Amalia

Amalia Citas y Análisis

Ciencia infernal cuyos primeros rudimentos los enseña la naturaleza, y que las propensiones, el cálculo y el estudio de los hombres complementan más tarde. Ciencia única y exclusiva de Rosas, cuyo poder fue basado siempre en la explotación de las malas pasiones de los hombres, haciendo con los unos perseguir y anonadar a los otros, sin hacer otra cosa que azuzar los instintos y lisonjear las ambiciones de ese pueblo ignorante por educación, vengativo por raza y entusiasta por clima.

Narrador, p.60

Esta descripción pone de manifiesto cómo Mármol y los jóvenes de la Generación del 37 perciben al gobierno de Rosas como un régimen dictatorial eficiente que sabe aprovecharse del carácter del pueblo al que domina. El narrador llama “ciencia infernal” a la forma en la que Rosas controla a los sectores populares –a los que se nombra, despectivamente, como una “multitud oscura y prostituida” (p.59)– para imponer un sistema de gobierno que se basa en una “obediencia irreflexiva y ciega” (ibid.). De esta manera, se postula que Rosas impone su poder con un sistema frío y calculador, que toma partido de las condiciones propias de una población ignorante, vengativa y entusiasta, consiguiendo dividir a la sociedad en víctimas y victimarios.

Ya sabía que el ministro estaba ajeno de cuanto había pasado. Iba a saber, por la linda boca de su Florencia, lo que hablaban Doña Agustina Rosas de Mansilla y Doña María Josefa Ezcurra sobre aquel incidente, cuya relación que de él hicieran, debía provenir directamente de la casa de Rosas, adonde habrían afocádose los informes de Victorica y sus agentes, y adonde esas señoras concurrían todas las mañanas; y por último, esa tarde sabría lo más o menos informada que estaba la Sociedad Popular y su presidente, sobre las ocurrencias de la noche anterior, con lo cual habría tomado entonces todos los caminos oficiales y semioficiales por donde podía andar, más o menos oculta, en la capital de Buenos Aires, una noticia de la clase de aquella que tanto le interesaba saber.

Narrador, p.116

En este fragmento, el narrador se refiere a Daniel Bello y a la forma en que opera con sus intrigas políticas para obtener la información que necesita. En este caso, demuestra cómo ha conspirado para saber qué es lo que los miembros de la Federación saben sobre la fuga de Eduardo, para lo cual se ha entrevistado con Arana, le ha pedido a Florencia que visite a Agustina Rosas y a María Josefa Ezcurra, y utilizará su influencia con el presidente de la Sociedad Popular. Es así como se presenta como un joven capaz de conocer y controlar lo que sus enemigos saben; por eso se lo describe como “una especie de conspiración viva contra Rosas” (p.116). No obstante, es posible distinguir en esta descripción una crítica al exceso de confianza de Daniel, que a medida que avanza la novela se dará cuenta de que su accionar individual no alcanza para destruir el orden sanguinario establecido por el gobierno.

Todo cuanto sobre el aire y la tierra puede reunir la Naturaleza tropical de gracias, de lujo y poesía se encuentra confundido allí, como si la provincia de Tucumán fuese la mansión escogida de los genios de esa desierta y salvaje tierra que se extiende desde el Estrecho hasta Bolivia, y desde el Andes al Uruguay.

Suave, perfumada, fértil, y rebosando gracias y opulencia de luz, de pájaros y flores, la Naturaleza armoniza allí el espíritu de sus creaturas, con las impresiones y perspectivas poéticas en que se despierta y desenvuelve su vida.

Narrador, p.134

Esta descripción romántica de la provincia de Tucumán se pone al servicio de la caracterización de la protagonista, Amalia, como una figura representativa de la belleza natural de su patria. Las imágenes transmiten la idea de que la naturaleza exuberante y armónica del país influye en los caracteres que engendra. Por eso Amalia es idealizada como encarnación del esplendor de su tierra natal.

