El hombre de campo
El campesino o el hombre de campo es quien llega a la puerta de la Ley con el objetivo de acceder a esta. Representa alegóricamente a cualquier persona común que se somete a la Ley y que quiere acceder a los derechos que la Ley garantiza. El hecho de que sea un campesino podría señalar un movimiento del personaje del campo a la ciudad, en donde se encontraría el edificio de la Ley. Lleva consigo provisiones que luego utiliza para sobornar al guardián, lo que nos permite inferir que ha realizado un viaje largo con el objetivo de llegar hasta allí. Es evidente que, para el campesino, es muy importante ingresar a la Ley. Por eso decide esperar la autorización para entrar. Aunque se somete a la orden del guardián, no por eso se rinde a su propósito. El hombre de campo emplea la resistencia de la espera hasta las últimas consecuencias para obtener lo que quiere.
El guardián
“Ante la Ley se encuentra de pie un guardián” (p.231). Esta es la primera frase del cuento: las primeras tres palabras son el título del relato; luego se indica quién se encuentra, justamente, ante la Ley: una figura de autoridad que vigila su acceso. El guardián representa el poder de la Ley. Le da a entender al campesino cómo se estructura jerárquicamente la forma del edificio y su custodia: cada sala de la Ley es vigilada por un guardián, cada uno más poderoso que el anterior. Le dice también que él, siendo el primero, es poderoso, y que el tercero ya es demasiado poderoso hasta para él. Todo esto evidencia cómo el guardián emplea una retórica del amedrentamiento para imponer su autoridad frente al hombre de campo. También se impone por su actitud señorial y por su aspecto tártaro, ajeno para el campesino. Aunque el hombre de campo logra agotarlo con sus preguntas y sus sobornos, el guardián permanece incorruptible; ni el paso del tiempo lo afecta. Es una figura imponente y enigmática, como la misma Ley.