Ante la ley

Ante la ley Resumen y Análisis Segunda parte

Resumen

El campesino espera sentado en el taburete “durante días y años” (p.232). En ese tiempo, realiza muchas tentativas de ser admitido, agotando con sus pedidos al guardián, que le repite una y otra vez que no puede ingresar. A menudo el guardián le pregunta al hombre de campo sobre su patria y otras cosas, pero con apatía. El campesino intenta sobornar al guardián con las cosas con las que se aprovisionó para el viaje, dilapidando todas sus posesiones. El guardián acepta lo que el campesino le ofrece, pero aclara que lo hace para que el hombre no piense que no ha intentado lo suficiente.

Mientras el tiempo pasa, el campesino no deja de contemplar al guardián, casi de forma ininterrumpida. Se olvida de los otros guardianes, creyendo que el que tiene en frente es el único obstáculo para acceder a la Ley. Los primeros años maldice su suerte en voz alta, y cuando envejece rezonga para sus adentros. Comienza a hablar con las pulgas del cuello de piel del guardián, a las que le pide que convenzan al portador del abrigo de cambiar de opinión. Su vista se debilita y empieza a ver oscuro a su alrededor, sin saber si sus ojos lo están engañando. En este estado, logra distinguir un destello de luz que emerge de la puerta de la Ley.

Análisis

Después de presentar el problema –el campesino no puede ingresar, por ahora, al edificio de la Ley– la parábola continúa con el momento de la espera y de la negociación. En esta instancia, podemos profundizar en el análisis de los personajes, el guardián y el campesino, como figuras que se contraponen.

Podríamos afirmar que el campesino representa alegóricamente al hombre común, a cualquier persona que debe someterse a la Ley o que pretende garantías de derecho y propiedad ante esta. El hombre de campo tiene sus posesiones, que trajo como provisiones para su viaje. Esta información nos dice que, por un lado, el campesino ha tenido que recorrer un largo trayecto hasta llegar a las puertas de la Ley. Notamos así la importancia que tiene para él acceder a ella, aunque no sepamos el porqué. Por otro lado, las provisiones se convierten en uno de los recursos de perseverancia que va a utilizar el campesino para convencer al guardián de dejarlo entrar a la Ley. También prueba persuadirlo agotándolo con sus insistentes pedidos.

El guardián, por su parte, es un representante de la Ley que se muestra impasible ante los pedidos del hombre de campo. Ya por su aspecto se presenta como una figura poderosa y distante. Una de las cosas que más hace el campesino es contemplar “minuciosamente al guardián” (p.232): observa que es un hombre de nariz grande y puntiaguda y de “luenga barba tártara escasa y negra” (ibid.), lo que le da a su semblante algo de exótico e imponente.

El guardián también da cuenta de su poder a través de la palabra: logra convencer al campesino de que él es poderoso y lo amedrenta al decirle que más adelante encontrará otros guardianes más poderosos que él. Otro recurso que utiliza es el de hacerle “pequeños interrogatorios” (ibid.) al campesino sobre su vida, pero lo hace adoptando la actitud de los “grandes señores” (ibid.), que preguntan con indiferencia, como para demostrar su importancia. Por último, acepta los sobornos del hombre de campo, en un gesto que parecería ser amable –“Lo acepto”, dice, “solo para que no creas que has omitido alguna cosa” (ibid.)– pero que también podría ser otro medio por el cual impone su autoridad, porque convierte los sobornos del campesino en intentos inútiles.

El hombre de campo dilapida todas sus posesiones para obtener lo que quiere, pero en vano. El deterioro continúa con el desgaste del paso del tiempo. El campesino envejece y empieza a perder la razón: observa detenidamente al guardián hasta olvidarse de todo lo demás. El hecho de que se ponga a hablar con las pulgas de su abrigo no solo evidencia su locura, sino también el modo en que se ha obsesionado con el guardián, al que ve como su único obstáculo para obtener lo que quiere. Maldice en voz alta y luego empieza a rezongar para sus adentros, en una manifestación de que se está replegando sobre sí mismo y debilitándose. Luego, empieza a perder la vista y a envolverse en un mundo de penumbras. En este sentido, podríamos decir que la Ley, encarnada en el guardián, oprime al individuo de diferentes maneras: quitándole sus posesiones, arrastrándolo hasta la locura y llevándolo a un nivel inhumano de exclusión y alienación.

Es entonces cuando el campesino distingue “un destello que emerge, inextinguible, de la puerta de la ley” (p.233). Antes, el narrador omnisciente del cuento había dicho que el campesino no sabía si estaba oscureciendo o si lo engañaban sus ojos; por lo tanto, existe la posibilidad de que estuviera imaginando también esa luz que proviene del interior del edificio de la Ley. Sea como fuera, ese destello parece simbolizar un resto de esperanza que el campesino aún conserva en su dilatada espera. Puede ser también una manifestación de su búsqueda de una verdad o un sentido último que se esconde tras las puertas de la Ley, pero que permanece inalcanzable.

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