La puerta de la Ley siempre está abierta, pero nunca se puede entrar.
Es irónico que el edificio de la Ley siempre tenga la puerta abierta, como invitando a pasar, pero que el campesino no pueda nunca atravesarla. Esta contradicción indica que, aunque la Ley se presenta como accesible, en realidad es inalcanzable para el hombre común.