El axolote
El relato presenta descripciones muy detalladas de los axolotes. La primera referencia a su aspecto es breve: se habla de "... pequeños rostros rosados aztecas" (p.517). Más adelante, sin embargo, el narrador comienza a explayarse en sus descripciones:
Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas (p.518).
Finalmente, el narrador se centra en el rostro:
... la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrecencia vegetal, las branquias, supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo (pp.518-519).
Los ojos del axolote
El narrador destaca particularmente los ojos de los axolotes. La primera descripción de los ojos es detallada:
Y entonces descubrí sus ojos, su cara. Un rostro inexpresivo, sin otro rasgo que los ojos, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente, carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y lo inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza (p.518).
Luego, el narrador agrega detalles en breves comentarios, como el siguiente: "los ojos de los axolotl no tienen párpados" (p.521). Por otro lado, la imagen de los ojos se complementa con breves frases que expresan las emociones que despiertan en el narrador. Por ejemplo: "los ojos de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome, desde una profundidad insondable que me daba vértigo" (p.519); o, como se puede leer más adelante: "había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes" (p.520).