el pueblo ficcional vivan unas mujeres llamadas Delgadillo refuerza el planteo de Antonio Castro Leal: "Hasta podría decirse que el libro está hecho con las memorias directas y con las memorias ajenas, transmitidas una y otra vez" (1995, 9). Es decir, las historias orales que el autor puede haber escuchado de niño serían la base de esta obra. La relevancia de las memorias y de las historias sobre el pasado se destaca dentro de la novela gracias a la figura de Lucas Macías. Curisoamente, el anciano es analfabeto, por lo que guarda las memorias e historias mediante la oralidad.