Un no sé qué, sin embargo, se encontraba allí de ajeno al lugar en que se daba la fiesta, y a la fiesta misma; es decir, se veían con excesiva abundancia esas caras nuevas, esos hombres duros, tiesos y callados que revelan francamente que no se hallan en su centro, cuando se encuentran confundidos con la sociedad a que no pertenecen; esas mujeres que no hacen sino abanicarse, no hablar nada, y levantar muy serias y duras la cabeza, cuando quieren dar a entender que están muy habituadas a ocupar asientos en las sociedades de gran tono, sintiendo empero, lo contrario de lo que quieren indicar. Todo esto, en cuanto al lugar del baile, pues que en esos salones no se habían encontrado nunca sino las personas de esa sociedad elegante de Buenos Aires, tan democrática en política, y tan aristocrática en tono y en maneras. Y en cuanto al contraste con la fiesta misma, había allí ese silencio exótico, que en las grandes concurrencias revela siempre algo de menos, o algo de más.

Narrador, p.179

Con esta descripción del baile, el narrador quiere transmitir la inadecuación de los federales a las formas de sociabilidad de las clases altas de Buenos Aires, que desde la perspectiva de la novela son todas del Partido Unitario. Es así como el antagonismo de facción política coincide palmo a palmo con el antagonismo entre clases sociales, entre civilización y barbarie. Frente a los protocolos de elegancia que exige el baile, los federales sienten una incomodidad que pone en evidencia su falta de pertenencia a un ámbito social que es propio de los unitarios, esos que son democráticos en sus principios, pero aristocráticos en sus formas. Lo único que tienen de aristócratas los federales es la adhesión a Rosas como si su gobierno fuese una corte real, en la que se debe rendir culto y pleitesía al monarca.

La sensibilidad de todos vosotros está conmovida por las palabras de mi amigo, y la mía lo está por el porvenir de nuestra patria. Yo creo en su regeneración, creo en su grandeza y su futura gloria; pero esa asociación que las ha de germinar en el Plata no será, no, la obra de nuestra generación, ni de nuestros hijos; y mis lágrimas nacen de la terrible creencia que me domina de que no seré yo ni vosotros los que veamos levantarse en el Plata la brillante aurora de nuestra libertad civilizada, porque nos falta para ello naturaleza, hábitos y educación para formar esa asociación de hermanos que sólo la grandeza de la obra santa de nuestra independencia pudo inspirar en la generación de nuestros padres.

Eduardo, p.200

En la reunión clandestina, Eduardo y Daniel exponen la necesidad de fomentar la asociación para combatir el individualismo que caracteriza a la sociedad argentina y que Rosas ha exacerbado para mantenerse en el poder. Pero Eduardo cree que no va a ser su generación la que vencerá a Rosas y conquistará aquellos principios por los que pelearon sus padres para sentar las bases de la república. Por eso sostiene que no les tocará a ellos, sino a las generaciones venideras, ver cumplidos sus anhelos de asociación. Daniel reprende a su amigo por pronunciar estas palabras, porque él ha convocado la reunión justamente para transmitir la necesidad de asociarse para combatir a Rosas en su presente. Eduardo, en cambio, reproduce en su discurso lo que autor y lector saben por la distancia histórica que los separa de los sucesos narrados: esos jóvenes no serán los que lograrán asociarse para vencer al tirano.

—Eso es todo, señor, eso es todo; en ella [Buenos Aires] está Rosas, en ella está su poder, en ella están todas las cuestiones pendientes de la actualidad; no hay que equivocarse, Buenos Aires es la República Argentina para la libertad como para la tiranía, para el triunfo como para la derrota: subamos un día al gobierno de Buenos Aires, y habremos dado en tierra con el poder de Rosas para siempre.

Daniel, p.238

Con estas palabras dirigidas al cónsul francés de Montevideo, Daniel expone su premisa de que Rosas solo podrá ser derrotado si se ataca la ciudad de Buenos Aires. Es allí, y solo allí, sostiene Daniel, donde se concentra su poder. Rosas, de acuerdo con la narración, no es un buen militar y su poder en las provincias puede debilitarse. Por eso Daniel insiste con que es necesario que Lavalle realice un ataque rápido y sorpresivo a Buenos Aires para terminar con el gobierno de Rosas. Claro está que el autor de Amalia expone esto en la boca de uno de sus personajes, sabiendo que Lavalle no dio ese golpe y que Rosas dominará Buenos Aires por doce años más. Eso produce que el argumento de Daniel sea convincente para el lector.

Esa mujer, tipo perfecto de lo más delicado, de lo más culto de la sociedad bonaerense, reunía en sí todo el orgullo, toda la altivez, todo el espíritu de las nobles descendientes de los héroes de nuestra independencia que, enorgullecidas por su origen, fueron siempre intransigibles con todo lo que no era gloria, talento o nobleza en la república; de esas mujeres que sufrían más que los hombres por la humillación que la dictadura hacía sufrir al país; y que más que los hombres tenían el valor para afrontar los enojos del tirano y de la plebe armada e insolentada por él.

Narrador, p.331

El narrador describe aquí a Madama Dupasquier, en quien ejemplifica la forma en que las mujeres unitarias combaten el gobierno de Rosas, conservando sus principios y valores con orgullo y nobleza de espíritu. Esta forma de defender su posición tiene que ver con el rol que tienen las mujeres en esta sociedad del terror, porque a los hombres, más comprometidos políticamente, no les queda otra que fingir adhesión y, en el mejor de los casos, conspirar de forma clandestina. Las mujeres, en cambio, ejercen otro tipo de resistencia, en el ámbito de la sociabilidad, haciendo solo lo justo y necesario para evitar sospechas, pero tratando de conservar, ante todo, su clase y su dignidad.

Ninguno de ellos se atrevía a confesar su situación, a decir que de su rango no conservaban sino el título, y que toda jurisdicción, toda acción, pertenecía al autor de la comedia que representaba, pero no a la pobre compañía, contratada por veinte años, sin más regalías que su sueldo, sus vestidos de príncipes y reyes, y un beneficio de vez en cuando, con la obligación de no enojarse cuando la posteridad los apedrease.

Narrador, p.365

Este fragmento hace referencia a los hombres que forman parte del gobierno de Rosas, como Felipe Arana, que no tienen poder real, sino el que Rosas les transfiere para poder actuar en su nombre. Por lo tanto, la narración propone que los funcionarios de Rosas son como actores dentro de una comedia, en la que el “Ilustre Restaurador de las Leyes” es el único demiurgo o autor. Es así como Amalia plantea que el gobierno de Rosas es una farsa en sus formas, porque en esencia es un régimen dictatorial.

La superstición es la compañera inseparable de los espíritus poéticos; y aquellos dos jóvenes, en ese momento embriagados de felicidad, se tomaron las manos y miráronse por algunos segundos con una expresión indefinible. Amalia al fin bajó su cabeza, como abrumada por alguna idea profética y terrible.

Narrador, p.429

El amor de Eduardo y Amalia tiene todos los rasgos de un amor idílico, espiritual y poético, portentoso y cargado de momentos de felicidad sublime y de miradas profundas que se expresan más que las palabras. Pero también tiene un costado oscuro, el de las profecías de Amalia, que presiente a cada momento un destino trágico para su amor. Desgraciadamente, el destino de Amalia está unido al de su patria, y por eso verá hacerse realidad sus augurios de muerte.

Pero junto con él los asesinos entraron. Y cuando Eduardo oprimía contra su corazón a su Amalia para hacerla con su cuerpo una última muralla, todos estaban ya confundidos; Daniel recibía una cuchillada en su brazo derecho; y una puñalada por la espalda atravesaba el pecho de Eduardo, a quien un esfuerzo sobrenatural debía mantener en pie por algunos segundos, porque ya estaba herido mortalmente. Y en ese momento, en que era sostenido apenas en un ángulo del gabinete por los brazos de su Amalia, mientras que su diestra se levantaba todavía por los impulsos de la sangre, y amedrentaba a sus asesinos; y cuando Daniel en el otro ángulo, con el sable en su mano izquierda, se defendía como un héroe; en ese momento en que dos bandidos cortaban en la sala la cabeza de Pedro, unos golpes terribles se daban en la puerta de la calle. Luisa, que había ganado el zaguán despavorida, conoce la voz de Fermín, descorre el cerrojo, y abre la puerta.

Narrador, p.592

La escena del final desata en pocas páginas toda la violencia federal, que había sido contenida y postergada durante el transcurso de la trama por las estrategias de Daniel. Ahora que solo queda combatirse con la espada, la enorme cantidad de puñales puede más que las espadas de los jóvenes, que pelean con heroísmo y usando todas sus fuerzas, a pesar de haber recibido heridas mortales. La imagen de Pedro, casi un padre adoptivo de Amalia, siendo “degollado” por los bandidos imprime más horror a la escena, que será interrumpida con la entrada del padre de Daniel. Este, sin embargo, detiene los puñales demasiado tarde y ve a su hijo fallecer en sus brazos.

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